SOBRE EL CATECISMO CONTRARREVOLUCIONARIO DE MONS. SCHNEIDER (INTRODUCCIÓN)

Comenzamos este curso 2024/25, publicando en varias partes una serie de interesantes artículos que don LUIS LÓPEZ VALPUESTA, abogado y escritor, ha dedicado al libro publicado recientemente por el obispo Athanasius Schneider titulado «CREDO. COMPENDIO DE LA FE CATÓLICA», el cual recomendamos su lectura y estudio. Esta serie de artículos han visto la luz en el blog del autor:https://noliteconformari.blogspot.com/ y en el que tiene alojado en la web de Infovaticana: https://infovaticana.com/blogs/nolite-conformari/


I

Para entender bien la grandeza y, sobre todo, osadía de este Catecismo, es imprescindible con carácter preliminar conocer a fondo la persona de su autor, el obispo auxiliar de la lejana localidad de Astana, en Kazajistán.  Pero como aquí no se pretende hacer sino un humilde artículo sobre la impresión que esta obra ha dejado en el alma de quien esto escribe, me limitaré a recordar unos pocos datos de su biografía familiar. Datos que, a mi juicio, no sólo explican la solidez de la fe tradicional de este obispo, sino también nos pone sobre la pista de la razón por la que Occidente entero ha diluido dicha fe entre las miasmas del progresismo mundial. 

En la larga entrevista que concedió a Diane Montagna, recogida en el libro «Christus Vincit» (2019), Monseñor Atanasius Schneider nos narra los orígenes de su familia ruso-alemana. Fue sobre los años 1809 o1810 -casi un siglo antes de la diabólica revolución comunista de 1917-, cuando muchos alemanes emigraron a las orillas del Mar Negro. Eran russlanddeutsche, procedentes de la región de Alsacia y Lorena, territorios de permanente disputa entre Francia y Alemania hasta el final de la II guerra mundial.  Fervorosamente cristianos, trabajaban como agricultores, y dada la amplia presencia de una comunidad católica en esa región, el papa erigió en ese siglo XIX una diócesis que se denominó Tiraspol, con un obispo que era elegido entre la propia comunidad (como tradicionalmente hacían los cristianos). La irrupción del comunismo fue una catástrofe, pues la mayoría de los doscientos sacerdotes con los que contaba esa comunidad fueron asesinados o encarcelados. Monseñor Schneider recordará que su abuelo paterno -Sebastián Schneider-  fue depurado en la época de delirio de las grandes purgas estalinistas de los años 30, dejando huérfanos dos hijos, uno de siete años y que sería su padre. La tragedia también afectará a la rama materna de su familia, pues su abuelo materno murió durante un bombardeo alemán durante la Operación Barbarroja. Sin embargo la intensísima fe de las dos abuelas salvó la transmisión de la verdad católica entre sus hijos y nietos, a pesar de que los eventos que vivieron fueron especialmente duros. Los nazis ocuparon Crimea y trasladaron a los alemanes allí residentes a localidades cerca de Berlín, incluidos los abuelos de Mons. Schneider con sus hijos. Cuando el ejército rojo ocupó el este de Alemania deportó a los alemanes nacidos en Rusia, los dispersó por Siberia y Kazajistán, y otros los envió a los Montes Urales. Allí llegaron -con catorce y dieciséis años respectivamente- la madre y el padre de Monseñor, una región donde en invierno había temperaturas de cuarenta grados Celcius, lo que provocó la muerte de muchos rusos-alemanes por congelación. Pese a ese ambiente desolador, su padre le contaba que los católicos rezaban el rosario en voz alta y los luteranos se unían al rezo, e incluso invocaban juntos a Nuestra Señora. 

