ARTÍCULO: LA MISA DE SIEMPRE, SU ENCANTO, SU FUTURO

Gracias al buen hacer y la traducción al español realizada por el blog EL BÚHO ESCRUTADOR, publicamos este interesante artículo sobre la Misa tradicional que comienza con un interrogante que asombra a muchos y preocupa a otros: ¿Por qué la misa de siempre atrae a los jóvenes?, para a continuación dar unas respuestas a considerar con respecto a esta realidad eclesial que es la Liturgia tradicional.

Fuente: leconservateur-media.fr

LA MISA EN LATÍN ¿POR QUÉ ATRAE A LOS JÓVENES?

Justo cuando cabría pensar que la misa en latín, la misa de siempre, es cosa perteneciente al pasado, un número creciente de jóvenes católicos está redescubriendo esta antigua forma de culto. Es un fenómeno que ha cobrado impulso en las últimas dos décadas, especialmente después del motu proprio Summorum Pontificum publicado en 2007 por el papa Benedicto XVI, que facilitó el acceso a la misa tridentina. En varios países, sobre todo en Francia, Estados Unidos e Italia, las celebraciones según el rito tridentino atraen más y más fieles, a menudo menores de 35 años.  ¿A qué se debe este entusiasmo?  ¿Qué es lo que impulsa a estos jóvenes a volverse hacia una liturgia que parecía estar a punto de desaparecer en las mentes de las generaciones baby boomers?

Una necesidad de lo sagrado y de la tradición

En nuestro mundo moderno, marcado por la inmediatez y el cambio perpetuo, la misa en latín se presenta como un ancla espiritual sólida. Muchos jóvenes que buscan profundidad y trascendencia encuentran en esta liturgia una belleza y una solemnidad que a veces faltan en las misas en lengua vernácula. El canto gregoriano, los gestos precisos del sacerdote, el silencio recogido, forman un conjunto que les ofrece una experiencia de lo sagrado que ellos consideran más intensa.

Una respuesta a la falta de referencias

La sociedad contemporánea está en constante cambio y muchos jóvenes experimentan alguna forma de desorientación. Frente a esto, la misa tradicional representa una continuidad, una raíz espiritual que los une a siglos de fe cristiana. Algunos también ven en ello una respuesta al relativismo ambiental: la misa tridentina les parece una expresión clara e inequívoca de la doctrina católica.

Vaticano II, ¿una reforma que atrae menos a los jóvenes?

El Concilio Vaticano II (1962-1965) introdujo reformas para hacer la liturgia más accesible, especialmente mediante el uso de las lenguas vernáculas y una mayor participación de los fieles. Sin embargo, estos cambios ya no atraen tanto a los jóvenes que se vuelven hacia la misa de siempre o hacia una celebración vernácula pero más clásica, con gran respeto por la liturgia. Muchos consideran que la reforma litúrgica ha llevado a una pérdida de sacralidad, con celebraciones a veces percibidas como banales o demasiado cercanas a la cultura moderna, incluso al límite del protestantismo por la influencia ideológica que difunde el ecumenismo. Además, el deseo de adaptación de la Iglesia al mundo contemporáneo, aunque guiada por buenas intenciones –en apariencia–, supone un debilitamiento de la doctrina y de la disciplina porque la Iglesia no tiene por qué volverse hacia el mundo, la Iglesia es atemporal y universal en su fundación, y Cristo sigue siendo exclusivo y no inclusivo. Siempre será el hombre pecador quien deba convertirse, y no la Iglesia la que se convierta a nuestros pecados. En busca de un catolicismo más estructurado y exigente, estos jóvenes prefieren recurrir a una liturgia más auténtica y arraigada en la tradición secular de la Iglesia.

Las comunidades carismáticas: un modelo que atrae menos

Si bien algunos jóvenes católicos se sienten atraídos por el dinamismo de las comunidades carismáticas, una gran parte de ellos permanece distante de este modelo. Le reprochan, en particular, un enfoque demasiado emocional de la fe, centrado en el sentimiento personal más que en el rigor doctrinal y la contemplación. El carácter espontáneo de las celebraciones, con oraciones libres, cantos modernos y manifestaciones exteriores (imposición de manos, glosolalia), contrasta fuertemente con la solemnidad y el recogimiento de la Santa Misa. Muchos jóvenes ven en esto un riesgo de subjetivismo, donde la experiencia individual de Dios tiene prioridad sobre la objetividad de los ritos y del dogma, haciendo frágil su fe y maleable a los movimientos de las modas mundanas, una fe ligada así inconscientemente a los ríos impetuosos del capitalismo y del liberalismo. Además, perciben una influencia protestante en estas prácticas, alejadas del milenario legado litúrgico de la Iglesia Católica. En busca de lo sagrado y de la continuidad con la tradición, prefieren la misa en latín, que les ofrece una conexión más profunda con la fe de los siglos pasados.

Un fenómeno amplificado por las redes sociales

El auge de la misa en latín entre los jóvenes también está vinculado a Internet. En YouTube, Instagram o TikTok, cuentas influyentes difunden vídeos de ceremonias, explicaciones de la liturgia tradicional y testimonios de conversos. Se están formando comunidades en línea que permiten a estos jóvenes compartir su entusiasmo y aprender sobre los lugares donde se celebra la Misa Tridentina.

Un compromiso más profundo

Este regreso al rito tradicional va acompañado a menudo de un mayor compromiso con la fe. Muchos de estos jóvenes participan activamente en las actividades de su parroquia, se interesan por los textos del Magisterio y desarrollan una práctica más asidua de los sacramentos. No se limitan a asistir a Misa: quieren comprender su significado y vivir su catolicismo plenamente y con orgullo.

Un debate dentro de la Iglesia

Sin embargo, esta tendencia también crea tensiones. El Papa Francisco, con su motu proprio Traditionis Custodes (2021), reguló estrictamente la celebración de la Misa en latín, afirmando que no debe ser un instrumento de división en la Iglesia. Los partidarios de esta restricción creen que la Misa Tridentina corre el riesgo de fragmentar la unidad litúrgica y doctrinal, fomentando a veces la oposición al Concilio Vaticano II. Destacan la importancia de la reforma litúrgica para acercar la Iglesia a los fieles y evitar una percepción elitista del culto.

Por el contrario, los defensores de la misa tradicional la ven como una riqueza espiritual que debe ser preservada. Consideran que la diversidad litúrgica siempre ha existido en la historia de la Iglesia y que la prohibición progresiva de la Misa en latín es vista como una exclusión injustificada de quienes encuentran en esta forma una expresión más profunda de su fe. La situación se volvió aún más tensa cuando el Papa Francisco hizo duros comentarios contra los tradicionalistas, a veces acusándolos de rigidez o nostalgia del pasado. Estas declaraciones han reforzado el sentimiento de incomprensión y marginación entre los fieles apegados a la Misa Tridentina. A pesar de estas diferencias, la demanda sigue aumentando fuertemente y algunas parroquias continúan atrayendo a más y más gente, a más y más jóvenes, y ¡todos fervorosos!

Conclusión: ¿Un retorno estable?

Lejos de ser una moda pasajera, el interés de los jóvenes por la misa en latín refleja una profunda aspiración a una espiritualidad exigente y arraigada. En un mundo en búsqueda de sentido, la liturgia tradicional parece ofrecer un refugio y una fuente de estabilidad. Sin embargo, el futuro de este movimiento dependerá de varios factores: la actitud de las autoridades eclesiásticas, la formación de los sacerdotes para celebrar según el rito tridentino, así como la evolución de las mentalidades en el seno de la Iglesia debido a una generación muy ligada al Vaticano II.

Si persisten ciertas restricciones, es posible que este fervor se transforme en un movimiento de resistencia o en un redescubrimiento clandestino de la tradición. Por el contrario, si la Iglesia reconoce y apoya con benevolencia esta petición, la Misa en latín podría recuperar un lugar duradero y oficial en la vida litúrgica de las generaciones más jóvenes. Queda por ver cómo evolucionará esta dinámica en las próximas décadas.

490 CARDENALES Y OBISPOS HAN ASISTIDO O CELEBRADO EL RITO ROMANO TRADICIONAL DESDE 2007 HASTA 2025

490 cardenales y obispos de la Iglesia católica han asistido o celebrado según el rito Romano tradicional desde el motu proprio Summorum Pontificum de Su Santidad Benedicto XVI en 2007 que liberalizó la celebración de la Misa tradicional hasta nuestros días.

A continuación, el listado de todos los prelados publicado por el blog ´Acción Litúrgica´ -al que agradecemos tan importante labor-, diferenciando quienes lo hicieron antes del motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco (2021-2025), de quienes lo llevaron a cabo con anterioridad. Destaca claramente que los que más numerosos corresponden a Estados Unidos, Italia, Francia, Brasil y Reino Unido, y la influencia negativa para la Liturgia tradicional que ha provocado Traditionis Custodes.

Bajo Traditionis Custodes (2021-2025):

ALEMANIA: Cardenal Müller (Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Obispo Meier (Obispo de Augsburgo).

AUSTRALIA: Cardenal Pell (Arzobispo Emérito de Melbourne).

BÉLGICA: Obispo Kockerols (Obispo Auxiliar de Malinas-Bruselas).

BRASIL: Arzobispo Monteiro Guimarâes (Arzobispo del Ordinariato Militar de Brasil). Obispo Guimarâes (Obispo de Formosa).

DINAMARCA: Obispo Kozon (Obispo de Copenhage).

ESLOVENIA: Cardenal Rodé (Prefecto emérito para la Vida Consagrada). 


