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EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (II)

En esta ocasión, y continuando con el agradecimiento y homenaje al Papa Benedicto XVI, nos hacemos eco del testimonio de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la Archidiócesis de María Santísima de Astaná, publicado en la web InfoVaticana con el título El legado del pontificado del Papa Benedicto XVI. El obispo Schneider nos honró con su visita a Sevilla el 11 de diciembre de 2016, celebrando la Santa Misa tradicional en la Parroquia de Santa Cruz, la cual fue organizada por Una Voce Sevilla.

Con la muerte del Papa Benedicto XVI muchos católicos sintieron que perdían un punto de referencia claro y seguro para su fe. Uno puede tener la sensación de niños huérfanos. Podemos decir que el Papa Benedicto XVI fue un Papa, que puso en el centro de su vida personal y de la vida de la Iglesia la visión sobrenatural de la fe y de la vigencia perenne de la Sagrada Tradición de la Iglesia, que constituye la fuente y el pilar de nuestra fe junto con la Sagrada Escritura.

En este sentido el acto mayor y más benéfico de su pontificado fue el Motu Proprio Summorum Pontificum con la plena restauración de la liturgia latina tradicional en toda su expresión: Santa Misa, sacramentos y todos los demás ritos sagrados. Este acto pontificio pasará a la historia como epocal. El Papa Benedicto XVI afirma que el rito tradicional de la Santa Misa nunca fue abrogado y debe permanecer siempre en la Iglesia, porque lo que fue santo para nuestros antepasados ​​y los Santos debe serlo también para nosotros y las generaciones futuras. En una época, como fue después del Concilio Vaticano II, donde había dentro de la Iglesia un movimiento casi general de rechazo radical al milenario rito litúrgico de la Santa Misa y por tanto de ruptura con el principio de la Tradición misma, el pontificado de Benedicto XVI valió la pena por la sola razón de haber emitido el Motu Proprio Summorum Pontificum, con el que se inició la curación de la herida en el Cuerpo de la Iglesia, herida causada por la actitud de rechazo y de odio de la venerable y milenaria regla de la oración de la Iglesia.

En su testamento espiritual el Papa Benedicto XVI nos dejó entre otras la siguiente breve frase sustanciosa, que considero la más importante de todas: Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! Asistimos en nuestros días en la vida de la Iglesia a un proceso de dilución de la fe católica y de su adaptación al espíritu de los herejes, incrédulos y apóstatas por medio del engañoso y eufónico nombre de la sinodalidad y por medio del abuso de la institución canónica del sínodo. Tal situación es desmoralizadora para todo verdadero católico. Por lo tanto el legado del Papa Benedicto XVI que se expresa en las palabras: Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! y en su histórico Motu Proprio Summorum Pontificum sigue siendo una luz, un estímulo y un consuelo. Este Papa fue fuerte en la fe, verdadero amante de la belleza imperecedera y de la firmeza del rito tradicional de la Santa Misa, el dio primacía a la oración, a la mirada sobrenatural y a la eternidad. Este legado vencerá gracias a la intervención de la Divina Providencia, que nunca abandona a Su Iglesia, la enorme confusión doctrinal actual, la apostasía progresiva sobre todo entre una casta de teólogos mundanos e incrédulos, que son los nuevos escribas y una apostasía progresiva de no pocos clérigos de alto rango, que son los nuevos saduceos.

El Papa Benedicto XVI hizo resplandecer su lema episcopal Collaboratores veritatis, es decir, colaboradores de la verdad. Con este lema, él quiere decir a cada fiel católico, a cada sacerdote, a cada obispo, a cada cardenal y también al Papa Francisco: lo que realmente cuenta es la fidelidad inquebrantable a la verdad católica, a la constante y venerable tradición litúrgica de la Iglesia y al primado de Dios y de la eternidad. Que Dios acepte las oraciones y los sufrimientos espirituales, que el Papa Benedicto XVI ofreció en su vida retirada, y conceda para el futuro de la Iglesia obispos y papas plenamente católicos y plenamente apostólicos. Porque, como dijo San Pablo: “No podemos hacer nada contra la verdad, sino por la verdad” (2 Cor. 13, 8).

+ Athanasius Schneider