Peter Kwasniewski, nacido en 1971, es una de las figuras más destacadas del catolicismo tradicional norteamericano, sumamente vigoroso y rico en vocaciones, hoy a la vanguardia del renacimiento católico. Músico de vocación, Peter Kwasniewski ha recibido además una excelente formación en filosofía (su tesis doctoral versó sobre «El éxtasis de amor en Tomás de Aquino»), […]
https://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2019/01/paix_liturgique2.jpg112499Una Voce Sevilla - Misa Tradicionalhttp://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2016/03/logo20160317.pngUna Voce Sevilla - Misa Tradicional2019-04-02 16:47:072024-05-09 20:00:07ARTÍCULO RECOMENDADO: "LA LITURGIA TRADICIONAL, NORMA DE ORACIÓN, BELLEZA Y RESPETO"
El Dr. Eric de Saventhem, primer presidente de la Federación Internacional Una Voce -en adelante FIUV-, fundada en 1966, año en que comenzó a regir el rito de la Misa reformada tras el Concilio Vaticano II, pronunció un importante discurso que ha demostrado ser una profecía de lo ha ocurrido en estas casi cinco décadas transcurridas. […]
https://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2019/03/uvf_International.png3001100Una Voce Sevilla - Misa Tradicionalhttp://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2016/03/logo20160317.pngUna Voce Sevilla - Misa Tradicional2019-03-26 18:23:402024-05-09 20:02:48ARTÍCULO RECOMENDADO: "EL PROFÉTICO DISCURSO DEL PRIMER PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL UNA VOCE"
Peter Kwasniewski, nacido en 1971, es una de las figuras más destacadas del catolicismo tradicional norteamericano, sumamente vigoroso y rico en vocaciones, hoy a la vanguardia del renacimiento católico. Músico de vocación, Peter Kwasniewski ha recibido además una excelente formación en filosofía (su tesis doctoral versó sobre «El éxtasis de amor en Tomás de Aquino»), […]
https://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2019/01/paix_liturgique2.jpg112499Una Voce Sevilla - Misa Tradicionalhttp://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2016/03/logo20160317.pngUna Voce Sevilla - Misa Tradicional2019-04-02 16:47:072024-05-09 20:00:07ARTÍCULO RECOMENDADO: "LA LITURGIA TRADICIONAL, NORMA DE ORACIÓN, BELLEZA Y RESPETO"
El Dr. Eric de Saventhem, primer presidente de la Federación Internacional Una Voce -en adelante FIUV-, fundada en 1966, año en que comenzó a regir el rito de la Misa reformada tras el Concilio Vaticano II, pronunció un importante discurso que ha demostrado ser una profecía de lo ha ocurrido en estas casi cinco décadas transcurridas. […]
https://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2019/03/uvf_International.png3001100Una Voce Sevilla - Misa Tradicionalhttp://www.unavocesevilla.com/wp-content/uploads/2016/03/logo20160317.pngUna Voce Sevilla - Misa Tradicional2019-03-26 18:23:402024-05-09 20:02:48ARTÍCULO RECOMENDADO: "EL PROFÉTICO DISCURSO DEL PRIMER PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL UNA VOCE"
Peter Kwasniewski, nacido en 1971, es una de las figuras más destacadas del catolicismo tradicional norteamericano, sumamente vigoroso y rico en vocaciones, hoy a la vanguardia del renacimiento católico. Músico de vocación, Peter Kwasniewski ha recibido además una excelente formación en filosofía (su tesis doctoral versó sobre «El éxtasis de amor en Tomás de Aquino»), y numerosos artículos suyos sobre la liturgia tradicional han sido publicados anteriormente en esta web.
En esta ocasión, traemos a nuestros queridos lectores una interesantísima entrevista realizada recientemente al profesor Kwasniewski por el blog tradicional Paix Liturgique, de la que destacamos el mensaje que envía a las jóvenes familias católicas.
Dr. Peter Kwasnieski
Paix liturgique – Muchos católicos ni siquiera quieren conocer la liturgia tradicional porque la consideran una cosa del pasado. ¿Usted piensa que es algo del pasado, o del presente o, tal vez, del futuro?
Peter Kwasniewski – Me parece que es un problema básico pensar la liturgia como algo exclusivamente del pasado, del presente o del futuro; por el contrario, los católicos siempre han estimado que la liturgia participaba del eterno presente de Dios, porque en la liturgia encontramos los misterios de Jesucristo, que es el eterno Sumo Sacerdote, que vive y actúa en la Iglesia en cada momento. De modo que la liturgia está siempre en el momento presente. Aunque es evidente que nos ha sido dada por Nuestro Señor en la Última Cena: es la ratificación de la Nueva Alianza, es su Sangre en la Cruz. Así, la liturgia se orienta siempre hacia el pasado, necesariamente hacia el pasado, pero también considera el futuro, la segunda venida de Cristo, la escatología de la Jerusalén celestial. En realidad, la liturgia es intemporal en todo tiempo. Una parte del problema de las revisiones litúrgicas postconciliares es, precisamente, que han intentado vincular la liturgia a una época particular, a saber, la época del hombre moderno y la modernidad, cualesquiera sean las características de esta modernidad. Por ello, ha habido un antagonismo entre la liturgia del pasado y la liturgia del presente, pero este antagonismo es totalmente ajeno a la manera católica de considerar la liturgia.