ESPAÑA: Cardenal Rouco Varela (Arzobispo Emérito de Madrid). Arzobispo Sanz Montes (Arzobispo de Oviedo). Obispos Arrieta Ochoa de Chinchetru (Obispo titular de Civitate y Secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos), Martínez Camino (Obispo Auxiliar de Madrid) y Fernández González (Obispo de Córdoba).

ESTADOS UNIDOS: Cardenal Burke (Patrono de la Soberana Orden de Malta). Arzobispos Cordileone (Arzobispo de San Francisco), Gullickson (Arzobispo titular de Polymartium y ex-nuncio apostólico), Listecki (Arzobispo de Milwaukee), Lori (Arzobispo de Baltimore), y Vigneron (Arzobispo de Detroit). Obispos Brennan (Obispo de Fresno), Bruskewitz (Obispo emérito de Lincoln), Conley (Obispo de Lincoln), Fernandes (Obispo de Columbus), Finn (Obispo emérito de Kansas City-Saint Joseph), Lucia (Obispo de Siracusa), Nevares (Obispo Auxiliar de Phoenix), Perry (Obispo Auxiliar de Chicago), Rhoades (Obispo de Fort Wayne-South Baye), Serratelli, (Obispo emérito de Patterson), Tobin (Obispo de Providence).

FRANCIA: Cardenal Mamberti (Prefecto de la Signatura Apostólica). Arzobispos Aveline (Arzobispo de Marsella), Bacqué (Arzobispo titular de Gradisca y ex-nuncio apostólico), Carré (Arzobispo de Montpellier), De Moulins-Beaufort (Arzobispo de Reims y Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa) y Ulrich (Arzobispo de París). Obispos Aillet (Obispo de Bayona), Aumonier (Obispo Emérito de Versalles), Castet (Obispo Emérito de Luçon), De Bucy (Obispo de Agen) y Rey (Obispo de Frejus Toulon).

GABÓN: Obispo Madega (Obispo de Mouila).

GUINEA-CONAKRI: Cardenal Sarah (Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino).

ITALIA: Cardenal Betori (Arzobispo de Florencia) Cardenal Zuppi (Arzobispo de Bolonia y pesidente de la Conferencia Episcopal Italiana). Arzobispo Pozzo (Arzobispo titular de Bagnoregio, y Superintendente de Economía de la Capilla Musical Pontificia). Obispo Giovanetti (Obispo Emérito de Fiesole).
KAZAJSTAN: Obispo Schneider (Obispo Auxiliar de Astana).

LIECHTENSTEIN: Arzobispo Haas (Arzobispo de Vaduz).

POLONIA: Arzobispo Rys (Arzobispo de Lodz). Obispos Bryl (Obispo de Kalisz), Jarecki (Obispo Auxiliar de Varsovia) y Kamiński (Obispo de Varsovia-Praga).

REINO UNIDO: Arzobispo Stack (Arzobispo Emérito de Cardiff). Obispo O´Toole (Obispo de Plymouth).

UCRANIA: Obispo Dbrawski (Obispo de Kamianets-Podylskyi).

SUIZA: Obispo Huonder (Obispo Emérito de Chur).


+ Obispos de la FSSPX.

Bajo Summorum Pontificum (2007-2021):

ALEMANIA: Cardenal Brandmüller (Presidente Emérito del Pontificio Consejo de Ciencias Históricas), Cardenal Müller (Presidente Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei). Arzobispos Becker (Arzobispo de Paderborn) y Gänswein (Arzobispo titular de Urbisaglia y Prefecto de la Casa Pontificia). Obispos Ackermann (Obispo de Tréveris), Dick (Obispo Auxiliar Emérito de Colonia),  Grothe (Obispo Auxiliar Emérito de Paderborn), Hanke (Obispo de Eichsttät), Ipolt (Obispo de Görlitz), König (Obispo Auxiliar de Paderborn), Mixa (Obispo de Augsburgo), Ostermann (Obispo Auxiliar Emérito de Münster), Overbeck (Obispo de Essen), Zdarsa (Obispo de Augsburgo), y Ziegelbauer (Obispo Auxiliar de Augsburgo) .

ARGENTINA: Obispos Baseotto (Obispo Emérito Castrense de Argentina), Fenoy (Obispo de San Miguel), Laise (Obispo Emérito de San Luis, +2019), y Sánchez Sorondo (Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias).

AUSTRALIA: Cardenal Pell (Arzobispo de Sidney, hoy emérito). Arzobispos Coleridge (Arzobispo de Brisbane), Hart (Arzobispo de Melbourne), Hickey (Arzobispo de Perth) y Wilson (Arzobispo de Adelaide). Obispos Elliot (Obispo Auxiliar de Melbourne), Grech (Obispo de Sandhurst, +2010), Jarret (Obispo de Lismore, emérito en 2016), Long (Obispo Auxiliar de Melbourne), Macbeth-Green (Obispo de Wilcannia-Forbes), Mathys (Obispo de Armidale), Porteus (Obispo Auxiliar de Sidney), Prowse (Obispo de Sale), y Tomlinson (Obispo de Sandhurst).

AUSTRIA: Cardenal Stickler (Archivero Emérito de la Santa Sede, +2007). Obispos Fischer (Obispo Emérito de Feldkirch) y Laun (Obispo Auxiliar de Salzsburgo).

BÉLGICA: Arzobispo Leonard (Arzobispo de Bruselas y Primado de Bélgica, Emérito en 2015). Obispos Delville (Obispo de Lieja), Harpigny (Obispo de Tournai) y Kockerols (Obispo Auxiliar de Malinas Bruselas).

BENIN: Obispo N´Koue (Obispo de Parakou).

BRASIL: Cardenales: Freire Falcâo (Arzobispo Emérito de Brasilia), y Tempestá (Arzobispo de Río de Janeiro). Arzobispos Moreira (Arzobispo de Juiz de Fora), Nicioli (Arzobispo de Diamantina), Oliver de Faria (Arzobispo Emérito de Diamantina), Pena (Arzobispo de Niterói, Emérito en 2011), Rezende Dias (Arzobispo de Niterói), Taveira Correa (Arzobispo de Belem do Pará). Obispos Areas Rifán (Obispo titular de Cedamusa, y administrador de la Administración Apostólica San Juan Marían Vianney), Barroso Filho (Obispo Emérito de Oliveira), Beloto (Obispo de Franca), Bergamin (Obispo de Nova Iguaçu), Canindé Palhano (Obispo de Senhor do Bomfim),  Chaves de Araújo (Obispo Emérito de Sâo Joâo del Rei), Cordeiro de Lima (Obispo Auxiliar de Fortaleza), Costa Souza (Obispo Auxiliar de Sâo Sebastiâo do Rio de Janeiro), Da Silva (Obispo Auxiliar Emérito de Fortaleza), Da Silva Brito (Obispo Auxiliar de Río de Janeiro), De Castro Homem (Obispo Auxiliar de Río de Janeiro),  De Oliveira Goulart (Obispo de Sâo Joâo del Rei, +2018), Dias Duarte (Obispo Auxiliar de Río de Janeiro), Ferrería Paz (Obispo de Campos dos Goytacazes), Fontes de Matos (Obispo de Palmira dos Indios), Gomez Guimarâes (Obispo Emérito de Campos dos Goytacazes), Gonçalvez de Almeida (Obispo Auxiliar de Brasilia), Gouvêa Matosso (Obispo de Nova Friburgo), Guimaraes (Obispo de Formosa), Marchiori (Obispo de Apucarana), Monteiro Guimarâes (Arzobispo del Ordinariato Militar de Brasil en 2014), Lopes de Faria (Obispo Emérito de Diamantina,+2009), Paixao (Obispo Auxiliar de Salvador-Bahía), Pestana Filho (Obispo Emérito de Anápolis,+2011), Romer (Obispo Auxiliar Emérito de Río de Janeiro), Rossi Keller (Obispo de Frederico Westphalen), Silva Matthes (Obispo Emérito de Franca), Sivieri (Obispo de Propriá-Sergipe), Soares da Costa (Obispo Auxiliar de Aracaju), Stringhini (Obispo de Franca, hoy Obispo de Mogi das Cruzes), Ubiratan Lopez (Obispo de Itaguaí).

CANADÁ: Cardenales Collins (Arzobispo de Toronto), Lacroix (Arzobispo de Quebec y Primado de Canadá) y Ouellet (Prefecto de la Congregación para los Obispos). Arzobispos Roussin (Arzobispo de Vancouver, Emérito en 2009), Miller (Arzobispo de Vancouver), Prendergast (Arzobispo de Ottawa). Obispos Blais (Obispo Auxiliar de Quebec), Boisonneau (Obispo Auxiliar de Toronto), Damphousse (Obispo de Sault Sainte Marie), Daniels (Obispo de Grand Falls), Fabbro (Obispo de London, Ontario), LaRocque (Obispo Emérito de Alexandria-Cornwall, Ontario), Lemay (Obispo Auxiliar de Quebec), y McGrattan (Obispo Auxiliar de Toronto, hoy Obispo de Peterborough).

CHILE: Cardenal Medina Estévez (Prefecto Emérito del Culto Divino, +2021). Arzobispos Piñera Carvallo (Arzobispo Emérito de La Serena) y Rebolledo Salinas (Arzobispo de La Serena). Obispos Duarte García de Cortázar (Obispo de Valparaíso), Gleisner Wobbe (Obispo Auxiliar de La Serena), González Errázuriz (Obispo de San Bernardo) y Vega Velasco (Obispo Prelado de Illapel).

