CRÓNICA DE LA MISA TRADICIONAL CELEBRADA EL JUEVES DE PASCUA EN SEVILLA (FSSP)

El pasado jueves día 13 de abril, Jueves de la Octava de Pascua de Resurrección, se celebró en Sevilla Santa Misa cantada según el rito Romano tradicional, con ocasión de la visita de un sacerdote y un grupo de trece seminaristas de diferentes nacionalidades -4 españoles-, pertenecientes a la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, que cursan sus estudios en el seminario de este Instituto en Wigratzbad, situado en la región de Baviera (Alemania), quienes se encontraban en peregrinación por distintos lugares de Andalucía y Portugal. Tras visitar nuestra ciudad, se celebró Misa tradicional en el Oratorio Escuela de Cristo, a las ocho y media de la tarde, participando en la celebración litúrgica más de un centenar de personas, en su mayoría jóvenes; entre ellas, los miembros de la Junta Directiva de Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum Corda, estando presentes una gran parte de sus asociados y simpatizantes.

La Misa fue celebrada y predicada por el padre venezolano don Felipe Pérez (FSSP); acolitada y cantada en gregoriano, con las melodías del ordinario y el propio de la festividad litúrgica, por los referidos seminaristas, quienes además fueron acompañados por un grupo de seminaristas del Instituto del Buen Pastor que se encontraban de visita ese día en nuestra Ciudad.

El ambiente de adoración, misterio, solemnidad y recogimiento vivido por los allí presentes recordó aquellos Triduos Sacros de Semana Santa que durante siete años consecutivos se celebraron en el mismo lugar con la colaboración de Una Voce Sevilla.

Tras la finalización de la Misa compartimos un refrigerio en el Barrio de Santa Cruz con el sacerdote y los seminaristas, de forma que pudimos celebrar con ellos la Pascua de Resurrección y tener una provechosa tertulia. Hemos de destacar que parte de los seminaristas que nos visitaron son andaluces; entre ellos nuestro querido y amigo sevillano don Rodrigo López, don Francisco Ariza y don Javier Martínez, ambos cordobeses. Rezamos por ellos y por las vocaciones sacerdotales.

Se da la circunstancia que la Misa tradicional ha vuelto a celebrarse en el Oratorio Escuela de Cristo -que fue sede de la Asociación Una Voce Sevilla- dos años y medio después de la promulgación, por el entonces arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, del Decreto que restringía la celebración de la Misa tradicional en la archidiócesis hispalense a un solo templo y un solo sacerdote. Decreto que, según la opinión de varios juristas, podría estar derogado desde la entrada en vigor del motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco el 16 de julio de 2021, en virtud de lo establecido en el canon 33.2 del Código de Derecho Canónico.

Agradecemos a nuestro arzobispo, don José Ángel Saiz Meneses, la acogida paternal dispensada al sacerdote celebrante y grupo de seminaristas, y esta atención pastoral recibida por los fieles de la Misa tradicional en la Sede de San Isidoro.

UNA VOCE SEVILLA

A continuación, les ofrecemos más fotos y vídeos realizados por la comunidad de fieles de Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum Corda.

Seminaristas del Instituto del Buen Pastor

ARTÍCULO: LA SEMANA SANTA TRADICIONAL

Recopilamos en una sola entrada el gran trabajo realizado por nuestros hermanos de Una Voce Argentina, quienes han ido publicando a lo largo de esta pasada Semana Santa un importante estudio litúrgico sobre su celebración según el rito Romano tradicional.

El estudio consiste en la comparativa entre los ritos tradicionales de la misma con su versión adulterada poco antes del Concilio Vaticano II escrita por el amigo Dr. Rubén Peretó Rivas, adaptada a partir de un trabajo del P. Stefano Carusi.

Entradas originales de la web de Una Voce Argentina:

LA REFORMA DE LA SEMANA SANTA: INTRODUCCIÓN

La celebración de la Semana Santa según el Rito Romano Tradicional –es decir, previo a las reformas de Pío XII introducidas en 1955– se sucedieron este año [2018] a lo largo de todo el mundo. Los sitios dedicados al tema han dado cuenta de ello en un sinfín de fotografías que vale la pena mirar (por ejemplo, pueden verse aquí los álbumes del monasterio San Benito de La Garde-Freinet) y llevan a preguntarnos si el tema es, contrariamente a lo que se decía, mucho más que una cuestión menor, propia de discusiones exquisitas y en las que no vale la pena detenerse.

Capilla Nuestra Señora de los Dolores, Instituto del Buen Pastor, Brasilia

[…]

Para ser serios, lo mejor es repasar en qué consistió esa reforma y por qué el interés de celebrar al rito anterior. Pocos de los que hablan y critican saben de qué se trata, y piensan que solamente fue una cuestión de cambios de horarios: la Vigilia Pascual dejó de celebrarse el sábado por la mañana, y pasó a celebrarse por la noche. En realidad, esto sí que fue un detalle. Los cambios fueron mucho más profundos. Y un texto del papa Pablo VI que aparece en la constitución apostólica que pone en vigencia el misal de 1969, es suficientemente significativo al respecto:

Se ha visto la necesidad que las fórmulas del Misal Romano fuesen revistas y enriquecidas. El primer paso de tal reforma ya se había realizado por obra de Nuestro Predecesor Pío XII con la reforma de la Vigilia Pascual y de los ritos de la Semana Santa, que constituyeron el primer paso de la adaptación del Misal Romano a la mentalidad contemporánea.

Altar del «Monumento», Parroquia Ssma. Trinidad de los Peregrinos, FSSP, Roma.
La Hostia consagrada el Jueves Santo se reserva en el cáliz envuelto por el velo dentro de una urna.

Así es. Las reformas de las ceremonias de Semana Santa de mediados de los ’50 fueron instrumentadas a fin de comenzar a adaptar la Liturgia Romana a la mentalidad del mundo contemporáneo, y la prueba más clara de esto la constituye no solamente la afirmación de Pablo VI, sino también la identidad de quienes realizaron esa reforma: Annibale Bugnini, Carlo Braga y Ferdinando Antonelli, los mismos personas que una década más tarde llevaría a cabo la reforma de todo el misal romano y parirían el Novus Ordo Missae.

Parroquia Ssma. Trinidad de los Peregrinos, FSSP, Roma.

Vamos a dedicar algunos post a explicar detalladamente las reformas instrumentadas bajo el pontificado de Pío XII, a partir de un trabajo del P. Stefano Carusi aparecido ya hace varios años. 

Los cambios introducidos en la reforma de la Semana Santa en 1955 no se limitaron a los horarios que legítima y sensatamente podían ser modificados para el bien de los fieles.

Desde el mismo Domingo de Ramos se inventa un rito cara al pueblo y de espaldas a la cruz y al Cristo del altar, el Jueves Santo se permite que los laicos accedan al coro, en el rito del Viernes Santo se reducen los honores que se tributan al Santísimo Sacramento y se altera la veneración de la cruz, el Sábado Santo no solamente se da vía libre a la fantasía reformadora de los expertos, sino que se demuele la simbología relativa al pecado original y al bautismo como puerta de acceso a la Iglesia.

En una época en la que se proclamaba el redescubrimiento de la Escritura, se reducen los pasajes bíblicos leídos en estos importantísimos días, y se cortan incluso los mismos pasajes evangélicos relativos a la institución de la Eucaristía en los textos de Mateo, Lucas y Marcos. En la Tradición, siempre que se leía en estos días la institución de la Eucaristía, la misma se ponía en relación con el relato de la Pasión, para indicar de qué modo la Última Cena era una anticipación de la muerte en la cruz y para indicar también que esa cena tenía una naturaleza sacrificial. Se consagraban tres días a la lectura de estos pasajes evangélicos: el Domingo de Ramos, el Martes y el Miércoles Santos, pero gracias a la reforma, la institución de la Eucaristía desapareció de todo el ciclo litúrgico.

Toda la ratio de esta reforma aparece permeada de una mixtura de racionalismo y arqueologismo de contornos muchas veces fantasiosos. No es que se afirme que a este rito le falte la necesaria ortodoxia […]. Pero a pesar de esta precisión, no se puede evitar precisar la incongruencia y la extravagancia de algunos ritos de la Semana Santa reformada, al mismo tiempo que se reclama la posibilidad y la licitud de una discusión teológica sobre el tema en la búsqueda de la verdadera continuidad de la expresión litúrgica de la Tradición.

Negar que el Ordo Hebdomadae Sanctae es el producto de un grupo de eruditos académicos que, además, fueron acompañados de notorios experimentadores litúrgicos, es negar la realidad de los hechos.

S.E.R. Cardenal Burke adorando la Cruz postrado, iglesia de los Santos Miguel y Cayetano, ICRSS, Florencia.

Según el P. Carlo Braga, secretario personal de Mons. Bugnini, esta reforma fue “el ariete” que desestabilizó la Liturgia Romana en los días más santos del año, y tamaño desbarajuste tuvo notables repercusiones sobre todo el espíritu litúrgico subsiguiente. En efecto, signó el inicio de una despreciable actitud según la cual en materia litúrgica se podía hacer o deshacer según fuera el gusto de los expertos, se podía suprimir o reintroducir elementos según las opiniones histórico-arqueológicas, para darse cuenta más tarde que los historiadores se habían equivocado (el caso más notario será, mutatis mutandis, el tan aclamado “canon de Hipólito”). La Liturgia no es un juguete en manos del teólogo o del simbolista más en boga; la Liturgia posee su fuerza de la Tradición, del uso que la Iglesia infaliblemente ha hecho de ella, de los gestos que se han repetido durante los siglos, de una simbología que no puede existir solamente en la mente de académicos originales sino que responde al sentido común del clero y del pueblo, que durante siglos rezaron de esa manera.

Nuestro análisis se confirma con la síntesis del P. Braga, protagonista excepcional de estos acontecimientos:

Aquello que no hubiese sido posible psicológicamente y espiritualmente, en tiempos de Pío V y de Urbano VIII por causa de la tradición, de la insuficiente formación espiritual y teológica, de la falta de conocimiento de las fuentes litúrgicas, fue posible en tiempos de Pío XII.Carlo Braga, “Maxima Redemptionis Nostrae Mysteria” 50 anni dopo (1955-2005)»,  in Ecclesia Orans n. 23 (2006), p. 18

Bajo el pretexto de arqueologismo se termina por sustituir la sabiduría milenaria de la Iglesia por el capricho del arbitrio personal. De esta manera, no se reforma la Liturgia, sino que se la deforma. Bajo el pretexto de restaurar los aspectos antiguos, sobre los que existen estudios científicos de dudoso valor, se desprenden de la Tradición y, después de haber descuartizado el tejido litúrgico, se hace un vistoso remiendo recurriendo a retazos arqueológicos de improbable autenticidad. La imposibilidad de resucitar en su integralidad los ritos que alguna vez existieron pero que están muertos desde hace siglos, provoca que la obra de restauración sea dejada a la libre fantasía de los expertos.

Encendida del Cirio Pascual con el arúndine tricirio.

LA REFORMA DE LA SEMANA SANTA: DOMINGO DE RAMOS

La Reforma de la Semana Santa: Domingo de Ramos

Continuamos con esta adaptación del estudio del P. Stefano Carusi. Todas las imágenes pertenecen al apostolado del Instituto del Buen Pastor en Bogotá, Colombia, el cual ha restaurado la celebración de la Semana Santa Tradicional.

En octubre de 1949, la Comisión de Ritos nombró una comisión litúrgica que debía ocuparse del Rito Romano y de eventuales reformas a realizarse y sobre la necesidad de aplicarlas. Lamentablemente, la calma necesaria para tal trabajo no fue posible a causa de las continuas presiones de los episcopados de Francia y Alemania que reclamaban, en la más grande y exigente precipitación, cambios repentinos. La Congregación de Ritos y la Comisión se vieron obligadas a ocuparse de la cuestión de los horarios de la Semana Santa a fin de bloquear las fantasías de ciertas “celebraciones autónomas” especialmente las relativas a la vigilia del Sábado Santo. En este contexto se debía aprobar ad experimentum un documento que permitiese la celebración vespertina de los ritos del Sábado Santo: se trata del Ordo Sabatto Sancti, del 9 de junio de 1951.

En los años 1948-1949, la comisión fue erigida bajo la presidencia del Cardenal Prefecto Clemente Micara y sustituido en 1953 por el cardenal Gaetano Cicognani. Contaba también con la presencia de Mons. Alfonso Carinci, de los padres Giuseppe Löw, Alfonso Albareda, Agostino Bea, y Annibale Bugnini. En 1951 se unió Mons. Enrico Dante, en 1960 Mons. Pietro Frutaz, don Luigi Rovigatti, Mons. Cesario d’Amato y finalmente el padre Carlo Braga. Este último, era desde hacía un tiempo un estricto colaborador de Annibale Bugnini y, durante 1955 y 1956, aunque no era todavía miembro de la Comisión, fue participante de los trabajos (C. Braga, “Maxima Redemptionis Nostræ Mysteria 50 anni dopo (1955-2005)” in Ecclesia Orans n. 23 [2006], p. 11). Braga afirma claramente haber vivido en primera persona la reforma y haber participado activamente en los trabajos. Fue también autor, junto a Bugnini, de los textos histórico-críticos y pastorales sobre la Semana Santa. Nos referimos a A. Bugnini y C. Braga, Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus (Bibliotheca Ephemerides Liturgicæ, sectio historica 25), Roma: 1956, los cuales funcionarían como una suerte de salvoconducto “científico” de las modificaciones aportadas. 

La Comisión trabajaba en secreto y bajo la presión de los episcopados centroeuropeos. Tanto era el secreto que la improvisada e inesperada publicación del Ordo Sabbati Sancti instaurati del 1 de marzo de 1951, “tomó por sorpresa a los mismos oficiales de la Comisión de Ritos”, como refiere el miembro de la Comisión Annibale Bugnini (A. Bugnini, La riforma liturgica (1948- 1975), Roma 1983, p. 19).

Y fue el mismo Padre Bugnini quien explicó el modo singular con el cual los resultados de los trabajos de la Comisión sobre la Semana Santa eran referidos a Pío XII, quien

[…] era mantenido al corriente por Mons. Montini y, más todavía y semanalmente por el P. Bea, confesor de Pío XII. Gracias a este procedimiento se pudo alcanzar resultados notables, también en los periodos en las cuales la enfermedad del Papa impedía que nadie se avecinara a su presencia.A. Bugnini, La Riforma liturgica, op. cit., p. 19

El Papa estaba afectado de una enfermedad grave del estómago que lo obligaba a una larga convalecencia, y no era por tanto el cardenal prefecto de Ritos, responsable de la Comisión, quien lo informara, sino el entonces Mons. Montini y el futuro cardenal Bea, que tanta parte tendría en las reformas posteriores.

Los trabajos de la Comisión terminaron en 1955, cuando el 16 de noviembre fue publicado el decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria, que debía entrar en vigor en la Pascua del año sucesivo. El episcopado mundial recibió de modo diverso las novedades y, más allá del triunfalismo debido a una decisión pontificia, no faltaron lamentos por los inventos introducidos e incluso se multiplicaron los pedidos para poder conservar el rito tradicional, pero ya la máquina de la reforma litúrgica se había puesto en movimiento y detener su curso sería imposible como lo iba a demostrar la historia sucesiva.

Entre los personajes más notorios que plantearon su oposición a la reforma se cuenta el liturgista Mons. León Gromier, conocido por su documentado comentario al Caeremoniale Episcoporum, y que era consultor de la Congregación de Ritos y de la Academia Pontificia de Liturgia. El mismo papa Juan XXIII, en la celebración del Viernes Santo de 1959, en la iglesia de la Santa Cruz en Jerusalén, celebró siguiendo las prácticas tradicionales y haciendo caso omiso de las reformas de Pío XII, dando prueba que no compartía las incongruencias adoptadas (Puede verse la documentación fotográfica y la confirmación por parte de Mons. Bartolucci quien afirmó que recibió la orden de Mons. Dante de seguir los ritos tradicionales: https://bit.ly/2q74aJF). 

Veremos a continuación, de modo detallado, cuáles son los cambios que se introdujeron por esta reforma, que el cardenal Antonelli definió como el “acto más importante en materia litúrgica desde San Pío V a nuestros días” (F. Antonelli, “La riforma liturgica della Settimana Santa: importanza attualità prospettive” in La Restaurazione liturgica nell’opera di Pio XII. Atti del primo Congresso Internazionale di Liturgia Pastorale, Assisi- Roma, 12-22 settembre 1956, Genova 1957, p. 179-197). 

Domingo de Ramos

1. Invento: Uso del color rojo para la procesión y morado para la misa.

Práctica tradicional: uso del morado tanto para la procesión como para la misa.

Justificación de la Comisión:

[…] se podría restituir el rojo primitivo usado durante el medioevo para esta solemne procesión. El color rojo recuerda la púrpura real… y de esta manera la procesión se distinguiría como un elemento sui generis.Archivio della Congregazione dei Santi, fondo Sacra Congregatio Rituum, Annotazione intorno alla riforma della liturgia della Domenica delle Palme, p. 9

Objeción: No se trata de negar que el color rojo pueda ser signo de la púrpura real aunque habría que probar que, efectivamente, se usaba durante el Medioevo en ese sentido, pero resulta llamativo el modo de proceder y el motivo por el cual se buscan razones sui generis y se decide que el rojo deba tener en este día una simbología determinada racionalmente, según el capricho o la fantasía de los liturgistas. De hecho, en el Rito Romano, el rojo es el color del martirio o del Espíritu Santo, y en el Rito Ambrosiano, que se usa el Domingo de Ramos, se lo hace para indicar la sangre de la Pasión y no la realeza. En el Rito Parisino se usaba el negro. Este cambio no habría que atribuirlo a una práctica atestiguada sino a la idea caprichosa de un “pastoral profesor de seminario suizo” (L. Gromier, Semaine Sainte Restaurée, in Opus Dei (1962), n. 2, p. 3).

2. Cambio: Abolición de las planetas (o casullas) plegadas y consecuentemente del estolón o stola largior.

Práctica tradicional: Uso de las casullas plegadas por parte de los tres ministros y del estolón diaconal, que no es más que una casulla enrollada en bandolera, para ciertas partes de la misa.

Era esta una práctica de las más antiguas del rito romano que había sobrevivido hasta entonces, y que nunca se había osado cambiar por la veneración que implicaba, por lo extraordinario de los ritos de Semana Santa y por extremo dolor de la Iglesia durante estos días. Por otro otro lado, no se explica que la misma Comisión que introducía del color rojo porque era una práctica medieval, aboliera otra práctica medieval por ser, justamente, medieval. 

3. Invento: Bendición de los ramos cara al pueblo y dando la espalda a la cruz y al altar y, en algunos casos, al Santísimo.

Práctica tradicional: Los ramos se bendicen en el altar, del lado de la epístola, luego de una Lectura, un Gradual, un Evangelio y, sobre todo, de un Prefacio con el Sanctus que introduce las oraciones de bendición. 

Con el objetivo de lograr la participación de los fieles, se introduce la idea de las celebraciones litúrgicas cara al pueblo y de espaldas a Dios. Se inventa una mesa, que se coloca entre el altar y el comulgatorio, con los ministros versus populum, con lo cual se introduce un nuevo concepto del espacio litúrgico y de la orientación de la oración. 

4. Cambio: Supresión del prefacio con las palabras relativas a la autoridad de Cristo sobre los reinos y su autoridad sobre este mundo. 

Práctica tradicional: El rito romano prevé en ocasión de los grandes momentos litúrgicos como la consagración de los óleos o la ordenación sacerdotal, el canto de un prefacio como un modo particularmente solemne de dirigirse a Dios.

También para la bendición de los ramos se prevé un prefacio que describe el orden divino de la Creación y su sumisión a Dios Padres, sumisión de lo creado que era advertencia a los reyes y gobernantes acerca de su propia sumisión a Dios: “Tibi enim serviunt creaturae tuæ: quia te solum auctorem et Deum cognoscunt et omnis factura tua te collaudat, et benedicunt te sancti tui. Quia illud magnum Unigeniti tui nomen coram regibus et potestatibus huius saeculi libera voce confitentur”. El texto revela en pocas líneas la base teológica que fundamenta el deber que tienen los gobernantes temporales de someterse a Cristo Rey.

La asombrosa justificación de la Comisión para este cambio es la siguiente:

Teniendo en cuenta la poca coherencia de estos prefacios, su larga extensión y, en algunos casos, la pobreza de pensamiento, su pérdida no parece relevante. C. Braga, op. cit., p. 306

Bendición de los ramos.

5. Cambio: Supresión de las oraciones sobre el significado y beneficio de los sacramentales, y sobre el poder que tienen contra el demonio. 

Práctica tradicional: Las antiguas oraciones recuerdan el rol de los sacramentales, los cuales poseen un poder efectivo (ex opere operantis Ecclesiæ) contra el demonio.

La Comisión consideró que estas oraciones eran “ampulosas…, con toda las características de la erudición típica de la época carolingia”. Se ve que aunque los reformadores están de acuerdo con respecto a la antigüedad de los textos, no los consideran de su gusto porque “es muy débil la relación directa de la ceremonia con la experiencia de la vida cristiana, o sea el significado litúrgico pastoral de la procesión como homenaje a Cristo Rey”. Nadie puede entender la razón de tal “débil relación”

La “experiencia de la vida cristiana concreta” de los fieles es poco más adelante completamente despreciada por la misma Comisión que considera que “estas piadosas costumbres [los ramos bendecidos], aún justificadas teológicamente, puede degenerar como de hecho se degeneran, en supersticiones”. Más allá del tono racionalista apenas disimulado, hay que tener en cuenta que las antiguas oraciones fueron deliberadamente sustituidas por nuevas fórmulas según lo dicen expresamente los autores. Es decir, las antiguas oraciones no gustaban porque expresaban de un modo demasiado marcado la eficacia de los sacramentales y, por tanto, se inventan otras nuevas. 