Paix liturgique – Usted ha escrito mucho sobre la trascendencia en la liturgia tradicional. ¿Cómo responde esta trascendencia de modo adecuado a las expectativas del hombre moderno, tan ocupado con las redes sociales y sin tiempo suficiente para experimentar el silencio?
Peter Kwasniewski – Me atrevería a utilizar esta metáfora: la liturgia tradicional es el alimento nutritivo, rico en vitaminas, que tanto falta al hombre moderno. Usted ha mencionado el activismo atareado: en la época moderna, hay una clara tendencia a la inmanencia; la gente está inmersa en sus actividades cotidianas y cautiva de esta trampa; casi prisionera del mundo contemporáneo. En cambio, la liturgia es una pasarela, una puerta hacia otro reino. Un reino que no aprisiona, sino que libera. Creo que la liturgia tradicional aporta un encuentro con una verdad eterna y realidades eternas que pueden salvar al hombre moderno de esta trampa, de esta prisión. Otra cosa que ha sido señalada por muchos es que la misma naturaleza de los seres humanos es extática, es decir, que quieren salir de sí mismos, quieren darse a una causa, entregarse por amor a otra persona. Hasta llegan a entregarse a una ideología. Pero existen muchos falsos éxtasis para el hombre moderno. Por ejemplo, las drogas, que, evidentemente, son uno de los grandes medios con los cuales las personas intentan evadirse, aunque sea un falso escape, dado que sólo se trata de una ilusión temporaria de liberación. Joseph Ratzinger ha hablado de esto en varias ocasiones. También los conciertos de rock, con todo tipo de experiencias pseudolitúrgicas, pseudomísticas. Y bien, a través de todo esto, la gente está en búsqueda de lo que la Iglesia siempre ha ofrecido, es decir, una verdadera experiencia mística, una verdadera comunicación de trascendencia, un verdadero éxtasis, y por eso es más urgente que nunca volver a ello.
Paix liturgique – Paix liturgique ha efectuado varias encuestas de opinión en el mundo que revelan que más del 30 % de los católicos que van a misa todos los domingos quisieran vivir su fe siguiendo el ritmo de la liturgia tradicional. ¿Esto lo sorprende? ¿Cree que los obispos diocesanos tendrían que asombrarse de esto?
Peter Kwasniewski – El 30 % me asombra… porque pienso que sería aún más si los católicos supieran lo que es la liturgia tradicional. Muchos todavía no la conocen, y en mis viajes y charlas tengo oportunidad de encontrarlos. Hay católicos que, hoy, se enteran de que existe otra liturgia distinta del Novus Ordo promulgado por Pablo VI. Y puedo entender por qué: Cincuenta años después de la propagación del Novus Ordo, la gran mayoría de los católicos no ha visto otra cosa. Por otro lado, los mismos obispos subestiman constantemente la cantidad de católicos atraídos por la tradición en todas sus manifestaciones. Quieren creer que se trata de una ínfima minoría de católicos que tienen una especie de fascinación estética o, tal vez, ganas de algo fuera de lo habitual o extravagante, como una suerte de excentricidad. Ahora bien, la gente ya no está en los paradigmas de los años 1960 y 70, donde pareciera que aún siguen atrapados los obispos. Algo que podría señalar sobre los viejos paradigmas es que la reforma litúrgica se basaba en un principio fundamental, esto es, que la única forma de acceder a la liturgia o de participar en la liturgia es a través de la comprensión verbal racional: es su principio fundamental. En consecuencia, si uno quiere que las personas comprendan todo lo que pasa durante la misa –se pensaba– hay que simplificarla, abreviarla, expresarla en lenguaje corriente, en voz alta, en voz alta en su totalidad. Todo esto al servicio de la comunicación de un contenido conceptual racional dirigido a las personas que están en los bancos de las iglesias. De hecho, es el principio que está en la base de las reformas. Pero los jóvenes de hoy, en el caso de que crean o busquen a Dios, no buscan inicialmente un contenido conceptual racional. Tal vez estudien teología más adelante, pero lo que buscan ahora es el sentimiento de que hay algo más vivo en el mundo que aquello que vemos, que vemos en los medios de comunicación, que hay algo más allá de nuestra experiencia cotidiana. Quieren que su visión se abra a algo, yo diría, celestial. ¿Existe realmente el paraíso? La liturgia debería ser una prueba de su existencia, y si no es así, la liturgia no es más que palabras. En cuyo caso, nos da más o menos lo mismo que se puede conseguir en cualquier parte, ya que el mundo está inundado de palabras. Es así: los obispos pertenecen a una generación que supone que la liturgia es una cuestión de comprensión conceptual racional. Es lo que significa la participación. Y allí pierden el tren, dado que ya no no estamos en ese estadio.
Santa Misa tradicional en el altar de la Catedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano con ocasión de la peregrinación internacional anual Summorum Pontificum
Paix liturgique – A lo largo de su vida, ¿ha visto personas que han cambiado su opinión sobre la misa tradicional, es decir, que han pasado de odiarla a amarla? ¿Y puede dar testimonio de los frutos espirituales o de los beneficios que los fieles reciben con la antigua Misa?
