La Misa de la Inmaculada Concepción

Publicamos a continuación  un artículo del director de nuestra Schola gregoriana sobre la festividad de la Inmaculada, y sobre los cantos gregorianos correspondientes a dicha festividad, para disfrute y conocimiento de nuestros visitantes y lectores.

LA MISA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Seguramente ninguna fiesta ha tenido tantas vicisitudes a lo largo de los siglos como la dedicada a la Concepción Inmaculada de la Virgen.

Sabemos que en el siglo VII se celebraba ya en la iglesia griega según los cánones e inscripciones de San Andrés de Creta (+720). En el siglo VIII Juan de Eubea (+740) enumera la fiesta de la Concepción como la primera entre las diez grandes solemnidades. En el siglo X el emperador Basilio II decretó la fiesta por ley civil y en el siglo XII, en 1166, Manuel Commeno la hizo preceder en dignidad a las otras solemnidades.

En lo que respecta a la Iglesia occidental, se dice que San Ildefonso de Toledo estableció esta fecha en España en el siglo VII aunque otros creen que en esta fiesta se celebraba no la concepción de la Virgen, sino la de Jesús o la maternidad de María.

En el siglo IX era ya conocida la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María en Sicilia y Nápoles, que tenían comunicación frecuente con el Oriente y bajo cuyo imperio se hallaba en parte la Italia meridional. En Irlanda se celebraba en el siglo IX o comienzos del X. Hacia la mitad del siglo XI también se celebraba en Inglaterra.

La fiesta fue extendiéndose por otros países como Alemania, Francia y Flandes. En España, los benedictinos de Irache
(Navarra) la celebraban a mediados del siglo XI.

En Roma ya se celebraba en el siglo XIV. Sixto IV en 1476 en su constitución Cum Praeexcelsa la aprobó y enriqueció con indulgencias. San Pío V en 1569 la incluyó en el Breviario Romano; Clemente VIII en 1592 la elevó al rito de doble mayor; Clemente XI en 1708 la extendió a toda la Iglesia; Pío IX la elevó al rito doble de segunda clase con octava y León XIII la elevó a la categoría de fiesta de primera clase. En el Novus Ordo tiene categoría de solemnidad.

Pero es a partir del 8 de diciembre de 1854, cuando Pío IX definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen en la bula Ineffabilis Deus, cuando la fiesta alcanzó su máxima importancia y colmó las ilusiones y deseos de millones de católicos que esperaban con impaciencia la declaración dogmática.

Alegría, admiración y esperanza son los sentimientos que produce en notros la festividad de la Inmaculada Concepción. Y
estos son, en efecto, los que se desprenden del conjunto de las obras gregorianas de este día. Aunque de composición moderna, encargadas por Pío IX y estrenadas en 1863, se han realizado por medio de adaptaciones muy escogidas de
obras antiguas.

El Introito es un canto de acción de gracias en el que María, con palabras de Isaías y del salmo 29 celebra los excelsos dones con que el Señor la honró y la victoria que alcanzó sobre el demonio.

Gaudens gaudebo
in Domino et exsultabit anima mea in Deo meo;
quia induit me vestimentis salutis, et indumento iustitiae circumdedit me,
quasi sponsam ornatam monilibus suis. (Is.61,10)

Exaltabo te, Domine, quoniam suscepisti me:
nec delectasti inimicos meos super me. (Ps.29,2)

Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios;
porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto eu un manto de triunfo,
como esposa que se adorna con sus joyas.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

 

La melodía gregoriana es una adaptación del Vocem iucunditatis del quinto domingo de Pascua. Es una composición de desbordante entusiasmo, con la gozosa movilidad del modo tercero.

El Gradual está tomado de los elogios que dirigieron a Judit los ancianos de Betulia cuando mató a Holofernes, enemigo de su pueblo. Judit es una de las figuras de María, que aplastó la cabeza de la serpiente.

Benedicta es tu, Virgo Maria, a Domino Deo excelso,
prae omnibus mulieribus super terram. (Judith 13,23)

Tu gloria Ierusalem, tu laetitia Israel,
tu honorificentia populi nostri (Judith 15,10)

Bendita eres, Virgen María, del Señor Dios altísimo,
sobre todas las mujeres de la tierra.

Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel,
tú la honra de nuestro pueblo.


La melodía está calcada del gradual de los apóstoles Constitues eos, del modo V.                        

El Aleluya se toma del Cantar de los Cantares donde se declara a la Esposa toda hermosa y sin mancha.

Tota pulchra es, Maria; et mácula originalis non est in te (Cant. 4,7)

Toda hermosa eres, María, y en ti no hay mancha original.

 

La melodía, del modo primero, está construída sobre un Vidi speciosam aquitano del siglo XI según una versión del XIII, del modo I, y es de tal exquisitez y candor que, como dice Dom Gajard, nos hace recordar los frescos de Fray Angélico.

La antífona del Ofertorio contiene el saludo del arcángel San Gabriel:

Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum:
benedicta tu in mulieribus. (Lc. 1,28)

Todo en él respira admiración y el más profundo respeto. Las Sagradas Escrituras nos dan cuenta de otros muchos saludos y ninguno contiene tales alabanzas. En el saludo del ángel está implícita la Concepción Inmaculada, porque, ¿cómo podría llamarse llena de gracia quien hubiera necesitado de ser purificada?

La melodía contiene abundantes melismas y es de factura moderna, de Dom Joseph Pothier, aunque auténticamente gregoriana. Pertenece al modo octavo y no desmerece en absoluto de la versión antigua que tenemos en el Común de la Virgen.

La Misa continúa con una maravilloasa antífona de Comunión:

Gloriosa dicta sunt de te, Maria (Ps. 86,3)
quia fecit tibi magna qui potens est. (Lc. 1,49)

Gloriosas cosas se han dicho de ti, María;
porque el Todopoderoso obró en ti maravillas.
La melodía, del modo octavo, es una adaptación de la comunión del Común de Mártires Dico autem vobis y alterna con el canto del Magníficat. (Lc. 1, 46-55)

La liturgia del día no acaba aquí. Se complementa con el rezo del Oficio Divino. También, en las Vísperas del día, como el resto del año, se obsequia a la Virgen con las palabras del Magníficat. En el versículo 48 nos dice: “desde ahora me felicitarán todas las generaciones”. Y se ha cumplido su profecía. Todos los siglos la han llamado bienaventurada, todos la han bendecido. Un papiro del siglo III nos muestra la oración más antigua que conocemos dedicada a Nuestra Señora. Con ella
terminamos en su traducción española:

Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

Luis Sampedro

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