CHINA: Cardenal Tong Hon (Obispo de Hong-Kong), Cardenal Zen (Obispo Emérito de Hong-Kong). Obispo Li Jingfeng (Obispo de Fenghsiang, +2017).

COLOMBIA: Cardenal Castrillón Hoyos (Presidente Emérito de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, +2018). Obispos Henao del Río (Obispo titular de Casae Medianae y Vicario Episcopal de Mitú), López Hurtado (Obispo de Girardot), y Ramírez Gómez (Obispo Emérito de Garzón, Presidente del Tribunal Eclesiástico).

CONGO: Arzobispo Kabongo Kanundowi (Arzobispo Emérito de Lueba). 

CROACIA: Obispo Pozaic (Obispo Auxiliar de Zagreb).

DINAMARCA: Obispo Kozon (Obispo de Copenhagen).

ECUADOR: Obispo Castillo Pino (Obispo Auxiliar de Portoviejo).

ESLOVAQUIA: Arzobispo Bezák (Arzobispo de Trnava).

ESLOVENIA: Cardenal Rodé (Prefecto para la Vida Consagrada, emérito en 2011).

ESPAÑA: Cardenales Cañizares Llovera (Prefecto para el Culto Divino, hoy Arzobispo de Valencia), Martínez Sistach (Arzobispo de Barcelona, emérito en 2015), Herranz Casado (Presidente Emérito del Consejo de Textos Legislativos), y Navarrete Cortés (Rector Emérito de la Universidad Gregoriana, +2010). Arzobispos Asenjo Pelegrina (Arzobispo de Sevilla), Rodríguez Plaza (Arzobispo de Toledo y Primado de España), y Ureña Pastor (Arzobispo de Zaragoza, emérito en 2014). Obispos: Arrieta Ochoa de Chinchetru (Secretario del Pontificio Consejo de Textos Legislativos), Cases Andreu (Obispo de Canarias), Catalá Ibáñez (Obispo de Málaga), Fernández González (Obispo de Córdoba), González Montes (Obispo de Almería), Iceta Gavicagogeascoa (Obispo de Bilbao), Martínez Camino (Obispo Auxiliar de Madrid), y Yanguas Sanz (Obispo de Cuenca).

ESTADOS UNIDOS: Cardenales Baum (Penitenciario Mayor Emérito, +2015), Burke (Patrono de la Orden de Malta), DiNardo (Arzobispo de Galveston-Houston), Egan (Arzobipo Emérito de Nueva York, +2015), Foley (Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro, +2011), George (Arzobispo de Chicago, +2015), Levada (Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Emérito en 2012), O’ Malley (Arzobispo de Boston) y Wuerl (Arzobispo de Washington). Arzobispos Apuron (Arzobispo de Agaña), Aquila (Arzobispo de Denver), Brown (Arzobispo titular de Aquileia y Nuncio de Su Santidad en Irlanda), Brunett (Arzobispo de Seattle, Emérito en 2010), Carlson (Arzobispo de Saint Louis), Coakley (Arzobispo de Oklahoma), Curtiss (Arzobispo Emérito de Omaha), Di Noia (Vicepresidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei), Gómez (Arzobispo de Los Ángeles), Gullickson (Arzobispo titular de Polymartium y Nuncio de Su Santidad en Suiza, hoy emérito), Hebda (Arzobispo de Saint Paul y Minneapolis), Hugues (Arzobispo Emérito de Nueva Orleans), Kurtz (Arzobispo de Louisville), Lucas (Arzobispo de Omaha), Myers (Arzobispo de Newark), Nienstedt (Arzobispo de Sain Paul y Minneapolis), Pilarczyk (Arzobispo Emérito de Cicinnati), Sartain (Arzobispo de Seattle), Sheehan (Arzobispo de Santa Fe), Tobin (Arzobispo de Indianápolis), Vigneron (Arzobispo de Detroit) y Wenski (Arzobispo de Miami). Obispos Backer (Obispo de Birmingham), Bambera (Obispo de Scranton), Barber (Obispo de Oakland), Barres (Obispo de Allentown), Bevard (Obispo de Saint Thomas), Blair (Obispo de Toledo, Ohio), Boyea (Obispo de Lansing),  Bruskewitz (Obispo de Lincoln, hoy emérito), Burbidge (Obispo de Raleigh), Caggiano (Obispo de Bridgeport), Callahan (Obispo de LaCrosse), Cantu (Obispo de San José), Conley (Obispo Auxiliar de Denver, hoy Obispo de Lincoln), Conlon (Obispo de Jolliet), Cordileone (Obispo de Oakland; nombrado Arzobispo de San Francisco en 2012), Cotta (Obispo Auxiliar de Sacramento), Cozzens (Obispo Auxiliar de Minneapolis), Cummins (Obispo Emérito de Oakland), D´Arcy (Obispo de Fort Wayne-South Bend), Dewane (Obispo de Venice), Di Lorenzo (Obispo de Richmond), DiMarzio (Obispo de Brooklynn), Doran (Obispo de Rockford, Emérito en 2012), Elizondo (Obispo Auxiliar de Seattle), Etienne (Obispo de Cheyenne), Farrell (Obispo de Dallas), Fernández Torres (Obispo de Arecibo), Finn (Obispo de Kansas City, Emérito en 2015), Fitzgerald (Obispo Auxiliar de Philadelphia), Flesey (Obispo Auxiliar de Newark), Foley (Obispo Emérito de Birmingham), Foys (Obispo de Covington, emérito en 2021), Gainer (Obispo de Harrisburg), García (Obispo de Monterey), Gelineau (Obispo Emérito de Providence), Gruss (Obispo de Rapid City), Hanchon (Obispo Auxiliar de Detroit), Hermann (Obispo Auxiliar de Saint Louis), Hying (Obispo Auxiliar de Milwaukee),Hurley (Obispo de Grand Rapids), Jugis (Obispo de Charlotte), Keleher (Obispo Emérito de Kansas City), Kicanas (Obispo de Tucson, Emérito en 2017), Libasci (Obispo de Manchester), Loverde (Obispo de Arlington), Madera Uribe (Obispo Emérito de Fresno), Malloy (Obispo de Rockford), Matano (Obispo de Burlington, en 2014 Obispo de Rochester), McFadden (Obispo de Harrisburg, +2013), McManus (Obispo de Worcester), Morlino (Obispo de Madison, +2018), Mulvee (Obispo Emérito de Providence), Murphy (Obispo de Rockville Centre), Nevares (Obispo Auxiliar de Phoenix), O´Connell (Obispo de Trenton), O´Hara (Obispo Auxiliar de Nueva York), Olmsted (Obispo de Phoenix), Paprocki (Obispo de Springfield, Illinois), Parkes (Obispo de Pensacola-Tallahassee, nombrado Obispo de Saint Petersburg en 2016), Pérez (Arzobispo de Filadelfia), Perry (Obispo Auxiliar de Chicago), Pilla (Obispo Emérito de Cleveland), Provost (Obispo de Lake Charles), Reiss (Obispo Auxiliar de Detroit), Rhoades (Obispo de Harrisburg, hoy de Fort Wayne-South Bend), Rice (Obispo Auxiliar de Saint Louis), Ricken (Obispo de Green Bay), Sample (Obispo de Marquette, hoy Obispo de Portland), Scharfenberger (Obispo de Albany), Serratelli (Obispo de Paterson), Silva (Obispo de Honolulu), Slattery (Obispo de Tulsa, +2024), Sullivan (Obispo de Candem), Swain (Obispo de Sioux Falls), Thomas (Obispo de Toledo), Timlin (Obispo Emérito de Scranton), Tobin (Obispo de Providence), Van Johnston (Obispo de Kansas City) Waltersheid (Obispo Auxiliar de Pittsburg), Weisenburger (Obispo de Tucson) y Zubik (Obispo de Pittsburgh).

FILIPINAS: Arzobispos Aniceto (Arzobispo Emérito de San Fernando), Argüelles (Arzobispo de Lipa), Lagdameo (Arzobispo de Jaro), Lavarias (Arzobispo de San Fernando), y Palma (Arzobispo de Cebú). Obispos Escaler (Obispo Emérito de Ipil), De Gregorio (Administrador de la Prelatura de Batanes), Hobayan (Obispo Emérito de Cazarman), Tobias (Obispo de Novaliches), y Vergara (Obispo de Pasig).