6. Invento: cruz procesional no velada, aún cuando la cruz del altar permanece velada.

Práctica tradicional: La cruz del altar permanece velada como así también la cruz procesional, a la cual se ata un ramo bendecido, como una referencia a la cruz gloriosa y a la Pasión vencedora del Señor.

El motivo de este invento se nos escapa completamente. Más que un eventual significado místico, parece más bien el fruto de las prisas que tenían los redactores debido a las presiones de los episcopados.

7. Cambio: Eliminación de los golpes con la cruz a la puerta de la iglesia que permanecía cerrada. 

Práctica tradicional: La procesión se reúne delante de la puerta cerrada de la iglesia. Un diálogo cantado entre un coro de cantores en el exterior se alterna con otro que está dentro del templo. Luego se procede a la apertura de las puertas, la que ocurre después de haberla golpeado con la parte baja del asta de la cruz procesional. 

Este rito simboliza la resistencia inicial del pueblo judío y el ingreso triunfal de Cristo en Jerusalén, pero también la cruz vencedora de Cristo que abre las puertas del cielo y que es causa de nuestra resurrección: “hebræorum pueri resurrectionem vitæ pronuntiantes”.

8. Invento: Una oración que se recita al final de la procesión, en el centro del altar cara al pueblo. 

Práctica tradicional: La procesión termina normalmente y luego se inicia la Misa con las oraciones al pie del altar como de costumbre. 

La oración introducida aparece como una pegatina al rito en razón de su naturaleza arbitraria: “A fin de dar a la procesión un elemento preciso de conclusión, hemos pensando en proponer un particular Oremus”, dice la Comisión. 

El mismo padre Braga confesaba cándidamente cincuenta años después que el invento de esta oración no había sido feliz:

El elemento que desentona un poco en el nuevo Ordo es que la oración conclusiva de la procesión que rompe la unidad de la celebración.C. Braga, op. cit., p. 25

Oraciones al pie del altar o antemisa.

9. Cambio: Se elimina la distinción entre la Pasión y Evangelio. Además, en la Pasión se elimina la frase final. 

Práctica tradicional: El canto de la Pasión es distinto del canto del Evangelio, que llega hasta Mateo XXVII, 66. 

La Pasión había tenido siempre un estilo narrativo, como un momento distinto al Evangelio. Era cantada por tres voces distintas luego de la lectura del Evangelio, el que era cantado solamente por el diácono con un tono diferente, con el uso del incienso pero sin cirios. La reforma confunde los dos aspectos; Pasión y Evangelio son amalgamados en un único canto sin ahorrarse vistosos recortes del inicia hasta el final. De esta manera, se termina por privar a la misa y al diácono del canto del Evangelio que resulta formalmente suprimido. 

10. Cambio: Eliminación del pasaje evangélico que conecta la institución de la Eucaristía con la Pasión de Cristo (Mt. 26, 1-36).

Práctica tradicional: La Pasión es precedida por la lectura de la institución de la Eucaristía revelando de ese modo el vínculo íntimo, esencial y teológico de ambos pasajes.

Este cambio es desconcertante. Según lo que aparece en los archivos de la Comisión, se había decidido no hacer ningún cambio con respecto a la lectura de la Pasión ya que era una institución antiquísima. Sin embargo, no se sabe cómo ni por qué, la narración de la Última Cena fue eliminada. Parece difícil pensar que el único motivo haya sido una cuestión de tiempo, para no hacer tan larga la lectura, sobre todo cuando se considera la relevancia del pasaje. Hasta ese momento, la Tradición había querido que en la narración de la Pasión de los Sinópticos tuviera siempre incluida la institución de la Eucaristía que, con la separación sacramental del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es el anuncio de la Pasión. La reforma amputa un pasaje fundamental de la Escritura que es vínculo de consecuencialidad entre la Última Cena, sacrificio del Viernes Santo y Eucaristía. 

El pasaje de la institución de la Eucaristía será también eliminado del Martes y el Miércoles Santos, ¡con el extraordinario resultado que permanecerá ausente de todo el ciclo litúrgico! Es decir, con la Semana Santa reformada bajo Pío XII, en ningún momento del año se lee el evangelio de la institución de la Eucaristía. 

Esto fue consecuencia de un cambio hecho a las apuradas que desbalanceó una obra plurisecular.

Canto del Evangelio

LA REFORMA DE LA SEMANA SANTA: DEL LUNES AL JUEVES SANTO

La Reforma de la Semana Santa: Del Lunes al Jueves Santo

Continuamos con la serie sobre los cambios que aportó a la liturgia el Novus Ordo de la Semana Santa instaurado en 1955 por Pío XII. Quienes estén interesados en un trabajo más erudito sobre el tema pueden consultar el de Gregory DiPippo, de Henri de Villiers y del P. Stefano Carusi (disponible en español aquí) y como bibliografía más relevante el artículo de Nicola Giampietro, “A cinquant’anni dalla riforma liturgica della Settimana Santa”, in Ephemerides liturgicae, anno CXX (2006), n. 3 luglio-settembre. Todas las imágenes pertenecen al apostolado del Instituto del Buen Pastor en Bogotá, Colombia, el cual ha restaurado la celebración de la Semana Santa Tradicional.

LUNES SANTO

Cambio: Se prohíbe la oración “contra persecutores Ecclesiæ” y la oración por el Papa. 

La oración decía: “Ecclesiae tuae, quaesumus Domine, preces placatus admitte; ut destructis adversitatibus et erroribus universis, secura tibi serviat libertate” [“Te rogamos, Señor, acojas benigno las súplicas de tu Iglesia; para que, destruida toda contradicción y error, te sirva con segura libertad”].

MARTES SANTO

Cambio: Se suprime la lectura de Mc. 14, 1-31 relativos a la Última Cena y a la institución de la Eucaristía con los que se iniciaba la lectura de la Pasión.  

MIÉRCOLES SANTO

Cambio: Se suprime la lectura de Lc. 22, 1-39 relativo a la institución de la Eucaristía y su relación con el sacrificio de la cruz.

JUEVES SANTO

1. Invento: Introducción de la estola como traje coral de los sacerdotes.

Práctica: Los sacerdotes y diáconos presentes usan el traje coral normal, sin estola, que se colocan solamente en el momento de la comunión.

De esta manera, se comienza con la construcción del mito de la concelebración del Jueves Santo que no se pudo imponer en ese momento, según el P. Braga“porque la mentalidad de algunos miembros influyentes de la Comisión no estaba todavía preparada”. Quienes se habrían opuesto fueron el cardenal Cicognani y Mons. Dante. Es que había un sentimiento fuertemente hostil a la concelebración en ese día porque nunca había sido práctica tradicional en la Iglesia.

Altar del “Monumento”.

2. Invento: Se introduce la práctica de comulgar sólo con hostias consagradas ese día. 

Práctica tradicional: No hay ninguna mención acerca de con qué hostias había que comulgar. 

No se entiende muy bien el motivo de este cambio. La práctica romana del fermentum, históricamente probada, consistía en comulgar con una parte de la eucaristía del domingo precedente, como un modo de indicar la comunión de la Iglesia en el tiempo y en el espacio, en torno a la realidad del Cuerpo de Cristo. Con el cambio, se introduce una idea de presencia real ligada al día de la celebración y la obligación de comulgar las hostias consagradas en el mismo día. 

3. Cambio: Omisión del Confiteor del diácono o del ayudante antes de la comunión. 

Práctica tradicional: Se recita el Confiteor antes de la comunión.

De esa manera, se eliminaba el odiado –por los progresistas– tercer Confiteor, que no era una duplicación porque cuando se lo recitaba al pie del altar, al inicio de la Misa, era la confesión de la propia indignidad para celebrar el culto. Recitarlo antes de la comunión, es confesar la indignidad para recibir el Cuerpo de Cristo. 

Altar despojado luego del canto de Vísperas de la Misa in Coena Domini.

4. Cambio: Terminada la Misa, se establece que hay que quitar no solamente los manteles del altar, sino también la cruz y los candelabros.  

Práctica tradicional: La cruz permanece velada y entronizada sobre el altar, en medio de los candelabros, a fin de ser develada el Viernes Santo. 

No hay motivos que expliquen este cambio. 

5. Cambio: Se permite que el lavado de los pies se haga después del Evangelio durante la Misa. Las rúbricas ya no mencionan que le sacerdote deba besar los pies después de lavarlos.

Práctica tradicional: El rito del mandatum se hace siempre después de la Misa, luego de haber retirado los manteles del altar. De ese modo, no se interrumpe la Misa y se respeta la sucesión cronológica descrita en los Evangelios.

Una de las razones que se adujo para justificar la reforma de la Semana Santa, fue el respeto a la veritas horarum, pero en este caso se hizo exactamente lo contrario: no solamente se anticipa o se atrasa un rito por exigencias prácticas, sino que se invierte el orden cronológico de los acontecimiento evangélicos en el interior del mismo rito. San Juan escribe que Nuestro Señor lavó los pies de sus discípulos “después de la cena” (Jn. 13, 12); no se entiende entonces por qué lo colocaron en medio mismo de la Misa, cuando doce laicos debían ingresar sin zapatos ni medias en el coro, comenzando ya la idea de desacralizar ese espacio. 

6. Cambio: Se especifica que se pueden cantar tantas antífonas como dure el lavado, pero nunca se puede omitir “Ubi caritas”. Se suprime la octava de las nueve antífonas.

Práctica tradicional: Se cantan las 9 antífonas durante el lavatorio, que sin duda se encuentran entre las piezas más bellas de todo el repertorio gregoriano.

De estas nueve, las primeras seis están tomadas del capítulo XIII del Evangelio de San Juan, la séptima del final del capítulo XIII de Primera de Corintios, el “Himno a la Caridad” de San Pablo. La octava es idéntica en texto, pero no en música, al Introito de la fiesta de la Santísima Trinidad, y la acompaña un versículo diferente; la última de estas nueve es el famoso cántico “Ubi caritas”.

Ceremonia del Mandatum, después de misa. Pquia. Sssma. Trinidad de los Peregrinos, FSSP, Roma.

LA REFORMA DE LA SEMANA SANTA: VIERNES SANTO

La reforma del Viernes Santo

Cuarta parte de esta adaptación del estudio hecho por el P. Stefano Carusi. Todas las imágenes pertenecen al apostolado del Instituto del Buen Pastor en Bogotá, Colombia, el cual ha restaurado la celebración de la Semana Santa Tradicional.

1. Invento: Se impone un nuevo nombre: “Solemne acción litúrgica del Viernes Santo”, eliminando la antiquísima Feria sexta in Parasceve y la “Misa de presantificados”. 

Práctica tradicional: El nombre de “presantificados” subraya la consagración de las especies eucarísticas que había tenido lugar en un oficio precedente y se relacionaba con el rito eucarístico.

Esto era particularmente antipático para la Comisión –a pesar de que existe en todos los ritos católicos–, por lo que decidió “reducir la amplificación estructural del Medioevo que aparecía en la así llama ‘misa de presantificados’, y retornar a las líneas severas y puras de una grandiosa comunión general”.  

2. Cambio: El altar no tiene más la cruz velada.

Práctica tradicional: La cruz velada permanece en su lugar, o sea, sobre el altar desnudo y rodeada por dos candelabros.

La imagen de la cruz había sido velada en el primer domingo de Pasión, a fin de que permaneciera en su lugar natural –es decir, sobre el altar–, y fuera develada solemne y públicamente el Viernes Santo, día del triunfo de la Pasión redentora. Con la reforma, la cruz es guardada en la sacristía la tarde del Jueves Santo, sin ninguna solemnidad, junto a los manteles del altar. Es llamativo que el día más importante de su historia, la cruz esté ausente del altar.

3. Cambio: Los manteles del altar no están extendidos desde el inicio de la ceremonia e, igualmente, el sacerdote no usa la casulla desde el inicio sino solamente alba y estola. 

Práctica tradicional: El sacerdote y los ministros usan casullas negras y, llegados al altar, se postran mientras los acólitos extienden un solo mantel sobre el mismo.

El hecho de que el sacerdote y los ministros usen casullas, y para un rito que no era strictu sensu la Misa, testimonia al antigüedad de esta ceremonia. La Comisión por una parte, sostenía que las ceremonias del Viernes Santo estaban constituidas por “elementos que, desde la antigüedad, permanecieron sustancialmente intactos”, y por otra, introdujeron modificaciones que separaran la liturgia eucarística de la “primera parte de la liturgia, la liturgia de la palabra”. Esta distinción moderna que luego pasará el Novus ordo missae de Pablo VI, ya estaba aquí presente y, según el P. Braga, debía ser significada por el hecho que el sacerdote usara solamente la estola y no la casulla. 

(No trataremos aquí la cuestión de la oración por los judíos que requiere precisiones filológicas. Los interesados sobre el tema pueden ver este artículo).

4. Cambio: La lectura del Evangelio no es más distinta de la lectura de la Pasión.

Práctica tradicional: El Evangelio se canta en un tono distinto de la Pasión aunque, en este día de luto, sin incienso ni candelabros. 

5. Invento: Para la séptima oración se introduce el nombre “Pro unitate Ecclesiæ”.  

Práctica tradicional: La oración no tiene ese nombre ambiguo.

Con la ambigüedad expresiva se introduce la idea de la Iglesia en búsqueda de su propia unidad social que todavía no habría alcanzado. Los que están fuera de la Iglesia deben volver a ella, deben volver a una unidad que ya existe, y no reunirse con los católicos a fin de dar lugar a una unidad que todavía no existe. Según el P. Braga, el objetivo de la Comisión había sido eliminar de la oración algunas palabras que hablaban de las almas engañadas por el demonio y arrastradas por la maldad de la herejía “animas diabolica fraude deceptas” y “hæretica pravitate”.Y también las que pedían el retorno de los que están equivocados a la verdad: “errantium corda resipiscant, et ad veritatis tuæ redeant unitatem”.Sin embargo, no pudieron alcanzar en ese momento sus objetivos. 

6. Invento: Procesión de retorno solemne de la cruz desde la sacristía al templo.

Práctica tradicional: La cruz permanece velada sobre el altar, y se devela públicamente en el presbiterio, es decir, en el lugar donde había permanecido velada durante dos semanas. 

En la liturgia, lo que parte en procesión solemne, retorna en procesión solemne. En esta caso, la cruz había partido casi a las escondidas la tarde del Jueves Santo cuando se desnudaba el altar. No se comprende el significado litúrgico de esta innovación. Quizás se trate del intento de restituir el rito que tenía lugar en Jerusalén durante los siglos IV-V según lo relata Egeria: “En Jerusalén, la adoración se hacía sobre el Gólgota”, y la peregrina española recuerda que “la comunidad se reunía temprano por la mañana. Delante del obispo […] se traía el relicario de plata con las reliquias de la cruz”. Lo curioso es que esta dudosa reconstrucción de un rito no se realiza en el Monte Calvario ni en la liturgia jerosolimitana de los primeros siglos, sino en Occidente y en la liturgia romana.

7. Cambio: Se reduce la importancia de la procesión eucarística.

Práctica tradicional: El Santísimo Sacramento retorna en una procesión con solemnidad similar a la del día precedente, y la realiza el celebrante. 

La Comisión decide reducir la procesión del retorno del Cuerpo de Cristo a una forma casi privada. El Santísimo había sido llevado el día anterior solemnemente al Sepulcro (este es el nombre que utiliza toda la tradición cristiana, incluso el Memoriale Rituum y la Congregación de Ritos) y parece lógico y litúrgico que del mismo modo retornara. Pareciera una reducción de los honores que se rinden al Santísimo Sacramento. Incluso, en el caso de la misa solemne, es el diácono quien lo trae y no el sacerdote.

8. Cambio: Eliminación de las incensaciones al Santísimo Sacramento.

Práctica tradicional: La hostia consagrada es incensada como de costumbre, pero no así el celebrante. Los signos de luto son claros pero no se extienden al Santísimo.

9. Cambio: Introducción del Padrenuestro rezado por los fieles.

Práctica tradicional: El Padrenuestro es rezado solamente por el sacerdote, como siempre. 

“La preocupación pastoral de una participación consciente y activa de la comunidad cristiana” es dominante. Los fieles deben ser “verdaderos actores de la celebración… y era esto lo que pedían los fieles, sobre todo aquellos más sensibles a la nueva espiritualidad… La Comisión ha escuchado las aspiraciones fundadas del pueblo de Dios”

Habría que demostrar que estas aspiraciones eran de los fieles y no de un grupo de liturgistas de vanguardia. Y habría que explicitar también qué entendía la Comisión por “nueva espiritualidad”

10. Cambio: Eliminación de la oración con referencias al sacrificio durante la consumición de la hostia. 

Práctica tradicional: Se mantiene la oración “Orate fratres ut meum ac vestrum sacrificium…” aunque no seguía la respuesta acostumbrada.

Es verdad que en este día no se tiene, strictu sensu, el sacrificio eucarístico pero también es verdad que la consumición de la víctima inmolada el día anterior es una parte, aunque no esencial, del sacrificio. 

Durante la Misa de Presantificados se eleva la Hostia sobre la patena con una sola mano, y no se distribuye la Eucaristía ese día. Imagen: FSSP Lyon.

11. Cambio: Eliminación de la inmisión de una parte de la hostia consagrada en el vino del cáliz.

Práctica tradicional: Se introduce una partícula de la hostia consagrada en el vino, pero se omiten las oraciones relativas a la consumición de la Sangre. 

La inmisión de una parte de la hostia consagrada en el vino no consagrado –práctica que también mantiene el rito bizantino–, evidentemente no consagra al vino, y nunca esto fue creído por la Iglesia. Simplemente esta unión manifiesta simbólicamente, aunque no realmente, la reunificación del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y la unidad del Cuerpo Místico en la vida eterna. Las Memorias de la Comisión indican que sus integrantes eliminaron este rito porque, según afirmaban, existía desde el Medioevo debido a una creencia errónea según la cual, la inmisión de la hostia consagrada consagraba también el vino; una especie de ósmosis sacramental… Hay que decir, en primer lugar, que no está comprobado de ninguna manera que esa haya sido la opinión corriente, y afirmar siquiera esta posibilidad, implicaría que la Iglesia Romana hubiese mantenido durante siglos una práctica errónea sin querer modificarla, errando de ese modo sobre un hecho dogmático. Estas afirmaciones de la Comisión se entiende en el marco del racionalismo positivista que estaba de moda en los ’50.

12. Cambio: El cambio de los horarios de la celebración terminó por crear notables problemas pastorales y litúrgicos. 

Práctica tradicional: La misa de presantificados de Viernes Santo tenía lugar durante la mañana del Viernes Santo.

Esta práctica permitía que durante la tarde tuvieran lugar diversas expresiones de la piedad popular, como el Vía Crucis, la predicación de las Siete Palabras, el Sermón de Soledad, las procesiones tan típicas de la Semana Santa andaluza, y muchísimas más que se enraizaban en las tradiciones de cada lugar. Claramente, la “reforma pastoral” no fue pastoral porque había nacido de expertos que no tenían contacto real con las parroquias ni con la devoción y la piedad popular, a la que muchas veces despreciaban. 

Según los reformadores, en la tarde del Viernes Santo se creaba un vacío litúrgico que era llenado con “devociones populares”, y para remediar esta situación decidieron cambiar el horario y dictaminar que la ahora llamada “acción litúrgica” sea a las 15 hs. Se intento solucionar el “escándalo” de las devociones populares con el peor de los métodos pastorales, que es el de omitir las prácticas populares y no darles ninguna importancia. 

Misa de Presantificados, Pquia. Ssma. Trinidad de los Peregrinos, FSSP, Roma.

LA REFORMA DE LA SEMANA SANTA: SÁBADO DE GLORIA

La reforma de la Vigilia Pascual

Finalizamos con esta serie sobre las reformas de los ritos de Semana Santa, introducidos en 1955 por el papa Pío XII, y que son los que se encuentran en el misal de 1962, y prácticamente con la misma disposición en el misal de Pablo VI. Todas las imágenes pertenecen al apostolado del Instituto del Buen Pastor en Bogotá, Colombia, el cual ha restaurado la celebración de la Semana Santa Tradicional.

Vigilia Pascual

1. Invento: Se introduce una bendición del cirio pascual en el atrio, el cual debe ser sostenido por el diácono durante toda la ceremonia.

Práctica tradicional: Se bendice en el exterior de la iglesia el fuego nuevo y los granos de incienso pero no el cirio.

El fuego pasa al arúndine o “tricirio”, una especie de caña o asta con tres velas en su extremo, las cuales son encendidas progresivamente durante la procesión al interior del templo: de allí las tres invocaciones del Lumen Christi. Con una de estas candelas se enciende el cirio pascual que, desde el comienzo de la ceremonia, se encuentra colocado en el candelabro (en muchas iglesias paleocristianas la altura de este candelabro había exigido la construcción de un ambón a fin de poder alcanzar el cirio, tal como puede observarse en la catedral de San Mateo, en Salerno). El fuego es llevado por la caña con las tres velas –la Santísima Trinidad–, al gran cirio pascual –Cristo resucitado–, a fin de simbolizar que la resurrección es obra de la Trinidad.

Con esta reforma se convirtieron en inútiles justamente en el día del Sábado Santo, todos los candelabros pascuales, muchos de los cuales venían de los albores del cristianismo. Con el pretexto de volver a los orígenes, las obras de arte de la antigüedad se convierten en inservibles piezas de museo. Las tres invocaciones del Lumen Christi dejan de tener razón litúrgica. 

Bendición del fuego nuevo.