Peter Kwasniewski – Lo que he visto, en general, es que todo católico serio, serio en la doctrina, con una vida moralmente honesta, en su vida de oración se siente atraído por la liturgia tradicional. Cuando descubren que todo esto se encuentra a su disposición, los católicos de este tipo se sienten atraídos, porque, de hecho, viven de una manera que está de acuerdo con la liturgia tradicional. La liturgia tradicional es profundamente doctrinal, incluso dogmática, consagra los dogmas de la Iglesia, es ascética, exigente. Si uno trata de vivir una vida moralmente recta, encuentra un apoyo en la liturgia tradicional. Por lo tanto, creo que hay un vínculo natural entre una vida católica seria y la liturgia tradicional. Esta armonía existe, aun cuando es evidente que una vida católica seria puede existir de diferentes maneras, en otros contextos. Por otra parte, no veo hostilidad hacia la misa tradicional, salvo en personas que se dicen liberales o progresistas; es decir, que tienen una especie de separación que los torna ideológicamente opuestos a la misa antigua. Se oponen a ella –es interesante notarlo– porque tienen una visión del mundo dogmática, moral y cósmica de acuerdo con todo su paradigma progresista liberal. Ven en la misa tradicional una amenaza para el conjunto del «proyecto Vaticano II». Con relación a los frutos espirituales, suelo decir que no sabía realmente cómo rezar en misa antes de asistir a la misa antigua. Porque en mi experiencia de católico, suponía que la oración litúrgica era sólo un acto religioso, una suerte de va y viene superficial entre el sacerdote y el pueblo, un momento en que se cantaba una cantidad de canciones, en suma, algo que quedaba en la superficie, como el patinaje sobre hielo. Pero cuando a partir del momento en que he comenzado a asistir a la liturgia tradicional, ha sido como el buceo en alta mar: había que ponerse el equipo de buzo e ir al fondo del océano. Porque en esta liturgia hay una profundidad sin fin. Es lo que explica que yo mismo y muchos de mis amigos no nos cansemos nunca de ir a la misa tradicional, la buscamos siempre con ansia allí donde queremos ir a misa. Mientras que con el Novus Ordo, se siente mucho menos entusiasmo, lo que hace más fácil saltear la asistencia dominical, porque se sacan menos beneficios.
Paix liturgique – ¿En qué le parece que el sacrificio sacramental está mejor expresado en la misa tradicional?
Peter Kwasniewski – El Santo Sacrificio de la Misa es la representación sacramental del sacrificio que Nuestro Señor ha ofrecido de su Cuerpo y de su Sangre en la Cruz. No es simplemente una opinión, ni el punto de vista de una escuela, es la enseñanza dogmática de fide de la Iglesia en el Concilio de Trento. Así, la misa no es, en primer lugar, una comida, ni principalmente una conmemoración de la Resurrección. Sino que la misa nos pone en contacto con la Sangre salvadora y redentora de Cristo, que necesitamos para salvarnos. Es muy importante, entonces, que la liturgia de la misa nos confirme que ella es el misterio, el primer misterio. Santo Tomás dice que la Eucaristía es el Christus passus, Cristo que ha padecido por nuestros pecados, y que la liturgia nos entrega místicamente a Aquél con quien estamos verdaderamente en contacto bajo el velo del pan y del vino consagrados. Pero si la liturgia se parece a algo completamente distinto a esto, si se parece sobre todo a un banquete, a una comida fraterna, entonces nos induce al error, nos catequiza en un sentido equivocado sobre lo que hacemos juntos. En el rito antiguo, no sólo por la orientación hacia el este, que también puede existir, eventualmente, en la misa nueva, sino en todos los aspectos, el acento está puesto en el altar del sacrificio, y ello se da en todas las oraciones, en particular en la del ofertorio, en los gestos, en las ceremonias. Por supuesto, también es un banquete, pero un banquete sacrificial. Es ante todo un sacrificio, y luego, nosotros comulgamos con la víctima sacrificial. La prioridad en la misa es siempre ofrecer a Dios la oblación pura del Cordero. Constituye un privilegio, pues, si estamos en estado de gracia y podemos tomar parte en este festín sacrificial, en esta ofrenda sacrificial.
Paix liturgique – No ha habido nunca en la historia de la humanidad, tantas personas tan alejadas de su lugar de nacimiento, sea porque viven en otro país, sea simplemente porque están de viaje. La misa en latín, al posibilitar a todos tener «su» misa, incluso si se asiste en un país que no es el propio, ¿no respondería al objetivo pastoral? ¿Cree usted que la misa en latín ha contribuido con el verdadero objetivo de la «globalización» de las antiguas épocas ?