FRANCIA: Cardenales Barbarin (Arzobispo de Lyon), Ricard (Arzobispo de Burdeos), y Ving-Trois (Arzobispo de París y Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, emérito en 2017). Arzobispos Aubertin (Arzobispo de Tours), Bacqué (Nuncio en Holanda), Carré (Arzobispo de Montpellier), Cattenoz (Arzobispo de Avignon), D´Ornellas (Arzobispo de Rennes), Le Gall (Arzobispo de Toulouse), Macaire (Arzobispo de Fort-de-France, La Martinica), Madec (Arzobispo Emérito de Toulon), Maillard (Arzobispo de Bourges), Thomazeau (Arzobispo de Montpellier, emérito en 2011) y Wintzer (Arzobispo de Poitiers). Obispos Aillet (Obispo de Bayona), Aumonier (Obispo de Versalles), Bagnard (Obispo de Belley-Ars), Batut (Obispo de Blois), Beau (Obispo auxiliar de París), Benoît-Gonnin (Obispo de Beavois, Noyon y Senlis), Blacquart (Obispo de Orleans), Boivineau (Obispo de Annecy), Bonfils (Obispo Emérito de Niza y Administrador Apostólico de Ajaccio), Bozo (Obispo de Limoges), Brouwet (Obispo Auxiliar de Nanterre, nombrado Obispo de Tarbes-Lourdes en 2012), Castet (Obispo de Luçon), Centène (Obispo de Vannes), Christory (Obispo de Chartres), De Berranger (Obispo Emérito de Saint-Denis, +2017), De Dinechin (Obispo Auxiliar de París), De Germay (Obispo de Ajaccio), De Kerimel (Obispo de Grenoble), De Moulins-Beaufort (Obispo Auxiliar de París, Arzobispo de Reims en 2018), Delmas (Obispo de Angers), Dubost (Obispo de Evry), Dufour (Obispo de Limoges), Fikart (Obispo Auxiliar Emérito de París), Fort (Obispo de Orleans), Gaschignard (Obispo de Aire y Dax), Ginoux (Obispo de Montauban), Fréchard (Obispo Emérito de Auch), Gaidon (Obispo Emérito de Cahors, +2011), Guillaume (Obispo Emérito de Saint-Dié), Herbreteau (Obispo de Agen), Kalist (Obispo de Limoges, emérito en 2017), Kratz (Obispo Auxiliar de Estrasburgo), Le Bègue de Germiny (Obispo de Blois), Lebrun (Obispo de Saint-Etienne), Mathieu (Obispo de Saint-Dié), Michel (obispo de Valence), Nahmias (Obispo de Meaux), Pansard (Obispo de Chartres), Planet (Obispo de Carcasona), Rey (Obispo de Frejus-Toulon), Riocreux (Obispo de Pontoise), Roland (Obispo de Moulins), Scherrer (Obispo de Laval), Turini (Obispo de Perpiñán), y Séguy (Obispo Emérito de Autun).

GABÓN: Arzobispo Mvé Engone (Arzobispo de Libreville). Obispo Madega Lebouankenham (Obispo de Mouila).

GUINEA CONAKRI: Cardenal Sarah (Prefecto para el Culto Divino).

GUINEA ECUATORIAL: Arzobispo Nsué Edjang (Arzobispo de Malabo y Presidente de la Conferencia Episcopal de Guinea Ecuatorial). 

HAITÍ: Arzobispo Gayot (Arzobispo Emérito de Cap-Haitien, +2010).

HUNGRÍA: Obispos Farhat (Nuncio en Austria), Lajos Varga (Obispo titular de Sicca Veneria y Auxiliar de Vác) y Székely János (Obispo de Szombathely).

ITALIA: Cardenales Antonelli (Arzobispo de Florencia, emérito en 2008), Bagnasco (Arzobispo de Génova), Bartolucci (Maestro de Capilla Emérito de la Capilla Sixtina, +2013), Betori (Arzobispo de Florencia), Caffarra (Arzobispo de Bolonia), Comastri (Arcipreste de la Basílica de San Pedro), De Magistris (Penitenciario Mayor Emérito), De Paolis (Prefecto Emérito de Asuntos Económicos), Mamberti (Prefecto de la Signatura Apostólica), Piovanelli (Arzobispo Emérito de Florencia), Poggi (Bibliotecario Emérito de la Santa Sede, +2010), Scola (Arzobispo de Venecia, luego de Milán y emérito en 2017) y Zuppi (Arzobispo de Bolonia). Arzobispos Accerbi (Prelado de la Orden de Malta, emérito en 2015), Appignanesi (Arzobispo Emérito de Potenza), Bassetti (Arzobispo de Perugia, creado cardenal en 2014), Berloco (Nuncio Apostólico de Su Santidad en Bélgica), Boccardo (Arzobispo de Spoleto-Norcia), Brugnaro (Arzobispo de Camerino-San Severino), Crepaldi (Arzobispo de Trieste), D´Aniello (Arzobispo titular de Paestum y Nuncio Apostólico en Brasil), Fisichella (Arzobispo titular de Vicohabentia y Presidente del Consejo Pontificio de Promoción de la Nueva Evangelización), Molinari (Arzobispo de L´Aquila), Miglio (Arzobispo de Cagliari), Negri (Arzobispo de Ferrara, +2021), Nosiglia (Arzobispo de Turín), Petrocchi (Arzobispo Metropolitano de L´Aquila), Pozzo (Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y Arzobispo titular de Bagnoregio), Tiddia (Arzobispo Emérito de Oristano) y Viganó (Arzobispo titular de Ulpiana y Nuncio Apostólico Emérito). Obispos Ambrosio (Obispo de Piacenza), Borghettia (Obispo de Albenga-Imperia), Cancian (Obispo de Città di Castello), Cerrato (Obispo de Ivrea), Giovanetti (Obispo de Fiesole, emérito en 2010), Girotti (Obispo titular de Meta y Regente emérito de la Penitenciaría Apostólica), Giusti (Obispo de Livorno), Lambiasi (Obispo de Rimini), Lemmo (Obispo Auxiliar de Nápoles), Marconi (Obispo de Macerata-Tolentino), Meini (Obispo de Fiésole), Mistrorigo (Obispo Emérito de Treviso), Oliveri (Obispo de Albenga-Imperia, emérito en 2016), Piseddu (Obispo Emérito de Lanusei), Pizziol (Obispo de Vicenza), Rabitti (Obispo de Ferrara), Raspanti (Obispo de Acireale), Ravignani (Obispo Emérito de Trieste), Reali (Obispo de Porto-Santa Rufina), Scanavino (Obispo de Orvieto), Sciacca (Obispo titular de Fundi, y Secretario de la Signatura Apostólica), Sigismondi (Obispo de Foligno), Silvani (Obispo de Volterra), Suetta (Obispo de Ventimiglia-San Remo), Tardelli (Obispo de San Miniato), Zenti (Obispo de Verona) y Zuppi (Obispo Auxiliar de Roma).

IRLANDA: Cardenal Brady (Arzobispo Emérito de Armagh y Primado de Irlanda). Arzobispo Martin (Arzobispo de Dublin y Primado de Irlanda). Obispos Magee (Obispo de Cobh), y Moriarty (Obispo Emérito de Kildare y Leighlin).

KAZAJSTAN: Obispo Schneider (Obispo Auxiliar de Astana).

LIECHTENSTEIN: Arzobispo Haas (Arzobispo de Vaduz).

LITUANIA: Obispo Bartulis (Obispo de Siauliai).

MAURICIO: Obispo Piat (Obispo de Port-Louis; nombrado cardenal en 2016).

MÉXICO: Cardenales Rivera Carrera (Arzobispo y Primado de México, emérito en 2017), Sandoval Íñiguez (Arzobispo Emérito de Guadalajara). Arzobispo Suárez Inda (Arzobispo de Morelia). Obispos González González (Obispo Auxiliar de Guadalajara, hoy Obispo de Campeche), Gutiérrez Valencia (Obispo Auxiliar de Guadalajara) y Ortega Franco (Obispo Auxiliar de México).

MONACO: Arzobispo Barsi (Arzobispo de Mónaco).

NIGERIA: Cardenal Arinze (Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino). Obispos Ochiagha (Obispo Emérito de Orlu), y Tochukwu Ukwuoma (Obispo de Orlu).

NUEVA ZELANDA: Obispos Browne (Obispo Emérito de Hamilton) y Meeking (Obispo Emérito de Christchurch).

PAÍSES BAJOS: Obispo Punt (Obispo de Haarlem-Amsterdam), y Van Burgsteden (Obispo Emérito de Haarlem-Amsterdam). 

PARAGUAY: Obispo Livieres (Obispo Emérito de Ciudad del Este).

POLONIA: Cardenales Dziwisz (Arzobispo de Cracovia, Emérito en 2016),  y Nycz (Arzobispo de Varsovia). Arzobispos Golebiewski (Arzobispo de Wroclaw, Emérito en 2013), Jedraszewski (Arzobispo de Cracovia), Wojda (Arzobispo de Bialystok) y Zycinski (Arzobispo de Lublin, + 2011). Obispos Balcerek (Obispo Auxiliar de Pozna), Buzun (Obispo Auxiliar de Kalisz), Cieslik (Obispo Auxiliar de Koszalin-Kolobrzeg),Czaja (Obispo de Opole), Depo (Obispo de Zamosc-Lubaczow, desde 2012 Arzobispo de Czestochowa), Dziuba (Obispo de Lowicz), Gorny (Obispo de Rzeszów, Emérito en 2013), Janocha (Obispo Auxiliar de Varsovia), Malysiak (Obispo Auxiliar Emérito de Cracovia), Mering (Obispo de Wloclawek), Mizinski (Obispo Auxiliar de Lublin), Pieronek (Obispo Auxiliar Emérito de Sosnowieck), Rys (Obispo Auxiliar de Cracovia, actual Arzobispo de Lodz), Siemienniewski (Obispo Auxiliar de Wroclaw), Stobrawa (Obispo Auxiliar de Opole),  Szkodon (Obispo Auxiliar de Cracovia) y Watroba (Obispo de Rzeszów).

PORTUGAL: Obispo De Faria (Obispo Emérito de Funchal).

PUERTO RICO: Obispos Corrada del Rio (Obispo de Mayagüez), y Torres Oliveira (Obispo Emérito de Ponce, +2012).