2. Invento: Colocación del cirio pascual en el centro del coro, después de una procesión en la que se lleva dentro de la iglesia que se ilumina progresivamente a cada invocación del Lumen Christi. A cada invocación se hace una genuflexión ante el cirio y a la tercera se ilumina la iglesia entera. 

Práctica tradicional: El cirio se encuentra apagado, generalmente del lado del Evangelio, y hacia él se acercan con la caña o arúndine el diácono y subdiácono para encenderlo durante el canto del Pregón Pascual.

Las únicas luces encendidas era las velas del tricirio hasta el canto del Exultet

3. Cambio: Torcimiento de la simbología del canto del Exultet y de su naturaleza de bendición diaconal. 

Práctica tradicional: El canto del Exultet comienza delante del cirio apagado, los granos de incienso se colocan cuando el pregón habla del incienso, el cirio se enciende junto a las luces de la iglesia cuando el texto hace referencia a estas acciones, las que junto al canto constituyen la bendición.

Aunque varios reformadores querían torcer esta ceremonia, otro miembros de la Comisión se opusieron por lo que el resultado fue el pasticcio de un canto tradicional asociado a un rito totalmente alterado. Y sucede entonces que uno de los momentos más significativos de todo el ciclo litúrgico se convierte en una escena teatral de gran incoherencia. En efecto, las acciones de las que habla el cantor del Exultet –en el rito alterado– han sido realizadas media hora antes en el atrio del templo. Se canta sobre la inserción de los granos de incienso suscipe pater incensi huius sacrificium vespertinum, pero éstos ya están clavados en el cirio. Se alaba el encendido del cirio con la luz de la Resurrección sed iam columnæ huius præconia novimus quam in honorem Dei rutilans ignis accendit, pero el cirio hace rato que está encendido. La simbología de la luz se desnaturaliza porque cuando se canta triunfalmente la orden de encender todas las luces, símbolo de la Resurrección, alitur enim liquantibus ceris, quas in substantiam pretiosæ huius lampadis apis mater eduxit, hace tiempo que toda la iglesia está iluminada por los cirios que sostienen los fieles. Es una incomprensible simbología en la que las palabras pronunciadas no tienen relación con la realidad del rito. 

Por otro lado, el canto del pregón pascual constituía junto a los gestos que lo acompañaban la bendición diaconal por excelencia. Pero con la reforma, el cirio es bendecido con agua en el exterior de la iglesia.

Canto del Exultet o Pregón y posterior encendida del Cirio Pascual con el tricirio.

4. Cambio: Introducción de la práctica de dividir las letanías en dos partes, insertando en el medio la bendición del agua bautismal. 

Práctica tradicional: Terminada la bendición de la fuente bautismal, se cantan las letanías que preceden la Misa. 

5. Invento: Bendición del agua bautismal en una palangana en el centro del coro, con el celebrante cara al pueblo y de espaldas al altar.

Práctica tradicional: La bendición del agua bautismal se hace en el bautisterio, que está fuera de la iglesia o al fondo de ella. Los eventuales catecúmenos son recibidos en el ingreso del templo, y allí son bautizados, y podían después acceder a la nave, pero no al coro, como es lógico, ni antes ni después del bautismo.

En la práctica, se trató de sustituir la fuente bautismal por una cacerola de gran tamaño colocada en el centro del coro, y el motivo fue para que todos los ritos fueran realizados por los ministros cara al pueblo, según aparece claramente afirmado en los documentos de la Comisión, “a fin de que los fieles sean verdaderos actores de la celebración… por eso la Comisión ha escuchado las aspiraciones fundadas del pueblo de Dios… porque la Iglesia está abierta a los fermentos de la renovación”.

Difícilmente podría comprobarse que el pueblo haya solicitado estos cambios que terminaron por destruir todo el orden de la arquitectura sagrada desde sus mismos orígenes hasta la actualidad. En una época, el bautisterio con la fuente bautismal estaba fuera de la iglesia, y más tarde, en su interior pero junto a la entrada, ya que el bautismo es la “puerta de los sacramentos”, que hace miembro de la Iglesia a quien está fuera de ella. 

6. Cambio: Alteración de la simbología del canto sicut cervus

Práctica tradicional: Al finalizar el canto de las profecías, el celebrante se dirije hacia la fuente bautismal para proceder a la bendición del agua y al bautismo de los catecúmenos, mientras se canta el Sicut cervus. El canto precede, lógicamente, la administración del bautismo. 

Como la bendición del agua se hizo en el coro, fue necesario inventar alguna ceremonia para llevarla al bautisterio, la cual se hace cantando el Sicut cervus, es decir la parte del salmo 41 que hace referencia a la sed que le sobreviene al ciervo después de haber sido mordido por la serpiente, y que se extingue solamente bebiendo el agua salvadora. Pero con los cambios, resulta que el ciervo ya ha bebido (el bautismo ha sido conferido). La simbología queda totalmente alterada. 

Infusión del Óleo de los Catecúmenos y del Santo Crisma durante la consagración de las aguas de la pila bautismal.

7. Invento: Se introduce ex nihilo la renovación de las promesas bautismales.

Práctica tradicional: No existe renovación de las promesas bautismales y, en esta modalidad, no había existido nunca antes en las liturgias de Oriente y Occidente.

Se trata de una “creación pastoral” que no tienen ningún asidero litúrgico, con el fin de “tomar conciencia” de los sacramentos recibidos en el pasado. De un modo análogo se procede en la misa crismal del Jueves Santo con la renovación de las promesas sacerdotales. Con estas prácticas se introduce un vínculo entre el orden sacramental y el orden sentimental-emocional, entre eficacia del sacramento y toma de conciencia. Estas prácticas, que no tienen ningún fundamento ni en la Escritura ni en la praxis de la Iglesia, pareciera ser un débil convencimiento en la eficacia de los sacramentos.  

8. Cambio: Se introduce sin ninguna justificación litúrgica, la segunda parte de las letanías dejadas a la mitad antes de la bendición del agua bautismal.

Práctica tradicional: Las letanías se cantan íntegramente y sin interrupciones después de la bendición de la fuente bautismal y antes de la Misa.

Se trata de una innovación incoherente e incomprensible.

Postración durante las letanías de los santos previas a la Misa.

9. Cambio: Supresión de las oraciones al pie del altar, del salmo Iudica me Deus y del Confiteor al inicio de la Misa.

Práctica tradicional: La Misa se inicia con las oraciones al pie del altar, el salmo 42 y el Confiteor

Se trata de un claro antecedente de los que sucederá algunos años más adelante, con el Novus Ordo Missæ, en el cual se suprime definitivamente el salmo Iudica, que recordaba la indignidad del sacerdote que accede al altar. 

10. Cambio: En el mismo decreto se abolen todos los ritos de la Vigilia de Pentecostés con excepción de la Misa. 

Práctica tradicional: La Vigilia de Pentecostés posee una serie de ritos particulares a los cuales se hace referencia en el hanc igitur de la Misa. 

Se trata de una ignominiosa e indignante abolición. El día de Pentecostés tenía, desde los más remotos tiempos, una vigilia similar a la vigilia pascual. Según los documentos de la Comisión, no hubo tiempo para reformarla y, por otro lado, no se la podía mantener en tanto que cincuenta días antes se habría celebrado una vigilia pascual totalmente reformada.

Consecuentemente, se decidió eliminarla ignorando más de un milenio de tradición.

Confiteor del celebrante al comienzo de la Misa de la Vigilia Pascual.

VÍDEO: ASÍ FUE EL ENTIERRO DEL PAPA BENEDICTO XVI

Reproducimos en esta página un vídeo sobrecogedor publicado por Vatican News sobre el entierro del Papa Benedicto XVI en las grutas de la Basílica de San Pedro en el Vaticano el pasado 05 de enero de 2023.

En el vídeo podemos observar paso a paso la ceremonia del entierro del féretro con los restos mortales de S.S. Benedicto XVI acompañado por los presentes con oraciones y cantos en latín, el sellado oficial con el escudo papal, el último adiós del arzobispo y fiel secretario Mons. Gänswein o el triple ritual de los ataúdes de madera de ciprés, zinc y olmo.

REQUIESCAT IN PACE

ARTÍCULO EN ABC SOBRE LA MISA TRADICIONAL EN ESPAÑA

A continuación, un artículo publicado en el diario ABC el pasado 26 de febrero a nivel nacional -edición papel y digital-, donde se hace un balance de la situación de la celebración en España de la Misa según el rito Romano tradicional tras la implementación del motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco el 16 de julio de 2021. Asimismo, hemos de destacar que el artículo ha sido elaborado tras entrevistar a varios grupos de fieles que promueven la Misa Tradicional en nuestra patria, entres ellos Una Voce Sevilla, quienes exponen los motivos por los que continúan con este apostolado de la Liturgia tradicional. Agradecemos a José Ramón Navarro-Pareja su artículo.

Nota: Para ver completo el artículo pinchar en él.

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (V)

Continuando con nuestro homenaje al Papa Benedicto XVI, ofrecemos a nuestros lectores un texto del entonces cardenal Joseph Ratzinger titulado «La intrepidez de un verdadero testigo», dedicado a Monseñor Klaus Gamber, fundador del Instituto Litúrgico de Ratisbona, que sirvió de introducción al libro «LA REFORMA DE LA LITURGIA ROMANA» publicado por este último –descarga gratis en pdf pinchando aquí-, en el que se aborda la teoría acerca de la forma en que se había creado la nueva liturgia, tras el Concilio Vaticano II.

Este texto de Joseph Ratzinger, puede considerarse como un precedente para comprender la intención del Papa Benedicto XVI al publicar el motu proprio Summorum Pontificum sobre la Misa Tradicional.

KLAUS GAMBER “La intrepidez de un verdadero testigo”
(Por el Cardenal Ratzinger)

Me decía hace poco un joven sacerdote: «Hoy necesitaríamos un nuevo movimiento litúrgico». Es la expresión de una preocupación que sólo un espíritu voluntariamente superficial podría desechar hoy. Lo que le preocupaba a este sacerdote no era la conquista de nuevas y audaces libertades: ¿qué libertad no se ha arrogado ya? Sentía la necesidad de un nuevo renacer partiendo de lo más íntimo de la liturgia, como lo había deseado el movimiento litúrgico cuando estaba en el apogeo de su verdadera naturaleza, cuando no se trataba de fabricar textos o de inventar acciones y formas, sino de descubrir el centro vivo, de penetrar en el tejido de la liturgia propiamente dicha, para que su cumplimiento saliese de su misma sustancia. La reforma litúrgica, en su realización concreta, se ha alejado demasiado de este origen. El resultado no ha sido una reanimación sino una devastación. De un lado, se posee una liturgia que ha degenerado en un «show», donde se ha intentado mostrar una religión atractiva con la ayuda de tonterías a la moda y de incitantes principios morales, con éxitos momentáneos en el grupo de creadores litúrgicos y una actitud de rechazo tanto más pronunciada en los que buscan en la Liturgia, no tanto el «showmaster» espiritual, sino el encuentro con el Dios vivo, ante quien toda «acción» es insignificante, pues sólo este encuentro es capaz de hacernos llegar a la verdadera riqueza del ser. De otro lado, existe una conservación de formas rituales cuya grandeza siempre impresiona, pero que llevada al extremo, cristaliza en un aislamiento de opinión, que al final se queda sólo en tristeza. Ciertamente quedan entre los dos todos los sacerdotes y sus feligreses que celebran la nueva liturgia con solemnidad; pero que se sienten inquietos por las contradicciones existentes entre los dos extremos; y la falta de unidad interna de la Iglesia hace aparecer su fidelidad, de los que muchos la culpan, como una simple variedad personal, del neoconservadurismo. Puesto que esto ocurre, necesitamos un nuevo impulso espiritual para que la liturgia sea de nuevo una actividad comunitaria de la Iglesia y sea arrancada de la arbitrariedad de los curas y sus equipos litúrgicos.
No se puede “fabricar” un movimiento litúrgico de esta clase, -Como no se puede «fabricar» algo vivo pero se puede contribuir a su desarrollo esforzándose en asimilar el nuevo espíritu de la liturgia y defendiendo públicamente lo que así se ha recibido. Este nuevo punto de partida necesita «padres» que sean modelos y que no se contenten con indicar el camino a seguir. Los que hoy busquen tales «padres» encontrarán sin duda en la persona de Monseñor Klaus Gamber, que desgraciadamente nos ha dejado demasiado pronto, pero precisamente, al dejarnos se nos ha hecho verdaderamente presente, en toda la fuerza de las perspectivas que nos ha abierto. Justamente porque al irse escapa a discusiones partidistas, podrá, en esta hora de desolación, convertirse en «padre» de una nueva andadura. Gamber ha traído con todo su corazón la esperanza del antiguo movimiento litúrgico. Sin duda, porque venía de una escuela extranjera, ha permanecido como un «outsider» en el escenario alemán, donde verdaderamente no se le quería admitir; recientemente una tesis encontró dificultades importantes porque un joven investigador osó citar repetidamente a Gamber con demasiada benevolencia. Pero puede ser que este rechazo haya sido providencial, porque ha forzado a Gamber a seguir su propio camino, evitándole la carga del conformismo.
Es difícil expresar en pocas palabras, dentro de la disputa entre liturgistas, lo que verdaderamente es esencial y lo que no lo es. Tal vez la siguiente indicación pudiera ser útil. J.A. Jungman, uno de los liturgistas verdaderamente grandes de nuestro siglo, había definido en su tiempo la liturgia, tal como se entendía en Occidente, basándose en investigaciones históricas, como una «liturgia fruto de un desarrollo»; probablemente por contraste con la noción oriental, que no ve en la liturgia el devenir y el crecimiento histórico, sino sólo el reflejo de la eterna liturgia, en la que la luz, a través del desarrollo sagrado, ilumina nuestros tiempos mudables con su belleza y su grandeza inmutables. Lo que ha ocurrido tras el Concilio es algo completamente distinto: en lugar de una liturgia fruto de un desarrollo continuo, se ha introducido una liturgia fabricada. Se ha salido de un proceso de crecimiento y de devenir para entrar en otro de fabricación. No se ha querido continuar el devenir y la maduración orgánica de lo que ha existido durante siglos, se la ha sustituido, como si fuese una producción industrial, por una fabricación que es un producto banal del momento. Gamber, con la vigilancia de un auténtico vidente y con la intrepidez de un verdadero testigo, se ha opuesto a esta falsificación y nos ha enseñado incansablemente la plenitud viva de una verdadera liturgia, gracias a su conocimiento increíblemente rico de las fuentes; él mismo, que conocía y amaba la historia, nos ha enseñado las múltiples formas del devenir y del camino de la liturgia; él mismo, que veía la historia desde dentro, ha visto en este desarrollo y en sus frutos el reflejo intangible de la liturgia eterna, que no es objeto de nuestro hacer, pero que puede continuar maravillosamente madurando y expandiéndose, si nos unimos íntimamente a su misterio. La muerte de este hombre y sacerdote eminente debería estimularnos; su obra podría ayudarnos a tornar un nuevo impulso.


Joseph Cardenal RATZINGER

COMUNICADO DE UNA VOCE INTERNACIONAL ANTE EL RESCRIPTO SOBRE LA MISA TRADICIONAL

Fuente: Una Voce Argentina

El martes 21 de febrero, la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó un rescripto confirmando, para el Dicasterio para el Culto Divino, ciertos puntos legales en relación a la interpretación de la carta apostólica del papa Francisco Traditionis Custodes.

El punto clave es que, a partir de ahora, el permiso para el uso de una iglesia parroquial para celebraciones del Misal de 1962 sólo podrá ser concedido por el Dicasterio. El rescripto hace referencia al canon 87.1 que establece que los obispos pueden levantar las obligaciones de derecho universal por el bien de las almas en su diócesis: esto ya no se aplica, ya que el asunto está “reservado a la Santa Sede”.

El efecto de esta decisión dependerá del grado en que las disposiciones actuales para la celebración del Misal de 1962 dependan del uso de las iglesias parroquiales en una localidad concreta; de la voluntad de los obispos de pedir permiso al Dicasterio para que continúen las celebraciones en dichas iglesias; y de la respuesta del Dicasterio a estas peticiones.

Si los obispos de todo el mundo solicitan permiso para todas las celebraciones de la Misa de 1962 que tienen lugar en las iglesias parroquiales de sus diócesis, el Dicasterio tendrá que examinar cientos de casos, lo que planteará la cuestión de la viabilidad del desempeño de su función.

La Latin Mass Society y la Federación Internacional Una Voce desean expresar su consternación por el hecho de que se haya centralizado de este modo la autoridad sobre un asunto de tanta sensibilidad pastoral.

Se producirán graves daños pastorales si no se concede el permiso cuando no se disponga de lugares de culto alternativos para el uso de las comunidades vinculadas a la forma mas antigua de la Misa.

En lugar de integrarlas en la vida parroquial, la restricción del uso de las iglesias parroquiales marginará y empujará a la periferia a los fieles católicos que sólo desean dar culto, en comunión con sus obispos, con una forma de Liturgia permitida por la Iglesia. Este deseo fue descrito como una “aspiración legítima” por el papa Juan Pablo II, y esta Liturgia fue descrita como una “riqueza” por el papa Benedicto XVI.

Hacemos un llamamiento a todos los católicos de buena voluntad para que ofrezcan oraciones y penitencias esta Cuaresma por la resolución de esta cuestión y la libertad de la Misa Tradicional.

Aspectos prácticos

El rescripto no tiene efecto automático: las celebraciones previamente organizadas tendrán lugar a menos que los sacerdotes y fieles sean notificados de lo contrario por el obispo de la diócesis. El rescripto aclara o modifica el sentido de Traditionis Custodes, que está dirigido a los obispos, y son éstos quienes tienen la tarea de implementarlo.

Será lícito que las celebraciones continúen mientras se preparan y tramitan las solicitudes.

El rescripto no afectará a las celebraciones en templos no categorizados formalmente como “iglesias parroquiales”. Véase más abajo una explicación completa.

Más explicaciones

El rescripto contiene otros dos puntos: la reserva de la Santa Sede del permiso para la erección de nuevas parroquias personales, y el permiso para que los sacerdotes ordenados después de la publicación de Traditionis Custodes (17 de julio de 2021) celebren con el Misal de 1962. Todo ello no hace sino confirmar el sentido conocido de la legislación original.

Por el contrario, se ha señalado ampliamente que los obispos tienen derecho, en virtud del canon 87.1, a levantar las obligaciones de derecho universal, incluso sobre la celebración de la Misa Tradicional en las iglesias parroquiales, a menos que el asunto esté explícitamente reservado a la Santa Sede, y esto ha causado claramente cierto descontento en el Dicasterio.

Las iglesias parroquiales son los templos principales de una jurisdicción parroquial: muchos de estas jurisdicciones están compuestas por más de un templo, y muchos otros no. Otra clasificación de templo son las “capillas” (conocidas con diversos nombres en distintos países), que son iglesias secundarias de una parroquia atendidas por el clero de la misma. También se incluyen a iglesias anexas a casas religiosas y a casas particulares, iglesias designadas como santuarios, e iglesias dedicadas a servir a un grupo particular no identificado en referencia a los límites geográficos de una jurisdicción parroquial, es decir, parroquias personales y capellanías (incluidas las capellanías étnicas).

El estatus de una iglesia como parroquia es una cuestión que debe determinar el obispo (de acuerdo con los procedimientos establecidos) al erigir, abolir o fusionar parroquias.

Algunas diócesis tienen muchas iglesias no parroquiales; otras, muy pocas. En algunos países no hay iglesias parroquiales, porque no se ha establecido una estructura parroquial. En algunos casos, las catedrales son iglesias parroquiales, y en otros no.

El hecho de que la existencia de iglesias no parroquiales sea tan variada por razones de historia y circunstancias locales hace que la atención a la celebración según el Misal de 1962 en iglesias parroquiales sea desconcertante, y las restricciones a estas celebraciones potencialmente muy arbitrarias e injustas. Las restricciones al uso de las iglesias parroquiales se sentirán mucho más en los Estados Unidos de América, por ejemplo, que en Italia.

Las parroquias personales son una posible estructura legal a través de la cual se puede hacer una provisión formal para el Misal de 1962. En algunos países en los que la Misa Tradicional está muy extendida, como Inglaterra y Gales, esta estructura se ha utilizado muy poco. Las alternativas incluyen el establecimiento de un santuario para la celebración según este Misal, o su celebración junto con la Misa reformada en una iglesia parroquial o no parroquial. La estructura legal de una parroquia personal otorga al sacerdote a cargo muchos de los deberes y privilegios de un párroco, pero no convierte a la iglesia donde tiene su sede en una “iglesia parroquial”. Una parroquia personal puede tener su sede en una iglesia santuario, una iglesia compartida con una parroquia geográfica o cualquier otro lugar de culto.

22 de febrero de 2023, Miércoles de Cenizas.

Original en ingles http://www.fiuv.org/2023/02/the-rescript-press-release.html…


Mas comentarios del Dr. Joseph Shaw, presidente de la FIUV y de la Latin Mass Society:

La Latin Mass Society y otros grupos de Una Voce fueron fundados y continúan existiendo para hacer posible la celebración pública de la Misa Tradicional en total conformidad con la ley de la Iglesia y bajo la autoridad del obispo local. En la medida en que esto se vuelve imposible, entonces la moralidad de las celebraciones ilícitas se vuelve más fuerte. Las personas que abogan por la ‘desobediencia’ deberían estar agradecidas con el movimiento Una Voce por defender estas ideas.

No vamos a dejar de buscar permisos, donde se necesiten, para celebraciones públicas, en iglesias propias y con reconocimiento del obispo. Las Misas en cuchitriles pueden resolver un problema local, pero no son la salida de la crisis litúrgica actual. Lo que la Iglesia necesita es que la Misa Tradicional tenga un lugar de honor en ella: sin excluir nada, sin imponerla a nadie, pero disponible como un enriquecimiento de la vida litúrgica de los católicos de a pie y una expresión pública de la continuidad de la Iglesia con los siglos anteriores.