Peter Kwasniewski – No cabe duda, si se mira la civilización europea –hablo de Europa occidental, no de Europa oriental, que ha tenido su propia historia– de que la presencia del rito romano y de varios otros usos latinos vinculados al rito romano, y de la lengua latina eran fuerzas unificadoras importantes, que mantenían a las personas en comunicación unas con otras. Las artes y la vida intelectual se vieron así fertilizadas a través de todas estas variadas fronteras de lenguas y regiones. ¿No es curioso que en el siglo XX, en el momento en que el transporte aéreo permitía viajar con mayor facilidad que nunca, en que los automóviles eran omnipresentes, cuando se viajaba cada vez más, de repente, se haya decidido vernaculizar y marginar a todos los que no hacen parte de la comunidad local? En mi juventud, antes de descubrir la misa tradicional en latín, viajé mucho. Asistía al Novus Ordo en el idioma en que se celebraba en el lugar donde me encontraba, y comprendía apenas. Podía entender Amén, pero eso era casi todo. No se trata en primer lugar –como he dicho antes– de tener una comprensión racional, pero igual ¡es frustrante ir a una liturgia hecha para que la comprendan y que utiliza palabras que uno no puede comprender! Si hay una liturgia que debiera ser en latín, es el Novus Ordo, sin ello excluye a muchas personas. Pero la otra observación que me gustaría hacer, igualmente irónica, es que se constata que en el momento de la historia del mundo en que las personas saben leer y escribir más que nunca, y en que todo el mundo puede fácilmente acceder a lo que dicen las oraciones, es cuando se ha decidido: «Y bien, debemos poner todo en la lengua vernácula de todos los días, en lugar de utilizar esta lengua rica en teología, rica y poética, que las liturgias siempre han utilizado; ahora, hay que simplificar todo». Pero, ¿por qué? Esto me parece otro ejemplo de un juicio histórico erróneo y de confusión cultural por parte de los reformadores litúrgicos.
Paix liturgique – En general, la gente comienza por conocer la misa tradicional y después el canto gregoriano, pero en su caso, fue al revés. ¿Cree que la música sacra puede jugar un papel en la renovación litúrgica?
Peter Kwasniewski – ¡Totalmente! Tiene razón en decir que yo he adherido a la tradición litúrgica a través de la música sacra y, en particular, el canto gregoriano. Jamás había tenido contacto con el culto en latín antes de descubrir el canto gregoriano. Incluso, nunca había pensado en rezar en latín. Así, aun tomando conciencia del latín como idioma, las cosas se dieron a través del canto gregoriano. La belleza del canto me ha fascinado, ha embargado mi corazón, me ha inspirado. Al principio, no lo comprendía ni siquiera como lenguaje musical, pero sabía que había algo luminoso, divino, muy especial y muy diferente y que me fascinaba. Es como aquéllo de lo que hablaba Rudolf Otto: el mysterium tremendum et fascinans. Hay algo muy poderoso y de otro mundo en el canto. Al comienzo, era como un anzuelo que arrastra al pescado, a través del canto. Cuando descubrí la liturgia tradicional, lo que percibí rápidamente es lo siguiente: la liturgia tradicional ha crecido con el canto, el canto y el antiguo rito romano son como el cuerpo y el alma, juntos tienen una relación muy íntima. No hubo primero la liturgia y luego el canto como una vestidura extrínseca, sino que la liturgia romana y el canto han crecido juntos, codo a codo. El canto gregoriano es la liturgia romana cantada. Tiene la misma forma que la liturgia romana. En seguida percibí que el canto congenia, está en su casa, en la liturgia tradicional. El ritmo de la liturgia está perfectamente calculado, los cantos son lo suficientemente largos para cubrir las acciones. Hay un ajustamiento estrecho entre la música y la liturgia. También se ve esto con la polifonía: la gran polifonía pudo ser compuesta porque tenía su lugar en la liturgia; el ofertorio, por ejemplo, da cabida para que los grandes compositores escriban largos motetes para esta parte de la misa. El Novus Ordo es tan racionalista, verbal y breve que el canto gregoriano y la polifonía parecen incomodar. Se los experimenta siempre como una especie de interrupción y de atraso. Por ejemplo, si uno asiste a una misa según el Novus Ordo y el lector laico hace una lectura en lengua vernácula a la que todo el mundo responde: «Te alabamos, Señor», y luego una schola canta el gradual en latín, la sensación es muy extraña, no va para nada. Mientras que en la liturgia tradicional, existe un hermoso flujo natural donde todo coincide perfectamente. Por eso, pienso que retomar la belleza de la música sacra es casi lo mismo que retomar la liturgia tradicional, precisamente por estas razones. Esto no significa que no debamos utilizar el canto gregoriano y la polifonía en todas las liturgias, significa sencillamente que el canto sacro tiene una casa y un lugar naturales: la liturgia tradicional.
Paix liturgique – Para concluir, ¿podría dar un mensaje a las familias jóvenes que se preocupan de preservarse y de preservar la infancia de toda la confusión que reina en la sociedad actual?
Peter Kwasniewski – Diría que nada es más importante para las jóvenes familias católicas que encontrar una buena comunidad de fieles católicos con espíritu tradicional. E incluso hacer los sacrificios necesarios para llevar a su familia a misa en una iglesia así, con una comunidad de este tipo. Las familias que asisten a la liturgia tradicional quieren glorificar a Dios, santificar sus almas, ofrecer a sus hijos la belleza y la riqueza de la tradición católica, y encontrar también a otras personas con visiones similares que se convertirán en su red de apoyo y amistad. Sus hijos encontrarán a otros niños con quienes pueden jugar con toda seguridad, que no ven vídeos espantosos ni cosas de ese género. En el mundo moderno debemos ser muy realistas y no presumir que la mayoría de los lugares son lugares seguros. La mayoría de los lugares son peligrosos, desde un punto de vista moral. Yo agregaría que, desde un punto de vista intelectual, también el error y la depravación son la norma en la sociedad occidental moderna. Debemos, por lo tanto, hacer cuanto esté a nuestro alcance para encontrar comunidades donde la norma es la belleza, la oración y el respeto. Todo esto, lo encontramos en la liturgia tradicional.
