ARTÍCULO EN ABC SOBRE LA MISA TRADICIONAL EN ESPAÑA

A continuación, un artículo publicado en el diario ABC el pasado 26 de febrero a nivel nacional -edición papel y digital-, donde se hace un balance de la situación de la celebración en España de la Misa según el rito Romano tradicional tras la implementación del motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco el 16 de julio de 2021. Asimismo, hemos de destacar que el artículo ha sido elaborado tras entrevistar a varios grupos de fieles que promueven la Misa Tradicional en nuestra patria, entres ellos Una Voce Sevilla, quienes exponen los motivos por los que continúan con este apostolado de la Liturgia tradicional. Agradecemos a José Ramón Navarro-Pareja su artículo.

Nota: Para ver completo el artículo pinchar en él.

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (V)

Continuando con nuestro homenaje al Papa Benedicto XVI, ofrecemos a nuestros lectores un texto del entonces cardenal Joseph Ratzinger titulado «La intrepidez de un verdadero testigo», dedicado a Monseñor Klaus Gamber, fundador del Instituto Litúrgico de Ratisbona, que sirvió de introducción al libro «LA REFORMA DE LA LITURGIA ROMANA» publicado por este último –descarga gratis en pdf pinchando aquí-, en el que se aborda la teoría acerca de la forma en que se había creado la nueva liturgia, tras el Concilio Vaticano II.

Este texto de Joseph Ratzinger, puede considerarse como un precedente para comprender la intención del Papa Benedicto XVI al publicar el motu proprio Summorum Pontificum sobre la Misa Tradicional.

KLAUS GAMBER “La intrepidez de un verdadero testigo”
(Por el Cardenal Ratzinger)

Me decía hace poco un joven sacerdote: «Hoy necesitaríamos un nuevo movimiento litúrgico». Es la expresión de una preocupación que sólo un espíritu voluntariamente superficial podría desechar hoy. Lo que le preocupaba a este sacerdote no era la conquista de nuevas y audaces libertades: ¿qué libertad no se ha arrogado ya? Sentía la necesidad de un nuevo renacer partiendo de lo más íntimo de la liturgia, como lo había deseado el movimiento litúrgico cuando estaba en el apogeo de su verdadera naturaleza, cuando no se trataba de fabricar textos o de inventar acciones y formas, sino de descubrir el centro vivo, de penetrar en el tejido de la liturgia propiamente dicha, para que su cumplimiento saliese de su misma sustancia. La reforma litúrgica, en su realización concreta, se ha alejado demasiado de este origen. El resultado no ha sido una reanimación sino una devastación. De un lado, se posee una liturgia que ha degenerado en un «show», donde se ha intentado mostrar una religión atractiva con la ayuda de tonterías a la moda y de incitantes principios morales, con éxitos momentáneos en el grupo de creadores litúrgicos y una actitud de rechazo tanto más pronunciada en los que buscan en la Liturgia, no tanto el «showmaster» espiritual, sino el encuentro con el Dios vivo, ante quien toda «acción» es insignificante, pues sólo este encuentro es capaz de hacernos llegar a la verdadera riqueza del ser. De otro lado, existe una conservación de formas rituales cuya grandeza siempre impresiona, pero que llevada al extremo, cristaliza en un aislamiento de opinión, que al final se queda sólo en tristeza. Ciertamente quedan entre los dos todos los sacerdotes y sus feligreses que celebran la nueva liturgia con solemnidad; pero que se sienten inquietos por las contradicciones existentes entre los dos extremos; y la falta de unidad interna de la Iglesia hace aparecer su fidelidad, de los que muchos la culpan, como una simple variedad personal, del neoconservadurismo. Puesto que esto ocurre, necesitamos un nuevo impulso espiritual para que la liturgia sea de nuevo una actividad comunitaria de la Iglesia y sea arrancada de la arbitrariedad de los curas y sus equipos litúrgicos.
No se puede “fabricar” un movimiento litúrgico de esta clase, -Como no se puede «fabricar» algo vivo pero se puede contribuir a su desarrollo esforzándose en asimilar el nuevo espíritu de la liturgia y defendiendo públicamente lo que así se ha recibido. Este nuevo punto de partida necesita «padres» que sean modelos y que no se contenten con indicar el camino a seguir. Los que hoy busquen tales «padres» encontrarán sin duda en la persona de Monseñor Klaus Gamber, que desgraciadamente nos ha dejado demasiado pronto, pero precisamente, al dejarnos se nos ha hecho verdaderamente presente, en toda la fuerza de las perspectivas que nos ha abierto. Justamente porque al irse escapa a discusiones partidistas, podrá, en esta hora de desolación, convertirse en «padre» de una nueva andadura. Gamber ha traído con todo su corazón la esperanza del antiguo movimiento litúrgico. Sin duda, porque venía de una escuela extranjera, ha permanecido como un «outsider» en el escenario alemán, donde verdaderamente no se le quería admitir; recientemente una tesis encontró dificultades importantes porque un joven investigador osó citar repetidamente a Gamber con demasiada benevolencia. Pero puede ser que este rechazo haya sido providencial, porque ha forzado a Gamber a seguir su propio camino, evitándole la carga del conformismo.
Es difícil expresar en pocas palabras, dentro de la disputa entre liturgistas, lo que verdaderamente es esencial y lo que no lo es. Tal vez la siguiente indicación pudiera ser útil. J.A. Jungman, uno de los liturgistas verdaderamente grandes de nuestro siglo, había definido en su tiempo la liturgia, tal como se entendía en Occidente, basándose en investigaciones históricas, como una «liturgia fruto de un desarrollo»; probablemente por contraste con la noción oriental, que no ve en la liturgia el devenir y el crecimiento histórico, sino sólo el reflejo de la eterna liturgia, en la que la luz, a través del desarrollo sagrado, ilumina nuestros tiempos mudables con su belleza y su grandeza inmutables. Lo que ha ocurrido tras el Concilio es algo completamente distinto: en lugar de una liturgia fruto de un desarrollo continuo, se ha introducido una liturgia fabricada. Se ha salido de un proceso de crecimiento y de devenir para entrar en otro de fabricación. No se ha querido continuar el devenir y la maduración orgánica de lo que ha existido durante siglos, se la ha sustituido, como si fuese una producción industrial, por una fabricación que es un producto banal del momento. Gamber, con la vigilancia de un auténtico vidente y con la intrepidez de un verdadero testigo, se ha opuesto a esta falsificación y nos ha enseñado incansablemente la plenitud viva de una verdadera liturgia, gracias a su conocimiento increíblemente rico de las fuentes; él mismo, que conocía y amaba la historia, nos ha enseñado las múltiples formas del devenir y del camino de la liturgia; él mismo, que veía la historia desde dentro, ha visto en este desarrollo y en sus frutos el reflejo intangible de la liturgia eterna, que no es objeto de nuestro hacer, pero que puede continuar maravillosamente madurando y expandiéndose, si nos unimos íntimamente a su misterio. La muerte de este hombre y sacerdote eminente debería estimularnos; su obra podría ayudarnos a tornar un nuevo impulso.