Ese es nuestro objetivo, y espero que sea compartido por muchos católicos de buena voluntad con todo tipo de preferencias litúrgicas. Esto no tiene por qué ser una batalla o una guerra. Debería tratarse simplemente de satisfacer las necesidades espirituales de las personas de la mejor manera posible.

FIUV: LLAMAMIENTO MUNDIAL A LA ORACIÓN Y PENITENCIA POR LA LIBERTAD DE LA MISA TRADICIONAL

En el día de la Festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Federación Internacional Una Voce hace un llamamiento a nivel mundial para suplicar oraciones y penitencias en la próxima Cuaresma por la libertad de la Misa según el rito Romano tradicional. Llamamiento al que se une, como no podía ser de otra manera, la asociación y comunidad de Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum Corda. A continuación, el texto oficial:

Petición de oraciones y penitencias en Cuaresma por la libertad de la Misa Tradicional

La Federación Internacional Una Voce, junto a otras organizaciones, grupos e individuos fieles de la Misa tradicional hacen una llamada a todos los católicos de buena voluntad para que ofrezcan oraciones y penitencias durante el tiempo de Cuaresma, en particular por una intención: la libertad de la Misa tradicional.

No sabemos cómo de creíbles puedan ser los rumores acerca de nuevas disposiciones o documentos de la Santa Sede sobre este particular, pero dichos rumores apuntan a una situación de duda, conflicto y aprensión que es gravemente perjudicial para la misión de la Iglesia. Apelamos a nuestro Señor, a través de Su Santísima Madre, para que restaure para todos y cada uno de los católicos el derecho y la oportunidad de adorar a Dios de acuerdo con las venerables tradiciones litúrgicas de la Iglesia, en perfecta unidad con el Santo Padre y los obispos de toda la Iglesia.

FEDERACIÓN INTERNACIONAL UNA VOCE (Foederatio Internationalis Una Voce, FIUV) www.fiuv.org

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (IV)

Esta semana reproducimos el texto en español, publicado por la web Caminante Wanderer, de la conferencia impartida por Monseñor Nicola Bux durante el Encuentro Paix Liturgique que se celebró en Roma el pasado 28 de octubre de 2022, donde se aborda el importante papel que juega hoy la Liturgia en la Iglesia, enlazando la Encíclica Mediator Dei de Pío XII con el legado litúrgico del Papa Benedicto XVI, y, en concreto, con el Motu Proprio Summorum Pontificum sobre la Misa Tradicional, y la llamada «hermenéutica de la continuidad».

Cabe destacar que don Nicola Bux fue nombrado por Benedicto XVI consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y siempre estuvo muy cercano a él.

DE LA MEDIATOR DEI AL SUMMORUM PONTIFICUM: REMEDIOS PARA EL COLAPSO DE LA LITURGIA, CONCEBIDA COMO SI DIOS NO ESTUVIERA EN ELLA

Introducción

¿Qué hay detrás de la cuestión litúrgica de hoy? Existe una falta de voluntad para reconocer el hecho de que el Verbo divino se encarnó y, tras su ascensión al Cielo, continúa su presencia en el mundo a través de la liturgia, que no sería sagrada si no existiera la Presencia divina; en continuidad con la shekhinàh del Antiguo Testamento, donde «la revelación se convierte en liturgia». Los Salmos repiten: «Iré a la presencia del Señor», porque los ritos se celebraban ante él. La liturgia utiliza el término Misterio en singular y en plural, para indicar la aparición de la Presencia en la liturgia. El hombre creyente está llamado a entrar en relación con él; el término adorar, de colere,
significa cultivar una relación con Dios. Esto sucede con los ritos litúrgicos, que son ordenados (ordo), disciplinados por la Iglesia según las disposiciones, las reglas que Dios mismo ha dado en la revelación bíblica, para preservarlos de la idolatría. La indisciplina del culto es la reducción a la medida humana, es decir, hacer una imagen deformada de Dios. El culto es divino si garantiza los derechos de Dios y los de los fieles que tienen derecho a recibir el verdadero culto.
La Iglesia sabe que es semper reformanda en sus aspectos humanos, sujeta a deformaciones; del mismo modo, la liturgia en sus aspectos rituales crece y progresa, pero sin ruptura alguna: lo que era sagrado, sigue siendo sagrado y grande. Por desgracia, la ignorancia de la historia lleva a algunos eclesiásticos a prohibir o juzgar perjudicial lo que la tradición entrega a las nuevas generaciones. La tradición es necesaria y la innovación ineludible, y ambas están en la naturaleza del cuerpo eclesial como del cuerpo humano. No son opuestos entre sí, sino complementarios e interdependientes. Pablo VI, durante la reunión del Concilio, reiteró: «nada cambia realmente de la doctrina tradicional. Lo que Cristo quiso, nosotros también lo queremos. Lo que quedaba. Lo que la Iglesia enseñó durante siglos, nosotros también lo enseñamos». ¿Qué diría hoy? Puesto que en la sagrada liturgia se manifiesta la Iglesia una y católica, santa y apostólica, que es la misma en todas las épocas, ¿puede existir una idea de Iglesia diferente de la que el concilio definió en la constitución dogmática Lumen gentium y que está sujeta a la Sacrosanctum Concilium? ¿Qué ha ocurrido?

2. Mediator Dei: la persona de Cristo en el centro de la liturgia
Han pasado setenta y cinco años desde Mediator Dei, publicado el 20 de noviembre de 1947 por el Venerable Pío XII: el documento doctrinal más importante sobre la liturgia antes del Concilio Vaticano II, sin el cual no puede entenderse plenamente la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, publicada sólo dieciséis años después, el 4 de diciembre de 1963. Es su fuente principal, en términos de enfoque clásico y contenido doctrinal, y un término de comparación con las instancias antiguas y nuevas de la liturgia. «Pío XII había creado una comisión para la reforma general de la liturgia, que iniciaría sus trabajos en 1948 y que, en 1959, se fundiría en la comisión preparatoria del Concilio para la liturgia. Por tanto, no está fuera de lugar afirmar que la constitución sobre la liturgia del Vaticano II había empezado a prepararse ya en 1948, inspirándose en la encíclica». El minucioso trabajo preparatorio evitó que el proyecto de constitución fuera rechazado, a diferencia de todos los demás.
La encíclica Mediator Dei, en relación con el tema que nos ocupa, afirma que el culto o liturgia sólo tiene lugar por, con y en Jesucristo: de lo contrario, no llega a Dios Padre para adorarle, ni a nosotros para santificarnos. Por lo tanto, no lo hacemos y esto explica el comienzo de la encíclica: «El Mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2,5), el gran pontífice que penetró en los cielos, Jesús el Hijo de Dios (cf. Hb 4,14 ) tomó sobre sí la obra de misericordia con la que enriqueció a la humanidad con dones sobrenaturales[…] Trató de procurar la salud de las almas mediante el ejercicio continuo de la oración y el sacrificio, hasta que, en la Cruz, se ofreció a sí mismo como víctima inmaculada a Dios para limpiar nuestra conciencia de obras muertas a fin de servir al Dios vivo (cf. ibíd. 9:14)[…]. El Divino Redentor quiso, pues, que la vida sacerdotal que había iniciado en su Cuerpo mortal… no cesara en el transcurso de los siglos en su Cuerpo Místico, que es la Iglesia; y por eso ofreció un sacerdocio visible para ofrecer en todas partes la oblación limpia (cf. Mal 1,11), a fin de que todos los hombres, de Oriente y Occidente, liberados del pecado, por deber de conciencia pudieran servir a Dios espontánea y voluntariamente. La Iglesia, por tanto, fiel al mandato recibido de su Fundador, continúa el oficio sacerdotal de Jesucristo sobre todo mediante la Sagrada Liturgia» (I,1). Tal introducción deja claro que no se puede hablar de liturgia sin partir de Cristo como Mediator Dei, a menos que se la entienda como la manifestación suprema y continua de esa mediación. Es el «lugar» del encuentro entre Dios y el hombre y hace de la liturgia la cumbre de la vida de la Iglesia y la fuente de toda gracia. La liturgia «culmen et fons», la ya famosa endiada de Sacrosanctum Concilium que resume el concepto, se encuentra ya en la Introducción de Mediator Dei.
Hay un elemento esencial de la liturgia católica: «En cada acción litúrgica, por tanto, junto a la Iglesia, está presente su Divino Fundador: Cristo está presente en el augusto Sacrificio del altar tanto en la persona de su ministro como especialmente bajo las especies eucarísticas; está presente en los sacramentos con la virtud que transfunde en ellos para que sean instrumentos eficaces desantidad; está presente finalmente en las alabanzas y súplicas dirigidas a Dios, como está escrito: ‘Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos'(Mt 18,20)»(I,1). El versículo se retoma en el conocido párrafo de la constitución litúrgica sobre la presencia de Cristo
(n. 7) con el único añadido «Él está presente en su palabra, pues es Él quien habla cuando se lee la Sagrada Escritura en la Iglesia»; anteriormente se indica a Cristo como «Mediador entre Dios y los hombres» y «plenitud del culto divino» (n. 5).
La encíclica pudo así definir la liturgia como «el culto integral del Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, de la Cabeza y de sus miembros». La liturgia sirve para elevar el alma cada vez más hacia Dios, para con-sacrificarla: «así, el sacerdocio de Jesucristo actúa siempre en la sucesión de los tiempos, y la liturgia no es otra cosa que el ejercicio de este sacerdocio» (I, 1). Pío XII, remitiéndose a la constitución Divini cultus de su predecesor Pío XI, observa que la jerarquía eclesiástica «no dudaba, sin perjuicio de la sustancia del sacrificio eucarístico y de los sacramentos, en cambiar lo que no consideraba conveniente, en añadir lo que parecía contribuir mejor al honor de Jesucristo y de la augusta Trinidad, a la instrucción y al estímulo saludable del pueblo cristiano» (I,4). En efecto, la liturgia se compone de elementos divinos y humanos: «de ahí que instituciones piadosas olvidadas en el tiempo sean a veces recuperadas en el uso y renovadas» (I,4). Este es el criterio que guiará al papa en la restauración del Ordo de Semana Santa -sobre el que no nos detendremos- poniendo en uso las antiguas tradiciones y que se incorporará a la constitución conciliar (cf. Sacrosanctum Concilium, nº 50). Ese criterio, según Mediator Dei, preside la evolución de los ritos, pero sin caer en el arqueologismo: «La liturgia de los tiempos antiguos es sin duda digna de veneración, pero un uso antiguo no es, por su sola antigüedad, el mejor… Incluso los ritos litúrgicos más recientes son respetables, ya que han surgido por influencia del Espíritu Santo» (I,5).

La reforma litúrgica, según Pío XII, resulta así de la necesidad de las cosas, porque la liturgia misma es una forma que tiende continuamente a reformarse en el sentido de un desarrollo orgánico. Los abusos no pueden ponerlo en duda; de ahí que recuerde que «para proteger la santidad del culto contra los abusos» existe la Congregación de Ritos. La liturgia es una manifestación del cuerpo y la Cabeza de la Iglesia, un organismo que produce energías siempre nuevas al tiempo que conserva su forma fundamental. Todo esto se reafirmará en la constitución litúrgica (cf. nº 21). La encíclica trata en la Parte III, del oficio divino y del año litúrgico, partiendo del principio de que el ideal de la vida cristiana está en la unión íntima con Dios, que sólo puede realizarse: «‘por medio de nuestro Señor Jesucristo’, quien, como mediador entre nosotros y Dios, muestra sus gloriosos estigmas al Padre celestial, ‘siempre vivo para interceder por nosotros’ (Hb 7,25)» (III,1). Se recomienda a los fieles la recitación de los salmos y la participación activa en el rezo de las vísperas dominicales y festivas.
En cuanto al año litúrgico, se recuerda que tiene como centro la «persona de Jesucristo… nuestro Salvador en los misterios de la humillación, la redención y el triunfo». Al recordar estos misterios de Jesucristo, la sagrada liturgia pretende hacer partícipes de ellos a todos los creyentes para que la Cabeza Divina del Cuerpo Místico viva en la plenitud de su santidad en cada uno de sus miembros» (III, 2).

3.Summorum Pontificum: la primacía de Dios en la liturgia
El 7 de julio de 2007, el Sumo Pontífice Benedicto XVI promulgó la Carta Apostólica Motu proprio «Summorum Pontificum», con la que pretendía dotar de una disciplina renovada al uso del Misal Romano anterior a la reforma deseada por Pablo VI y el Concilio Ecuménico Vaticano II. También hay que señalar que, para una exposición exhaustiva, el documento debe leerse y analizarse en correlación con la Carta a los obispos, que acompañaba al mismo Motu proprio, y con la Instrucción aplicativa «Universae Ecclesiae» del 30 de abril de 2011, que aclaraba y completaba toda la disciplina. Hay que tener en cuenta lo que dijo a este respecto el cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: «Lejos de ocuparse únicamente de la cuestión jurídica del estatus del antiguo Misal Romano, el Motu proprio plantea la cuestión de la esencia misma de la liturgia y de su lugar en la Iglesia. Lo que está en juego es el lugar de Dios, la primacía de Dios. Como subraya el «papa de la liturgia» (ed. Benedicto XVI): «La verdadera renovación de la liturgia es la condición fundamental para la renovación de la Iglesia»: el
Motu proprio es un documento magisterial capital sobre el sentido profundo de la liturgia y, en consecuencia, de toda la vida de la Iglesia».
La cuestión de la Sociedad de San Pío X influyó sin duda en la decisión de promulgar Summorum Pontificum, pero creemos que no fue la única motivación decisiva, como se desprende de la continuación de la citada Carta: «Todos sabemos que, en el movimiento dirigido por el arzobispo Lefebvre, la fidelidad al misal antiguo se convirtió en un marcador externo; las razones de esta escisión, que surgió aquí, se encuentran, sin embargo, más profundamente. Muchas personas, que aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vaticano II y que eran fieles al Papa y a los obispos, deseaban sin embargo redescubrir la forma, para ellos muy querida, de la sagrada liturgia.
Esto sucedió ante todo porque en muchos lugares no se celebraba de forma fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que se entendía incluso como una autorización o incluso una obligación a la creatividad, lo que a menudo conducía a deformaciones de la liturgia que estaban en el límite de lo soportable. Hablo por experiencia, porque yo también viví ese periodo con todas sus expectativas y confusiones. Y vi lo profundamente heridas que estaban personas totalmente arraigadas en la fe de la Iglesia por las deformaciones arbitrarias de la Liturgia.
He aquí la verdadera y profunda razón de Summorum Pontificum: Responder de manera más adecuada y eficaz a la necesidad espiritual y pastoral de quienes, aun prestando la debida deferencia y obediencia a lo establecido por el Concilio Ecuménico Vaticano II, sacudidos y perplejos por las «deformaciones» litúrgicas que se produjeron en el período inmediatamente posterior al Concilio -y que aún hoy nos vemos obligados a presenciar en muchos casos- encontraron y encuentran en laforma litúrgica anterior la manera más adecuada y fructífera de cultivar su relación con Dios.
Tras mostrar lo infundado de los temores, la Carta aporta la razón positiva, podríamos decir el verdadero objetivo «doctrinal»: «Una reconciliación interna en el seno de la Iglesia». El Pontífice insta a «hacer todo lo posible para que todos los que desean verdaderamente la unidad puedan permanecer en ella o reencontrarla». Resuenan las palabras admonitorias de Jesús: «que sean uno para que el mundo vea y crea». ¿Quién podría oponerse a ello? Sin embargo, hay quienes no están de acuerdo con el siguiente pasaje de la carta: «No hay contradicción entre una y otra edición del Misal Romano. En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso, pero no ruptura. Lo que era
sagrado para las generaciones anteriores, sigue siendo sagrado y grandioso también para nosotros, y no puede prohibirse de repente ni siquiera juzgarse perjudicial. Es bueno para todos nosotros preservar las riquezas que han crecido en la fe y la oración de la Iglesia, y darles el lugar que les corresponde. Es una admonición para que todas las partes encuentren el equilibrio adecuado y saludable. La insistencia de Mediator Dei (§ 60) en el uso del latín como antídoto contra la corruptibilidad de la doctrina pura, ayuda a comprender que el Vetus Ordo no sólo se busca por «indietrismo», sino también porque la lengua oficial de la Iglesia lo impide mejor que cualquier otra cosa.

Progreso y Desarrollo de la Liturgia (Mediator Dei, §§ 49-56), enunciado por Pío XII, ha sido puesto en práctica por Benedicto XVI. La Iglesia y la Liturgia están sujetas a deformaciones de las formas, por lo que son semper reformandae, según el principio de desarrollo orgánico, de continuidad y no de ruptura, o de restauración para devolverlas al origen: éste es el sentido de la expresión «reforma de la reforma». Una reforma que, por su propia naturaleza, no puede ser irreversible, como pretende el Papa Francisco. Por ello, la cuestión de fondo fue recordada de corazón por Benedicto XVI: «En nuestro tiempo, cuando en vastas zonas de la tierra la fe corre el peligro de extinguirse como una llama que ya no encuentra alimento, la prioridad ante todo es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a cualquier dios, sino a ese Dios que habló en el Sinaí; a ese Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1) en Jesucristo crucificado y resucitado».

4 – El Codex Iuris Liturgici: un remedio fallido
Mediator Dei y Summorum Pontificum constituyen el remedio a una concepción de la liturgia privada de la Presencia Divina, porque frente al arqueologismo, las deformaciones y los abusos, reafirman el derecho litúrgico como protección de los derechos de Dios en el culto.
Es cierto que, antes del Concilio Vaticano II, las normas que regulaban los ritos y su ejecución estaban expuestas a una escrupulosidad excesiva o a la aproximación; el papa Pío XII quiso la reforma sobre todo para aliviar a los sacerdotes en la cura de almas sobrecargados por los compromisos del apostolado. Esto condujo a la simplificación de las rúbricas del Misal y del Breviario, que se llevó a cabo mediante el decreto de la Congregación de Ritos del 23 de marzo de 1955. Pero esta revisión de los libros litúrgicos estuvo precedida por un acto que iba a influir en la reforma litúrgica conciliar: la publicación en 1948 por la Sección Histórica de la Sagrada Congregación de Ritos de la «Memoria sobre la reforma litúrgica», que «constituye… la guía general de todo el proyecto de reforma». La lectura de este documento, que sigue poco después a Mediator
Dei, ayuda a comprender los principios fundamentales de la reforma, incluido el de equilibrar las pretensiones opuestas de la tendencia conservadora y la tendencia innovadora: una cuestión que sigue siendo relevante hoy en día. Pero aún más interesante es, en el tercer capítulo, la mención de un «Codex Iuris Liturgici»: el documento afirma: «Una vez realizada definitivamente la reforma propiamente dicha, será necesario un último elemento que garantice la estabilidad de la reforma y la organicidad de los futuros desarrollos de la vida litúrgica; todo ello se conseguirá con el tan ansiado Codex liturgicus, que debe representar la coronación de la Reforma y asegurar su aplicación y estabilidad». Es significativa en la «Memoria» la anotación de que las diversas unidades rituales nunca habían sido ordenadas, salvo los textos añadidos, tras las reformas de Pío X, en las ediciones del Breviario y del Misal. Así pues, había surgido mucha confusión y no pocas contradicciones entre diferentes fuentes y disposiciones, en una época en la que los estudios litúrgicos, el arte y la música sacra habían ido avanzando, gracias también al movimiento litúrgico. La «Memoria» no oculta las causas, en particular el aumento en los sacerdotes de la desafección a las rúbricas y las prescripciones rituales. Así tomó forma la idea de una codificación general de la liturgia, aunque los expertos no ocultaron que, para reformar la liturgia de forma seria y duradera, era necesario preparar una plataforma jurídica, a saber, un Codex Iuris Liturgici. Así debía proceder la reforma, junto con la redacción de los cánones apropiados del Códice Litúrgico, sin excluir los relativos al arte sacro y la música. Por otra parte, las rúbricas del Breviario y del Misal debían redactarse por sí mismas e introducirse en el Códice en el momento de su redacción; la idea era disponer de rúbricas sencillas y claras, similares a artículos concisos como los cánones del Código de Derecho Canónico.
El Codex Iuris liturgici nunca volvió a realizarse. Pero se mantuvo la idea de una plataforma estable sobre la que asentar la reforma de la liturgia. De hecho, casi puede verse esbozado en principio, a pesar de algunas contradicciones, con la Constitución Litúrgica Sacrosanctum Concilium del Vaticano II; pero la anomia y la anarquía, con el pretexto de la creatividad, parecen haberlo contradicho y frustrado. Mientras reinaba Pío XII, los trabajos sobre las rúbricas siguieron adelante, con una amplia consulta a los obispos y la decisión de reformarlas todas sistemáticamente; para ello se creó una comisión de expertos.
La mencionada simplificación se llevó a cabo en 1955: fue el origen del Codex Rubricarum que sustituiría totalmente a los textos de Pío V. De hecho, con el Motu Proprio Rubricarum instructum del 25 de julio de 1960, Juan XXIII aprobó las nuevas rúbricas del Breviario y del Misal, aplicando las disposiciones de Pío XII, pero posponiendo el tratamiento de los principios de la reforma litúrgica al Concilio, que se había reunido un año antes.
Lo que se ha esbozado hasta ahora nos permite comprender cómo, bajo Pío XII, la observancia de las rúbricas de los ritos litúrgicos se consideraba como una forma de la tradición ininterrumpida de la liturgia de la Iglesia y no como algo ajeno a ella. Tal vez pueda suponerse que si Pío XII hubiera logrado promulgar el Codex Iuris Liturgici, la reforma relanzada por el Concilio Vaticano II habría estado en cierto modo al abrigo de las deformaciones y abusos que se produjeron posteriormente.
El cardenal Ferdinando Antonelli, secretario de la Sagrada Congregación de Ritos y miembro del Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, escribió sobre la evolución que estaba tomando la reforma (1968-1971): «La ley litúrgica, que hasta el concilio era algo sagrado, ya no existe para muchos. Cada uno se considera autorizado a hacer lo que quiera y muchos jóvenes lo hacen’.
Demos ahora un salto de 40 años. Juan Pablo II intentó poner freno a las deformaciones y abusos anunciando, en la encíclica Ecclesia de Eucharistia, un documento específico de carácter jurídico(52), elaborado por la Congregación para el Culto Divino de acuerdo con la Congregación para la Doctrina de la Fe y publicado en 2004: la instrucción Redemptionis Sacramentum «sobre ciertas cosas que deben observarse y evitarse» en relación con la misa. Parece recordar el Decretum de observandis et evitandis in celebratione missae del Concilio de Trento, que constituye la columna vertebral del capítulo del misal romano tridentino De defectibus in celebratione missarum occurrentibus; si se hubiera incluido en el misal promulgado por Pablo VI, no habría dado lugar a las graves ofensas y abusos. La instrucción indica las formas correctas de celebrar para el sacerdote y de participar para los fieles, corrige las incorrectas e identifica las responsabilidades morales, y compromete las penas canónicas.
La crisis posterior al Consejo ha enquistado tanto los abusos que muchos creen que forman parte de la reforma deseada por el Consejo. Quienes actúan así socavan la unidad del rito romano, que debe salvaguardarse tenazmente (SC 4), no llevan a cabo una auténtica actividad pastoral ni una adecuada renovación litúrgica, sino que privan a los fieles del patrimonio y la herencia a los que tienen derecho. Tales arbitrariedades suscitan inseguridad doctrinal, perplejidad y escándalo y, casi inevitablemente, duras reacciones (cf. RS 11). Por lo tanto: «Todos los fieles, por otra parte, gozan del derecho a tener una verdadera liturgia y especialmente una celebración de la Santa Misa que sea como la Iglesia ha querido y establecido, según lo prescrito en los libros litúrgicos y otras leyes y normas. Asimismo, el pueblo católico tiene derecho a que el sacrificio de la Santa Misa se celebre para él de forma íntegra, en plena conformidad con la doctrina del Magisterio de la Iglesia. Es, en fin, derecho de la comunidad católica que la celebración de la santísima Eucaristía se realice para ella de tal modo que aparezca como un verdadero sacramento de unidad, excluyendo por completo todo tipo de defectos y gestos que puedan generar divisiones y facciones en la Iglesia» (RS 12).
El estudio y el debate sobre la primacía del ius divinum me parecen esenciales para impulsar la reforma de la liturgia según la Constitución conciliar entendida en el contexto de la tradición católica y acabar con el relativismo litúrgico.