El Dr. Eric de Saventhem, primer presidente de la Federación Internacional Una Voce -en adelante FIUV-, fundada en 1966, año en que comenzó a regir el rito de la Misa reformada tras el Concilio Vaticano II, pronunció un importante discurso que ha demostrado ser una profecía de lo ha ocurrido en estas casi cinco décadas transcurridas. Los «frutos del Concilio», ostensibles para cualquiera que mire la situación de la Iglesia con una mirada no cegada por la ideología o la candidez forzada, muestran la actualidad de esas palabras que debieran ser lectura obligada para cualquiera que quiera entender las raíces de la crisis que hoy remece la barca de Pedro. El Dr. de Saventhem enuncia cuales son los fines de la FIUV, y los puntos de acción concretos (aquí destacados en negrilla) para los capítulos de Una Voce -entre ellos la Asociación Una Voce Sevilla –fundada en 2004-, que no han perdido ni un ápice de su oportunidad y pueden ser aplicados con gran provecho por cualquier coetus fidelium –grupo de fieles estable- formado en torno a la Misa tradicional.
El discurso fue pronunciado el 13 de junio de 1970 y estaba dirigido a los miembros de la Federación Internacional Una Voce reunidos en la ciudad de Nueva York con ocasión de la primera asamblea general. El original en inglés puede ser consultado aquí seguido de un colofón de 2014 escrito por James Bogle (Una Voce Australia), entonces presidente de la Federación, que también se ha ofrece en esta versión al español. La traducción y el enlace donde se ha transcrito este artículo recomendado pertenece a la web de la Asociación Litúrgica Magnificat, capítulo chileno perteneciente a la FIUV desde 1966.
A continuación, el discurso profético del Dr. Eric de Saventhem:
***
«Como la mayoría de ustedes sabe, Una Voce ha pasado por un tiempo de prueba. La promulgación del nuevo Ordo Missae nos enfrentó a lo que se está convirtiendo rápidamente en el problema número uno del católico leal: ¿cómo combinar la sumisión filial al Santo Padre con la crítica respetuosa pero abierta de algunos de sus actos?
En asuntos tan delicados, la primera necesidad es ser precisos tanto en nuestro pensamiento como en nuestras palabras. Cuando los delegados de las catorce asociaciones federadas de Una Voce -en la actualidad presente en más de 30 países- se reunieron en Zúrich en febrero, decidieron por unanimidad que la Federación debería esforzarse por obtener la conservación de la Misa tridentina «como uno de los ritos reconocidos en la vida litúrgica de la Iglesia universal». Pero esto no equivalía a una condena del nuevo Ordo. Que sea «para» el rito tridentino de la Misa no significa que estamos «en contra» del nuevo Ordinario de la Misa en el sentido de un rechazo absoluto hacia ella. Así como no estábamos «en contra» de la lengua vernácula cuando abogábamos por «la conservación del latín litúrgico».
En la Iglesia siempre ha
existido una pluralidad de ritos reconocidos y de lenguajes litúrgicos. Pero
ese «pluralismo», para usar la palabra moderna, surgió del
«respeto a la Tradición»: así, el mismo San Pío V, cuando introdujo
el Misal romano uniforme después del Concilio de Trento, confirmó
específicamente la legitimidad de otros ritos de venerable origen y uso.
Permítanme, en este punto, recordarles que la santa unificación de los ritos de
la Misa que se logró con el Misal de San Pío V fue llevada a cabo por el Papa a
petición expresa de los obispos reunidos en el Concilio. Por lo tanto, no fue
un acto de la Curia o de desprecio romano por la individualidad legítima de la
expresión litúrgica. Los propios obispos pidieron a Roma que prescribiera un
rito uniforme para toda la Iglesia latina porque habían descubierto que, en el
plano diocesano o incluso sinodal, era imposible detener o incluso reducir la
proliferación de textos no autorizados para la celebración de los sacramentos.
Simplemente estamos
presenciando una repetición, tanto de la proliferación de textos no autorizados
como de la incapacidad episcopal para enfrentarlos. Quizá también podamos ver
una repetición de ese acto de sabiduría que, hace más de 400 años, hizo que los
obispos le pidieran al Papa que redactara y promulgara «a
perpetuidad» el ritual uniforme de la Misa que fue sancionado en 1570 y
que ha traído consigo una inmensa bendición a la Iglesia.
El pluralismo de hoy es
de otra índole: es la consigna y el grito de guerra de aquellos que quieren
dejar de lado la Tradición. Por eso, en medio de una nueva proliferación de
ritos y textos litúrgicos, asistimos a la supresión práctica
del único rito que de manera perfecta consagra el tesoro más sublime
de la Iglesia, el santo misterio de la Misa.
Hasta ahora, la supresión
se logra solo de facto y no de iure. De hecho, sería impensable
que el viejo Ordo Missae haya sido prohibido oficialmente. Para
justificar esto, uno tendría que argumentar que de alguna manera ese rito fue
«incorrecto» o «malo», ya sea doctrinal o pastoralmente.