REINO UNIDO: Cardenal O´Brien (Arzobispo de Edimburgo y Primado de Escocia, emérito en 2013). Arzobispos Conti (Arzobispo de Glasgow), Longley (Arzobispo de Birmingham), McDonald (Arzobispo Emérito de Southwark), McMahon (Arzobispo de Liverpool), y Stack (Arzobispo de Cardiff). Obispos Allan (Administrador Apostólico de las Islas Malvinas), Arnold (Obispo de Salford), Brain (Obispo de Salford, Emérito en 2014), Brainey (Obispo de Middlesbrough), Byrne (Obispo Auxiliar de Birmingham, Obispo de Hexham y Newcastle en 2019), Campbell (Obispo de Lancaster), Cunnigham (Obispo de Hexham y Newcastle), Davies (Obispo de Shewsbury), Doyle (Obispo de Northampton), Drainey (Obispo de Middlesbrough), Egan (Obispo de Portsmouth), Gilbert (Obispo de Aberdeen), Hopes (Obispo de East Anglia), Jabalé (Obispo Emérito de Menevia), Kenney (Obispo Auxiliar de Birmingham), McGough (Obispo Auxiliar de Birmingham), Moran (Obispo de Aberdeen), O´Toole (Obispo de Plymouth), Pargeter (Obispo Auxiliar Emérito de Birmingham), Robson (Obispo de Dunkeld), Sherrington (Obispo Auxiliar de Westminster, Londres), Stock (Obispo de Leeds), y Williams (Obispo Auxiliar de Liverpool).

REPÚBLICA CHECA: Obispo Baxant (Obispo de Litomerice).

RUSIA: Arzobispo Pezzi (Arzobispo de la archidiócesis de María Madre de Dios).

SINGAPUR: Arzobispo Goh Seng Chye (Arzobispo de Singapur).

SRI LANKA: Cardenal Ranjith (Arzobispo de Colombo).

SUIZA: Obispos De Raemy (Obispo Auxiliar de Lausana), Farine (Obispo Auxiliar de Lausana), Genoud (Obispo de Lausana y Friburgo, +2010), Gmür (Obispo de Basilea), Huonder (Obispo de Chur, Emérito en 2017), Morerod (Obispo de Ginebra, Lausana y Friburgo), y Perisset (Nuncio en Alemania).

TAIWAN: Obispo Liu Tan-Kuei (Obispo Emérito de Hsinchu). 
URUGUAY: Obispo Sanguinetti Montero (Obispo de Canelones).

+ los obispos de la FSSPX: Fellay, De Galarreta, y Tisier de Mallerais (+2024) (se incluyen porque están expresamente reconocidos como obispos en el decreto de levantamiento de las excomuniones de la Congregación de Obispos de 21 de enero de 2009).

¿QUIENES SON UNA VOCE SEVILLA PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL DE TWITTER?

CALENDARIO TRADICIONAL 2025 (Digital)

Desde el año 2010, coincidiendo con la antigua tradición católica en la Epifanía del Señor, de anunciar solemnemente en las Catedrales e iglesias distinguidas la Pascua y las principales fiestas litúrgicas del año, la comunidad de Una Voce Sevilla pone a disposición de los fieles el calendario litúrgico del rito Romano tradicional en formato PDF correspondiente al año del Señor que acaba de comenzar.

En esta ocasión, hemos querido dedicar la portada del calendario a una de las cuatro postrimerías, la muerte, con un óleo sobre lienzo del pintor sevillano  Virgilio Mattoni de la Fuente, titulado: «Las postrimerías de Fernando III el Santo«, que se produjeron en la ciudad de Sevilla el día 30 de mayo de 1252. Cuadro que se encuentra en la pinacoteca del Museo del Prado (Madrid), existiendo una copia en el Real Alcázar de Sevilla.

Corresponde al Calendario Romano General del Missale Romanun de 1962, en latín, extraído del más amplio y completo que publica la Federación Internacional Una Voce en su web, para que pueda ser consultado y usado por los sacerdotes y seglares que celebran o asisten, respectivamente, a la Santa Misa tradicional o rezan el Breviarium Romanum en cualquier parte del mundo, aunque nos hemos permitido indicar al pie de cada mes, junto a las antífonas de la Santísima Virgen, las variaciones correspondiente al calendario común para todas las diócesis de España.

Como novedad, este año hemos señalado en el calendario los día de ayuno y abstinencia que prescribe la Iglesia.

PARA DESCARGAR GRATIS PINCHAR AQUÍCALENDARIO LITURGICO TRADICIONAL 2025 UNA VOCE SEVILLA

FELIZ Y SANTA NATIVIDAD DEL SEÑOR 2024

UNA VOCE SEVILLA LES DESEA UNAS FELICES Y SANTAS PASCUAS DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

SOBRE EL CATECISMO CONTRARREVOLUCIONARIO DE MONS. SCHNEIDER (y IV)

Finalizamos con esta cuarta parte, los artículos publicados por don LUIS LÓPEZ VALPUESTA dedicados al interesante libro del obispo Athanasius Schneider titulado «CREDO. COMPENDIO DE LA FE CATÓLICA», y en concreto a la parte que aborda los Sacramentos y el Culto, titulada: «El culto divino: Ser santo»

Como explica a continuación «los actos de culto incluyen todos los medios de santificación, es decir, todas las formas en que honramos a Dios y nos santificamos» (III,1,2). Esos medios son la oración (entramos en comunión con Dios y suplicamos su Gracia), los sacramentos (que significan y producen esa misma Gracia), y la liturgia o el culto público de la Iglesia (que regula la oración pública y los sacramentos) (III,12,2). Señalaré a continuación algunos puntos importantes o clarificadores:

1º.- ERRORES sobre la GRACIA y la JUSTIFICACIÓN.- Frente al error moderno del naturalismo (exclusión y a veces la negación de todo el orden sobrenatural, lo que implica considerar al hombre y a la naturaleza como autosuficientes, II,1,11-12), Monseñor Schneider afirmará rotundamente la necesidad de la Gracia para elevarnos sobre nuestra condición humana, para disfrutar de la amistad y comunión con Dios y para nuestra salvación. La Gracia es un «don sobrenatural que Dios nos concede gratuitamente -sin que tengamos derecho a ella y sin que Dios esté obligado a concederla- por los méritos de Jesucristo para nuestra salvación o en orden a la realización de alguna tarea» (III,1,5). Aun así, Dios, por su inmensa bondad siempre la concede a todos los hombres para hacer lo necesario en las circunstancias de nuestra vida para alcanzar el cielo, aunque puede «frustrarse si nos resistimos culpablemente a ella» (III,1,23).  «Dios desea que todos los hombres se salven» (1 Tim. 2,4), pero «que correspondamos o no a ese don divino es cuestión de nuestra libre decisión» (III,1,31). Ahora bien, nos advierte Monseñor Schneider que la infidelidad a la gracia puede «disminuir la frecuencia y la fuerza de las gracias que nos dan”. «Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros» (St. 4,8) (III,1,30).

Vinculado con el naturalismo, nuestro autor citará el neopelagianismo«la noción de que el hombre es salvado simplemente por las buenas obras morales, con independencia de su cooperación con la gracia divina y la fe salvadora». Éste es el «error más común acerca de la Gracia en nuestro tiempo» (III,1,15), lo que puede constatarse haciendo una simple encuesta, y no precisamente entre ignorantes de nuestra fe, sino a cristianos que incluso frecuentan los sacramentos. Otro error, opuesto a éste y propio de los protestantes, es la negación de la cooperación humana a la Gracia, pues consideran que «la voluntad libre, sin ayuda de la gracia de Dios sólo puede pecar«. Ese grave yerro de naturaleza antropológica y teológica convierte al hombre en un títere, en un ser indigno sin libertad, y a Dios en un juez injusto que crea a seres humanos para castigarlos eternamente sin relación a sus actos libres pecaminosos. Fue fulminado este dislate en el Concilio de Trento.      

Para describir nuestro paso del estado de pecado al de gracia, se usa el término Justificación (III,2,45). Cada uno de los cristianos debemos ser conscientes (y más aún, llevarlo grabado a fuego en nuestras almas) que «La resurrección del hombre pecador y su paso al estado de gracia divina es un milagro mayor que la resurrección de los muertos a la vida; de hecho, es un milagro mayor que la creación del universo material» (III,1,47).

2º.- LA ORACION CRISTIANA.- La oración «es una elevación de la mente y del corazón a Dios para adorarle, darle gracias, pedirle perdón y solicitar su gracia» (III,3,64).  La importancia de la oración en la vida cristiana radica en el hecho de que «no podemos hacer nada sobrenaturalmente bueno sin ayuda de la gracia de Dios, que debe buscarse mediante la oración» (III,3,75). Por ello Nuestro Señor nos recuerda que «es necesario orar siempre» (Lc. 18,1), «sin cesar»  (1 Tes. 5,17) (III,3,77). Y esta necesidad de oración muestra el orden de la Providencia, pues «Dios da fertilidad a los campos, pero quiere que los labremos y cuidemos; nos da capacidades intelectuales, pero exige que estudiemos; y de manera similar, Dios quiere nuestra salvación, pero con la condición de que nosotros también la queramos, y operemos con su gracia a través de la oración» (III,3,76).

Remito a los espléndidos consejos sobre las circunstancias, características y cualidades de la oración cristiana en (III,3,78-105). Pero quiero destacar especialmente la prelación de bienes que debemos pedir en oración: el primero de todos es «la vida eterna y la caridad sobrenatural que nos conduce a ella». Todos los demás bienes «los deberíamos desear sólo como medios para ganar el cielo» (III,4,88). Por tanto, todas nuestras necesidades temporales de cualquier índole, debemos siempre pedirlas condicionalmente, esto es, si no son obstáculos para nuestra salvación y humildemente, con perfecta sumisión a la voluntad de Dios» (III,4,89). El cristiano debe hacer su oración «en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo (…) pidiendo aquellas bendiciones que Él ha merecido para nosotros y estando profundamente convencidos de que él ora en nosotros» (III,4,92)

Y en relación con este último consejo, un aviso a navegantes de nuestro tiempo. «Cualquier camino de oración que busque la unión con Dios al margen de la sagrada humanidad de Jesucristo, el Verbo encarnado, es incompleto y engañoso: Nadie va al Padre sino por Mí (Jn. 14,6)». (III,4,123). Por lo tanto no debemos practicar formas «cristianizadas» de yoga, zen u otras formas de oración paganas, puesto que «no pueden practicarse de manera segura, ya que están inherentemente vinculadas a una forma falsa de adoración y a los engaños del diablo» (III,4,124). 