5- El renacimiento de lo sagrado: un remedio inesperado
«Toda la multitud procuraba tocarle, porque de él salía un poder que curaba a todos» (Lc 6,19). Lo sagrado es la percepción del poder divino actuando en el mundo. Las señales llegan desde abajo: la petición de muchos fieles, de recibir la Sagrada Comunión en la lengua, en la misa en N.O., de aumentar la Adoración Eucarística, de volver a poner agua bendita en la iglesia. Especialmente, de celebrar la misa en el V.O. o en la forma extraordinaria; numerosas encuestas en Europa, América, África y Asia confirman que la misa tradicional se está extendiendo (al menos en 11 países según una encuesta de hace unos años) y que un tercio de los católicos del mundo viviría con gusto su fe católica de esta forma; esto sucede, a pesar de las dificultades que ponen los obispos y el clero a su celebración. Los católicos que resisten y tienen capacidad para continuar se ven reducidos a un «pequeño rebaño», que será el catolicismo del futuro: un fenómeno que, en las ciudades, debido a la densidad de población, es más visible que en las provincias. Todos estos signos son también remedios, son síntomas de la irreprimibilidad de los sentimientos del temor de Dios y de lo sagrado. ¿Qué hay en el fondo?
Hay que señalar que en la nueva liturgia, a veces parece como si Dios no estuviera en ella: la reverencia y lo sagrado, en una palabra la adoración, han desaparecido, porque uno ya no es consciente de estar en la presencia divina. No se glorifica principalmente a Dios, por lo que el hombre no se santifica y el mundo no se «consagra». Basilio recuerda: «Todo lo que tiene un carácter sagrado procede de aquel -el Espíritu- que lo deriva». Aquí, la reforma debe comenzar con el renacimiento de lo sagrado en los corazones y, paralelamente, el temor de Dios: ese sentido de gran respeto por su infinita majestad que impregna las Sagradas Escrituras: Desde Abraham que, consciente de su omnipotencia y omnipresencia, se postró con el rostro en tierra (Gn 17,3-17), hasta Moisés ante la zarza ardiente (Ex 3,6) y Elías (cf. 1 Re 19,13): se cubrieron el rostro al percibir la presencia del Señor, impregnados de santo temor, porque «El temor de Dios es escuela de sabiduría» (Pr 15,33). Este temor no faltó en el Nuevo Testamento: María se regocija: «de generación en generación su misericordia se extiende sobre los que le temen»(Lc 1,49), reconociendo la grandeza de Aquel que por amor se inclinó sobre la criatura; Pedro, Santiago y Juan, ante la Transfiguración «cayeron con el rostro en tierra y fueron presa de un gran temor»(Mt 17,6); Pedro cayó de rodillas a los pies de Jesús en el lago de Tiberíades, pidiéndole que se apartara de sí pecador(cf. Lc 5,8); no fue aplastado sino partícipe de la belleza y el poder divinos. Ante la inmensidad de Dios, la alegría de estar cerca de Él debe traducirse en la mayor reverencia; Él es el Hijo todopoderoso de Dios que se hizo cercano a nosotros.
Por tanto, son incomprensibles las teorías de los que dicen que ante el Cristo ya resucitado hay que estar de pie, ya no de rodillas. El Catecismo dice: «El sentido de lo sagrado forma parte de la virtud de la religión» – citando a continuación un pensamiento del beato J.H. Newman: «¿El sentimiento de temor y el sentimiento de lo sagrado son o no sentimientos cristianos?[…]Nadie puede razonablemente dudarlo. Son los sentimientos que palpitarían en nuestro interior, con una fuerte intensidad, si tuviéramos la visión de la Majestad de Dios. Son los sentimientos que experimentaríamos si fuéramos conscientes de su presencia. En la medida en que creamos que Dios
está presente, debemos sentirlos. Si no los percibimos, es porque no percibimos, no creemos que esté presente’. Tales sentimientos y actitudes consecuentes son urgentemente necesarios para que la liturgia romana hable de Dios al hombre contemporáneo.
Es necesario restablecer el principio de que la liturgia, con la música y el arte vinculados a ella, es sagrada: en primer lugar, porque en ella está presente la Majestad divina que tiene jurisdicción exclusiva sobre ella. Por lo tanto, la liturgia, en su parte inmutable, es de derecho divino, como se ha mencionado anteriormente.
Los primeros padres aprendieron en la escuela de los apóstoles las normas y cánones para adentrarse en el misterio cristiano, recogidos más tarde en enseñanzas, didácticos, constituciones; debían proclamar el misterio revelado en Jesús y contrarrestar las concepciones mistéricas, alegóricas y esotéricas de los paganos. Las normas remiten a la apostolicidad de la liturgia, pero es sobre todo su santidad la que las exige: el misterio de Dios reclama la máxima reverencia. Acérquese a Dios, Jesús, ¡que es el Dios cercano a nosotros!
En segundo lugar, la liturgia es sagrada porque tiene una conexión esencial con la vida moral, el ethos. Todos somos sensibles a la justicia hacia nuestro prójimo, pero la justicia hacia Dios tiene prioridad. En las causas de canonización de santos, la verificación del ejercicio de este aspecto es prioritaria.
En tercer lugar, es sagrada, porque quienes participan en la liturgia son el pueblo elegido de Dios, la Iglesia. Si el ius y el ethos la convierten en una obra del pueblo, como pueblo perteneciente a Dios, la convierte ante todo en una obra de Dios, opus Dei. Por tanto, la liturgia es el conjunto de actos de culto público, es decir, la misa, los sacramentos y el oficio divino, que se ejercen en la Iglesia en beneficio de los fieles, según normas establecidas y por medio de ministros legítimos.
La liturgia es sagrada porque no es un acontecimiento transitorio para entretener al pueblo -como intenta hacer creer la secularización, que ha penetrado incluso entre los eclesiásticos-, sino que es la permanencia de la Presencia divina en medio de su pueblo, como atestiguan las normas de la ley divina y del derecho litúrgico. De ahí debe partir la reforma de la reforma: «de la presencia de lo sagrado en los corazones, de la realidad de la liturgia y de su misterio. Un misterio que necesita espacio interior y exterior. Joseph Ratzinger escribió: «Creo que esto es lo primero: vencer la tentación de una forma despótica de hacer las cosas, que concibe la liturgia como un objeto propiedad del hombre, y volver a despertar el sentido interior de lo sagrado. El segundo paso consistirá en evaluar dónde se han hecho recortes demasiado drásticos, para restablecer las conexiones con la historia pasada de forma clara y orgánica. Yo mismo he hablado en este sentido de una «reforma de la reforma». Pero, en mi opinión, todo esto debe ir precedido de un proceso educativo que frene la tendencia a «mortificar la liturgia con invenciones personales».
Ideó un remedio para sustituir la orientación perdida del sacerdote y los fieles ad Deum: colocar la cruz delante del celebrante en el altar hacia el pueblo. Al principio de la Reforma no se trataba de colocar la cruz sobre el altar o en alto, para que la mirada del sacerdote, por un lado, y la de los fieles, por otro, pudieran detenerse en ella. Luego, poco a poco, se teorizó que podía desplazarse a un lado; finalmente acabó detrás del sacerdote -a menudo junto con el tabernáculo- y ya no es objeto de atención; esto sucede mientras el pro-orientalismo multiplica los iconos a los lados del altar con la esperanza de que sean más venerados. Significa que sigue siendo necesario ayudar a los
fieles a detenerse en la imagen.
La celebración actual, al situar al celebrante en el centro, se ha convertido en una liturgia versus presbyterum, ¡ya no versus Deum! El sacerdote se ha vuelto más importante que la cruz, el altar y el tabernáculo. Aprendamos de la liturgia oriental y de la misa tradicional, en la que la silla del obispo y el asiento del celebrante se sitúan a un lado del altar, de modo que no esté de espaldas y pueda mirar al mismo altar y a la misma cruz, juntos el gran signo de Cristo, y al mismo tiempo estar a la cabeza de la asamblea de los fieles. De los dos, ¿cuál es más clerical? Sin hacer grandes cambios estructurales, esto puede llevarse a cabo, en particular la cruz debe volver al centro del altar o
encima de él. Sólo Cristo puede estar en el centro de las miradas de todos (cf. Lc 4,21). ¡Si es que las señales valen algo! El renacimiento de lo sagrado está teniendo lugar, es un remedio de lo Alto, y es el principio básico para la reforma de la Iglesia y la liturgia.


6.Conclusión
El escollo a superar sigue siendo el desacuerdo sobre la naturaleza de la liturgia. «La crisis de la liturgia, y por tanto de la Iglesia, en la que seguimos encontrándonos», dice Ratzinger, «se debe sólo en parte a la diferencia entre los libros litúrgicos antiguos y los nuevos. Cada vez está más claro que en el trasfondo de todas las controversias existe un profundo desacuerdo sobre la esencia de la celebración litúrgica, su derivación, su representatividad y su forma adecuada. Esta es la cuestión sobre la estructura fundamental de la liturgia en general; más o menos conscientemente, aquí chocan dos concepciones diferentes. Los conceptos dominantes de la nueva visión de la liturgia
pueden resumirse en las palabras clave «creatividad», «libertad», «celebración», «comunidad». Desde tal punto de vista, «rito», «obligación», «interioridad», «ordenación de la Iglesia universal» aparecen como los conceptos negativos, que describen la situación a superar de la «antigua» liturgia».
Klaus Gamber, estudioso de la liturgia romana y de las liturgias orientales, «percibió que necesitamos de nuevo un comienzo desde la interioridad, tal y como la entiende el Movimiento Litúrgico en su parte más noble». Esta interioridad es «el encuentro con el Dios vivo ante el que nuestras ocupaciones se vuelven irrelevantes, y que puede revelar a todos la verdadera riqueza del ser».
La carta Desiderio desideravi del Papa Francisco, aunque con no pocos contenidos apreciables (cf. 53, la importancia de arrodillarse; 54 y 60, la crítica al protagonismo del celebrante), fue una oportunidad perdida. Sobre todo, parece una venganza contra Benedicto XVI, a quien nunca se mencionó, a pesar de su gran labor teológica y litúrgica como teólogo y papa.
En la comprensión del Concilio Vaticano II y de la reforma litúrgica, ¿ha fracasado la «hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad del sujeto único Iglesia», que argumentó con espíritu crítico pero constructivo en sus discursos a la Curia Romana (22 de diciembre de 2005) y a los sacerdotes romanos en febrero de 2013? No, en mi humilde opinión, si no ponemos obstáculos a los remedios mencionados hasta ahora, que surgen de abajo y de Arriba: ¡apoyémoslos con devoción y caridad! San Carlos Borromeo, el gran reformador, estaba convencido de que la Iglesia tiene en su interior las energías para regenerarse.
Si algunos de los que la critican creen que la Iglesia encontrará en esta profunda crisis de fe un acicate para renovarse y purificarse, que no apoyen la «hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura», con la deslegitimación del Concilio y del Novus Ordo, abandonar las posiciones prejuiciosas y extremistas, ese radicalismo deletéreo que acaba dando la razón a quienes se oponen a dos eclesiologías, poniendo así en dificultades a tantos obispos, sacerdotes y fieles que no han cambiado de actitud desde los últimos documentos papales. Uno de los efectos, si no el más pernicioso, de negar la hermenéutica de la continuidad es que ciertas posiciones extremas y radicales acaban entonces dándose la mano idealmente. Persistamos, en cambio, en el realismo, en el pensamiento católico. Una nueva generación está en marcha: es un río subterráneo que, con la paciencia del amor (cf. 1 Cor 13) está resurgiendo, y vencerá.

NICOLA BUX

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (III)

Siguiendo con nuestro agradecimiento y homenaje al Papa Benedicto XVI, traemos a nuestros lectores en esta ocasión, con permiso de su autor, don Luis López Valpuesta, un fragmento titulado «UNA REFLEXION DEL PAPA EMÉRITO SOBRE LA INTANGIBILIDAD DE LA LITURGIA. NI VERDAD SIN CARIDAD NI CARIDAD SIN VERDAD, del libro: «Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba» «. Libro que fue presentado por su autor en la Sede social de Una Voce Sevilla el pasado mes de enero.

Nuestro querido papa emérito, Benedicto XVI, en su libro autobiográfico «Mi vida» (1997), incluyó una frase que ha dado mucho que hablar, generalmente en sectores tradicionalistas, y que a mi juicio llega al meollo de la gran crisis de la fe católica de nuestros tiempos. 

«Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende en gran parte del hundimiento de la liturgia». 

El origen de ese hundimiento, según señala en párrafos anteriores, se encuentra en la manera violenta -y no orgánica- en la que se procedió a sustituir la liturgia codificada por San Pío V en 1570.

«El hecho de que, después de un período de experimentación que a menudo había desfigurado profundamente la liturgia, se volviese a tener un texto vinculante, era algo que había que saludar como seguramente positivo. Pero yo estaba perplejo ante la prohibición del Misal antiguo, porque algo semejante no había ocurrido jamás en la historia de la liturgia. Se suscitaba por cierto la impresión de que esto era completamente normal» .

Pero no lo era, porque como bien explica Benedicto XVI, el desarrollo de la liturgia:

«Se ha tratado siempre de un proceso continuado de crecimiento y de purificación en el cual, sin embargo, nunca se destruía la continuidad».

Y al aprobar el Misal de Pablo VI, se siguió otro camino, más radical y evidentemente revolucionario: 

«se hizo aparecer la liturgia de alguna manera ya no como un proceso vital, sino como un producto de erudición de especialistas y de competencia jurídica»,

Y como consecuencia de ello, 

«nos ha producido unos daños extremadamente graves. Porque se ha desarrollado la impresión de que la liturgia se «hace», que no es algo que existe antes que nosotros, algo «dado», sino que depende de nuestras decisiones». 

La trascendencia de esa última fase podemos calibrarla desde el axioma «lex orandi, lex credendi». Alterar algo tan íntimamente vinculado con las creencias cristianas (como es la liturgia en la que se manifiesta públicamente la fe), no puede menos que afectar directamente a los contenidos en lo que se expresa esa fe del pueblo. Dicho de manera más rotunda: si podemos modificar la liturgia con tal impunidad, poco nos costará -con el mismo descaro- ir diluyendo los contenidos de la fe católica en un mundo donde palabras como «pecado», «penitencia», «expiación», «sacrificio» o «mortificación» han dejado de tener sentido. Pero como los principios fundamentales de la fe son por definición inalterables -tienen la consideración de dogmas o doctrinas seguras-, se nos conmina  hoy a que los apartemos en anaqueles polvorientos de bibliotecas universitarias; que atendamos a una visión «más pastoral y menos doctrinal», «más ecológica y menos celestial», «más horizontal y menos vertical» -«más tiempo y menos espacio» (en expresión del papa Francisco)-, aunque asumamos el riesgo de orillar lo que creyeron y vivieron los cristianos desde hace cientos de años. De este modo se juzga siempre con desconfianza a quienes pretenden salvar la fidelidad estricta a la fe recibida  y no están dispuestos a ponerla en la almoneda del consenso,  pues -según se nos advierte una encíclica reciente, Evangelii Gaudium, (94) 2013 – esa «supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria da lugar a un elitismo narcisista y autoritario». Siendo benévolos, esa frase hubiera parecido cuanto menos incomprensible a tantos papas del pasado reciente (y no reciente) que se desvivieron para que se mantuviese la pureza de una fe, siempre atacada por los modernistas de ayer y de hoy. Ellos sabían bien lo que se jugaba.

En definitiva, no cabe duda de que se pretende abiertamente que nosotros y las futuras generaciones cristianas nos libremos de esas presuntas rémoras que se asocian a rigideces que obstaculizan una vida cristiana presuntamente sana. Pero, con todo respeto, sentimos discrepar, porque, a nuestro humilde juicio, lo que verdaderamente hace enfermar a la fe cristiana es la vacilación en principios innegociables.  Como dijo el Cardenal Pie, el cristianismo es Verdad y es Caridad (no es Verdad sin Caridad, ni es Caridad sin Verdad), y por ello, como Verdad, debemos ser necesariamente intolerantes en las doctrinas seguras; ahora bien, como Caridad, debemos amar de corazón a todos los hermanos, incluso a los más errados (Caritas in veritate, como escribió Benedicto XVI).  Me resulta por ello muy doloroso que documentos eclesiásticos actuales, con insultante franqueza, pretendan disociar a los cristianos que defienden la Verdad, de la reina de todas las virtudes de un seguidor de Cristo, cual es la Caridad.  

Luis López Valpuesta

AUDIOS DEL PAPA BENEDICTO XVI PARA REZAR EL ROSARIO EN LATÍN

LAS MEJORES FRASES SOBRE EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI

Para continuar con nuestro homenaje y agradecimiento al Papa Benedicto XVI, traemos a colación el siguiente florilegio de sus citas más relevantes sobre su legado litúrgico, publicado por nuestros hermanos de Una Voce Argentina, habiendo sido recopilado en su mayoría por el admirado Prof. Peter Kwasniewski. Citas que nos hacen comprender aún más la verdadera intención –mens– que tuvo el Santo Padre al promulgar el Motu Proprio Summorum Pontificum sobre la Misa Tradicional en el año 2007.

«Con la iniciativa del Papa Benedicto XVI de liberar la Misa de siempre, el movimiento por la restauración de la misma no sería el fenómeno global que actualmente es. Si finalmente prevalece la defensa de la Tradición, como sin duda lo hará, una de las pocas grandes figuras que habrá que mencionar como elemento de su victoria ciertamente será él». (Una Voce Argentina)

Papa Benedicto XVI

Carta al Prof. Wolfgang Waldstein, 1976

«El problema del nuevo Misal radica en el abandono de un proceso histórico siempre continuo, antes y después de San Pío V, y en la creación de un libro completamente nuevo, aunque compilado con material antiguo, cuya publicación fue acompañada por una prohibición de todo lo que le precedió, lo que, además, es inédito en la historia tanto del Derecho como de la Liturgia. Puedo decir con certeza, basado en mi conocimiento de los debates conciliares y mi lectura repetida de los discursos pronunciados por los Padres del Concilio, que esto no corresponde a las intenciones del Concilio Vaticano II».“Zum motuproprio Summorum Pontificum”, en Una Voce Korrespondenz 38/3 [2008], 201–214.