Demostrar cualquiera de esos calificativos sería equivalente a negar que la
Iglesia es guiada por el Espíritu Santo. Por lo tanto, es inadmisible incluso
sugerir que el viejo Ordo podría ser abrogado.
Pero la supresión de
facto es, sin embargo, lo suficientemente real, y debemos luchar contra
ella con todos los medios a nuestra disposición. Un argumento es, por supuesto,
el mismo «pluralismo» que los reformadores invocan constantemente: a
menos que abarque la existencia continua del antiguo rito, uno al lado del
otro, el «pluralismo» en la liturgia se expone inmediatamente como
pura hipocresía, un leve velo tanto del desprecio por la Tradición como del
arrogante sesgo anti-romano de las jerarquías nacionales y sus comisiones litúrgicas.
Valga recordar que las tres nuevas plegarias eucarísticas, o cánones,
se introdujeron, no en lugar de, sino además, del antiguo canon romano, el que
fue expresamente confirmado e incluso se le otorgó un lugar de honor (en el
papel) para las Misas celebradas los domingos. Por lo tanto, es perfectamente
legítimo y razonable pedir que el nuevo Ordo Missae se ofrezca, de la
misma manera, como una forma adicional y alternativa de celebrar la Misa, y no
como un reemplazo absoluto del antiguo rito de San Pío V.
7 de marzo de 1965: Pablo VI celebra la primera Misa en italiano (Foto: Combonianum)
En cuanto al nuevo Ordo, como todos ustedes saben, se ha convertido en objeto de críticas fuertes, generalizadas y extremadamente convincentes. Esto se aplica al orden y las oraciones de la Misa en sí, y a la llamada Institutio generalis u «Ordenación general del Misal romano». La crítica se refiere a los textos latinos oficiales y, en muchos países aún más fuertemente, a sus traducciones vernáculas. Se ha hecho evidente que los textos reflejan algunas de las nuevas tendencias teológicas que inspiraron el notorio «Catecismo holandés» y que Roma misma ha condenado. Esto ocurre incluso cuando estas tendencias no se reflejaban en las palabras utilizadas en el nuevo Ordo o en la Institutio generalis, sino que se hayan inequívocamente en el contexto y, más particularmente, en los efectos psicológicos a los que apunta claramente el nuevo rito. Por estas razones, Una Voce, al igual que muchos otros, se ha sentido con el derecho, y no obligada, a criticar al nuevo Ordo, de la misma manera que hemos criticado antes otros aspectos de la reforma post-conciliar.
¿Está mal esta crítica?
¿Es impropia porque proviene de aquellos que se consideran a sí mismos como
católicos leales y como hijos fieles del Santo Padre? Después de todo, el nuevo
Missale Romanum fue promulgado por el pontífice reinante, por lo que se
debe estar seguro de que él considera que no sólo está libre de errores, sino
que también de tendencias y ambigüedades potencialmente peligrosas, y que
estima su introducción como algo necesario para el mayor bien de la Iglesia.
Veamos este problema por un momento. Veamos qué sucedió con los documentos
recientes más importantes de la guía papal para la Iglesia en asuntos de fe,
moral y liturgia.
Recuerdése Mediator
Dei, con sus imperiosas exhortaciones contra las aberraciones litúrgicas
que se han convertido en práctica cotidiana. Recuerdése la Veterum
Sapientia de Juan XXIII, con sus graves advertencias para salvaguardar
el uso del latín, particularmente en la liturgia y los seminarios.
Recuérdese Mysterium Fidei, con su clara condena de algunas nuevas
interpretaciones sobre el misterio de la transubstanciación. Recuérdese la
Constitución Sacrosanctum Concilium promulgada por el papa Pablo VI, con
su decisiva orientación sobre la conservación del latín como idioma principal
de la liturgia y su permiso cuidadosamente circunscrito para el uso de la
lengua vernácula en ciertas partes de la Misa. Recuérdese el «Credo del
Pueblo de Dios», con su reafirmación de todas las verdades esenciales del
catolicismo y con su advertencia implícita contra cualquier doctrina que
empobrezca o falsifique el Depositum Fidei. Recuérdese, más
recientemente, el Decreto Memoriale Domini, que desaprueba formalmente
la práctica de la comunión en la mano. Y todos ustedes están demasiado
familiarizados con las advertencias semanales del Santo Padre contra las
innumerables formas de sutil subversión desde adentro, desde los cardenales
hasta los vicarios enardecidos, desde los llamados «teólogos
eminentes» hasta los irresponsables periodistas calificados como
«católicos».
Los últimos veinte años nos han dado muchos ejemplos de Papas
reinantes que expresan su clara e inequívoca desaprobación de ciertas ideas,
ciertas tendencias, ciertas prácticas, ciertas sugerencias y actitudes que se
han manifestado dentro de la Iglesia. Casi todos han sido ignorados por
completo, por laicos, por sacerdotes, por obispos y cardenales, y de hecho, en
la cima misma, donde más de un pontífice reinante ha ido en contra de los
precisos preceptos de sus predecesores inmediatos.
Ludolf Bakhuizen, Cristo en la tormenta en el Mar de Galilea (1695, Indianapolis Museum of Art) (Imagen: Wikimedia Commons)
Después de esta digresión, permítanme volver a Una Voce y sus dos preocupaciones principales: el latín, con el canto gregoriano, y la Misa tridentina.