Sus padres se casaron en 1954, y el 07 de abril de 1961 nació Atanasio, siendo bautizado por su madre (ante la ausencia de sacerdote), con el nombre de pila de Antonius (por San Antonio de Padua). Un año después un sacerdote le bautizó por prudencia ante la duda de que no lo hubiera sido correctamente  por una seglar. En 1969 la familia se traslada a Estonia (entonces bajo las garras de la URSS), porque el padre de Atanasio deseaba estar lo más cerca de Alemania y no quería que sus hijos acabasen cooptados por el comunismo. En la casa nunca hablaban en ruso, sino en alemán. La única iglesia católica que toleraban los comunistas estaba a unos 100 km., y los domingos se levantaban muy temprano para coger el tren que les llevaría a esa localidad. En 1973 lograron emigrar a Alemania, y recuerda especialmente Monseñor Schneider la sorpresa -y el horror- de él y de su familia al escuchar a un sacerdote que en algunas iglesias germanas  -estamos en 1973- se daba la comunión en la mano. Fue acolitando en  Alemania, cuando recibió la vocación al sacerdocio. Ingresó en la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz (de origen portugués), por lo que hizo el noviciado en Portugal entre 1982-1983. En ese año fue a Roma, donde estudió en el Angelicum y posteriormente se trasladó a Brasil, donde fue consagrado sacerdote el 25 de marzo de 1990, en Anápolis, por el obispo Monseñor Pestana. Por recomendación de su superior cambió su nombre por Atanasio, significativamente el campeón de la fe nicena. Tras doctorarse en Roma, y pese a su deseo de volver a Brasil, en 2001 el obispo de Karagandá (en Kazajistán) le reclamó como director espiritual de los seminaristas, y tras autorizarlo Juan Pablo II, marchó a esa república surgida de la descomposición de aquella podredumbre económica, política y moral llamada Unión Soviética o comunismo. En el año 2006, Benedicto XVI lo nombró Obispo Auxiliar de Karagandá, y desde 2011 es obispo auxiliar de la Archidiócesis de Astana, en la misma Kazajistán. 

II

Decía al principio que la lectura de la biografía familiar de Monseñor Atanasio Schneider nos permite entender las razones de la solidez de su fe católica. El hecho de vivir su infancia hasta su comenzada adolescencia en una dictadura marxista (que tanto daño pretendió hacer a la religión cristiana) marcó su firme convicción de la naturaleza del enemigo y el modo de combatirlo. La fe católica sobrevivió porque su familia, junto con muchas otras, juzgó acertadamente la esencia del comunismo como un contra-Dios, ante el cual no cabía otra arma que aferrarse con fuerza a “la fe recibida de una vez para siempre “(Jd. 3) y perseverar hasta la muerte para que sus hijos (y los hijos de éstos) «mantuvieran las tradiciones que se han transmitido» (1 Cor. 11,2). Todos tenían conciencia que se enfrentaban no a hombres sino a un diablo con tal poder devastador que no podía ser derrotado por fuerzas humanas, sino sólo por el único que «sentado a la diestra de Dios, pondría a sus enemigos como estrado de sus pies» (Sal. 110,1), es decir, Jesucristo. La adhesión a Cristo hasta el martirio, a su Palabra eterna e inmaculada y a la Tradición doctrinal, litúrgica y hasta devocional (mostrada por ejemplo en el fervoroso rezo del rosario de su madre y sus abuelas), era la garantía de ese triunfo. Y, en efecto, la providencia de Dios regaló al mundo una colosal figura espiritual, un Vicario de Cristo -Juan Pablo II- que, a inicios de los años 90 del siglo pasado, contribuiría, sin armas de fuego pero con una espada de doble filo, con la Palabra de Dios (Hb. 4,12), al derrumbe de esa mentira global que apresaba a media Europa. El fin del comunismo como sistema político en Europa, en definitiva, fue posible por la firmeza del papa polaco, pero también merced a tantas almas -como la familia de Schneider- que combatieron el mal, perseverando con el rosario en la mano y el corazón siempre enamorado de Cristo y de la Tradición católica.  No en vano su Catecismo nos volverá a recordarnos la prohibición de Pío XII a los católicos de colaborar con el comunismo, a fin de «salvar la civilización cristiana» (II, 18, 561), y considerará como «apóstatas de la fe católica» y puestos bajo pena de excomunión, a quienes «profesen, defiendan o propaguen la doctrina materialista y anticristiana del comunismo» (II, 18, 562).