La Fiesta de la Fe: Ensayo de Teología Litúrgica, 1986

«Como “fiesta”, la Liturgia va más allá del ámbito de lo que se puede hacer y manipular; nos introduce en el ámbito de la realidad viva dada, que se nos comunica. Por eso, en todos los tiempos y en todas las religiones, la ley fundamental de la Liturgia ha sido la ley del crecimiento orgánico dentro de la universalidad de la tradición común. Incluso en la gran transición del Antiguo al Nuevo Testamento, esta regla no se violó; la continuidad del desarrollo litúrgico no se interrumpió […] Ni los apóstoles ni sus sucesores “hicieron” una liturgia cristiana; creció orgánicamente como resultado de la lectura cristiana de la herencia judía, moldeando su propia forma mientras lo hacía […]

[…] En parte, es simplemente un hecho que el Concilio fue dejado de lado. Por ejemplo, el mismo había dicho que el idioma del Rito Latino debía seguir siendo el latín, aunque se podría dar un alcance adecuado a la lengua del pueblo. Hoy podríamos preguntarnos: ¿Existe ya un rito latino? Ciertamente no se nota […]

[…] De hecho, no existe tal cosa como una Liturgia Tridentina, y hasta 1965 la frase no habría significado nada para nadie. El Concilio de Trento no “hizo” una liturgia. Estrictamente hablando, tampoco existe tal cosa como el Misal de Pío V. El Misal que apareció en 1570 por orden de Pío V difería solo en pequeños detalles de la primera edición impresa del Misal Romano de unos cien años antes. Básicamente, la reforma de Pío V solo se preocupaba por eliminar ciertas adiciones de la Baja Edad Media y los diversos errores y erratas que se habían deslizado. Así, nuevamente, prescribió el Misal de la Ciudad de Roma, que había permanecido en gran parte libre de estos defectos, para toda la Iglesia […]

[…] [E]l nuevo Misal se publicó como si fuera un libro elaborado por académicos, no como una fase más en un proceso de crecimiento continuo. Tal cosa nunca antes había sucedido. Es absolutamente contrario a las leyes del desarrollo litúrgico, y ha resultado en la noción sin sentido de que Trento y Pío V habían “producido” un Misal hace cuatrocientos años. La Liturgia católica quedó así reducida al nivel de un mero producto de los tiempos modernos. Esta pérdida de perspectiva es realmente preocupante […]»La Fiesta de la Fe: Ensayo de Teología Litúrgica, 1986, pp. 86-87.

Mi Vida: Autobiografía, 1988

«[…] [E]l hecho de que se presentase [el misal posconciliar] como un edificio nuevo, contrapuesto a aquel que se había formado a lo largo de la historia, que se prohibiese este último y se hiciese aparecer la Liturgia, de alguna manera, ya no como un proceso vital, sino como un producto de erudición de especialistas y de competencia jurídica, nos ha producido daños extremadamente graves. Porque se ha desarrollado la impresión de que la liturgia se “hace”, que no es algo que existe antes que nosotros, algo “dado”, sino que depende de nuestras decisiones. Como consecuencia de ello, no se reconoce esta capacidad solo a los especialistas o a una autoridad central, sino a que, en definitiva, cada “comunidad” quiera darse una liturgia propia. Pero cuando la Liturgia es algo que cada uno hace a partir de sí mismo, entonces no nos da ya la que es su verdadera cualidad: el encuentro con el misterio, que no es un producto nuestro, sino nuestro origen y la fuente de nuestra vida […] Entonces la comunidad se está celebrando a sí misma, lo cual es una actividad completamente infructuosa […] Para la vida de la Iglesia es dramáticamente urgente una renovación de la conciencia litúrgica, una reconciliación litúrgica que vuelva a reconocer la unidad de la historia de la liturgia […] Estoy convencido de que la crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende, en gran parte, de la desintegración de la Liturgia […]»Mi Vida: Autobiografía, 1988, pp. 148–49.

Alocución a los Obispos de Chile, 1988

«Muchas exposiciones dan la impresión de que, después del Vaticano II, todo haya cambiado y lo anterior ya no puede tener validez; o, en el mejor de los casos, sólo la tendrá a la luz del Vaticano II […] La verdad es que el mismo Concilio no ha definido ningún dogma y ha querido, de modo consciente, expresarse en un rango más modesto, meramente como Concilio pastoral; sin embargo, mu­chos lo interpretan como si fuera casi el superdogma que quita importancia a todo lo demás.

Esta impresión se refuerza especialmente por hechos que ocurren en la vida corriente. Lo que antes era considerado lo más santo –la forma transmitida por la Liturgia–, de repente aparece como lo más prohibido y lo único que, con seguridad, debe rechazarse. No se tolera la crítica a las medidas del tiempo posconciliar; pero donde están en juego las antiguas normas, o las grandes verdades de la fe, o bien no se reacciona en absoluto, o bien se hace sólo de forma extremadamente atenuada.

Todo esto lleva a muchas personas a preguntarse si la Iglesia de hoy es realmente todavía la misma de ayer, o si no será que se la han cambiado por otra sin avisarlesAlocución a los Obispos de Chile, 1988.

Revue Theologisches, 1990

«El resultado [de los cambios litúrgicos] no ha sido una revigorización sino una devastación […] [E]n lugar de la Liturgia que se había venido desarrollando, se colocó una liturgia que se ha inventado. Se ha abandonado el proceso vital de crecimiento y devenir para sustituirlo por una fabricación. Ya no se quería continuar el desarrollo y la maduración orgánica de lo que ha ido creciendo a lo largo de los siglos, sino que se la reemplazó, a modo de producción técnica, por una invención, el producto banal del momento.»Comentario en Simandron—Der WachklopferGedenkschrift für Klaus Gamber (1919-1989), ed. Wilhelm Nyssen [Cologne: Luthe-Verlag, 1989], 13–15, citado en Theologisches, 20.2 (Feb. 1990), 103–4.

La Sal de la Tierra, 1997

«Soy de la opinión, sin duda, de que el Rito antiguo debería concederse mucho más generosamente a todos aquellos que lo deseen. Es imposible ver qué podría ser peligroso o inaceptable en eso. Una comunidad está poniendo en entredicho su propio ser cuando de repente declara que lo que hasta ahora era su posesión más sagrada y suprema está terminantemente prohibida y cuando hace que el anhelo por la misma parezca algo fuera de lugar. ¿Se puede seguir confiando en ella en cualquier otra cosa? ¿No volverá a proscribir mañana lo que prescribe hoy?»La Sal de la Tierra, 1997, pp. 176–77

Discurso por el 10° aniversario del motu propio “Ecclesia Dei”, 1998

«Es bueno recordar […] lo que dijo el Cardenal Newman cuando observó que la Iglesia, en toda su historia, nunca abolió o prohibió las formas litúrgicas ortodoxas, algo que sería completamente ajeno al Espíritu de la Iglesia […] Las formas ortodoxas de un rito son realidades vivas, nacidas de un diálogo de amor entre la Iglesia y su Señor. Son las expresiones de la vida de la Iglesia en las que se condensan la fe, la oración y la vida misma de las generaciones, y en las que se encarnan, de forma concreta, a la vez la acción de Dios y la respuesta del hombre […]

[…] En la medida en que todos creamos, vivamos y actuemos con estas intenciones, podremos también persuadir a los obispos de que la presencia de la antigua Liturgia no perturba ni rompe la unidad de su diócesis, sino que es un don destinado a edificar el Cuerpo de Cristo, del cual todos somos servidores.»Discurso por el 10° aniversario del motu propio “Ecclesia Dei”, 1998 | http://unavoce.org/resources/card-ratzingers-1998-address-at-anniv.

Dios y el Mundo, 2000

«Para fomentar una verdadera conciencia en asuntos litúrgicos, también es importante que se levante la proscripción contra la forma de liturgia en uso válido hasta 1970 [la Misa Tradicional]. Cualquiera que hoy abogue por la existencia continua de esta liturgia o participe en ella es tratado como un leproso; toda tolerancia termina aquí. Nunca ha habido algo así en la historia; al hacer esto estamos despreciando y proscribiendo todo el pasado de la Iglesia. ¿Cómo se puede confiar en la Iglesia si las cosas son así?»Dios y el Mundo, 2000, p. 416 de la ed. inglesa (2002).

El Espíritu de la Liturgia, 2000

«Después del Concilio Vaticano II, surgió la impresión de que el Papa realmente podía hacer cualquier cosa en asuntos litúrgicos, especialmente si actuaba por mandato de un concilio ecuménico. Eventualmente, la idea de la Liturgia como algo recibido, el hecho de que uno no puede hacer con ella lo que quiera, se desvaneció de la conciencia pública de Occidente. De hecho, el Concilio Vaticano I de ninguna manera había definido al Papa como un monarca absoluto. Al contrario, lo presenta como garante de la obediencia a la Palabra revelada. La autoridad del Papa está ligada a la Tradición de fe, y eso también se aplica a la Liturgia. No es una “invención” de la jerarquía. Incluso el Papa solo puede ser un humilde servidor de su desarrollo legítimo y de su integridad e identidad permanentes […] La autoridad del Papa no es ilimitada; está al servicio de la Sagrada Tradición.»El Espíritu de la Liturgia, 2000, pp. 165–66.

Discurso dado durante el Congreso Litúrgico en Fontgombault, 2001

«Un grupo considerable de liturgistas católicos parece haber llegado prácticamente a la conclusión de que Lutero, en vez de Trento, estaba sustancialmente en lo cierto en el debate del siglo XVI […] Es sólo en este contexto de la negación efectiva de la autoridad de Trento, que la amargura de la lucha contra permitir la celebración de la Misa según el Misal de 1962, después de la reforma litúrgica, puede ser entendida. La posibilidad de celebrar así constituye la contradicción más fuerte, y por tanto [para ellos] más intolerable, de la opinión de quienes creen que la fe en la Eucaristía formulada por Trento ha perdido su valor […]

[…] Personalmente, desde un principio, fui partidario de la libertad de seguir usando el antiguo Misal, por una razón muy sencilla: ya se empezaba a hablar de romper con la Iglesia preconciliar, y de desarrollar varios modelos de Iglesia –una Iglesia de tipo preconciliar y obsoleta, y una Iglesia de tipo nuevo y conciliar […]

[…] Para subrayar que no hay ruptura esencial, que hay continuidad en la Iglesia, que conserva su identidad, me parece indispensable seguir ofreciendo la oportunidad de celebrar según el antiguo Misal, como signo de la identidad perdurable de la Iglesia. Ésta es para mí la razón más fundamental: lo que hasta 1969 fue la Liturgia de la Iglesia, para todos nosotros lo más santo que había, no puede convertirse después de 1969 –con una decisión increíblemente positivista– en lo más inaceptable.»Discurso dado durante el Congreso Litúrgico en Fontgombault, 2001, pp. 20, 148-49.

Carta a los obispos que acompañaba el motu proprio Summorum Pontificum, 2007

«[Q]uisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal [de san Pío V] no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido. […]

[…] De este modo, he llegado a la razón positiva que me ha motivado a poner al día mediante este Motu Proprio el de 1988. Se trata de llegar a una reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse. Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo. […]

[…] En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el lugar que les corresponde.»Carta a los obispos que acompañaba el motu proprio Summorum Pontificum, 2007.

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI (II)

En esta ocasión, y continuando con el agradecimiento y homenaje al Papa Benedicto XVI, nos hacemos eco del testimonio de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la Archidiócesis de María Santísima de Astaná, publicado en la web InfoVaticana con el título El legado del pontificado del Papa Benedicto XVI. El obispo Schneider nos honró con su visita a Sevilla el 11 de diciembre de 2016, celebrando la Santa Misa tradicional en la Parroquia de Santa Cruz, la cual fue organizada por Una Voce Sevilla.

Con la muerte del Papa Benedicto XVI muchos católicos sintieron que perdían un punto de referencia claro y seguro para su fe. Uno puede tener la sensación de niños huérfanos. Podemos decir que el Papa Benedicto XVI fue un Papa, que puso en el centro de su vida personal y de la vida de la Iglesia la visión sobrenatural de la fe y de la vigencia perenne de la Sagrada Tradición de la Iglesia, que constituye la fuente y el pilar de nuestra fe junto con la Sagrada Escritura.

En este sentido el acto mayor y más benéfico de su pontificado fue el Motu Proprio Summorum Pontificum con la plena restauración de la liturgia latina tradicional en toda su expresión: Santa Misa, sacramentos y todos los demás ritos sagrados. Este acto pontificio pasará a la historia como epocal. El Papa Benedicto XVI afirma que el rito tradicional de la Santa Misa nunca fue abrogado y debe permanecer siempre en la Iglesia, porque lo que fue santo para nuestros antepasados ​​y los Santos debe serlo también para nosotros y las generaciones futuras. En una época, como fue después del Concilio Vaticano II, donde había dentro de la Iglesia un movimiento casi general de rechazo radical al milenario rito litúrgico de la Santa Misa y por tanto de ruptura con el principio de la Tradición misma, el pontificado de Benedicto XVI valió la pena por la sola razón de haber emitido el Motu Proprio Summorum Pontificum, con el que se inició la curación de la herida en el Cuerpo de la Iglesia, herida causada por la actitud de rechazo y de odio de la venerable y milenaria regla de la oración de la Iglesia.

En su testamento espiritual el Papa Benedicto XVI nos dejó entre otras la siguiente breve frase sustanciosa, que considero la más importante de todas: Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! Asistimos en nuestros días en la vida de la Iglesia a un proceso de dilución de la fe católica y de su adaptación al espíritu de los herejes, incrédulos y apóstatas por medio del engañoso y eufónico nombre de la sinodalidad y por medio del abuso de la institución canónica del sínodo. Tal situación es desmoralizadora para todo verdadero católico. Por lo tanto el legado del Papa Benedicto XVI que se expresa en las palabras: Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! y en su histórico Motu Proprio Summorum Pontificum sigue siendo una luz, un estímulo y un consuelo. Este Papa fue fuerte en la fe, verdadero amante de la belleza imperecedera y de la firmeza del rito tradicional de la Santa Misa, el dio primacía a la oración, a la mirada sobrenatural y a la eternidad. Este legado vencerá gracias a la intervención de la Divina Providencia, que nunca abandona a Su Iglesia, la enorme confusión doctrinal actual, la apostasía progresiva sobre todo entre una casta de teólogos mundanos e incrédulos, que son los nuevos escribas y una apostasía progresiva de no pocos clérigos de alto rango, que son los nuevos saduceos.

El Papa Benedicto XVI hizo resplandecer su lema episcopal Collaboratores veritatis, es decir, colaboradores de la verdad. Con este lema, él quiere decir a cada fiel católico, a cada sacerdote, a cada obispo, a cada cardenal y también al Papa Francisco: lo que realmente cuenta es la fidelidad inquebrantable a la verdad católica, a la constante y venerable tradición litúrgica de la Iglesia y al primado de Dios y de la eternidad. Que Dios acepte las oraciones y los sufrimientos espirituales, que el Papa Benedicto XVI ofreció en su vida retirada, y conceda para el futuro de la Iglesia obispos y papas plenamente católicos y plenamente apostólicos. Porque, como dijo San Pablo: “No podemos hacer nada contra la verdad, sino por la verdad” (2 Cor. 13, 8).

+ Athanasius Schneider

CALENDARIO LITÚRGICO TRADICIONAL 2023 (Digital)

Como es costumbre desde 2010, la comunidad de Una Voce Sevilla pone a disposición de forma gratuita el calendario litúrgico del rito Romano tradicional en formato pdf correspondiente al año del Señor que acaba de comenzar.

En esta ocasión, hemos querido dedicar la portada a nuestro querido Papa Benedicto XVI, recientemente fallecido -R.I.P.- y que tan importante legado litúrgico nos ha dejado.

Corresponde al Calendario Romano General, en latín, extraído del más amplio y completo que ha publicado la Federación Internacional Una Voce en su web, para que pueda ser consultado y usado por los sacerdotes y seglares que celebran o asisten, respectivamente, a la Santa Misa tradicional o rezan el Breviarium Romanum en cualquier parte del mundo, aunque nos hemos permitido indicar al pie de cada mes, junto a las antífonas de la Santísima Virgen, las variaciones correspondiente al calendario común para todas las diócesis de España.

PARA DESCARGAR PINCHAR AQUÍ: CALENDARIO LITÚRGICO TRADICIONAL UVS 2023 AD

EL LEGADO LITÚRGICO DEL PAPA BENEDICTO XVI

En agradecimiento y homenaje al Papa Benedicto XVI, traemos a colación el artículo: «El legado litúrgico de Benedicto XVI», escrito por Uwe Michael Lang y publicado en el Boletín Adoremus -traducción al español gentileza del blog Caminante Wanderer-.

«No es tarea fácil hacer justicia al legado litúrgico de Benedicto XVI, cuyo pontificado se destaca de tantas maneras, y acepté la solicitud de Adoremus con sentimientos encontrados de gratitud y temor. En primer lugar, estoy realmente agradecido por las trascendentales contribuciones de Benedicto a la vida litúrgica de la Iglesia, como erudito y teólogo, así como papa y pastor de almas. Al mismo tiempo, no puedo negar una sensación de aprensión cuando se debe considerar el impacto duradero de un Papa que tuvo que librar tantas batallas dolorosas dentro de la Iglesia y cuya renuncia a la sede petrina en 2013 parece haber cuestionado gran parte de sus logros. Habiendo tenido la gracia y el honor de conocer personalmente al difunto Joseph Ratzinger, me parece incomprensible cómo un hombre de tal dulzura, humildad y apertura para escuchar a los demás a menudo se encontró con hostilidades anticipadas desde fuera y con un obstrucciones ligeramente velada desde el interior de la iglesia católica. Y, sin embargo, estoy convencido de que sus esfuerzos para restaurar la liturgia sagrada en el corazón de la Iglesia, con coraje intelectual, profundidad espiritual y con gran costo personal, solo han comenzado a dar frutos y demostrarán su legado duradero al cristianismo.

“Dios primero”

Como señaló Joseph Ratzinger en su autobiografía, el culto de la Iglesia había dado forma a su fe y su vida desde su infancia.Aunque su carrera académica se centró en la teología dogmática y fundamental, Ratzinger consideraba que la teología de la liturgia era central en su trabajo como sacerdote y erudito. En el prefacio a Teología de la Liturgia, el undécimo volumen de sus escritos recopilados (que fue el primero en ser publicado, por su deseo expreso, en 2008), Benedicto XVI llamó la atención sobre el hecho de que el primer documento del Concilio fue la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanto Concilium. En su opinión, esta no fue solo una decisión pragmática que parecía oportuna en las circunstancias dadas; más bien reflejaba el orden correcto de la vida y la misión de la Iglesia:

“Comenzando con la liturgia nos dice: ‘Dios primero’. Cuando el enfoque en Dios no es claro, todo lo demás pierde su orientación. El dicho de la Regla de San Benedicto «Nada se debe preferir a la liturgia» (43,3) se aplica específicamente al monacato, pero como forma de ordenar las prioridades también es real para la vida de la Iglesia y de cada individuo, para cada uno a su manera”.

El Papa Benedicto luego recordó un tema que ha explorado ampliamente en sus escritos y predicación: la plenitud del significado de la «ortodoxia»: “Puede ser útil aquí recordar que en la palabra ‘ortodoxia’, la segunda mitad, ‘-doxa’, no significa ‘idea’, sino, más bien, ‘gloria’ (Herrlichkeit):  no se trata de la ‘idea’ correcta sobre Dios, sino de la manera correcta de glorificarlo, de responderle. Porque ésa es la cuestión fundamental del hombre que comienza a comprenderse a sí mismo correctamente: ¿Cómo debo encontrarme con Dios? Así pues, aprender el modo correcto de adorar —la ortodoxia— es el don por excelencia que nos da la fe”.

Aquí hay una elaboración perspicaz sobre el viejo dicho, que data del siglo V: ut legem credendi lex statuat supplicandi, “Que la ley de la oración establezca la ley de lo que hay que creer”. En otras palabras, el culto público de la Iglesia es una expresión y testimonio de su fe infalible, y debería ayudarnos a entender de una manera profunda que sea más que verbal que todas nuestras aspiraciones de bondad, de verdad, de belleza y de amor están fundamentadas y encuentran su realización en la realidad de Dios.

Cambio de juego

Como teólogo, Joseph Ratzinger se mantuvo fiel a esta intuición fundamental a lo largo de su larga y distinguida carrera. Aunque no era un liturgista por formación (un punto que a menudo señalan sus críticos), abordó cuestiones sobre el culto divino en varias publicaciones. Ratzinger estaba profundamente en deuda con los principios del Movimiento Litúrgico del siglo XX, moldeado por figuras como Romano Guardini y Joseph Pascher. Al mismo tiempo, fue su preocupación por la auténtica renovación litúrgica lo que le hizo cuestionar aspectos de la reforma postconciliar ya en sus primeros años. El análisis perceptivo de Ratzinger expuso la ambivalencia de un purismo litúrgico que oscilaba entre un renacimiento de una supuesta “edad de oro” (ya sea pre-Carolingia o pre-Nicena), y un impulso incontrolado de novedad. Lo que se quedó en el camino fue el crecimiento histórico y el desarrollo de la liturgia en la Edad Media y el Barroco, que aportó una profundidad y una madurez de las que no es fácil deshacerse. Es la liturgia católica en su historia orgánica (y a veces serpenteante) la que nutrió a muchas generaciones de cristianos, incluidos sus santos más importantes. En particular, Ratzinger fue una de las pocas pero notables voces (junto con Louis Bouyer, Josef Andreas Jungmann y Klaus Gamber) que cuestionaron la introducción generalizada de la misa “de cara al pueblo” y el consiguiente rediseño de las iglesias de todo el mundo.

Un hito en el trabajo teológico de Ratzinger sobre la liturgia fue la colección de ensayos La Fiesta de la Fe. Ensayo de teología litúrgica, publicada por primera vez en alemán en 1981 (versión española publicada en 1999 por Desclée de Brower). Entre las contribuciones significativas de este libro está el argumento de Ratzinger según el cual la Última Cena estableció el contenido dogmático de la Eucaristía, pero no su forma litúrgica, que aún no se había desarrollado. En otras palabras, la misa no es simplemente una recreación de la Última Cena, sino que la Última Cena en sí debe entenderse como la anticipación, bajo el velo de los signos sacramentales, del sacrificio de la Cruz. Esta visión llevó a Ratzinger a proponer una sólida reafirmación del carácter sacrificial de la Misa: la Eucaristía como el “banquete de los reconciliados” se integra en auto ofrecimiento de Cristo presente en el altar en forma de un rito litúrgico deudor de la Sinagoga yel Templo. En este contexto, Ratzinger reafirmó su preferencia por la celebración de la misa orientada (coram Deo) como la expresión más adecuada, visible y ritual del sacrificio eucarístico.

