ARTÍCULO: ¿POR QUÉ LA ÉPOCA MODERNA NECESITA LA MISA TRADICIONAL?

A continuación, ofrecemos a nuestro lectores otro artículo-entrevista al profesor Peter Kwasniewski, traducido y publicado en la web de la asociación hermana hispana, Magnificat Una Voce Chile, que nos brinda unos argumentos muy sólidos para responder a la pregunta: ¿Por qué la época moderna necesita la Misa tradicional?:

La entrevista original (aquí, en inglés) fue publicada en el sitio New Liturgical Movement.

 

 

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¿Por qué la época moderna necesita la Misa de Siempre?

Entrevista con Peter Kwasniewski, por Roseanne T. Sullivan

Agradecemos a Roseanne T. Sullivan por compartir con nosotros su entrevista con el Dr. Peter Kwasniewski sobre el nuevo libro que éste acaba de publicar.

En su nuevo libro, “Noble belleza, santidad trascendente: por qué la época moderna necesita la Misa de Siempre” (Angelico Press, 2017), usted ha hecho una apología nada tímida en favor de la Misa tradicional. Y afirma con seguridad no sólo que la “Misa de Siempre” es muy superior a la nueva Misa, que Benedicto XVI ha llamado “la forma ordinaria”, sino también que la Iglesia católica debiera regresar a la “forma extraordinaria”. ¿Podría resumir aquí por qué la Iglesia debiera regresar a la “forma extraordinaria”?

La razón es, sencillamente, que somos deudores de nuestra tradición, que estamos atados a nuestra herencia, y somos malagradecidos y nos convertimos en arrogantes ruinas cuando la tiramos por la borda. La actitud verdaderamente humilde consiste en aceptar que la sabiduría y piedad acumuladas de la Iglesia debiera continuar guiándonos y moldeándonos. Así es como siempre han sido las cosas, cualquiera sea el siglo que se mire. Pero sólo en el siglo XX pudo aparecer, en el pináculo del engaño evolucionista, un grupo de necios que osaron meter mano en el rico y sutil culto de la Iglesia a fin de introducir ahí, a la fuerza, sus imaginarias categorías de relevancia o eficacia. Su obra ha terminado, muy apropiadamente, castigada con desolación y apostasía.

Para decirlo brevemente, la liturgia tradicional expresa la plenitud de la Fe católica y preserva intacta la piedad de los cristianos. Esta es una razón más que suficiente para adherir a ella y para insistir en que ella sea la norma, siempre y en todas partes.

 

 

¿Cuáles son algunos de los modos en que la forma más antigua del rito romano da expresión a la plenitud de la fe?

El rito antiguo es impresionantemente teocéntrico, focalizado en Dios y en la primacía de su Reino. Está repleto de palabras y gestos de auto rebajamiento y de penitencia, de atenta reverencia y de adoración, de aceptación de las absolutas exigencias que nos hace Dios. Sus oraciones y ceremonial son testigos por igual de la trascendencia y la inmanencia de Dios: Él es Emanuel, Dios con nosotros, pero es también el Uno que habita en una profunda oscuridad, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. Él es nuestra Alfa y Omega, es para nosotros todo en todo. La liturgia tradicional no transige en este aspecto. Incluso en aquellos momentos suyos que pudiéramos llamar “instructivos”, como la lectura o canto de la Escritura, permanece fija en el Señor, como si leyéramos no tanto para nosotros mismos como para recordar qué nos ha dicho Él, como si le estuviéramos pidiendo que lo repita de nuevo entre nosotros, de acuerdo con su promesa. La Misa tradicional nunca se desvía de la mirada del Señor, permanece siempre ante sus ojos, vuelta hacia Él conscientemente, y nos sumerge en la necesidad de la oración, que es algo de vida o muerte. El padre Pío decía que “la oración es el oxígeno del alma”. Nosotros respiramos ese oxígeno en la Misa antigua.

¿Pero no lo hacemos también en la Misa nueva?

Podríamos también hacerlo en ella, pero es mucho más difícil. Es más difícil conseguir oxígeno. Se silencian las necesidades y exigencias de la vida espiritual, se las barre debajo de la alfombra en esta liturgia en vernáculo despojada, de cara al pueblo, colmada de banales cantos, de anuncios, de constante parloteo: ella fue diseñada para ser populocéntrica, para conectar a la gente entre sí y con el sacerdote alrededor de una mesa, en una comida. Como decía Ratzinger, Dios desaparece en ese escenario. Puede que Él esté ahí, sobre el altar, pero la mente y el corazón de la gente está en otra parte. ¿Debiera acaso sorprendernos que, según reiteradas encuestas, la mayor parte de los católicos que asisten al Novus Ordo no creen en la Presencia Real –no saben siquiera que es enseñanza de la Iglesia-? La liturgia no los ayuda a ver, a experimentar esa verdad. No se trata sólo de una adecuada catequesis. De lo que se trata es de si la liturgia expresa vívidamente las verdades de la Fe.