Pero la biografía de Monseñor Schneider nos permite comprender igualmente por qué la Europa occidental, antaño cristiana, ha vuelto a las andadas del paganismo, de tal modo que pareciera que el único culto que rinden hoy la mayoría de las naciones europeas -en el altar de sus leyes ideológicas-, es al diablo. En realidad, los cristianos orientales veían tan cerca al ser oscuro en ese sistema político y económico en el que se movían, que pudieron combatirlo, aferrándose las tradiciones que recibieron de sus antepasados; así hicieron tantas familias como la de Monseñor. Sin embargo, la Europa occidental -campo de batalla principal de la guerra mundial-, tras su reconstrucción y su intensísimo crecimiento durante dos décadas, fue reblandeciendo la tensión religiosa gracias a la acción de zapa del modernismo religioso. Y los huecos que se iban dejando, fueron progresivamente rellenados por el demonio con una sustancia nociva parecida a aquella con la que quiso pervertir a los países orientales: hablamos del marxismo, pero no del político o económico, sino cultural.    

El demonio no se presentó a Occidente invocando a la unión del proletariado o el odio a los ricos (Europa ya había verificado el desastre a qué llevó tal demagogia), sino que astutamente trocó ese principio que nos marcó Cristo de «La verdad os haría libres» , por el más tentador de «la libertad os hará verdaderos«. De este modo se haría añicos el pasado (el sueño húmedo del marxismo, como lo celebra su himno más famoso), sin tener que acudir a los brutales métodos usados antaño -y hoy tan desprestigiados- como el gulag o las matanzas por hambrunas. La Verdad plena -la más noble aspiración del intelecto- se sustituía por la Libertad definitiva -la más deseada meta de la voluntad-. Pero aspirar a todas las posibilidades de libertad sin reconocer los límites derivados de nuestra naturaleza y de nuestra condición moral como criaturas creadas por Dios -es decir, sin admitir la Verdad–  llevaba a entrar en el mismo terreno del non serviam, primeramente recorrido por el demonio. Esa libertad, fuera de la naturaleza de las cosas, implicaba progresar no hacia la Verdad objetiva sino hacia mentiras cosidas con retazos de verdad porque mi voluntad lo quiere, porque yo lo quiero. Las consecuencias, personales y sociales, serían atroces como lo comprobamos en nuestros días, sólo mirando la estadística de abortos o de suicidios de jóvenes. 

Ese es el entenebrecido mundo de hoy, al que Monseñor Schneider opone como un sol su Compendio, su Catecismo, y se lo enseña sin contemplaciones a los católicos que han sucumbido a los cantos de sirena del infierno y a los que están a punto de caer. Católicos «perplejos -como dice abiertamente el autor en el Prefacio de su obra- ante la extendida confusión doctrinal en la Iglesia en nuestros días».

En definitiva, lo que no logró el marxismo político en Rusia lo está consiguiendo el marxismo cultural en nuestra Europa, pues la principal arma para cohonestarlo -la tradición– es objeto de abierta persecución en la Iglesia, siendo la liturgia el principal caballo de batalla (por ejemplo, acabo de leer en Infovaticana que, mientras se sigue restringiendo la celebración de la Misa Tradicional, a fines de 2024 entrará ad experimentum el «rito amazónico»). Monseñor Schneider conoce, por haberlo vivido in situ, que las armas que desde fuera se emplean contra la religión verdadera  -como hizo el marxismo político- son inútiles si desde dentro se lucha por el «buen combate de la fe» (1 Tim. 6,12). Sin embargo, cuando los ejércitos del enemigo han entrado en el templo de Dios -como profetizó Pablo VI en 1972-, cuando el aroma de marxismo cultural se cuela a veces en documentos de la Iglesia y en las homilías de muchísimos sacerdotes, la victoria se vuelve casi imposible, pues «ningún reino dividido prevalece» (Mc. 3,24).  De ahí, la necesitad dramática de este catecismo, que sorprenderá a muchos por recuperar las viejas verdades que nunca debieron sustituirse por novedades, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II (libertad religiosa, ecumenismo, reforma litúrgica y de los sacramentos…). Pero aunque sorprenda a algunos -e incluso les produzca una soterrada indignación la lectura de determinados puntos-, muchos creemos firmemente que  ese es el camino. No hay otro. Y se llama -en mayúsculas-Tradición Católica. Este Compendio es la Tradición Viva de la Iglesia, -del Cuerpo Místico de Cristo-, el mismo, ayer, hoy y siempre (Hb. 13,8).   