Es totalmente erróneo
etiquetarnos como reaccionarios, como personas que se aferran tercamente a los
caminos de ayer, cuyas mentes están cerradas a una reforma necesaria y
beneficiosa, o cuyos conceptos personalizados de oración litúrgica reflejan el
individualismo de una época pasada. Por el contrario, nuestra insistencia en
que en la liturgia deberíamos usar un lenguaje específico y un determinado
estilo música, y que para la Misa deberíamos seguir utilizando un rito cuya
inspiración es teológica más que sociológica, hierática más que comunitaria,
constituye en realidad un acto de «contestación» con miras al futuro.
Se trata de una
contestación contra una noción empobrecida de lo que es la liturgia. La liturgia
es mucho que el «diálogo entre Dios y su gente». Es la representación
ordenada jerárquicamente de lo sagrado en la realidad profana. La liturgia es,
de hecho, una acción sagrada. Como tal, es esencialmente escritural. Afirmar
que la liturgia se ha convertido en «más escritural» gracias a
lecturas más y más variadas de la Biblia y al uso liberal de los Salmos para
los cantos antifonales y responsoriales, es engañoso cuando al mismo tiempo
ella está siendo despojada de la mayoría de las palabras y los gestos y
accesorios que denotan la sacralidad de la acción y que transmiten esa
sacralidad a los participantes y provocan una respuesta de sus corazones en
lugar de sus cabezas.
Esta contestación se dirige también contra un concepto empobrecido del
sacerdocio. Simplemente pregúntense esto: ¿la «crisis del sacerdocio»
habría ocurrido y asumido las dimensiones aterradoras que presenciamos cada
día, si el sacerdote hubiera sido el «ministro del altar» (en lugar
de la gente), actuando «in persona Christi«, en lugar de ser
un mero «presidente de una asamblea»? Y el latín, sólo porque ha
sido durante tanto tiempo un lenguaje reservado para el uso eclesiástico y
particularmente para el uso en la liturgia, dio expresión tangible al carácter
esencialmente supra-natural del sacramento. De todos modos, tenemos pocos
medios para manifestar nuestros sentidos, es decir, los oídos, los ojos, la
nariz, la boca y el tacto, la diferencia esencial entre una acción sagrada y
una profana. El latín, la vestimenta, el incienso, la oblea de la Hostia, la
indicación de que los pulgares e índices del sacerdote se unan después de la
consagración, la prohibición de que los laicos toquen los vasos sagrados o las
especies consagradas; todo esto era necesario y, en la mayoría de los casos,
constituían medios elegidos espontáneamente, manifestando esa diferencia
esencial. Y debido a esto, dieron un propósito y una dignidad únicos al
sacerdote que celebra y a su auto-elegido aislamiento en el celibato, otro
«signo» de la distinción esencial entre el sacerdocio
«ministerial» del ministro ordenado para el servicio del altar, y el
sacerdocio común de todos los católicos bautizados. Eliminar los
«signos» siempre afecta lo que significan, y es por esto que las
recientes reformas litúrgicas se encuentran entre las principales causas de la
crisis del sacerdocio.
Sobre todo: debemos ganar
nuevos miembros para Una Voce. No por un número mayor, sino para
fortalecer nuestra resolución mutua y abordar más eficazmente las numerosas
tareas que nos esperan. ¿Cuáles son estas tareas?
Primero: preservar
entre nosotros y difundir más allá de este círculo limitado la familiaridad con
el latín litúrgico. Esto es requerido por el propio Concilio. Los textos
litúrgicos latinos deben entenderse, y para eso no hay que convertirte en un
«erudito». Es otra virtud de este invaluable lenguaje
«muerto» que, en la forma en que nos ha llegado como el latín de la
Iglesia, es un lenguaje fácil, infinitamente más fácil que la mayoría de los
idiomas modernos. Y si incluso estos se pueden dominar razonablemente bien en
unos pocos meses para un entendimiento básico, entonces eso vale a
fortiori para el latín eclesiástico. El conocimiento básico del propio
lenguaje de la Iglesia da un sentido atemporal a nuestro sentido de pertenencia
y proporciona un vínculo particular con los grandes santos del pasado. Incluso
si hacemos poco uso de nuestro conocimiento fuera de la liturgia, el hecho de
estar familiarizados con la Iglesia en latín fortalecerá nuestro «sensus
ecclesiae«. Y, dado que los sacerdotes están hoy en día tan ansiosos
por emular a los laicos, nuestro interés por el latín puede incluso traerlo de
vuelta a los seminarios. Así que aquí hay algo que sus capítulos pueden y deben
hacer: organizar cursos para el latín eclesiástico, con especial énfasis en
los textos litúrgicos.
No se piense, sin
embargo, que el latín en la liturgia debe ser entendido por todos antes de que
pueda recuperar el lugar que le corresponde. El énfasis prevaleciente en la
comprensión racional de cada palabra hablada en el altar o ambón es otro de
esos empobrecimientos que cuestionamos. Pero nos corresponde a nosotros hacer
el esfuerzo adicional de aprender el latín de la Iglesia, no sólo para poder
transmitir a nuestros hijos el mínimo de conocimiento lingüístico que anteriormente
formaba parte de su instrucción religiosa ordinaria.