Para poner sólo un ejemplo: las oraciones de la liturgia antigua subordinan, sin excepción, la vida terrena a la vida celestial, repudian las pompas y vanidades de la vida profana caída. La nueva liturgia rehúsa hacer lo mismo y, de hecho, sus redactores sistemáticamente eliminaron las antiguas oraciones que hablaban de “despreciar las cosas terrenales” en favor de las del Cielo. ¿Habrá existido, desde la creación de Adán y Eva, una generación que necesitara oír este mensaje más que la nuestra en la actualidad? El hedonismo materialista es la amplia vía por la que incontables almas caminan hacia su propia destrucción –y la Iglesia, mientras tanto, les sonríe y saluda diciéndoles “Que Dios los bendiga”–.

Usted dice en uno de sus libros que estos problemas tienen que ver con determinada actitud ante la modernidad.

Exactamente. O, quizá mejor, con determinada actitud de la modernidad. En su origen, la modernidad es anti-sacral, anti-religiosa, anti-incarnacional y, por tanto, anti-clerical, anti-ritual, anti-litúrgica. Esto se puede ver en los muchos filósofos de la Ilustración que rechazan tanto la Revelación divina como la religión organizada. Unos pocos siglos después, nosotros, los modernos que hemos bebido todo este bagaje filosófico, no tenemos ni siquiera una pista de cómo debiera ser un ritual religioso público solemne, formal, objetivo. Estamos totalmente perdidos en todo lo que se refiere a un culto colectivo en que el ego individual se subsume en la gran comunidad de la Iglesia, que se despliega en el tiempo y el espacio. Esa es la razón por qué debemos aferrarnos a la liturgia tradicional como a la vida. Ella es, desde todo punto de vista, pre-moderna, tan antigua que no se ve afectada por nuestra superficialidad contemporánea, por nuestras inclinaciones y prejuicios: ella respira un realismo, una espacialidad, una fuerza, una caballerosidad incluso, que han llegado a ser ajenas a nuestra época y, precisamente por todo esto, la necesitamos desesperadamente. No hay nada que el hombre moderno necesite más que ser liberado de la prisión del modernismo prometeico: necesita ser desafiado por aquello que es más antiguo, más profundo, más sabio, más fuerte, más amable, más feliz. El hombre moderno necesita ser ignorado, no mimado; mistificado, no ilustrado; silenciado, no descorchado.

Estoy de acuerdo. Pero me pregunto: ¿con qué fundamento cree usted que un regreso a la Misa de Siempre es en absoluto posible?

Ignoro lo que nos depara el futuro, pero hoy, viendo el virtual cisma en la Iglesia católica sobre aspectos básicos de fe y de moral, es difícil evitar la conclusión de que se están preparando poderosas conmociones, y de que muchas cosas que parecían imposibles hace poco tiempo pueden resultar súbitamente posibles. En mi opinión, el movimiento en pro de la ortodoxia católica y el movimiento en pro de la tradición litúrgica se están acercando constantemente y ya se han hecho, de varios modos, un solo movimiento. Ha de llegar el momento, me parece, en que los católicos que profesan el credo niceno-constantinoplitano, que adhieren a la moral sexual tradicional de la Iglesia, y que aceptan el celibato sacerdotal como disciplina querida por el Señor, van a celebrar el usus antiquior sea exclusiva o predominantemente. Por cierto, no tengo cómo probar esto, pero considerémoslo una suposición fundada.