Joseph Cardenal RATZINGER

FIUV: LLAMAMIENTO MUNDIAL A LA ORACIÓN Y PENITENCIA POR LA LIBERTAD DE LA MISA TRADICIONAL

En el día de la Festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Federación Internacional Una Voce hace un llamamiento a nivel mundial para suplicar oraciones y penitencias en la próxima Cuaresma por la libertad de la Misa según el rito Romano tradicional. Llamamiento al que se une, como no podía ser de otra manera, la asociación y comunidad de Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum Corda. A continuación, el texto oficial:

Petición de oraciones y penitencias en Cuaresma por la libertad de la Misa Tradicional

La Federación Internacional Una Voce, junto a otras organizaciones, grupos e individuos fieles de la Misa tradicional hacen una llamada a todos los católicos de buena voluntad para que ofrezcan oraciones y penitencias durante el tiempo de Cuaresma, en particular por una intención: la libertad de la Misa tradicional.

No sabemos cómo de creíbles puedan ser los rumores acerca de nuevas disposiciones o documentos de la Santa Sede sobre este particular, pero dichos rumores apuntan a una situación de duda, conflicto y aprensión que es gravemente perjudicial para la misión de la Iglesia. Apelamos a nuestro Señor, a través de Su Santísima Madre, para que restaure para todos y cada uno de los católicos el derecho y la oportunidad de adorar a Dios de acuerdo con las venerables tradiciones litúrgicas de la Iglesia, en perfecta unidad con el Santo Padre y los obispos de toda la Iglesia.

FEDERACIÓN INTERNACIONAL UNA VOCE (Foederatio Internationalis Una Voce, FIUV) www.fiuv.org

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (III)

Siguiendo con nuestro agradecimiento y homenaje al Papa Benedicto XVI, traemos a nuestros lectores en esta ocasión, con permiso de su autor, don Luis López Valpuesta, un fragmento titulado «UNA REFLEXION DEL PAPA EMÉRITO SOBRE LA INTANGIBILIDAD DE LA LITURGIA. NI VERDAD SIN CARIDAD NI CARIDAD SIN VERDAD, del libro: «Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba» «. Libro que fue presentado por su autor en la Sede social de Una Voce Sevilla el pasado mes de enero.