3º.- LOS SACRAMENTOS.- «Lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios«. Esta cita que nuestro catecismo toma de San León Magno, explica con inmensa simplicidad y belleza que el Señor, tras su vida como hombre, quiso dar continuidad  a esa presencia entre nosotros hasta el fin de los tiempos a través de signos sacramentales. «Éstos son como la humanidad de Nuestro Señor, y las gracias que transmiten son como la Divinidad oculta bajo ella» (III,6,166).  Las razones por las que así lo decidió el Señor las explica magistralmente Santo Tomás, y están recogidas en el catecismo (III,6,167): «1. La condición del hombre, de cuya naturaleza es propio dirigirse a las cosas espirituales e inteligibles mediante las corporales y sensibles. 2. Al pecar el hombre, su afecto quedó sometido a las cosas corporales, y debe aplicarse la medicina donde está la enfermedad. 3. Dado el predominio que en la actividad humana tienen las cosas de orden material, le fueron propuestos al hombre en los sacramentos algunas actividades materiales para que, ejercitándose en ellas provechosamente, evite la superstición como es el culto a los demonios o cualquier otra práctica nociva y peligrosa».

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Son siete los sacramentos, porque «reflejan en el orden espiritual las diversas necesidades de nuestra vida corporal» (III,6,172). Nacemos a la vida sobrenatural por el bautismo; la fortalecemos mediante la confirmación; la alimentamos con la Santa Eucaristía; somos sanados o incluso resucitados si nuestra alma está muerta por el pecado mortal con la penitencia; preparados a la muerte con la extrema unción; gobernados en la sociedad espiritual de la Iglesia con las sagradas órdenes, y fomentamos dicha sociedad mediante el sacramento del matrimonio (III,6,173).

Del capítulo 7 al 13 de esta tercera parte, Monseñor Schneider explicará con detalle cada uno de los siete sacramentos. Me limitaré a recoger aquella parte de su enseñanza que, a mi juicio, más pueden ayudar a disipar los desenfoques y errores actuales sobre cada uno de ellos.

1º.- BAUTISMO.- La importancia del bautismo es tal que «ningún otro sacramento puede recibirse antes del bautismo, no puede repetirse y nadie puede salvarse sin recibir sus efectos santificantes» (III,7,217). Y precisará luego que «aparte de por su signo sacramental ordinario (…) también puede ser recibido (…) mediante el perfecto amor a Dios (el llamado «bautismo de deseo») o el martirio por la verdadera fe (el llamado «bautismo de sangre») (III,7,234). El bautismo nos regenera en Cristo Jesús (III,6,234), borra el pecado original y los pecados actuales (III,7,236) y nos convierte verdaderamente en «una nueva criatura» (2 Cor. 5,17) (III,7,237). 

En una sección de su catecismo se pregunta nuestro autor por el destino de los no bautizados. Es un tema abierto teológicamente, pero del que sí se pueden aventurar algunas conclusiones: 1. Todo caso de salvación extraordinaria sólo y exclusivamente puede tener como causa los méritos de Nuestro Señor Jesucristo (III,7,253). 2. Dios «no consiente, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con etenos suplicios si no es reo de culpa voluntaria» (Pío IX, Quanto Conficiamur) (III,7,250). 3. Ningún no bautizado puede rechazar el pecado mortal y cumplir la voluntad de Dios sin su gracia (III,7,251). 4. Desgraciadamente no podemos asumir que haya muchos casos de salvación extraordinaria entre los no bautizados porque el mismo Señor nos advirtió «¿Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y qué pocos dan con ellos (Mt, 7,14). 5. El hecho de que sea posible que los no bautizados sean salvados, no implica que sea probable, por lo que se nos urge a todos los cristianos evangelizar (III,7,254). 6. En el caso de bebés no bautizados, Monseñor Schneider se acoge a la opinión teológica general: si bien no pueden alcanzar la visión beatífica, quizá sean «acogidos en una eternidad pacífica, una especie de visión indirecta o mediata de Dios» (Santo Tomás De malo q.5, a.5) (III,7,258). Aunque el autor no lo recoge, en nuestros días Benedicto XVI dio un argumento en favor de la salvación integral de esas criaturas (incluidas las abortivas) que sinceramente me convenció. Jesús dijo «Dejad que los niños se acerquen a Mí, no se lo impidáis» (Mt. 19,14).  

En cualquier caso, el error central de muchos es pensar que la naturaleza humana tiene derecho a la visión beatífica. Y concluye Monseñor Schneider: «Podemos pedirle a Dios que conceda a esos niños el milagro de la gracia santificante debido a su infinita misericordia, pero su destino en última instancia sigue siendo un misterio que confiamos a la amorosa Providencia de Dios» (III,7,259).  

2º-CONFIRMACIÓN.-  A través de este sacramento instituido por Cristo (Hch. 1,5), se nos otorga el Espíritu Santo con la abundancia de sus dones y hacernos cristianos perfectos (III,8,260). Por lo tanto, este sacramento «fortalece y completa la gracia del bautismo en nuestras almas» (II,8,261). 

Lo más llamativo de esta parte es el juicio severo que el autor hace al pentecostalismo, al Movimiento Carismático o Renovación Carismática. Lo considera -a mi juicio con bastante agudeza- como «un fenómeno nuevo -en cierto sentido una nueva religión- que se asemeja a herejías como el montanismo y que enfatiza la experiencia religiosa carismática, efusiva, sentimental e irracional». En definitiva, «un verdadero peligro espiritual en nuestro tiempo»(III,8,294).

Criticará -con idéntica lucidez- «el apoyo ocasional de miembros de la jerarquía de la Iglesia, que ven el movimiento como una supuesta «nueva primavera» de la Iglesia o una implementación del «espíritu» del Concilio Vaticano II» (III,8,295.) 

Frente a estos desmanes, propondrá la «sobria ebrietas Spíritus«, la ebriedad sobria del Espíritu Santo, un corazón ardiente unido a una mente guiada por la razón (III,8,300), considerando que la verdadera renovación de la Iglesia sólo se producirá «por un retorno a la auténtica y constante Tradición católica» (III,8,304).  El sentimentalismo tóxico, importado de movimientos ajenos a la tradición católica, pudre los cimientos de la fe.

3º.- EUCARISTÍA.- Monseñor Schneider dedica dos partes a este sublime sacramento, que perpetúa el sacrificio de la cruz (III,9,305): la Eucaristía como SACRAMENTO y la Eucaristía como SACRIFICIO. Probablemente sean, junto con las de la liturgia, las páginas más hermosas de todo su Compendio y eso que simplemente se limita a recoger ordenadamente lo que los católicos hemos creído y creemos sobre ese impresionante milagro de amor, que hace arrodillarse de una vez a las miríadas de ángeles del Cielo. No me es posible exponer tal o cual punto y dejar aparcados los demás, por lo que ruego la atenta lectura de esas imprescindibles páginas. 

De hecho, la dignidad de este sacramento hace que Monseñor Schneider critique algunos aspectos actuales de práctica sacramental, por ejemplo la actual consideración de los diáconos como ministros ordinarios de la comunión según el nuevo Código de Derecho Canónico (en contra de la tradición litúrgica de la Iglesia, que los consideraba extraordinarios), o que los laicos a día de hoy distribuyan la comunión de manera habitual en las iglesias (III,9,344-345). Más duro aún es su juicio sobre la denominada comunión en la mano. «Debemos recibir la Sagrada Comunión de rodillas (si nuestra condición física lo permite) y en la boca» (III,9,363); la «práctica actual de la comunión en la mano es espiritualmente dañina y ajena al patrimonio litúrgico católico (…) esa tradición fue inventada por los calvinistas para manifestar su rechazo a las órdenes sagradas y a la transubstanciación» (III,9,364); «atenta contra los derechos de Cristo (…); debilita la creencia y el testimonio en la encarnación y en la transubstanciación (…); facilita el robo y la profanación de Hostias consagradas” (III,9,365). En definitiva, no debería prolongarse el indulto (ordenado por Pablo VI), ni por «necesidades pastorales» ni por un presunto «derecho de los fieles». El único derecho es el «del Señor a tener la mayor reverencia posible» (III,9,366). 

Por último, enjuiciará duramente la prohibición de los ritos de culto público y los sacramentos debido a las preocupaciones sobre la salud pública. «Es una violación de los derechos de Dios y de los fieles, así como una subordinación de la ley suprema de la Iglesia -salus animarum, salud del alma- al cuidado de los cuerpos» (II,14,440).  Sin duda, tenía presente mientras redactaba esta crítica, la decisión -más cobarde que prudente-, de la jerarquía eclesiástica durante la pandemia del COVID, obedeciendo sin rechistar a las autoridades civiles, y sin tener en cuenta que «una prohibición general del culto católico excedería los límites del poder civil y violaría los derechos divinos y de su Iglesia» (II,15,487).