En todo caso, necesitamos una sólida perspectiva histórica basada en el estudio de los movimientos reformadores en la historia de la Iglesia, de los cuales casi cada centuria nos proporciona brillantes ejemplos. Todo movimiento reformador comenzó con unas pocas personas que, escandalizadas con justicia por la falta de fe o la inmoralidad de su época, y animadas por el fervor del amor divino, trabajaron incansablemente y se organizaron eficazmente para promover la conversión personal y el cambio institucional. Siempre las cosas han ocurrido así, y nuestra época no va a constituir una excepción. Tenemos que estar atentos a cierta sutil forma de consecuencialismo, en virtud del cual creemos que obramos correctamente porque tenemos éxito, o que en la medida en que hagamos lo correcto no podemos dejar de tener éxito. No. Hacemos lo que es correcto aunque ello sea improbable, difícil, quijotesco y nos conduzca al martirio. El éxito que el Señor quiere es para las almas que aspiran a que por Él regrese la sagrada liturgia en su modo no corrupto, sea que nos apoyen y aplaudan por esta fidelidad, sea que nos resistan y persigan. Él ha de hacer por nosotros todo lo demás. No contamos con nuestra superioridad numérica o nuestra fuerza, sino con los recursos de Él, con su intervención, con su multiplicación de los panes.

Ahora, la realidad es que el movimiento tradicional está creciendo. Ahí están las cifras, para quien quiera examinarlas: van en aumento los sacerdotes y seminaristas en las órdenes y comunidades tradicionales, así como el número de apostolados que les son encomendados. Aumenta el número de familias asociadas a esos apostolados. Si alguien quiere ver, en Occidente, una iglesia llena de familias numerosas, ¡no tiene más que visitar las colectividades tradicionales, porque le será difícil encontrarlas en otros lugares! Los libros, revistas, panfletos, catálogos y objetos religiosos tradicionalistas son numerosísimos, lo cual revela, al menos, que existe para ellos un mercado. Los intelectuales y los artistas, hasta donde existen en la Iglesia contemporánea, están decidamente en favor del tradicionalismo.

 

 

Cuando la Misa tradicional se hizo más asequible, muchos de nosotros esperábamos que su belleza y reverencia serían su propia vía de propagación. Después de diez años, yo misma y muchos otros hemos advertido que la forma extraordinaria no ha logrado mucha aceptación entre quienes adhieren a la forma ordinaria. Incluso en aquellos casos en que está al alcance, muy pocos asisten a ella. Por ejemplo, más de un año después de que el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, ordenara al párroco de la bella y centralmente ubicada iglesia “Estrella del Mar” que aprendiera la Misa tradicional y comenzara a decirla todos los domingos antes de mediodía, conduje desde donde vivo, en San José, que dista una hora, hasta la ciudad y, para mi desilusión, vi que, de hecho, muy poca gente asistía a esa Misa, que se dice en una ubicación casi ideal. Mi experiencia no es aislada. Por ejemplo, incluso cuando se dijo regularmente la Misa tradicional en la iglesia de Nuestro Salvador, en Nueva York, por el conocido Padre Rutler, sólo fue capaz de atraer a un pequeño grupo, según él mismo ha dicho.

No me llama la atención. Como lo dijo Benedicto XVI en su carta a los obispos de 7 de julio de 2007: “El uso del Misal antiguo presupone cierto grado de formación litúrgica y algún conocimiento del latín. No es fácil encontrarse hoy con ambas cosas”. Dicho simplemente: hay mucha gente que no está preparada para él. Es cierto que hay quienes asisten una vez y quedan atrapados para siempre, pero para otros hay una escarpada ladera de aprendizaje que escalar: son aquellos que son víctimas de prácticas y hábitos litúrgicos tan malos que no saben qué hacerse cuando se los enfrenta súbitamente con el acantilado de un abismo infinito de oración, sin nadie que los lleve de la mano, y con un ritual que se despliega con lo que parece ser una altanera indiferencia o una gélida lejanía, y que resulta seriamente perturbador para el católico corriente. Esta es, dicho sea de paso, la razón por la que siempre digo que si se quiere traer a alguien a la Misa tridentina, hay que invitarlo a una Misa cantada o incluso a una Misa solemne, si hay alguna al alcance. La Misa Solemne es mucho más fácil de entender, puesto que apela a todos los sentidos y hace al fiel navegar por una suave corriente.

Sí, lo comprendo. ¿Piensa usted, por lo tanto, que no es justo decir que la Misa tradicional es un “fenómeno boutique” entre los católicos estadounidenses?