Nuestro querido papa emérito, Benedicto XVI, en su libro autobiográfico «Mi vida» (1997), incluyó una frase que ha dado mucho que hablar, generalmente en sectores tradicionalistas, y que a mi juicio llega al meollo de la gran crisis de la fe católica de nuestros tiempos. 

«Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia». 

El origen de ese hundimiento, según señala en párrafos anteriores, se encuentra en la manera violenta -y no orgánica- en la que se procedió a sustituir la liturgia codificada por San Pío V en 1570.

«El hecho de que, después de un período de experimentación que a menudo había desfigurado profundamente la liturgia, se volviese a tener un texto vinculante, era algo que había que saludar como seguramente positivo. Pero yo estaba perplejo ante la prohibición del Misal antiguo, porque algo semejante no había ocurrido jamás en la historia de la liturgia. Se suscitaba por cierto la impresión de que esto era completamente normal» .

Pero no lo era, porque como bien explica Benedicto XVI, el desarrollo de la liturgia:

«Se ha tratado siempre de un proceso continuado de crecimiento y de purificación en el cual, sin embargo, nunca se destruía la continuidad».

Y al aprobar el Misal de Pablo VI, se siguió otro camino, más radical y evidentemente revolucionario: 

«se hizo aparecer la liturgia de alguna manera ya no como un proceso vital, sino como un producto de erudición de especialistas y de competencia jurídica»,

Y como consecuencia de ello, 

«nos ha producido unos daños extremadamente graves. Porque se ha desarrollado la impresión de que la liturgia se «hace», que no es algo que existe antes que nosotros, algo «dado», sino que depende de nuestras decisiones». 

La trascendencia de esa última fase podemos calibrarla desde el axioma «lex orandi, lex credendi». Alterar algo tan íntimamente vinculado con las creencias cristianas (como es la liturgia en la que se manifiesta públicamente la fe), no puede menos que afectar directamente a los contenidos en lo que se expresa esa fe del pueblo. Dicho de manera más rotunda: si podemos modificar la liturgia con tal impunidad, poco nos costará -con el mismo descaro- ir diluyendo los contenidos de la fe católica en un mundo donde palabras como «pecado», «penitencia», «expiación», «sacrificio» o «mortificación» han dejado de tener sentido. Pero como los principios fundamentales de la fe son por definición inalterables -tienen la consideración de dogmas o doctrinas seguras-, se nos conmina  hoy a que los apartemos en anaqueles polvorientos de bibliotecas universitarias; que atendamos a una visión «más pastoral y menos doctrinal», «más ecológica y menos celestial», «más horizontal y menos vertical» -«más tiempo y menos espacio» (en expresión del papa Francisco)-, aunque asumamos el riesgo de orillar lo que creyeron y vivieron los cristianos desde hace cientos de años. De este modo se juzga siempre con desconfianza a quienes pretenden salvar la fidelidad estricta a la fe recibida  y no están dispuestos a ponerla en la almoneda del consenso,  pues -según se nos advierte una encíclica reciente, Evangelii Gaudium, (94) 2013 – esa «supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria da lugar a un elitismo narcisista y autoritario». Siendo benévolos, esa frase hubiera parecido cuanto menos incomprensible a tantos papas del pasado reciente (y no reciente) que se desvivieron para que se mantuviese la pureza de una fe, siempre atacada por los modernistas de ayer y de hoy. Ellos sabían bien lo que se jugaba.

En definitiva, no cabe duda de que se pretende abiertamente que nosotros y las futuras generaciones cristianas nos libremos de esas presuntas rémoras que se asocian a rigideces que obstaculizan una vida cristiana presuntamente sana. Pero, con todo respeto, sentimos discrepar, porque, a nuestro humilde juicio, lo que verdaderamente hace enfermar a la fe cristiana es la vacilación en principios innegociables.  Como dijo el Cardenal Pie, el cristianismo es Verdad y es Caridad (no es Verdad sin Caridad, ni es Caridad sin Verdad), y por ello, como Verdad, debemos ser necesariamente intolerantes en las doctrinas seguras; ahora bien, como Caridad, debemos amar de corazón a todos los hermanos, incluso a los más errados (Caritas in veritate, como escribió Benedicto XVI).  Me resulta por ello muy doloroso que documentos eclesiásticos actuales, con insultante franqueza, pretendan disociar a los cristianos que defienden la Verdad, de la reina de todas las virtudes de un seguidor de Cristo, cual es la Caridad.  

Luis López Valpuesta