4º.- PENITENCIA.-  Explicó nuestro papa Francisco en 2015 que el sacramento de la confesión no debe ser una tortura para los católicos ni convertirse en un interrogatorio molesto e invasivo. Pero también criticó a confesores que confunden la misericordia con tener manga ancha. Por lo tanto «ni el confesor de mangas largas ni el confesor rígido son realmente ministros de la misericordia«. El primero porque dice al penitente «no hay pecado; el otro, porque le echa en cara que «la ley es ésta». 

Francisco hablaba aquí como un buen pastor que advertía de los dos peligrosos extremos en los que puede caer un confesor. Pero hay otro grave error, esta vez cometido por el fiel que va a confesarse y es pensar que con una mera mención de sus pecados sin arrepentimiento puede obtener el perdón. En realidad, lo que más deseamos los fieles ante este «incómodo» sacramento es alcanzar, además de los efectos sobrenaturales propios del mismo (el perdón de los pecados), «una paz sensible y una serenidad de conciencia» (III,10,476). Y eso sólo se logra, como explica Monseñor Schneider, mediante una confesión donde estemos verdaderamente compungidos de corazón por los pecados y los expongamos con sinceridad y claridad (en número y especie) (III,10,460); de ahí la necesidad de la contrición: «es absolutamente necesaria para la remisión de los pecados mortales, porque sin ella nos mostramos enemigos de Dios, que no puede mostrarnos su amistad si permanecemos impenitentes y obstinados en el mal  (III,10,479). Como recordó Juan Pablo II, «se reprueba cualquier uso que restrinja la confesión a una acusación genérica o limitada a solo uno o más pecados considerados más significativos» (III,10,466) 

Por otra parte, el sacerdote debe comportarse «como servidor justo y misericordioso, para contribuir al honor divino y a la salvación de las almas» (III,10,468). Por consiguiente debe conocer e identificar claramente «los pecados objetivamente graves del penitente, porque no es misericordia excusar o mentir sobre el pecado, y mucho menos dejar a los penitentes en estado de pecado debido a la negativa de un sacerdote de hablar como un padre autorizado y un médico atento, tareas confiadas por Cristo a cada confesor» (III,10,467). 

Finalmente, la última parte de esta sección se dedica a los sufragios e indulgencias. Llena de esperanza la certeza de saber que a la hora de nuestra muerte podemos obtener una indulgencia plenaria si «recibimos los sacramentos o, al menos, estamos contritos por nuestros pecados; invocamos el santo nombre de Jesús al menos en nuestro corazón, y aceptamos la muerte con sumisión a la voluntad de Dios y en expiación por nuestros pecados» (III,10,554).

5º.- UNCIÓN de ENFERMOS.- Aparte de advertirnos sobre las «grandes Misas de Sanación” como medio habitual de obtener este sacramento (por el peligro de que el fiel descuide el frecuente sacramento de la penitencia) (III,11,570), lo más relevante del mismo son las disposiciones aconsejables para recibirlo. Éstas inciden, una vez más, en la esencia teocéntrica de la fe cristiana, hoy tan aparcada: «1º.- Una gran confianza y esperanza en Dios, apoyándose en su poder, bondad y misericordia; 2º.- Una sumisión perfecta a su santa voluntad, ya que a los que aman a Dios todo le sirve para el bien (Rm. 8,28); 3º.- La disposición a ofrecer nuestras enfermedades y sacrificios a Dios como penitencia por nuestros pecados y ganar méritos» (III,11,573).

6º.- ÓRDENES SAGRADAS.- Frente a los errores protestantes y de una nueva teología «progresista» que pretende (por vía de hecho) equiparar el Orden Sagrado con el Sacerdocio común de los laicos, Monseñor Schneider citará a Pío XII, en una Alocución de 1954: «Es necesario afirmar firmemente que el sacerdocio común a todos los fieles, por elevado y digno que sea, difiere no sólo en grado, sino también en esencia (…)» (III,12,587).  Como destaca nuestro autor, de acuerdo al Concilio de Trento, el Orden Sagrado es un «sacramento instituido por Cristo, que produce una transformación permanente en el alma de un hombre, haciéndolo partícipe del divino sacerdocio de nuestro Señor, dándole el poder espiritual y la gracia para desempeñar dignamente las funciones sagradas» (III,12,585). En efecto, antes de la Última Cena, «los colocó (a los apóstoles) por encima de los demás discípulos; durante la misma «les dio poder para consagrar su Cuerpo y su Sangre» y, por último, tras la resurrección «les dio poder y jurisdicción para perdonar los pecados, predicar, bautizar y realizar todos los demás deberes sacerdotales» (III,12, 586).

Defenderá la diferencia entre órdenes mayores y menores (III,12,590-595); que «sólo el obispo y el sacerdote» pueden actuar «in persona Christi capitis«, y el celibato como «tradición inmemorial y apostólica»  (III,12,596-598). Aunque no los cita, parece aludir a los «sedevacantistas» cuando afirme «la validez de los nuevos ritos de ordenación introducidos por Pablo VI», dado que siguen siendo los mismos que en la ordenación del Rito Romano Tradicional» (III,12,602).

Por supuesto, rechaza rotundamente con toda la tradición de la Iglesia que una mujer pueda ser sacerdote o diácono. «1º.- Contrario a la Escritura como a la Tradición, ya que nunca se hizo en la Antigua Ley ni en el Nueva. 2º.- Inconsistente con el significado esponsal del sacerdocio, por el cual un hombre representa y extiende la presencia de Cristo, esposo de la Iglesia. 3º.- Opuesto al correcto ordenamiento de los sexos según el cual «la cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de la mujer es el hombre» (1 Cor. 11,3) y ninguna mujer debe «enseñar y tener autoridad sobre el hombre» (1 Tim. 2,12). 4º.- Imposible, dada la enseñanza infalible de la Iglesia de que las mujeres no pueden ser ordenadas (carta Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II). (III,12,634 y 638-639 sobre los diáconos). Las cuatro razones -sobre todo la última- son suficientes para cerrar definitivamente el debate, aunque es de prever que a muchos/as no les guste, sobre todo la tercera.  

Es muy, muy crítico con la inclusión por el papa Francisco en el Código de Derecho Canónico (Canon 230) (2021) de la posibilidad de que mujeres reciban las órdenes menores de lectora y acólita (III,12,645), y lo explica con profundas razones de tradición que todo católico coherente debería meditar (III,12,644). Califica esta novedad como «ruptura grave y manifiesta con la tradición litúrgica ininterrumpida de la Iglesia oriental y occidental» (aunque ya había sido consentida esa práctica por vía de hecho, como también recuerda nuestro obispo, por Pablo VI, Juan Pablo II e incluso Benedicto XVI). Una ruptura, como muchas otras -por ejemplo, la comunión en la mano– que, primero tolerada, con el tiempo alcanza carta de naturaleza. Y añadirá que «en el futuro la Santa Sede sin duda deberá rectificar esa ruptura sin precedentes con la práctica universal de la Iglesia” (III,12,645).   

Cierra esta sección poniendo el ejemplo de la bienaventurada Virgen María quien «a pesar de haber sido la más digna de tal servicio, no hay ningún registro de que la Santísima Virgen María haya hecho (funciones litúrgicas) alguna vez». Y cita a San Epifanio que Chipre, que señala con rotundidad que «no fue del agrado de Dios (que ella fuera sacerdote). Ni siquiera se le confió la administración del bautismo, porque Cristo podría haber sido bautizado por ella y no por Juan» (III,12, 648-649).   

7º.- MATRIMONIO.-  Aunque elevado a sacramento por Cristo, el matrimonio es institución arraigada en el derecho natural que consiste en «la unión conyugal exclusiva, perpetua e indisoluble entre un hombre y una mujer, ordenada a la procreación y a la asistencia mutua entre los cónyuges» (III,13, 650). Como enseña Santo Tomás de Aquino «principalmente es un deber de la naturaleza y fue instituido antes del pecado y no como remedio« (III,13,655). Desgraciadamente, tras el pecado, un San Pablo pesimista propondrá «mejor casarse que abrasarse» (1 Cor. 7,9). 

El fin primero (finis operis) es la procreación y educación de la prole, y el fin secundario (finis operantis) es «la asistencia mutua, el amor mutuo y la cooperación de los cónyuges en el cumplimiento de sus deberes. La experiencia subjetiva de los esposos no cambia ni suplanta el fin objetivo mismo del matrimonio como ha sido declarado por el magisterio constante a lo largo de los siglos” (III,13,656-657).  Triple fin del matrimonio, por lo tanto, es: «1º.- el nacimiento de los hijos y la educación de ellos para la gloria de Dios; 2º.- la fidelidad mutua y 3º.- el matrimonio es un sacramento, o en otras palabras, manifiesta la unión indisoluble de cristo y su Iglesia» (III,13,658).

Es relevante su sección acerca de los «errores sobre el matrimonio»: frente a la novedad de Amoris Laetitia, rebate que «puedan crecer en gracia y caridad aquellos que se han divorciado y luego han contraído un nuevo matrimonio por la ley civil«, pues, dado que nos encontramos en una situación de «adulterio público»«no puede recibir la gracia santificante ni la salvación hasta que se arrepientan y se reconcilien con Dios» (III,13,704); se rechaza el uso de cualquier tipo de anticonceptivos,  incluyendo el abuso del método de la abstinencia temporal (III,13, 705-712); se insiste en la falta de autoridad del poder civil para redefinir la institución matrimonial, así como para introducir el llamado «matrimonio homosexual«, pues se hacen cómplices de «un pecado que clama al cielo  y coloca a la nación en el camino de la destrucción moral o física» (III,13, 714-715). La Iglesia nunca podrá bendecir tales uniones, por contrarias a la ley divina y natural (a pesar de lo que parece pretender Fiducia supplicans) (III,13,716), y ningún católico debe asistir a tales enlaces civiles (III,13,719). 