Esperemos primero a que esté al alcance en todas partes, durante muchos años, y sólo entonces podremos evaluar este juicio. Pero, volviendo a lo que le decía hace un momento: la Misa tradicional es sólida, es catolicismo en plenitud, sin atenuantes. La liturgia es más larga y más compleja. La música es verdadera música: canto gregoriano, polifonía. La homilética probablemente es también más exigente, más cercana a lo que se esperaría de una religión que proclama ser inspirada por Dios y único camino de salvación. Las mujeres usan velos de Misa, la gente se viste formalmente. El conjunto entero se opone a los usos de los estadounidenses contemporáneos, incluyendo (triste es decirlo) a los mismos católicos, quienes están usando anticonceptivos y divorciándose a un ritmo muy semejante al de sus pares paganos. Detesto tener que decir esto, pero la versión-simulacro del catolicismo es como una religión diferente si se la compara con la versión del catolicismo histórico, auténtico, dogmático y ascético-místico, tal como se lo encuentra incorporado en la liturgia tradicional y en todas las devociones que florecen en su ámbito. Así es que, ¿llamaremos a esto “fenómeno boutique”, o tendremos el valor de aceptar que el catolicismo está en un estado de acelerada descomposición y que lo que casi todo el mundo llama “catolicismo” es, cuando mucho,  una sombra de la realidad, si no una negación de ella?

Pero seamos honestos también en este aspecto: la principal razón por la que la antigua Misa no ha entrado más, es la falta de oferta y la falta de apoyo eclesiástico. El papa Benedicto XVI la liberó en beneficio de todos los sacerdotes y de los fieles a quienes ellos sirven, pero una inmensa cantidad de sacerdotes han sido concientizados, amenazados, ostracizados y expulsados del ministerio debido a los conflictos respecto de Summorum Pontificum. Sé, por experiencias de primera mano, lo que estoy diciendo. Son demasiados los obispos y párrocos que se oponen a ella, y el clero joven que puede desde ya celebrar la liturgia antigua o que desea aprenderla, es reprimidos, y forzado a entrar en el molde de la revolución posconciliar. La falta de crecimiento a que usted se refiere es resultado de una estrategia deliberada de “contención”, que se analiza e implementa desde las conferencias episcopales. No oficialmente, obvio, sino tras bambalinas. Gracias a Dios hay todavía algunos obispos y sacerdotes heroicos aquí y allá, quienes, a pesar de las presiones políticas, se las arreglan para ser fieles a su propia línea y para promover la recuperación de la tradición litúrgica en sus diócesis y parroquias. Ello es algo que está teniendo lugar hoy día, lentamente, por todo el mundo: he estado en muchos de esos lugares y he visto la fuerza de la fe de ese clero y de ese laicado. Pero es algo que podría y debería estar ocurriendo en todas partes. Se ha impuesto una artificial limitación por parte de los monopolistas. Si en torno a la Misa de Siempre tuviéramos una “economía de libre mercado”, por decirlo así, tendríamos un cuadro sumamente distinto.

Insisto: esta situación no carece de precedentes, ya sea en la historia de la salvación o en la historia de la Iglesia (que sigue, siempre, el camino de la historia de la salvación). ¿Recuerda usted la historia de Gedeón, en el capítulo 7 del libro de los Jueces? Gedeón tenía consigo un ejército de 32.000 soldados para ir a enfrentar a los Madianitas. El Señor le dijo: “Son demasiados los soldados que tienes para que yo ponga en tus manos a los Madianitas, porque Israel se vanagloriaría frente a Mí diciendo: “Me he librado por mi propia mano””. El Señor logró reducir el número de soldados primero a 10.000, luego a 300. Con esta “élite” Gedeón obtuvo una victoria total sobre sus enemigos, que eran “tantos como langostas”. Pareciera que el Señor prefiere ganar victorias improbables, de modo que la gloria le pertenezca a Él y no a nosotros. “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria”. Esto es algo que me consuela mucho.

Las probabilidades de que la Misa tradicional reemplace a la Misa de 1969 me parecen, a veces, sumamente remotas, por lo que me temo que lo que los tradicionalistas proponen es como gritar en medio de una ventolera. Pero, de repente, me topé con lo siguiente, escrito por un blogger laico: “Todo aquello que vale la pena gritar, vale la pena gritarlo aunque el viento haga mucho ruido. Porque si hay suficiente gente atenta, muy a menudo la palabra se difunde, cambian los estándares, el viento se desvanece. Si hay suficiente gente que se interesa, cambia la cultura. Es muy fácil auto persuadirnos de que el momento apropiado para hacer cambios es cuando llega el momento. Pero eso nunca es verdad. El momento adecuado para hacer que algo ocurra es antes de su momento. Porque eso es, precisamente, lo que significa “hacer”… Sí, hay viento, siempre hay viento. Pero eso no quiere decir que tenemos que dejar de gritar”.