Luís López Valpuesta

CARTA AL PAPA DE PERSONALIDADES DEL MUNDO ANGLOSAJÓN EN DEFENSA DE LA MISA TRADICIONAL

En una carta al Times of London, publicada el pasado julio, más de 40 firmantes, católicos y no católicos -entre ellos el creador de «Downton Abbey», Julian Fellowes, la activista de derechos humanos Bianca Jagger y la cantante de ópera Kiri Te Kanawa- lamentan «las preocupantes noticias procedentes de Roma de que la Misa tradicional va a ser desterrada de casi todas las iglesias católicas».

La carta se hace eco explícitamente de un llamamiento de artistas y escritores publicado por el Times de Londres en julio de 1971. Los firmantes de la carta anterior, entre los que se encontraban la escritora de novelas de misterio Agatha Christie, el novelista Graham Greene y el violinista Yehudi Menuhin, expresaron su alarma ante las noticias de «un plan para borrar» la Misa anterior al Concilio Vaticano II.

El llamamiento llegó hasta el Papa Pablo VI, de quien se dice que exclamó «¡Ah, Agatha Christie!» al leer la lista de firmantes. El Pontífice italiano era un lector habitual de las novelas de la escritora británica. El Papa firmó un documento que permitía a los obispos de Inglaterra y Gales conceder permiso para que se ofrecieran misas en latín tradicional en ocasiones especiales, lo que hoy se conoce como el «indulto Agatha Christie».

La nueva carta cita el argumento del llamamiento de 1971 de que la Misa Tradicional en latín pertenece a la «cultura universal», porque ha «inspirado una multitud de logros inestimables en las artes – no sólo obras místicas, sino obras de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores de todos los países y épocas.»

A continuación, una traducción al español de la carta:

Misa en Latín en riesgo

Sir, el 6 de Julio de 1971, The Times publicó un llamamiento al Papa Paulo VI en defensa de la Misa en Latín firmado por artistas y escritores católicos y no católicos, entre ellos Agatha Christie, Graham Greene y Yehudi Menuhin. Esto se conoció como la “carta de Agatha Christie”, porque supuestamente fue su nombre el que llevó al Papa a emitir un indulto o permiso para la celebración de la Misa en Latín en Inglaterra y Gales. La carta sostenía que “el rito en cuestión, en su magnífico texto en latín, también ha inspirado logros invaluables… de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores en todos los países y épocas. Por tanto, pertenece a la cultura universal”.

Recientemente ha habido preocupantes reportes desde Roma de que la Misa en Latín será desterrada de casi todas las iglesias Católicas. Esta es una perspectiva dolorosa y confusa, especialmente para el creciente número de jóvenes católicos cuya fe se ha nutrido de ella. La liturgia tradicional es una “catedral” de texto y gesto, que se desarrolló como lo hicieron esos venerables edificios durante muchos siglos. No todo el mundo aprecia su valor y eso está bien; pero destruirla parece un acto innecesario e insensible en un mundo donde la historia puede fácilmente caer en el olvido. La capacidad del antiguo rito para fomentar el silencio y la contemplación es un tesoro que no es fácil de replicar y, cuando desaparece, es imposible de reconstruir. Este llamamiento, como su predecesor, es “completamente ecuménico y apolítico”. Entre los firmantes hay Católicos y no Católicos, creyentes y no creyentes. Imploramos a la Santa Sede que reconsiderar cualquier restricción adicional de acceso a este magnífico patrimonio espiritual y cultural.

Robert Agostinelli; Lord Alton de Liverpool; Lord Bailey de Paddington; Lord Bamford; Lord Berkeley de Knighton; Sophie Bevan; Ian Bostridge; Nina Campbell; Meghan Cassidy; Sir Nicolás Coleridge; Dama Imogen Cooper; Lord Fellowes de West Stafford; Sir Rocco Forte; Lady Antonia Fraser; Martín Fuller; Lady Getty; Juan Gilhooly; Dama Jane Glover; Michael Gove; Susan Hampshire; Lord Hesketh; Tom Holland; Sir Stephen Hough; Tristram Hunt; Steven Isserlis; Bianca Jagger; Ígor Levit; Lord Lloyd-Webber; Julian Lloyd Webber; Dame Felicity Lott; Sir James MacMillan; Princesa Michael de Kent; Baronesa Monckton de Dallington Forest; Lord Moore de Etchingham; Fraser Nelson; Álex Polizzi; Mishka Rushdie Momen; Sir András Schiff; Lord Skidelsky; Lord Smith de Finsbury; Sir Paul Smith; Rory Stewart; Lord Stirrup; Dame Kiri Te Kanawa; Dame Mitsuko Uchida; Ryan Wigglesworth; AN Wilson; Adam Zamoyski