En segundo lugar: el canto gregoriano debe ser practicado. Si
no se puede hacer esto en la iglesia, entonces hay que crear una sociedad
coral. Cuando sea demasiado difícil, el capítulo podría celebrar reuniones
periódicas en las que se reproduzcan algunos registros de canto gregoriano, de
modo que los oídos de los miembros, y los de sus hijos, o de los amigos a los
que se pueda llevar con mayor facilidad a este tipo de encuentro que a una reunión
formal de Una Voce, permanezcan familiarizados con su belleza, y de
ese modo guarden sintonía con su calidad única de oración.
En tercer lugar: los miembros de Una Voce deben estar razonablemente bien formados en la doctrina de la Iglesia sobre asuntos litúrgicos y deben conocer el patrón básico de la historia litúrgica. Muy a menudo nos quedamos indefensos, por mera falta de conocimientos básicos, cuando discutimos con otros católicos o con sacerdotes que han leído los últimos libros. Los capítulos deben organizar grupos de estudio y conferencias, y la sede debe difundir el conocimiento básico a través de su boletín informativo, y debe proporcionar a los capítulos una biografía seleccionada para el uso de líderes de grupo o de los miembros individuales.
En cuarto lugar, y esto
es lo más importante: llegar a los jóvenes. Sin saberlo todavía,
necesitan desesperadamente una liturgia que sea más rica en contenido y
expresión que el mero «diálogo» (del cual obtienen más que suficiente
en todas las demás esferas de la vida de la Iglesia), mero entretenimiento o
incluso catequesis, más rica que la unión o un ejercicio de entrenamiento en
«sensibilidad» (o deberíamos decir «insensibilidad»).
Necesitan la atmósfera de abstinencia, de recuerdo, del verdadero «laus
Dei«, que es totalmente diferente de alabar descaradamente al
«Señor del Universo» a través de las hazañas o el progreso del
hombre. Necesitan el encuentro, de hecho, la confrontación con el «signo
de contradicción», re-presentado todos los días en el «Mysterium
Tremendum» de la Santa Misa.
Vendrá un renacimiento:
el ascetismo y la adoración, como la fuente de la total dedicación directa a
Cristo, volverán. Se formarán cofradías de sacerdotes, entregadas al celibato y
a una vida intensa de oración y meditación. Los religiosos se reagruparán en
casas de «estricta observancia». Surgirá una nueva forma de
«Movimiento litúrgico», dirigida por jóvenes sacerdotes y que atraerá
principalmente a jóvenes, en protesta contra las liturgias planas, prosaicas,
filisteas o delirantes que pronto crecerán y finalmente sofocarán incluso los
ritos recientemente revisados.
Es de vital importancia
que estos nuevos sacerdotes y religiosos, estos nuevos jóvenes con corazones
ardientes, encuentren, aunque sólo sea en un rincón de la mansión de la
Iglesia, el tesoro de una liturgia verdaderamente sagrada que todavía brilla
suavemente en la noche. Y es nuestra tarea, ya que se nos ha dado la gracia de
apreciar el valor de este patrimonio, preservarlo de la destrucción, de ser
enterrado, despreciado y, por tanto, perdido para siempre. Es nuestro deber
mantenerlo vivo: por nuestro propio vínculo afectivo, por nuestro apoyo a los
sacerdotes que lo hacen brillar en nuestras iglesias, por nuestro apostolado en
todos los niveles de persuasión.
Que Dios nos dé valor, sabiduría y perseverancia, y que fortalezca y profundice ahora más que nunca antes nuestro amor por la Iglesia y por Ella, a quien el Santo Padre proclamó solemnemente Mater ecclesiae: María, la Santísima Madre de Dios y nuestra Santísima Reina y Madre».
Eric de Saventhem y su mujer Elisabeth, nacida von Plettenberg (Foto: FIUV)
***
Estas palabras del primer presidente de la Federación Internacional Una Voce han demostrado ser proféticas. Como sabemos ahora, el movimiento para la preservación y la celebración de los ritos antiguos y tradicionales de la Iglesia católica es un movimiento que concita mayoritariamente a los jóvenes.
También hemos visto en nuestro
tiempo un florecimiento de sociedades sacerdotales y religiosas dedicadas a
celebrar los ritos antiguos de la Iglesia con devoción, cuidado y amor.
Sobre todo, las palabras
proféticas del fundador se cumplieron con la promulgación para la Iglesia
universal, por parte del papa Benedicto XVI, el 14 de septiembre de 2007,
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, del motu proprio Summorum
Pontificum, que declara abiertamente lo que Dr. Saventhem ya había
comprendido: que los ritos de siempre nunca habían sido abrogados (numquam
abrogatam).
Es apropiado recordar la
inmensa cantidad de trabajo que el Dr. de Saventhem y su mujer dedicaron para
ayudar a restablecer el lugar de los ritos tradicionales en la Iglesia, que
vieron su fruto en ese motu proprio. Su trabajo, y el de la Federación,
contribuyeron también a la creación del entorno en el que éste se emitió.
No olvidemos nunca al Dr.
de Saventhem y su mujer, Elizabeth, en nuestras oraciones.
James Bogle (Agosto 2014)
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