No podría estar más de acuerdo con todo eso. Sólo añadiría que no necesitamos estar siempre gritando. Necesitamos practicar el arte de la persuasión, de la buena propaganda y, obviamente, de la mejor conducta. Lo cierto es que tenemos mucho trabajo que hacer para ganar a nuestros hermanos para el catolicismo tradicional, por su propio bien y por la salud de la Iglesia. Esto es algo que va a suceder, en cierta forma, naturalmente, a medida que las cosas empeoren en la Iglesia y en el mundo. Quienquiera que tome en serio la Fe, habrá de preguntarse: “¿Dónde se enseña y se vive esta fe? ¿Dónde hay un sacerdote que tenga esta Fe y la predique? ¿Dónde se celebra la liturgia de modo tal que alimente y refuerce mi Fe?”. Tenemos que estar ahí para toda esa gente, en el momento en que comience a hacerse estas preguntas, y no alejarla porque, al comienzo, está vestida inapropiadamente, o se arrodilla en el momento equivocado, o canta mal, o tiene ideas confusas.

 

 

Usted ha escrito que muchos seminaristas y sacerdotes recién ordenados han aprendido a celebrar la Misa tradicional, y eso le da esperanzas. También me las da a mí. Pero, ahora último, algunos liberales han comenzado a decir que los seminaristas amantes de la Tradición, que usan sotana y que llegaron en los tiempos de Benedicto, podrían verse reemplazados por una nueva ola de sacerdotes influidos por el papa Francisco.  

Me imagino que esto es verdad hasta cierto punto. Pero pienso que ello no sería un irse el péndulo al otro extremo, tal como ha ocurrido con el actual residuo de confusión posconciliar, que ha polucionado el pensamiento de casi todo el mundo. Además, si quienes están dirigiendo los seminarios son progresistas, saben muy bien cómo filtrar y excluir a los candidatos “excesivamente rígidos”, o sea, aquéllos que creen en el catecismo, rezan el rosario, se arrodillan para comulgar, y otras cosas semejantes. Por lo tanto, en algunos seminarios el “efecto Francisco” se mostrará a sí mismo como el rechazo o despido de candidatos perfectamente aceptables, pero “rígidos”.

Pero el cambio de mentalidad iniciado por Benedicto XVI no debería ser en absoluto mirado en menos: Benedicto elevó el perfil intelectual, espiritual y litúrgico de la Iglesia a un nivel que no había tenido desde antes del Concilio, y dejó tras de sí una riquísima estela de escritos, especialmente sobre la sagrada liturgia, que serán leídos durante décadas y posiblemente durante siglos. El “efecto Benedicto” puede que sea menos ruidoso, pero es más profundo y de efectos más amplios. Donde quiera que uno encuentra una diócesis que rebosa de vocaciones y de asistencia a Misa, se hallará la influencia ratzingeriana en plena actividad.

Conozco a un sacerdote que, gradualmente, suprimió, por más de una década, la mayor parte de los abusos litúrgicos en su parroquia, con una paciencia mucho mayor que la que yo hubiera tenido, y en pago de todos esos trabajos, no recibió más que rencor. Con el tiempo, y a pesar de toda la paciente catequesis con sus feligreses, su superior religioso lo trasladó a otra parte. Y esto ocurrió con un obispo bien dispuesto. Tengo mucho temor de lo que los sacerdotes amigos de la Tradición han de encontrar en sus parroquias, luego de su ordenación.

Sí. No quiero aparecer como una Pollyanna que le quita importancia a las dificultades, que son muy reales. Por una parte, la persecución de católicos ortodoxos está empeorando durante este pontificado. Quien quiera que cuestione Amoris Laetitia, por ejemplo, se transforma instantáneamente en persona non grata. Es muy probable que un sacerdote que predique desde el púlpito contra la homosexualidad o la anticoncepción sea “llamado al orden”. Y el sacerdote que comienza a celebrar la Misa tradicional es como si hiciera grabar en la espalda de su camisa un letrero con las palabras “¡Dispárenme!”. Pero esto no puede ser ni será la última palabra. Al presente estamos en sólo una etapa de una larga batalla. No hay papa ni obispo que dure para siempre, las generaciones pasan, hay problemas que terminan y otros que surgen para tomar su lugar.