UNA VOCE SEVILLA PARTICIPARÁ EN LA IV PEREGRINACIÓN TRADICIONAL OVIEDO A COVADONGA (27 – 29 julio)

El Capítulo Ntra. Sra. de la Antigua de Una Voce Sevilla participará por cuarto año consecutivo en la Peregrinación tradicional Oviedo-Covadonga, organizada por la asociación Nuestra Señora de la Cristiandad – España durante los próximos días 27 al 29 de julio, y que en la pasada edición alcanzó el millar y medio de participantes.

Se trata de una peregrinación anual desde la Catedral de Oviedo al santuario de Nuestra Señora de Covadonga (Asturias) organizada por un grupo de fieles católicos laicos, principalmente jóvenes, devotos de la celebración de la Santa Misa según el rito Romano tradicional, a semejanza a la peregrinación internacional París-Chartres. Tiene lugar en el fin de semana más cercano a la festividad del apóstol Santiago, patrón de las Españas (25 de julio). La distancia total a recorrer a pie en los 3 días es de aproximadamente 100 km a través de idílicos paisajes asturianos.

Este año estará la Peregrinación cuenta con 26 capítulos procedentes de toda España y 8 del extranjero (Méjico, Francia, Países Bajos, Portugal, Reino Unido y Estados Unidos).

La participación en la peregrinación puede hacerse también en familia (con niños de todas las edades y un recorrido más corto) o como voluntario que presta determinados servicios antes, durante y después de la Peregrinación (Liturgia, cantos, sanitarios, transporte, montajes, cocina, avituallamiento…etc.). Para más información: Nuestra Señora de la Cristiandad | España (nscristiandad.es).

También es recomendable, si no se puede participar de las formas anteriormente citadas, asistir a la Misas tradicionales que en esos días se celebran al aire libre y en la Basílica de Covadonga a la llegada de la peregrinación.

En estos tres últimos años, ha sido muchas las personas, principalmente jóvenes, que sin pertenecer a la comunidad de Una Voce Sevilla y su Grupo Joven Sursum Corda, nos han acompañado en tan profunda vivencia espiritual y de hermandad en torno al apostolado de la Tradición Católica. Por eso, os animamos de nuevo a participar en la Peregrinación y, si lo deseas, a hacerlo en nuestro Capítulo de Ntra. Sra. de la Antigua. Para ello, debes inscribirte en la siguiente dirección web: Inscripción | Nuestra Señora de la Cristiandad (nscristiandad.es) 

Más información sobre el Capítulo de Una Voce Sevilla: asociacion@unavocesevilla.info

Recuerda que el 1º plazo de inscripción finaliza el próximo 30 de junio. Pasado este plazo y hasta el 15 de julio, el precio se incrementará un 50%.

¡Peregrina a Covadonga, la Santina te espera!

UNA VOCE SEVILLA

VÍDEOS: LA MISA TRADICIONAL EN LA PEREGRINACIÓN PARÍS – CHARTRES 2024

1º- SANTA MISA DE INICIO DE LA PEREGRINACIÓN EN LA IGLESIA DE ST. SULPICE DE PARÍS (SÁBADO 18 DE MAYO)

2º- SANTA MISA SOLEMNE DE PENTECOSTÉS DURANTE LA PEREGRINACIÓN (DOMINGO 19 DE MAYO)

3º- SANTA MISA PONTIFICAL DE CLAUSURA DE LA PEREGRINACIÓN CELEBRADA POR EL CARDENAL MÜLLER EN LA CATEDRAL DE CHARTRES (LUNES 20 DE MAYO)

ARTÍCULO: «IGLESIA DE PAGANOS». Por Joseph Ratzinger (1958)

El joven sacerdote Joseph Ratzinger, más tarde Papa Benedicto XVI, recién habilitado como profesor ordinario de teología, publicó en octubre de 1958 en la revista Hochland un interesante artículo sobre la situación y el futuro inmediato de la iglesia (http://kath.net/news/43699)

A continuación, el texto del artículo.