Como Cardenal y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005), Ratzinger continuó involucrándose con la teología de la liturgia. El amplio alcance y la pesada carga del oficio que le confió el Papa Juan Pablo II le permitió escribir solo una monografía: El Espíritu de la Liturgia, publicada en 2000. Este libro inspiró a una nueva generación de eruditos a ir más allá de la gran narrativa de la reforma postconciliar y mirar de nuevo a la plenitud de la tradición litúrgica. El libro también alentó al clero y a los fieles por igual a articular su malestar sobre el estado actual del culto católico, donde no todo está bien. En muchos sentidos, El espíritu de la liturgia es una síntesis de la obra y el pensamiento de Joseph Ratzinger sobre el tema y no abrió tantos caminos nuevos como Fiesta de la Fe. La principal contribución del libro bien puede ser su esfuerzo por profundizar y ampliar nuestra comprensión de la “participación activa”, el principio que estaba en el corazón del llamado del Concilio Vaticano II a la renovación litúrgica. La necesidad de ir más allá de la interpretación externa y superficial de este principio en las reformas pos-conciliares es ampliamente reconocida hoy en día. Ratzinger le dio a esta convicción una sólida base teológica, cuando escribió en una publicación posterior: “La liturgia deriva su grandeza de lo que es, no de lo que hacemos con ella… La liturgia no es una expresión de la conciencia de la comunidad, que en cualquier caso es difusa y cambiante. Es una revelación recibida en la fe y la oración”.

Un nuevo movimiento litúrgico

Joseph Ratzinger vivió y trabajó en un momento en el que precisamente la forma y expresión de esta revelación recibida en la fe y la oración se habían convertido en un tema muy controvertido en la Iglesia Católica. Como teólogo y cardenal, no se arredró a la hora de entrar en este controvertido terreno con valentía y claridad. Con su elección a la Sede de Pedro el 19 de abril de 2005, Benedicto XVI se encontró en posición de dar forma al futuro de la liturgia católica, una posición que sólo podía abordar con cierto recelo, porque sostenía firmemente que la auténtica renovación litúrgica no se produce simplemente mediante decretos e instrucciones.

De ahí que Benedicto XVI comenzara con cautela transmitiendo en sus homilías y discursos, y de modo especial en sus propias celebraciones litúrgicas, el orden de prioridades del Concilio Vaticano II como su propia primera preocupación: a saber, que la sagrada liturgia debe ser un reflejo de la gloria de Dios, que estamos llamados a compartir sobre todo a través de la entrega de Cristo en el altar, cuando nos sumergimos en el Misterio Pascual de su pasión, muerte y resurrección. Esta comunión sacramental no es sólo algo que nosotros (la comunidad reunida en un lugar y un momento determinados) hacemos, sino el don de una realidad mayor que Cristo confió a toda la Iglesia. Poco antes de su elección al pontificado, Ratzinger hizo un llamamiento a una renovada conciencia del rito litúrgico como “forma condensada de la tradición viva”. Esto significaba, en concreto, reconsiderar el proceso de renovación litúrgica según la hermenéutica de la reforma en continuidad en la interpretación del Concilio Vaticano II, que Benedicto XVI propuso en su trascendental discurso a la Curia Romana el 22 de diciembre de 2005.

Ya en sus Memorias de 1997, el entonces cardenal Ratzinger pidió un “nuevo movimiento litúrgico” que “llamaría a la vida a la verdadera herencia del Concilio Vaticano II”, una afirmación que más tarde volvió a tomar en El espíritu de la liturgia. Se mostró convencido de que se han tomado decisiones poco acertadas en la aplicación real de los sanos principios de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. No se ha prestado suficiente atención al artículo 23 del documento, que insiste en que “no debe haber innovaciones a menos que el bien de la Iglesia las requiera genuina y con certeza; y debe tenerse cuidado de que cualquier forma nueva que se adopte crezca de algún modo orgánicamente a partir de formas ya existentes”.

En una conferencia celebrada con motivo del 40 aniversario del Sacrosanctum Concilium en 2003, Ratzinger argumentó que había llegado el momento de una relectura, de la constitución conciliar. Con el objetivo de superar las lecturas simplistas del “consejo”, Ratzinger propuso una distinción entre dos niveles diferentes que recorren cada capítulo del documento. En primer lugar, Sacrosanctum Concilium “desarrolla principios que fundamentalmente y generalmente se refieren a la naturaleza de la liturgia y su celebración” y comandan la más alta autoridad. En segundo lugar, y sobre la base de estos principios, la constitución “da instrucciones normativas para la renovación práctica de la liturgia romana”. Para Ratzinger, estas instrucciones válidas “también son más productos de su tiempo que declaraciones de principio”. Se añade un tercer nivel con la implementación concreta de la reforma litúrgica por el Consilium, lo más importante de las cuales fue el nuevo Misal Romano implementado en 1969-1970. Si bien estas “formas de renovación litúrgica establecidas por la autoridad de la iglesia” son vinculantes, “no son la misma cosa que el Concilio”. El marco establecido por las amplias directivas de Sacrosanctum Concilium permite “diferentes implementaciones”. Ratzinger advirtió: “Quien que no cree que todo en esta reforma haya salido bien y considere que muchas cosas están sujetas a reforma o incluso que necesitan revisión no es, por lo tanto, un opositor al Coniclio». A una distancia de cuarenta años, decía, el texto de Sacrosanctum Concilium debería ser “nuevamente ‘contextualizado’, es decir, leído a la luz de su impacto en la historia reciente y de nuestra situación actual”.

“Dos formas… El mismo rito”

Como Papa, Benedicto ofreció un ejemplo clave de tal relectura, guiado por una hermenéutica de la continuidad en su motu proprio Summorum Pontificum de 2007, levantando las restricciones que pesaban sobre el uso de los libros litúrgicos preconciliadores, que llamó la Forma Extraordinaria o usus antiquior del rito romano. Esta concepción no está exenta de dificultades, porque hay una discontinuidad obvia entre las formas litúrgicas preconciliar y postconciliar. Tales diferencias son menos pronunciadas cuando, por ejemplo, el Misal actual se celebra en latín y en un altar con el sacerdote mirando hacia el este (ad orientem) en lugar de frente al pueblo, pero las diferencias aún permanecen: en las oraciones y lecturas de la Misa, en muchos elementos rituales y en la estructura del año litúrgico. En mi opinión, con su afirmación de “dos formas del mismo rito”, Benedicto describió su objetivo de un proceso lento y gradual que estaba destinado a comenzar con Summorum Pontificum y que eventualmente podría resultar en un “enriquecimiento mutuo” de las dos formas. El Papa Francisco rechazó esta visión en su motu proprio Traditionis Custodes 2021, y el estado de los libros litúrgicos preconciliadores, aunque todavía se utilizan con restricciones considerables, está lejos de ser claro. En este punto, vale la pena recordar que el mismo Misterio Pascual se expresa de maneras diferentes, pero de ninguna manera contrarias o contradictorias, en el rito romano, otros ritos occidentales y en los muchos ritos orientales, y sin embargo todos ellos tienen su lugar en la Iglesia Católica.

Al hacer un llamamiento al enriquecimiento mutuo, Benedicto XVI dio un paso valiente para superar la tendencia a “congelar” el estado actual de la reforma postconciliar de una manera que no haría justicia al desarrollo orgánico de la liturgia, y para reanudar la renovación litúrgica deseada por el Concilio en una clave diferente. En un momento en el que muchas cuestiones que en su día se consideraron zanjadas vuelven a abrirse al debate, es difícil entender por qué no deberían discutirse abiertamente los puntos fuertes y débiles de la reforma litúrgica postconciliar. La renovación litúrgica se efectúa mediante decisiones prácticas y prudenciales que no comprometen la infalibilidad de la Iglesia en materia de fe y de moral..

El proyecto de Summorum Pontificum estaba ya disponible en las reflexiones finales de Ratzinger en una conferencia litúrgica celebrada en la abadía benedictina de Fontgombault en 2001. En aquella ocasión, el Cardenal habló de una “reforma de la reforma”, para la que identificó tres áreas. En primer lugar, vio la necesidad de superar “la falsa creatividad, que no es una categoría de la liturgia”, con lo que se refería a los elementos ambiguos de los libros litúrgicos postconciliares que contribuían a la inestabilidad ritual, incluyendo, sobre todo, las opciones para adaptar los ritos a las circunstancias dadas, y los frecuentes pasajes ad libitum (“con estas o similares palabras”). El problema fundamental que Ratzinger identificó en tales indicaciones arbitrarias no es sólo de naturaleza litúrgica (interrumpiendo, por ejemplo, el flujo tan necesario para el “éxito” del ritual), sino también problemático en un contexto eclesiológico: “con esta falsa creatividad, que transforma la liturgia en un ejercicio catequético para esta congregación, se destruyen la unidad litúrgica y la eclesialidad de la Liturgia”. En segundo lugar, Ratzinger abordó la cuestión de las traducciones litúrgicas postconciliares. Este asunto ha sido ampliamente tratado, sobre todo en el mundo anglófono, y en el pontificado de Juan Pablo II se inició un auténtico proceso de renovación. En tercer lugar, Ratzinger volvió a plantear la cuestión de la Misa “cara al pueblo”. Su modesta propuesta consistía al menos en colocar una cruz claramente visible en el altar, de modo que tanto el sacerdote como el pueblo tuvieran un foco común de dirección.

Pastor amoroso

Benedicto XVI era muy consciente de que la manifiesta discontinuidad en la práctica ritual de la Iglesia ha creado una situación en la que una mera imposición de formas litúrgicas tradicionales se percibiría ampliamente como otra ruptura. Al abrir nuevas posibilidades, tenía la intención de crear condiciones favorables para un desarrollo “orgánico” del rito romano que evitaría la discontinuidad que hizo tanto daño al ritual católico en el período postconciliar. La disposición litúrgica para los ordinariatos personales para ex anglicanos, creada después de la constitución apostólica Anglicanorum Coetibus de 2009, sigue esta trayectoria. Los libros rituales bajo el título Culto divino, especialmente el misal (2015), se ajustan al patrón básico del rito romano, pero al mismo tiempo lo enriquecen con una “patrimonio” que se deriva en parte de la tradición medieval más amplia (por ejemplo, en los ritos introductorios y el ofertorio) y en parte se deriva de un estilo de oración anglicano.

Parece haber sido la idea de Benedicto XVI que el desarrollo orgánico debe ocurrir como por ósmosis, es decir, una asimilación constante y casi inconsciente de la tradición litúrgica. Un elemento importante en este proceso era ser el ejemplo del pontífice en sus propias celebraciones. Elementos rituales como la colocación de un crucifijo prominente en el centro del altar, la distribución de la Sagrada Comunión a los fieles arrodillados y directamente sobre la lengua, y el uso prolongado de la lengua latina tenían la intención de establecer un estándar para ser imitación. Benedicto estaba convencido de que la auténtica renovación litúrgica no se da por instrucciones y regulaciones. Su reticencia como legislador, —por ejemplo, no hubo una nueva editio tipica de ningún libro litúrgico durante su pontificado—, podría interpretarse como una oportunidad perdida. Sin embargo, la fragilidad de las decisiones legislativas se demostró cuando su sucesor inmediato, el Papa Francisco, canceló las disposiciones de Summorum Pontificum.

Contra todo pronóstico, el Papa Benedicto abrió perspectivas para una renovación en continuidad con la tradición litúrgica, y estos impulsos han sido absorbidos especialmente por las generaciones más jóvenes en la Iglesia en todo el mundo. Este “nuevo movimiento litúrgico” que Joseph Ratzinger deseaba tiene el potencial de reparar los hilos desgarrados del ritual católico. El mejor testimonio de su legado litúrgico será continuar su trabajo con paciencia, perseverancia, alegría y gratitud por su luminosa mente teológica y su servicio sufrido al pueblo de Dios».

¡ETERNAMENTE AGRADECIDOS!

En este doloroso día en el que ha fallecido el Papa Benedicto XVI, oremos por el alma de quien nos dio el maravilloso regalo del Motu Proprio Summorum Pontificum que dio carta de ciudadanía a la Misa Tradicional en la Iglesia, y ha fortalecido y profundizado nuestra fe católica durante todos estos años. Con él, Benedicto XVI sentó las bases fundamentales de su gran legado litúrgico. Sus hermosas palabras en Summorum Pontificum: «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande», harán eco a lo largo de los tiempos, pues con ellas ha sentado los pilares indestructibles para el resurgimiento del gran tesoro de la Iglesia Católica que es la Tradición, y, en concreto, la Misa Tradicional.

Por todo ello, desde la comunidad de fieles laicos de Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum estaremos eternamente agradecidos a nuestro querido Papa Benedicto XVI.

Requiem aeternam dona ei, Domine, et lux perpetua luceat eis. A porta ínferi. Érue, Dómine, ánimas eórum. Requiéscant in pace. Amen.

UNA VOCE SEVILLA

FALLECE EL PAPA BENEDICTO XVI, EL MAGNO. TESTAMENTO ESPIRITUAL

Requiem aeternam dona ei, Domine,

et lux perpetua luceat eis.

Requiescat in pace​. Amen

TESTAMENTO ESPIRITUAL DEL PAPA BENEDICTO XVI (AÑO 2006)

OREMUS

Oremos por el Papa Benedicto XVI que se encuentra gravemente enfermo.

«A la luz de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se vuelve aún más clara para mí. Me otorga conocimiento, y de hecho amistad, con el juez de mi vida, y así me permite pasar confiadamente por la oscura puerta de la muerte». Benedicto XVI (Carta febrero 2022)

SANTA Y FELIZ NATIVIDAD DEL SEÑOR

LA COMUNIDAD DE UNA VOCE SEVILLA Y EL GRUPO JOVEN SURSUM CORDA OS DESEA UNAS SANTAS Y FELICES PASCUAS DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

LOS SACERDOTES DIOCESANOS TRADICIONALES ESTÁN SIENDO ANIQUILADOS POR TRADITIONIS CUSTODES

Traducción publicada por el blog Caminante Wanderer de la interesante Carta nº 906 de Paix Liturgique publicada el 21 de diciembre de 2022

Paix Liturgique: Más de un año y medio después de la publicación del motu proprio Traditionis custodes, ¿puede decirnos en qué medida los tradicionalistas han sido víctimas de esta decisión inicua?

Louis Renaudin: Perdone que contradiga esas ideas preconcebidas, pero no creo que los tradicionalistas hayan sido las verdaderas víctimas de esta decisión inicua. Incluso diría que a los más «duros» no les preocupaba en absoluto.

Paix Liturgique: ¿Puede explicarlo?

Louis Renaudin: El mundo tradicionalista está formado por al menos dos grandes familias: la nebulosa de San Pío X y la que sigue llamándose «Ecclesia dei» por comodidad. Es evidente que la nebulosa de San Pío X no se vio afectada en modo alguno por el motu proprio Traditionis custodes. Dicho esto, en mi opinión la FSSPX perdió la ocasión de demostrar que le interesaba la «unión sagrada» acudiendo generosamente en ayuda de los Ecclesia Dei y de los sacerdotes diocesanos y, en particular, ofreciendo sus servicios para las confirmaciones sin ninguna condición. Observo que TC no ha cuestionado en modo alguno la generosidad que el Papa Benedicto y el Papa Francisco le había concedido a la FSSPX gratuitamente.

Paix Liturgique: ¿cuáles?

Louis Renaudin: En primer lugar, el levantamiento de las excomuniones y, más aún, la concesión del poder de confesar y casar legalmente, lo que no es poca cosa en un momento en que la Iglesia está en crisis. No es poca cosa en un momento en que nuestros obispos dan marcha atrás en estos puntos para las comunidades que dependen de su autoridad.

Paix Liturgique: Entonces, ¿fueron los sacerdotes de las antiguas comunidades «Ecclesia Dei» los que fueron atacados?

Louis Renaudin: En el fondo no lo creo, aunque pudiera haber sido una intención colateral por parte de los agitadores de San Anselmo y del grupo de amigos del Cardenal Roche, Prefecto del Dicasterio del Culto Divino, que, como ahora sabemos, están en el origen de Traditionis custodes.

Paix Liturgique: ¿Pero están realmente amenazados?

Louis Renaudin: Ciertamente, pero en cualquier caso no de forma dramática.

Paix Liturgique: ¿Por qué dice eso?

Louis Renaudin: Observando los hechos. Es cierto que un cierto número de obispos, sobre todo en Francia, han aprovechado la situación para perseguir a la FSSP en varios lugares, para cancelar misas, como en París, y para imponer restricciones en varios lugares. Pero en muchos lugares y en muchos países (Italia en particular), nada ha cambiado. A pesar de los estruendosos anuncios sobre la probable aplicación severa de las decisiones del Motu Proprio, temor legítimo de los seminarios tradicionales por la multiplicación de las visitas canónicas, nada ha sucedido hasta la fecha. Luego, menos de un año después de su publicación, el Papa concede un decreto que se aleja mucho del texto anterior.

Paix Liturgique: Pero este decreto sólo concierne a la Fraternidad de San Pedro…

Louis Renaudin: Y sólo el culto celebrado en sus propias casas… Seamos serios. En Roma, este decreto, al que se añaden diversos signos parecidos, es entendida como una “marcha atrás» de TC en relación a todas las comunidades Ecclesia Dei.

Paix Liturgique: ¿Tiene alguna prueba de ello?

Louis Renaudin: De hecho, por el momento, no se ha tomado ninguna medida contra los institutos Ecclesia Dei como tales, aun cuando en Chicago se «prohibió» el ICRSP, o en Grenoble se hizo lo mismo con la FSSP.

Paix Liturgique: Pero entonces, ¿fue sólo contra los laicos que se llevó a cabo esta operación?

Louis Renaudin: No lo creo… porque ya sabe, los laicos hacen lo que quieren. Cuando se les «prohíbe asistir a misa», pueden ir a otra parte: a San Pío X, a las capillas de la “resistencia” e incluso a otro lugar cuando sea necesario.

Paix Liturgique: Pero entonces, ¿contra quién fue promulgado este motu proprio?

Louis Renaudin: Hay que tener en cuenta varias cosas, la última de las cuales es la más importante:

1°. El modo de gobierno de la Iglesia es relativamente caótico, pero es un caos querido como método de gobierno. Se toma una decisión en una dirección, luego se contradice a medias, y así sucesivamente. Puedo decirle que los obispos franceses, algunos de los cuales acogieron al TC con indisimulada alegría, están hoy consternados cuando reciben un mensaje del cardenal Parolin, Secretario de Estado, para que «pisen el freno».

2°. Además, como decía, las mentes duras y pequeñas de San Anselmo y del Dicasterio del Culto Divino pensaron que había llegado su hora y gritaron victoria un poco más de la cuenta, lo que desagrada mucho al Papa Francisco, a quien le gusta desconcertar a sus mejores partidarios para dejar claro que es él y sólo él quien gobierna. No en vano lanzó el mensaje de que alguien había intentado manipular el documento. Pero cuidado, tampoco debemos cantar victoria en nuestro bando, porque podríamos llevarnos una decepción.

3°. Pero, fundamentalmente, los más afectados son los diocesanos, los obispos conservadores (sobre todo los de Estados Unidos), los sacerdotes diocesanos y los religiosos los que se habían aficionado cada vez más a la liturgia tradicional. El Papa no está realmente interesado en la liturgia, pero no fue difícil convencerle de que el espíritu del Concilio estaba en peligro entre los sacerdotes.

Paix Liturgique: Pero esto es ridículo. No hay muchos sacerdotes diocesanos afectados por la liturgia tradicional.

Louis Renaudin: Cometería entonces un gran error de apreciación porque si antes de Summorum Pontificum los “sacerdotes diocesanos y ordinarios» que celebraban la liturgia tradicional eran pocos, la promulgación de SP rompió en cierto modo los diques. No olvidemos que en diez años (2007/2017) el número de misas dominicales tradicionales se ha duplicado en todo el mundo, en gran parte gracias a los sacerdotes diocesanos: en las encuestas sobre la situación de la liturgia tradicional en el mundo que Paix Liturgique publicó en 2017/2018 y 2019, quedaba muy claro que el mayor número de sacerdotes que celebraban la liturgia tradicional eran diocesanos y esto no era más que el principio.

Paix Liturgique: ¿El principio de qué?

Louis Renaudin: De un «terrible» contagio litúrgico. Estoy convencido de que, al ritmo que habían ido las cosas desde 2007, y a pesar de la obstinada resistencia de los obispos, el clero diocesano se estaba volviendo irreversiblemente y en gran número a la liturgia tradicional, así como al catecismo tradicional. Este era el riesgo al que se enfrentaban los enemigos de la Paz y la Fe.

Paix Liturgique: Según usted, ¿fue contra este contagio que se publicó el MP Traditionis custodes?

Louis Renaudin: Repito que las cosas son complejas: decir que se quiere prohibir la misa tradicional a los sacerdotes diocesanos implica en los hechos que se la quiere reservar para los guetos, fuera de las diócesis, en los márgenes. El problema es que los guetos crecen, ya que los seminarios tradicionales han experimentado todos un claro crecimiento desde TC, mientras que los seminarios diocesanos siguen cayendo en picada. Sí, afirmo que los sacerdotes diocesanos, por su parte, son las verdaderas víctimas de esta decisión inicua desde hace año y medio. Hay que decirlo y no abandonarlos: ¡hay que ayudarlos con todas nuestras fuerzas!