Lo que está claro es, al menos, esto: los sacerdotes fieles a su ministerio sacerdotal, los que predican la verdad “con oportunidad o sin ella”, que celebran la liturgia con la máxima reverencia, que dan nuevamente vida a la Tradición, todos esos sacerdotes serán bendecidos aun en medio de muchas cruces, y se convertirán en bendición para sus fieles. Nuestro Señor se preocupará de ellos, y hará con ellos lo que Él decida. Conozco a sacerdotes que han pasado por situaciones terribles, que resultaron ser un preludio para su llegada a mejores lugares, a hacer un trabajo importante. Tenemos que confiar en que Dios se preocupará de los suyos cuando éstos hagan lo que deben hacer. Conozco a un sacerdote que ha sido castigado por su decisión de no dar jamás la comunión en la mano, debido a que va contra su conciencia el contemplar el Cuerpo de Cristo manipulado de modo tan descuidado, con peligro de que se pierdan algunas partículas (para no mencionar la pérdida de fe en la Presencia Real y en la distinción ontológica entre los cristianos ordenados y los no ordenados). Yo lo admiro, y también a otros como él: todos ellos son como el grano de trigo que cae a la tierra y muere, a fin de que pueda surgir una abundante cosecha.

Quisiera agregar que los jóvenes que sienten la vocación al sacerdocio necesitan ser astutos como serpientes e inocentes como palomas (cfr. Mt 10, 16). Debieran quizá pensar si no sería mejor para ellos ingresar a una sociedad de vida apostólica o a una comunidad religiosa que use solamente los viejos libros litúrgicos. En estos libros está depositada la Tradición de la Iglesia. Y los sacerdotes que tienen la obligación de usarlos no enfrentan el mismo tipo de oposición y de malos tratos que a menudo recibe el clero secular. Y diría lo mismo, a propósito, a las jóvenes que tienen vocación religiosa: en realidad es todavía más importante para ellas ingresar a una comunidad que esté atendida exclusivamente por sacerdotes que celebren según el usus antiquior.

¡Oremos de rodillas al Señor para que envíe operarios a su mies!

¿Cree usted que existe el peligro del desaliento entre los católicos tradicionales?

Absolutamente sí. Uno encuentra ese peligro por todas partes. Los fieles se escandalizan especialmente por lo que ocurre en las jerarquías más altas de la Iglesia, y predicen que el cielo se vendrá abajo y nos aplastará. Quizá lo haga, pero eso no será todavía el fin del mundo. Ni tampoco será el fin de nosotros. Tenemos que luchar muy duro contra el desaliento. Santa Teresa decía: “El desaliento es una forma de orgullo”. Es orgullo en el sentido de que comenzamos dudar de la Divina Providencia y a echar al Señor la culpa de no intervenir o de no resolver éste o aquel problema en la forma que lo hubiéramos hecho nosotros. Pero es Dios quien tiene el mando, y sus caminos no son nuestros caminos. Nuestra tarea es realizar, lo mejor que podamos, lo que fuera que Él nos ha iluminado para que hiciéramos, dándonos fuerzas para ello. Todos conocemos las famosas palabras de la Madre Teresa: “No estamos llamados a tener éxito, sino a ser fieles”. Dios ha de bendecir y multiplicar el bien de nuestra fidelidad a Él, a la Iglesia, a la tradición católica, sea que veamos los frutos en nuestra vida o no.

En agosto pasado, el papa Francisco declaró que no existe la posibilidad de reconsiderar las decisiones relativas a los cambios litúrgicos, y que todo lo que debiéramos hacer ahora es procurar comprender las razones por las que se los llevó  cabo. Dijo: “Podemos afirmar con certeza y autoridad magisterial que la reforma litúrgica es irreversible”. ¿Qué piensa de esto?

No es fácil entender lo que el Santo Padre espera que esta frase produzca,  ya que no es una declaración doctrinal, sino una evaluación de un hecho histórico contingente, es decir, del proceso de reforma que comenzó luego de Sacrosanctum Concilium y culminó en los diversos libros litúrgicos del Novus Ordo. Es lo mismo que decir: “El euro está irreversiblemente establecido en Europa”. ¿Por qué habríamos de creer semejante cosa? O: “El ecumenismo de los últimos cincuenta años es un hecho irreversible”. Por cierto, nadie puede negar que el ecumenismo ha tenido lugar y que, como tal, no puede ser deshecho. Pero ello no nos dice nada sobre lo que el futuro nos depara. Todo ello, nuevos ritos litúrgicos o ecumenismo o cualquier otra cosa, podría ser anulado o, al menos, drásticamente “corregido”, por un futuro papa León XIV o Benedicto XVII o Pío XIII.