Los Nuevos Paganos y la Iglesia
La des-identificación del mundo (en alemán: Entweltlichung) que le toca hacer a la iglesia en la vieja Europa plantea también la pregunta de ¿qué pasa con los nuevos paganos? Por Joseph Ratzinger

Según las estadísticas de afiliación religiosa, la vieja Europa todavía es un continente casi exclusivamente cristiano. Sin embargo, probablemente no habrá otro caso donde todo el mundo sabe que las estadísticas son engañosas. Esta Europa, por nombre cristiana, se convirtió desde hace unos cuatrocientos años en la cuna de un nuevo paganismo que crece inexorablemente en el corazón de la iglesia, y que amenaza con socavarla desde dentro. El fenómeno de la iglesia de los tiempos modernos es determinado esencialmente por el hecho de que, de una manera completamente nueva, llegó a ser una iglesia de paganos, un proceso que va aumentando siempre más: no como antes, una iglesia desde los paganos que se hicieron cristianos, sino una iglesia de paganos que todavía se llaman cristianos, pero que, en realidad, se hicieron paganos. Hoy en día, el paganismo está en la misma iglesia, y justamente esto es el distintivo tanto de la iglesia de nuestros días como también del paganismo nuevo: que se trata de un paganismo en la iglesia, y de una iglesia en cuyo corazón vive el paganismo. Por lo tanto, en el caso normal, el hombre de hoy puede suponer la falta de fe de su prójimo.
Cuando nació la iglesia, se fundamentaba en la decisión espiritual del individuo de aceptar la fe, en el acto de conversión. Aunque al comienzo se esperaba que ya aquí en la tierra se edificaría de estos convertidos una comunidad de santos, una «iglesia sin mancha ni falta», por muchas luchas tenían que llegar a reconocer que también el convertido, el cristiano, sigue siendo pecador, y que incluso las faltas más graves serían posibles en la comunidad cristiana. Aunque el cristiano no era moralmente perfecto y, en este sentido, la comunidad de los santos siempre seguía siendo inacabada, sin embargo había un fundamento en común. La iglesia era una comunidad de gente convencida, de hombres que habían asumido una determinada decisión espiritual, y que, por lo tanto, se distinguían de todos los demás que se habían negado a tomar esta decisión. Ya en la edad media cambió esto en el sentido de que la iglesia y el mundo se identificaron y que, por lo tanto, el ser cristiano ya no era una decisión personal, sino un presupuesto político-cultural.