Finalmente, tratará de los efectos y deberes del matrimonio; de los cónyuges entre sí, de cada uno de ellos y de los padres con sus hijos. El marido es cabeza de familia y debe ejercer una autoridad y liderazgo prudentes, como imagen digna del amor providente y sacrificial de Cristo a su Iglesia (III,13,694). La mujer es el corazón del hogar, debe someterse a su marido como al Señor en las cosas legítimas (Ef. 5,25), mostrándole afecto y amoroso apoyo, desempeñando sus tareas domésticas con devoción y atención, siendo modesta y reservada en su comportamiento y vestimenta» (III,13,695). 

Es evidente que esos deberes propios del matrimonio cristiano son incomprensibles para los no cristianos (y hasta ofensivos dirán algunos), pero también son imposibles e irrealizables para los mismos cristianos sin el auxilio de la gracia. En un matrimonio natural puede existir amor, respeto y fidelidad entre los cónyuges, pero no esa entrega sobrenatural –sometiéndose  unos a otros en el respeto a Cristo (Ef. 5,21)- que lo habilita, por su carácter de sacramento, como un poderoso medio de santificación y futura salvación para ambos. Y además -como señaló León XIII- es un «primer seminario«, «semillero y fundamento mismo de las futuras vocaciones sacerdotales y religiosas» (III,13,722). Por último, la Iglesia, siempre ha elogiado a las familias numerosas, pese a alguna reciente y muy desafortunada comparación zoológica de Francisco (III,13,725). Les animo a leer detenidamente las bellísimas palabras tomadas de Pío XII, con la que cierra este sacramento (III,12,726). 

4º.- LA LITURGIA.- La fuerza de la Tradición católica, que se va desplegando a lo largo de este detallado catecismo, alcanza su cenit ya casi al final  cuando aborda el tema la liturgia. Aquí se pone de manifiesto la innegociable conciencia católica del autor, sabedor de que la liturgia es un misterio que se nos ha dado a los cristianos como un inmenso don. De hecho, para entender adecuadamente su importancia nos debemos remontar hacia su origen, pero ante ese inefable principio inaugural cualquier capacidad humana palidece, y el hombre sólo puede arrodillarse y adorar en silencio: «la liturgia tiene su origen en el eterno intercambio de amor entre las Tres Personas de la Santísima Trinidad, que a su vez, es objeto de incesante adoración en el cielo» (III,15,758).

Esa liturgia celestial -que de manera grandiosa nos describe el Apocalipsis, con adoración, incienso, cánticos y silencio-, fue traída al mundo, bajo la providencia de Dios en la historia, primeramente en el sacrificio mosaico, y luego perfeccionada de manera definitiva por Nuestro Señor Jesucristo en el Sacrificio Eucarístico: «Sumo Sacerdote de la nueva y eterna alianza, Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales« (III,15,763).

Sólo siendo conscientes de lo que estamos hablando cuando tratamos de liturgia -y pocos católicos lo son hoy- podemos deducir dos inevitables corolarios:

El primero es que el fin principal de la liturgia «no es la instrucción o edificación del hombre (…) sino la glorificación de Dios». Así nos lo expresa el Apocalipsis: “Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos” (Ap. 513). Por supuesto, es también «fuente de instrucción y santificación para los que participan en ella», pero como aspecto subordinado y secundario (III,15,755).

El segundo es que la liturgia «no puede ser fabricada ni decretada; sólo puede recibirse humildemente, protegerse diligentemente y transmitirse con reverencia. Este es el principio apostólico rector: Tradidi quod accepi. Os transmití lo mismo que yo recibí» (1 Cor. 15,3)» (III,15,767). En consecuencia «sólo los ritos tradiciones gozan de esa santidad inherente; es decir, las formas litúrgicas que han sido recibidas desde la antigüedad y desarrolladas orgánicamente en la Iglesia como un solo cuerpo de acuerdo con el auténtico sensus fidelium y el perennis sensus ecclesiae (sentir perenne de la Iglesia), debidamente confirmado por la jerarquía (III,15,766).  Por lo tanto, la jerarquía eclesiástica (no puede) crear a voluntad nuevas formas litúrgicas, pues (…) «la continuidad litúrgica es un aspecto esencial de la santidad y catolicidad de la Iglesia» (III,15,765). 

Enlazando ambos aspectos, Monseñor Schneider considera con gran perspicacia que “la forma más común del culto centrado en el hombre se introduce en la liturgia con los abusos litúrgicos y las innovaciones”, las cuales, «incluso cuando no contienen ninguna falsedad objetiva, tales innovaciones -celebración de la Misa en un estilo protestante semejante a un banquete, como en un círculo cerrado, con bailes, espectáculos, estilos de organizaciones seculares o religiones paganas etc- socavan la Tradición constante de la Iglesia y vulneran los mismos ritos sagrados» (II,12,382-383). Como escribió Nicolás Gómez Dávila: «quién reforma un rito, hiere a un dios».

La Iglesia Católica fue fiel a esa regla a lo largo de la historia, y queda probado con la feroz condena del Sínodo de Pistoya (1786), perpetrado avant la lettre con la finalidad de simplificar los ritos, introducir el vernáculo y proferir en alto las oraciones: «temeraria, ofensiva a los piadosos oídos, insultante para la Iglesia y que favorece las injurias que profesan los herejes contra ella» (Pío VI, Auctorem fidei, 1794) (III,15,770). Todos los papas sentían temor reverencial ante la hipótesis de «suprimir un rito litúrgico de costumbre inmemorial en la Iglesia» (III,15,771), pues como afirmó Benedicto XVI -el añorado papa teólogo de exquisita sensibilidad litúrgica-, «lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial» (III,15,770). 

Monseñor Schneider, además, enlaza la antigüedad del rito (los ritos tradicionales) con su santidad: «sólo los ritos tradicionales gozan de esa santidad inherente» (III,15,766). ¿Se insinúa un déficit de los actuales por las alteraciones litúrgicas introducidas tras el Concilio Vaticano II, especialmente la Nueva Misa? Es mucho suponer, pero llama la atención su significativo silencio ante la innovación del rito romano moderno (introducido por Pablo VI en 1969), salvo una mención crítica en otra parte del catecismo al Ofertorio moderno (al que aludí en un artículo anterior) (I,16,680). 

En cambio, sí defenderá el Rito Romano tradicional ante las burdas acusaciones de «clerical» (por la exclusión de los laicos del presbiterio) y «oscurantista» (por sus silencios y el aroma a misterio que impregna el rito). «El papel propio de los laicos es ser santificados interiormente por los sacramentos y someter todas las realidades temporales al Reinado de Cristo». Y nosotros no somos quienes para juzgar “los misterios sagrados, ante los cuales los santos y los ángeles cubren su rostro (Job. 40,4)(Is. 6,2)(Ap. 7,11) (III,15,775); misterios que “están apropiadamente velados detrás de un iconostasio visual o sonoro, o velo santo como parte de la reverencia que Dios ha ordenado” (Ex. 33,18-33 y 2 Cor. 3, 7-11) (III,15,775).

En suma, Monseñor Schneider reafirma con rotundidad que «no puede prohibirse de forma legítima el Rito Romano tradicional para toda la Iglesia (…) porque este rito tiene su fuente en la Palabra del Señor y en un uso apostólico y pontificio antiguo, junto con la fuerza canónica de una costumbre inmemorial; nunca podrá ser abrogado ni prohibido« (III,15,772). Y “legítimamente los católicos no estamos obligados a cumplir la prohibición de ritos litúrgicos católicos tradicionales» (II,15,484).  

CONCLUSION

Definitivamente, es imposible pensar y sentir en católico sin decir un rotundo «amén» a cada palabra de Monseñor Schneider en su enseñanza sobre la liturgia. 

Corrijo, en todo su Credo; en la totalidad de su Compendio de la fe católica. Por muchas glosas, notas a pie de página, matices e incluso correcciones que hagamos -ya he leído algunas críticas por internet-, se nos ha entregado un monumento de cimentada solidez y, también, de melancólica belleza sobre el catolicismo que nunca debimos perder. Una religión centrada, por encima de cualquier consideración, en la gloria de Dios, a través de Jesucristo, nuestro Maestro, nuestro Rey, nuestro Señor y nuestro Salvador, al que debemos gratitud y fidelidad hasta la misma cruz: «Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales» (Concilio Vaticano II, Sacrosantum Concilium, 83) (III,15,763). 

Esa adoración, que el Cuerpo Místico de Cristo -la Iglesia- hace al Padre especialmente en el Sacrificio de la Misa ratifica nuestra condición de hijos de Dios obtenida en el bautismo, y nos lleva a amar al prójimo con amor sobrenatural (Charitas), y a juzgar el mundo con una lucidez profética, venciendo siempre el desánimo con la virtud de la Esperanza y la certeza inconmovible de la Fe. No hay otro camino, por tanto, que el retorno a ese catolicismo vertical al que nos interpela esta magna obra de Monseñor Schneider, tan alejado del catolicismo horizontal que hoy se destila por casi todas partes. Sólo así podremos comprender con exactitud y vivir con radicalidad esas palabras que escribió San Pablo a los cristianos de Galacia, después de zurrarles de lo lindo precisamente por pervertir el Evangelio de Cristo

«Con Cristo he sido crucificado, y ya no vivo yo, sino que en mí vive Cristo. Y si ahora vivo en carne, vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí» (Gal. 2,20).

LUIS LÓPEZ VALPUESTA