Podría también recordarse que un papa, Clemente VII, autorizó el nuevo breviario compuesto por el Cardenal Quiñones, otro papa, Pablo III, lo aprobó, pero un tercer papa, Pablo IV, lo suprimió, considerando que rompía con la Tradición y estaba excesivamente influido por la teología protestante. Algunos papas, según otros papas, pueden equivocarse en materias litúrgicas. Los concilios no son tampoco en absoluto infalibles en materia de recomendaciones sobre llevar o no llevar a cabo determinadas cosas prácticas. Nadie pone en duda que los Padres Conciliares deseaban cambios menores en la liturgia, y muchos autores notables, incluyendo a Joseph Ratzinger y Louis Bouyer, han planteado serios cuestionamientos al modo en que esos cambios efectivamente se hicieron.

Gracias por esta entrevista. Me complace especialmente el que usted haya estado dispuesto a abordar con franqueza algunos de los problemas que me inquietaron cuando leí sus elocuentes y convincentes ensayos en “Noble belleza”. Como usted lo dice, “muchas cosas que parecía imposibles hace un momento, se pueden volver súbitamente posibles”. Y estoy de acuerdo en que tenemos que luchar mucho contra el desaliento. Debemos ser personalmente humildes y santos para que Dios pueda actuar por medio de nosotros y lograr sus propósitos. Espero,  y rezo por ello, que muchos lectores encuentren en su libro, como me ha pasado a mí, mucho que pensar, mucho que los consuele, y mucho que los fortalezca.

Muchas gracias. Oremus pro invicem. 

CALENDARIO LITURGICO TRADICIONAL DIGITAL UNA VOCE SEVILLA

Un año más la Asociación Una Voce Sevilla, con ocasión de la Festividad de la Epifanía del Señor, pone a disposición el calendario litúrgico tradicional en formato pdf correspondiente al año del Señor de dos mil dieciocho.

Para descargar el calendario litúrgico tradicional PINCHAR AQUI.

 De gran interés y utilidad para sacerdotes y fieles que celebran o asisten, respectivamente, a la Misa según el Rito Romano tradicional y/o rezan el Breviarium Romanum, conforme al Misal de S. Juan XXIII de 1962 y el motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI.

 

UNA VOCE SEVILLA

 

 

 

SEVILLA: HORARIOS NAVIDAD MISA TRADICIONAL-GREGORIANA

Los horarios de las Misas de precepto que se oficiarán -D.m.- en Sevilla, en el Oratorio Escuela de Cristo (final callejón Carlos Alonso Chaparro – Barrio de Santa Cruz), durante el tiempo litúrgico de Navidad, según el rito romano tradicional serán-:

 

DICIEMBRE:

–      DOMINGO 24 DE DICIEMBRE a las 10:30 horas (Vigilia Natividad).

–      LUNES 25 DE DICIEMBRE a las 19:30 horas (Natividad del Señor).

–     DOMINGO 31 DE DICIEMBRE a las 10:30 horas (Domingo Infraoctavo de la Natividad).

 

ENERO:

–      LUNES 01 DE ENERO a las 19:30 horas (Octava de la Natividad).

–      SÁBADO 06 DE ENERO a las 18:30 horas (Epifanía del Señor).

–     DOMINGO 07 DE ENERO a las 10:30 horas (Fiesta de la Sagrada Familia).

 

La Asociación Una Voce Sevilla les desea una santas y felices Pascuas in Xto et Maria.

 

SÁBADO 23 DICIEMBRE: EL GRUPO JOVEN DE UNA VOCE SEVILLA PROMUEVE MISA TRADICIONAL, REZO VISPERAS Y MEDITACIÓN PREPARATORIAS DE NAVIDAD

Les informamos que, el próximo 23 de diciembre, Sábado de Témporas, como preparación para la próxima Natividad del Señor, el Grupo Joven Sursum Corda de la Asociación Una Voce Sevilla promueve los siguientes actos que, Dios mediante, se celebrarán por la tarde en el Oratorio Escuela de Cristo, sito en el Barrio de Santa Cruz de Sevilla (final callejón Carlos Alonso Chaparro – a la altura del nº2o de la c/ Ximénez de Enciso):

 

 

– 18:00 h. Rezo de Vísperas tradicional*.

– 18:30 h. Meditación a cargo del capellán de Una Voce Sevilla.

– 19:30 h.  Santa Misa tradicional de Témporas.

* Según el motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI.