Tres niveles de des-identificación del mundo
Hoy en día queda sólo una identificación aparente de la iglesia y el mundo; sin embargo, se ha perdido la convicción de que en este hecho – en la pertenencia no intencionada a la iglesia – se esconde un favor especial divino, una salvación en el más allá. Casi nadie quiere creer que la salvación eterna depende de esta «iglesia» como un supuesto político cultural. De ahí se desprende que hoy en día se plantea muchas veces con insistencia la pregunta si no tendríamos que convertir de nuevo la iglesia en una comunidad de convencidos, para devolverle de esta manera su gran seriedad. Eso significaría una renuncia rigurosa a todas las posiciones mundanas que todavía quedan, para desmantelar una posesión aparente que resulta ser más y más peligrosa porque, en el fondo, es un obstáculo para la verdad.
A la larga, a la iglesia no le queda más remedio que tener que desmantelar poco a poco la apariencia de su identificación con el mundo, y volver a ser lo que es: una comunidad de creyentes. De hecho, estas pérdidas exteriores aumentarán su fuerza misionera: sólo cuando deja de ser un sencillo asunto sobreentendido, sólo cuando comienza a presentarse como la que es, su mensaje logrará alcanzar los oídos de los nuevos paganos que, hasta ahora, pueden complacerse en la ilusión de que no son tales.
Por supuesto, el abandono de las posiciones externas traerá también la pérdida de unas ventajas valiosas que resultan sin duda de la combinación de la iglesia con la vida pública. Se trata de un proceso que se dará con o sin el consentimiento de la iglesia y con el que, por lo tanto, tiene que sintonizar. Total, en este proceso necesario de la iglesia de des-identificarse del mundo hay que distinguir nítidamente tres niveles: el nivel sacramental, el de la proclamación de la fe, y el de la relación personal humana entre creyentes y no creyentes.
El nivel sacramental, antiguamente delimitado por la discipĺina arcana, es la esencia interior propiamente dicha de la iglesia. Hay que volver a dejar claro que los sacramentos sin fe no tienen sentido, y la iglesia, con mucho tacto y delicadeza, tendrá que renunciar a un radio de acción que, en último caso, conlleva a un auto-engaño y un engaño a la gente.
Cuanto más la iglesia pone en práctica este distanciamiento, la discreción de lo cristiano, posiblemente en dirección al pequeño rebaño, de manera tanto más realista podrá y deberá reconocer su tarea en el segundo nivel, el del anuncio de la fe. Si el sacramento es aquel punto donde la iglesia se cierra, y debe cerrarse, contra la no-iglesia, entonces la palabra es la manera de extender el gesto abierto de invitación al banquete divino.
En el nivel de las relaciones personales sería totalmente equivocado sacar de la auto-limitación que exige el nivel sacramental, la consecuencia de un aislamiento del cristiano creyente de los demás hombres que no son creyentes. Por supuesto, habrá que volver a construir entre los creyentes algo como una fraternidad de gente que se comunica que por la pertenencia común a la mesa eucarística se sientan unidos también en su vida privada y que en las necesidades puedan contar unos con otros, en fin, que sean una comunidad de familia. Pero esto no debe llevar a un aislamiento como de una secta, sino que el cristiano pueda ser un hombre alegre entre hombres, simplemente otro hombre donde no puede ser otro cristiano.
Resumiendo podemos anotar como resultado de este primer aspecto: primeramente, la iglesia sufrió un cambio estructural creciendo desde el pequeño rebaño a la iglesia mundial; en el viejo mundo se identifica desde la edad media con el mundo. Hoy en día, esta identificación sólo queda como apariencia que opaca la verdadera esencia de la iglesia y del mundo, y que, en parte, le impide a la iglesia su necesaria actividad misionera. Así que, después del cambio estructural interno, se consumará tarde o temprano un cambio externo para llegar a ser el rebaño pequeño; y eso pasará tanto si la Iglesia consiente como también si se niega a este cambio.

¿Otro camino de salvación?
Pero aparte del cambio estructural de la iglesia, descrito brevemente aquí, se percibe también un cambio de consciencia del creyente que es el resultado del hecho del paganismo dentro de la iglesia. El cristiano de hoy no puede imaginarse que el cristianismo o, más precisamente, la iglesia católica, sea la única vía de salvación. Con eso, desde dentro se hicieron cuestionables lo absoluto de la iglesia, junto con la grave seriedad de su deseo misionero y de todas sus exigencias. No podemos creer que el hombre de al lado, que es maravilloso, dado a ayudar y bondadoso, va al infierno por no ser católico practicante. Para el cristiano promedio, la idea de que todos los hombres buenos se salvarán, es tan aceptada como en tiempos anteriores lo contrario.
Un poco confundido, el creyente se pregunta: ¿por qué se les hace tan fácil a los de fuera, mientras que a nosotros se nos hace tan difícil? Llega a percibir la fe como una carga y no como una gracia. En todo caso le queda la impresión de que, en último termino, hay dos caminos de salvación: para los que se encuentran fuera de la iglesia, a través de una simple moral juzgada muy subjetiva, y el otro a través de la iglesia. No logra tener la impresión de que le haya tocado el camino más agradable; en todo caso, su fe sufre mucho por la existencia de otro camino de salvación paralelo al de la iglesia. Está claro que el impulso misionero de la iglesia sufre enormemente por esta inseguridad interior.