Paix Liturgique: ¿Puede darme un ejemplo?

Louis Renaudin: Basta con releer TC, donde está claramente escrito que los sacerdotes diocesanos que deseen celebrar según el Usus antiquior deben pedir permiso a sus obispos, que a su vez deben obtener el acuerdo de Roma. Ahora bien, todas las peticiones -digo todas- que se han hecho, en cualquier caso de acuerdo con este proceso han recibido una respuesta negativa, y ello por orden superior. Esto confirma mi convicción de que el motu Proprio Traditionis custodes tenía como primer objetivo frenar el tsunami tradicionalista, que iba a conmocionar irremediablemente al clero católico en plena crisis de fe. No cabe duda de que en un principio se pretendía esterilizar el mundo tradicional si eso era posible. Pero se subestimó claramente la capacidad de resistencia de este mundo. Nada ha podido romperlo ni frenarlo durante medio siglo.

Paix Liturgique: ¿Cuál es su conclusión?

Louis Renaudin: Atacar a los sacerdotes diocesanos es intentar asestar un golpe mortal al indispensable renacimiento de la Iglesia católica. Porque, como ves, son los sacerdotes diocesanos los que, con su acción en favor del catecismo y de la liturgia, podrán trabajar a nivel universal por esta restauración. Los demás sólo son espuelas, indispensables por cierto, pero espuelas temporales. Por tanto, debemos rezar para que el cielo ayude a todos nuestros amigos sacerdotes que, en las diócesis, serán la levadura de la renovación de la Iglesia mañana y en el futuro.

TEXTO DE LA CONFERENCIA «LA MISA TRADICIONAL: EL TESORO REDESCUBIERTO» DEL VATICANISTA ALDO MARIA VALLI

Esta interesante conferencia, traducida al español y publicada por el blog Caminante Wanderer, fue pronunciada en el Encuentro Pax Liturgica el viernes 28 de octubre de 2022, al comienzo de la peregrinación internacional a Roma Populus Summorum Pontificum por el conocido periodista de la RAI y vaticanista Aldo Maria Valli, autor del blog Duc in altum.

A continuación, el texto de la conferencia:

«Quisiera hablarles de la misa antigua –aunque tal vez sería mejor llamarla la Misa de todos los Tiempos–, como un tesoro redescubierto. Una perla preciosa, un tesoro invaluable escondido durante mucho tiempo de generaciones de católicos, incluido yo mismo, pero finalmente redescubierto, por la gracia divina y el compromiso de tantos valientes creyentes.

    Creíamos, porque así nos lo dijeron, que la misa «nueva» era sólo una traducción de la «antigua», para hacerla comprensible. Descubrimos que la misa de san Pío V, la misa de todos los papas hasta Pablo VI, no necesitaba traducción alguna, porque con sus gestos, sus signos, sus textos sublimes, sus silencios, iba directo al corazón. No había necesidad de explicarla. Como la zarza ardiente, como las lenguas de fuego sobre los apóstoles en Pentecostés, es un signo claro del Misterio que nos habla. Misterio de luz y redención.

    También descubrimos que la misa «nueva», la misa de Pablo VI, tiene poco que decir, aunque lo diga en lengua vernácula. Porque no es un asunto de palabras, sino de Fe. Para muchos de nosotros fue un descubrimiento doloroso y nos preguntamos por qué nadie nunca, y durante tanto tiempo, nos habló de este tesoro escondido.

    La misa Vetus Ordo  fue llamada «forma extraordinaria» con la intención de resaltar su marginalidad. Sin embargo, la fórmula, paradójicamente, es adecuada, porque esta misa es realmente extraordinaria no solo en la forma, sino también en el fondo. En su fidelidad a la doctrina y a la liturgia, es extraordinariamente bella, rica en significado, incluso conmovedora. Mientras que la otra es tan «ordinaria» como puede ser algo de uso común, a lo que, después de todo, uno no le da demasiada importancia ni le da un gran valor.

    Este tesoro escondido, oculto a la mayoría, lo encontramos hoy confinado en iglesias casi desconocidas y a veces guardado en secreto, como si asistir a tal rito fuese peligroso, como si casi nos debiera dar vergüenza. Sin embargo, a pesar del estigma religioso y social que pesa sobre la misa de nuestros padres, de nuestros ancestros, desde hace cincuenta años, cada vez son más las personas que se acercan a ella y dicen que, una vez redescubierta, es un tesoro que no quieren dejar nunca más. Lo dicen con el asombro incrédulo de los pequeños, no con la prosopopeya de los «expertos». Y derivan de ella serenidad, alegría, un sentido de plenitud, un auténtico crecimiento de la fe: todo lo contrario –lo digo con mucho pesar– de lo que se deriva de la misa «nueva», de la que a menudo se sale triste y azorado, conturbado.

    En la misa Vetus Ordo, la Misa de todos los Tiempos, todo es sagrado, todo habla de Dios, todo se vuelve a Dios y vuelve poderosamente de Dios. Todo es extraordinario porque el sacrificio eucarístico no es ni puede ser algo ordinario. Porque se entra en una dimensión diferente, más alta, más solemne. Porque se entra en un espacio y un tiempo que no es ni puede ser un día entresemana, el espacio y el tiempo cotidianos. Porque ante el sacrificio eucarístico es espontáneo arrodillarse y dejar hablar al Misterio mismo. Queda excluido todo protagonismo humano, protagonismo que es más bien característico de la misa «nueva», destinada a celebrar al hombre, no a dar gloria a Dios.

    Quiero señalar que, habiendo nacido en 1958, crecí en la Iglesia posconciliar y durante muchos años no supe nada de la misa anterior. Recuerdo vagamente al sacerdote de cara al tabernáculo, de espaldas a los fieles, y luego, en el momento del sermón, lo recuerdo allí, en lo alto del elevado púlpito (que ya no se usa). Pero estos son, en verdad, recuerdos muy vagos, porque yo era un niño de pocos años.

    Sin embargo, el Señor fue bueno y me permitió encontrar buenos sacerdotes, como el coadjutor del oratorio al que asistía de niño. Digo esto para enfatizar que mis comentarios no están motivados por un sentido de venganza o controversia. Al contrario, agradezco al Señor por todo lo que me ha dado y por dejarme crecer en la Iglesia (en mi caso ambrosiana). Sin embargo, no tengo dificultad en decir que desde que la Divina Providencia me hizo descubrir la misa antigua, se me ha abierto un mundo maravilloso de gracia divina.

    En mi blog Duc in altum he recogido numerosos testimonios de personas que han descubierto la misa antigua después de años y años de no saber nada de ella o de haber oído hablar de ella vagamente. Por caminos misteriosos e impredecibles, la Providencia, tal como me sucedió a mí, llevó a estas personas a una iglesia, les presentó a un amigo o a un sacerdote, y he aquí el milagro del redescubrimiento. Se trata de personas de todas las edades y estratos sociales. Diferentes niveles educativos, diferentes caminos en la vida. Hay hombres y mujeres, personas que han crecido en la fe y otras que se han convertido precisamente por el descubrimiento de este tesoro escondido. Un estribillo común es: «Es como volver a casa». Porque aquí está la verdadera acogida, no la de aquellos que hacen de la acogida una ideología.

    Esa expresión, «volver a casa», la usan sobre todo los conversos que me escriben para contarme sus historias. Nunca he oído a un converso decir que él o ella han sido llevados a la Iglesia Católica por un buen programa pastoral diocesano o como resultado de cierto sínodo de obispos o en virtud de un discurso sobre el diálogo o la colegialidad. Uno regresa o aterriza en la Iglesia Católica porque está buscando la Belleza y la Verdad. Porque está buscando a Dios, o quizás porque Dios te pilló por sorpresa cuando menos lo esperas. Y es precisamente en la Misa de todos los Tiempos donde estas personas se sienten verdaderamente acogidas.

    Para aquellos que argumentan que Dios se puede encontrar en todas partes y, por lo tanto, después de todo, la liturgia no es tan importante, los conversos tienen las respuestas más efectivas. Se podrían ofrecer muchas citas de, por ejemplo, Newman o Chesterton. Pero aquí me gustaría recordar la frase de un converso menos conocido, Thomas Howard, quien escribió: «Es en el mundo físico donde nos encontramos con lo intangible». Creo que aquí el escritor estadounidense capta el significado de dos mil años de liturgia. Precisamente lo que no entienden, o no quieren entender, los promotores de novedades es que, por su descuido de la liturgia, caen fácilmente en un espiritualismo que no tiene nada de cristiano ni, en particular, de católico.

    Antes de la conversión, Howard explica: «Yo creía que la verdad cristiana debía guardarse de manera incorpórea. Era para mi corazón, no para mis ojos». Pero somos cuerpo y alma. Como dice el adagio popular italiano, anche l’occhio vuole la sua parte. Los espiritualistas, despreciando la materia y la corporeidad, no quieren un hombre más puro, más cercano a Dios porque estaría casi desencarnado: quieren inventar un «hombre interior» a su imagen y semejanza.

    Entre los muchos testimonios que he recibido sobre el descubrimiento de la Misa de todos los Tiempos hay numerosos de jóvenes. Dicen que el descubrimiento de este tesoro escondido se produjo unas veces en virtud de una llamada indistinta, otras veces por una sensación de insatisfacción e insuficiencia. Llega un día en que uno entra en una iglesia y se encuentra con la sorpresa: un ritual desconocido y aparentemente incomprensible, pero que es precisamente la respuesta que uno estaba buscando. Algo que da alivio y guía espiritual, algo que te hace crecer en la fe. Como me dijo una vez una joven, incluso aquellos que normalmente luchan por concentrarse y rezar en la misa, cuando descubren la misa antigua, quedan atrapados en lo sagrado y el tiempo cesa de existir. Sólo hay adoración, oración, acción de gracias. Y no hay ninguna necesidad de que alguien te cuente lo que está pasando.

    Incluso los detalles aparentemente externos importan. Las vestimentas litúrgicas (nada de sacerdotes ni diáconos con zapatillas deportivas), los himnos cuidadosamente elaborados tan diferentes de la música cotidiana, las mujeres con velo, los fieles de rodillas. «Me sentí feliz», me dijo esa joven. “Los himnos, aunque no entendía su significado, se elevaban con tanta gracia hacia el cielo que estaba segura de que mis oraciones subían con ellos. Y el sermón, aunque me llegó como una bofetada, me dio un gran alivio. «

    Y esto es lo que dice Anna: «Cuando asistí por primera vez a la misa Vetus Ordo, sentí como si me surgiera una nostalgia. Pero no de algo que ya había visto, porque nunca había asistido a este tipo de misa. La nostalgia que sentí vino desde muy adentro, fue como el surgimiento de algo que había estado dentro de mí todo el tiempo. El rito de la misa antigua llega más al corazón que el de la misa reformada. Me duele decirlo, pero este último se siente vacío. No digo que esté vacío, digo que me transmite ese sentimiento. Inmediatamente se lo comenté a varios amigos y los llevé a la misa antigua para que ellos también probaran. Algunos de ellos, no creyentes, quedaron muy impresionados. y me dijeron que sintieron una presencia…»

    Y Andrea: «Fue mi hijo, hasta entonces no tan religioso, quien me llamó el 8 de diciembre hace seis años y me dijo: ‘¡Papá, fui testigo de algo hermoso!’ Era la misa en el rito antiguo, la misa cantada para la fiesta de la Inmaculada Concepción. Entonces comenzamos a asistir juntos a la misa Vetus Ordo y ahora ya no voy al Novus Ordo, que se ha vuelto, especialmente después de las payasadas introducidas por la Covid, realmente indigerible».

    Y Piero: «Cuando puedo, viajo ochenta kilómetros de ida y otros tantos de regreso y asisto a la santa misa tradicional. Algo misterioso me envuelve y entro ‘en la nube’. Soy hijo de una cultura racional y no soy sentimentalista. He comenzado a estudiar las diferencias sustanciales entre el ritual de todos los tiempos, de mis antepasados, y el del llamado Novus Ordo, y ahora comprendo, en parte, por qué, cuando participo en este último, me quedo casi indiferente y muchas veces tenso. Por otro lado, no entiendo cómo puede ser que tantos sacerdotes y, peor aún, obispos, no perciban esto”.

    Un último testimonio: «¡La misa tradicional! ¡Qué regalo tan maravilloso! Las diferencias que vi entre la misa tridentina y la misa posconciliar a la que estaba (cansadamente) acostumbrado fueron, desde el principio, implacables: por un lado, la solemnidad de una celebración en la que el centro es el sacrificio eucarístico y cada gesto del alter Christus, cada palabra y cada canción son perfeccionadas por la Fe. Por otro lado, la misa moderna, en la que el centro ya no es el Sacrificio sino la aburrida homilía del ‘presidente de la asamblea’, en el que hay cantos que no elevan, sino que distraen y entretienen, un altar que ya no parece ser tal, sino que se ha convertido en una ‘mesa’, y la comunión se recibe de pie y en la mano, sin respeto ni devoción. Entonces piensas: ‘Pero ¿dónde he vivido hasta ahora? ¿De qué me he perdido? En estos tres años he visto por lo menos duplicar el número de personas que asisten a la misa tradicional, y no me sorprende. Hay también mucha gente joven, y en el presbiterio, con el sacerdote celebrante, de cuatro a siete monaguillos, y sabemos que acolitar en la misa antigua no es nada fácil”.

    Con testimonios como esos podría seguir y seguir. Todos son así, llenos de asombro y gratitud, pero también de un profundo pesar por el tiempo transcurrido antes de redescubrir el tesoro. Llama la atención que, si bien provienen de fieles ordinarios, muchas veces carentes de una preparación específica en los campos teológico, doctrinal y litúrgico, estas reflexiones están en profunda sintonía con las constataciones que, desde el principio, en 1969 –el mismo año en que la promulgación del nuevo misal– fueron hechas con autoridad por quienes denunciaron el proceso de protestantización implementado con la reforma litúrgica y dieron la voz de alarma sobre el desastre inminente.

    También informo que recibo muchas solicitudes de personas que preguntan dónde pueden recibir la comunión en la lengua y se quejan de que en sus parroquias a menudo se les niega (un patente abuso de la ley litúrgica vigente). Recuerdo una carta de una señora que, habiendo pedido al sacerdote recibir la comunión en la lengua, no sólo se la negó, sino que le dijo: «¿Qué les pasa a ustedes los tradicionalistas? ¿Por qué están tan obsesionados?» Palabras que hablan por sí solas y que explican muchas cosas, sobre todo en cuanto a la formación que reciben los sacerdotes.

    Ahora la pregunta es: ¿Por qué golpear, marginar y tratar de eliminar la Misa de todos los Tiempos si, aunque tan perseguida, sigue dando tan bellos y copiosos frutos de fe? ¿Por qué esta misa nos ha sido arrebatada autoritariamente?

    Las respuestas pueden ser muchas. Me viene a la mente, en primer lugar, lo que el diablo Escrutopo le escribe a Orugario: «Uno de nuestros grandes aliados en la actualidad es la Iglesia misma» (CS Lewis, Las cartas del diablo a su sobrino). Pero tal vez la Misa Eterna ha sido objetivo de eliminación porque, si los líderes de la iglesia simplemente hubieran colocado la misa reformada junto a ella, ciertamente esta última atraería gradualmente a menos y menos. La Misa Apostólica Eterna es tan profunda y auténticamente católica que inevitablemente expone las falsificaciones implementadas por aquellos que dicen ser católicos, pero no lo son.

    En la Misa de todos los Tiempos no hay necesidad de invitar a la actuosa participatio y no hay nada que «animar» (cuando escucho hablar de «animación» de la misa, sonrío con amargura). En la Misa de todos los Tiempos sólo hay que arrodillarse ante el mysterium tremendum. Pero para arrodillarse, para reconocerse pecadores ante Dios, es necesario ser humildes, despojándose del orgullo, del protagonismo y de la vanidad que lleva a lucirse, protagonismo que en cambio domina indiscutiblemente en el campo modernista, marcado por la pretensión de «hacer» la Iglesia.

    Por eso, una vez que has redescubierto la Misa de todos los Tiempos, la misa «nueva» te causa malestar: estás en presencia de una distorsión, de una caricatura. Sientes que no tienes nada que ver con ese sentimentalismo vacío, ese rito que a menudo parece tener lugar para dar gloria no a Dios sino, bajo la apariencia de Dios, al hombre.

    Ahora bien, puesto que el tesoro que hemos redescubierto, a pesar de todos los esfuerzos de quienes hubieran querido y aún quieren mantenerlo escondido, es patrimonio de la Iglesia, de los fieles y de toda la humanidad sedienta de verdad, de caridad y de trascendencia, debemos ser conscientes de que tenemos derecho a una restitutio in integrum. No nos cansemos de señalar la iniquidad del abuso, aunque el abuso provenga de la más alta autoridad.

    Quiero citar algunos pasajes de la carta que los cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci escribieron a Pablo VI para presentar su famoso Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae. Los dos cardenales escribieron que el Novus Ordo “se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la santa misa tal como fue formulada por la XXII sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los ‘cánones’ del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio”.

    Luego precisaron: “Las razones pastorales atribuidas para justificar una ruptura tan grave, aunque pudieran tener valor ante las razones doctrinales, no parecen suficientes. En el nuevo Ordo Missae aparecen tantas novedades y, a su vez, tantas cosas eternas se ven relegadas a un lugar inferior o distinto –si es que siguen ocupando alguno– que podría reforzarse o cambiarse en certeza la duda que por desgracia se insinúa en muchos ámbitos según el cual las verdades que siempre ha creído el pueblo cristiano podrían cambiar o silenciarse sin que esto suponga infidelidad al depósito sagrado de la doctrina, al cual está vinculado para siempre la fe católica”.

    “Las recientes reformas”, prosiguieron los dos cardenales, “han demostrado suficientemente que los nuevos cambios en la liturgia no podrán realizarse sin desembocar en un completo desconcierto de los fieles, que ya manifiestan que les resultan insoportables y que disminuyen incontestablemente su fe. En la mejor parte del clero esto se manifiesta por una crisis de conciencia torturante, de la que tenemos testimonios innumerables y diarios”.

    Por último, un énfasis que nos atañe de cerca: “Los súbditos, para cuyo bien se hace la ley, siempre tienen derecho y, más que derecho, deber –en el caso en que la ley se revele nociva– de pedir con filial confianza su abrogación al legislador. Por ese motivo suplicamos instantemente a Su Santidad que no permita, –en un momento en que la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia sufren tan crueles laceraciones y peligros cada vez mayores, que encuentran cada día un eco afligido en las palabras del Padre común–, que no se nos suprima la posibilidad de seguir recurriendo al íntegro y fecundo misal romano de san Pío V, tan alabado por Su Santidad y tan profundamente venerado y amado por el mundo católico entero”.

    ¡Recordemos que Deus non irridetur [Dios no será burlado]! La terrible advertencia de san Pablo es clara. Y también se refiere a la liturgia. A los que todavía afirman que “no se puede entender el latín”, les respondo que hay muchas ayudas y, en todo caso, la idea de que hay que ir a misa para “entender” es fruto de un racionalismo que, una vez penetrado en la Iglesia, impide ser transportado al misterio eucarístico y dar gloria al Padre.

    El autor italiano Giovannino Guareschi, célebre por su personaje Don Camilo, escribió páginas inolvidables en defensa de la misa tradicional, y lo hizo con mordaz humor contra los “renovadores”, aquellos que, como decía Ottaviani, están enfermos de “comezón de cambios”. “El latín”, escribió Guareschi, entre otras cosas, “es una lengua precisa, esencial. Será abandonada no porque sea inadecuada a las nuevas exigencias del progreso, sino porque los hombres nuevos ya no serán adecuados a ella. Cuando la era de los demagogos, de los charlatanes, comience, un idioma como el latín ya cumplirá un propósito, y cualquier patán podrá impunemente hacer un discurso público y hablar de tal manera que no sea expulsado de la plataforma. Y el secreto consistirá en que él, aprovechando una fraseología tosca, esquiva y con un ‘sonido’ agradable, podrá hablar durante una hora sin decir nada. Lo que es imposible con el latín.”

    En la misma línea, el cardenal Ottaviani explicó que el latín “por su estructura, por su intacta y genuina capacidad de síntesis, por su fijeza, es decir, por su continuidad incorrupta, por su valor expresivo, es el más adecuado para preservar el sentido genuino de cualquier doctrina”. ya que desconoce “el fenómeno de la continua transformación de las lenguas vernáculas por el paso de los siglos”. 

    Agregaría que el latín es el sello de la Tradición y universalidad de la Iglesia, mientras que con la lengua vernácula se ha abierto el camino a los abusos y particularismos de quienes consideran a la Iglesia como un organismo humano, siempre necesitado de adaptación.

    Todos aquellos que continúan tomando partido contra el antiguo ordo Missae e inventando formas cada vez más viciosas de combatirlo, deberían hacerse una simple pregunta: ¿Por qué, a pesar de todo, no ha desaparecido? ¿Por qué hay sacerdotes y fieles que se mantienen apegados a él y lo defienden enérgicamente? Y luego otra pregunta: ¿Por qué, a pesar de la reforma litúrgica, la Iglesia está perdiendo fieles y vocaciones? ¿Y por qué, por el contrario, la misa antigua, en contraste con las inmisericordes estadísticas, atrae cada vez a más personas?

    Desgraciadamente, son cuestiones que no son tomadas en consideración por quienes tienen una visión ideológica de la realidad y también de la Iglesia. 

    Estas son mis pobres reflexiones como católico posconciliar que por la gracia de Dios ha redescubierto el gran tesoro escondido. Por este regalo, Deo gratias! Y para los modernistas, nuestra oración: “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen. Si lo saben, perdónalos de todos modos. Y haz que dejen de estorbarnos”.

Traducción de Agustín  Silva Lozina