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ARTÍCULO: «LAS RAZONES DE LA MISA TRADICIONAL DIARIA, POR HILAIRE BELLOC»

Hilaire Belloc (1870-1953) fue un prolífico escritor y destacado intelectual y apologista católico franco-británico. Dentro de su inmensa producción, destaca su libro El camino de Roma (The Path to Rome, 1902), el cual era considerado por Belloc y por muchos críticos y lectores como su mejor obra. El libro relata su viaje a pie desde Toul (Francia) hasta Roma, cruzando los Alpes, cumpliendo un voto de ver, como lo manifestó el mismo Belloc, «toda la Europa que la Fe cristiana ha salvado». Intercaladas con el relato del viaje, se encuentran numerosas digresiones, que contribuyen al interés del libro. De este libro existen dos traducciones recientes, una de El Buey Mudo y otra de la Editorial Gaudete.

A continuación publicamos para nuestros lectores un pequeño pasaje de este libro, referido a las razones para oír diariamente y por la mañana la Misa de siempre, esa que tanto gustaba a Leon Bloy, el que esperamos los anime a aventurarse a leer la obra completa y a asistir frecuentemente a la Santa Misa.

 

George Inness, Basílica de San Pedro (detalle, 1857)

 

El camino de Roma

 
Hilaire Belloc
 
En el primer pueblo averigüé que ya había concluido la Misa, lo que me enojó considerablemente, porque ¿qué es una peregrinación en que no se oye Misa todas las mañanas? De cuantas cosas yo leyera de San Luis, haciéndome lamentar no haberle conocido y hablado, la que más me complacía era su costumbre de oír Misa diariamente según viajaba hacia el sur.
 
Pero el porqué ello me parece tan delicioso, es cosa que no acierto a explicar. Hay desde luego una gracia y una influencia inherentes a esa usanza, pero yo no hablo de esto ahora, sino de la grata sensación de orden y cosa cumplida que va aneja al día que uno inicia asistiendo a Misa. Tal sensación de consuelo yo la atribuyo a varias causas. (Verdad que arriba digo que no acierto con una explicación, más ¿qué importa?). Y esas causas son:
 
1) Que durante media hora al empezar el día está uno silencioso y recogido, olvidando cuidados, intereses y pasiones mientras repite un acto familiar. Esto, sin duda, es muy beneficioso y entonador para el organismo.
 
2) Que la Misa es un ritual minucioso y rápido. Y la fundación de todo ritual consiste en aliviar el ánimo de sus responsabilidades e iniciativas, concentrando la individualidad en sí misma, haciéndonos vivir sólo para nosotros durante el tiempo que la ceremonia dura. Así se experimenta un singular reposo tras el cual estoy seguro de que uno está más apto para la acción y el juicio
 
3) Que lo que nos rodea en la Misa nos inclina a pensamientos buenos y razonables, extinguiendo por el momento la comezón e inquietud de esa malhadada actividad que se agita en nosotros mismos y a la par recibimos del prójimo, y a la que cabe tener por verdadera fuente de todas las miserias humanas. De manera que el tiempo pasado en Misa es, en cierto modo, como descansar en el seno de una profunda y bien construida biblioteca, donde el ánimo se siente seguro contra toda turbación del mundo exterior.
 

4) Y la causa más importante del sentimiento que analizo es que uno hace lo que miles y miles de gentes han hecho durante miles de años. ¡Qué buena filosofía es esta, y cuánto más valdría que las personas ricas, en vez de gastar su influencia y dinero en ligas para promover tal o cual cosa, invirtiesen una y otro en convertir a la clase media, haciéndola seguir la vida ordinaria y tradicional de la raza! En verdad aseguro que, si yo tuviese autoridad, por ejemplo, durante unos treinta años, me ocuparía en atender a que las gentes pudieran seguir en todas las cosas sus instintos innatos, cazando, bebiendo, cantando, bailando, navegando y cavando; y quienes no lo hiciesen de grado serían compelidos a ello por fuerza.

 Adolph von Menzel, Primera Misa matutina en una iglesia de Salzburgo (1855)
(Imagen: Pinterest)
 
En la Misa de la mañana uno hace todo lo que la raza necesita hacer y ha hecho durante eras completas, en lo que a religión concierne. En la Misa tenemos la zona separada y sacra, el altar, el sacerdote revestido, el ritual canónico, la antigua y jerárquica lengua, y todo, en fin, cuanto la naturaleza humana pide a gritos en materia de adoración.
 
Estas consideraciones subrayarán lo muy decepcionado que me encontré al perder la Misa en la primera mañana de mi peregrinación.
 
Nota de la Redacción: El texto transcrito está tomado de Belloc, H., El camino de  Roma, trad. española, Madrid, El Buey Mudo, 2011, pp. 49-50. y ha sido extraído para esta publicación del blog de la Asociación Litúrgica Chilena Magnificat.