Traducción: VISIÓN CONTEMPLATIVA (visioncontemplativa.blogspot.com)

CAMPAÑA INTERNACIONAL POR LA PLENA LIBERTAD DE LA LITURGIA TRADICIONAL

Ser católico en 2024 no es fácil. La descristianización masiva continúa en Occidente hasta tal punto que el catolicismo parece estar desapareciendo de la escena pública. En otros lugares, el número de cristianos perseguidos por su fe sigue creciendo. Además, la Iglesia parece sumida en una crisis interna, que se refleja en una disminución de la práctica religiosa, un descenso de las vocaciones sacerdotales y religiosas, una menor práctica sacramental e incluso disensiones entre sacerdotes, obispos y cardenales impensables en el pasado. Sin embargo, entre los elementos que pueden contribuir al renacimiento interno de la Iglesia y a la reanudación de su desarrollo misionero, está en primer lugar la celebración digna y santa de su liturgia, para lo que el ejemplo y la presencia de la liturgia romana tradicional pueden ser una poderosa ayuda.

    A pesar de todos los intentos que se han hecho para acabar con ella, especialmente durante el actual pontificado, sigue viviendo, difundiéndose, santificando al pueblo cristiano que tiene acceso a ella. Produce frutos evidentes de piedad, vocaciones y conversiones. Atrae a los jóvenes, es la fuente del florecimiento de muchas obras, sobre todo en las escuelas, y va acompañada de una sólida enseñanza catequética. Nadie puede negar que es un vehículo para preservar y transmitir la doctrina católica y la práctica religiosa en medio de un debilitamiento de la fe y una hemorragia de creyentes. Entre las demás fuerzas vivas que siguen actuando en la Iglesia, la que representa el culto es particularmente relevante por la estructuración que le confiere una lex orandi continua.

    Ciertamente, se le han concedido, o más bien tolerado, algunos ámbitos de la vida eclesial, pero con demasiada frecuencia se le ha retirado con una mano lo que se le había concedido con la otra. Sin conseguir nunca hacerla desaparecer.

Desde la gran crisis inmediatamente posterior al Concilio, se ha intentado de todo en numerosas ocasiones para reavivar la práctica religiosa, aumentar el número de vocaciones sacerdotales y consagradas e intentar preservar la fe del pueblo cristiano. Se ha intentado todo, excepto permitir la «experiencia de la tradición», dar una oportunidad a la llamada liturgia tridentina. Sin embargo, el sentido común exige hoy con urgencia que se permita vivir y prosperar a todas las fuerzas vivas de la Iglesia, especialmente a aquella que goza de un derecho que se remonta a más de mil años.

    Que no haya malentendidos: este llamamiento no es una petición de nueva tolerancia, como en 1984 o 1988, ni siquiera de que se restablezca el estatuto concedido en 2007 por el motu proprio Summorum Pontificum, que en principio reconocía un derecho, pero de hecho lo reducía a un sistema de permisos concedidos con reticencia.

    Como laicos, no nos corresponde juzgar el Concilio Vaticano II, su continuidad o discontinuidad con la doctrina anterior de la Iglesia, la validez o no de las reformas que de él se derivaron, etcétera. En cambio, nos corresponde defender y transmitir los medios que la Providencia ha utilizado para que un número creciente de católicos conserve la fe, crezca en ella o la descubra. La liturgia tradicional ocupa un lugar esencial en este proceso, por su trascendencia, su belleza, su intemporalidad y su certeza doctrinal.

    Por eso simplemente pedimos, en nombre de la verdadera libertad de los hijos de Dios en la Iglesia, que se reconozca la plena y total libertad de la liturgia tradicional, con el libre uso de todos sus libros, para que, sin trabas, en el rito latino, todos los fieles puedan beneficiarse de ella y todos los clérigos puedan celebrarla.

Jean-Pierre Maugendre, Presidente de Renaissance Catholique, París

El presente llamamiento no es una petición para ser firmada, sino un mensaje para ser difundido y retomado bajo cualquier forma que parezca oportuna, y para ser presentado y explicado a los cardenales, obispos y prelados de la Iglesia universal.

Si Renaissance catholique ha tomado la iniciativa de esta campaña, es únicamente para hablar en nombre del amplio deseo que se expresa en todo el mundo católico. Esta campaña no es suya, sino de todos aquellos que participarán en ella, la retransmitirán y la amplificarán, cada uno a su manera.

[Es importante que todos difundamos, en la medida de los posible, este pedido, sobre todo entre nuestros obispos y sacerdotes. Pueden bajar el archivo PDF para hacerlo desde aquí]