 

“Veni, et osténde nobis fáciem tuam Dómine, qui sedes super Chérubim; et salvi érimus”

(Venid, Señor, y mostradnos vuestro rostro, Vos que estáis sentado sobre los Querubines, y seremos salvos)

UNA VOCE SEVILLA

 

ARTÍCULO: ¿TIENE SENTIDO EN LA ACTUALIDAD LA CELEBRACIÓN DE LA MISA TRADICIONAL?

A continuación, ofrecemos a nuestro lectores un artículo-entrevista al profesor Peter Kwasniewski, traducido y publicado en la recomendable web de la asociación hermana hispana, Magnificat Una Voce Chile, que nos brinda unos argumentos muy sólidos para responder a la pregunta: ¿tiene sentido en la actualidad la celebración de la Misa tradicional?:

Una entrevista al Profesor Peter Kwasniewski sobre el sentido de la Misa tradicional

 
 
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La página católica croata Bitno acaba de publicar una sustanciosa entrevista con nuestro colaborador, el Dr. Peter Kwasniewski, sobre el descubrimiento de la antigua Misa, los liturgistas progresistas, las objeciones más comunes, la postura ad orientem, la opcionitis, el arqueologismo y otros temas. La entrevista se grabó en Nursia (Umbria, Italia) en julio pasado, y fue luego transcrita y traducida al croata por el entrevistador (lo cual explica el tono coloquial que aparece a veces). Su historia es la de muchos de nosotros, porque muestra cómo el descubrimiento de la Misa tradicional nos cambió para siempre la vida y cómo se dieron posteriormente las cosas. 

 
Se ha ofrecido a Rorate Coeli la traducción al inglés. Las fotos son las que aparecen en el sitio croata.
 
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Entrevista al Prof. Peter Kwasniewski 
 
Antes de comenzar hoy las preguntas, Dr. Kwasniewski, diga por favor algo a los lectores sobre sí mismo. ¿Dónde hizo usted sus estudios y dónde enseña?
 
Nací en Chicago, Illinois, y crecí en Nueva Jersey, donde asistí a una escuela primaria católica, y luego a una escuela secundaria para niños dirigida por benedictinos. Durante este período canté en el coro de varias parroquias y escuelas, y comencé a estudiar música. Luego fui al Thomas Aquinas College, en California, para obtener el grado de licenciado (bachelor) en artes liberales, y posteriormente a la Catholic University of America para los grados de MA y PhD en filosofía, con especial énfasis en Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. El International Theological Institute de Gaming, en Austria, me contrató a continuación, en la época del cardenal Schönborn, y ahí enseñé filosofía y teología durante casi 8 años. Volví a los Estados Unidos a colaborar en el establecimiento de una nueva escuela de artes liberales inspirada en el movimiento de los «grandes libros» [Nota de la Redacción: véase aquí lo que hemos dicho sobre ese movimiento y su adopción por parte de John Senior], denominada Wyoming Catholic College. Durante la última década, he dado cursos de filosofía, teología, historia del arte y música. Para mí, la actividad más gratificante es dirigir el coro del college y las “scholas” en la liturgia.
 
¿Cómo conoció la Misa tradicional? ¿De dónde surgió su interés por ella?
 
Las cosas se dieron gradualmente, ya que yo no crecí con esa Misa. Nací en 1971, de modo que nunca asistí a ella. Ni siquiera sabía que existiera, como le ocurre a muchos de mi generación y a otros más jóvenes. Nosotros somos aquéllos a quienes se refería Benedicto XVI en su carta a los obispos de 7 de julio de 2007 cuando dice “que se pensaba, al comienzo, que los interesados en la antigua liturgia irían desapareciendo con las generaciones de más edad, en tanto que se ha demostrado ahora que los jóvenes han descubierto en esta forma un encuentro con el misterio de la Eucaristía que les resulta particularmente adecuado”. Esto es lo que me ocurrió a mí. Descubrí, al terminar la secundaria, cuando tenía entre 17 y 18 años, que existía algo llamado liturgia tradicional en latín. Como no la había en la región en que yo vivía, mi conocimiento de ella fue de tipo teórico. Hacia aquel tiempo, cada vez me interesaba más en la fe, y comencé a estudiarla detenidamente y a procurar vivirla más plenamente. Así, cuando se me dio la oportunidad en el college de comenzar a asistir periódicamente a la liturgia tradicional, ella empezó a hablarme en los hechos.
 
¿Qué le impresionó cuando comenzó a asistir a ella?
 
Sentí que había un profundo sentido del misterio de la Misa, de la reverencia que le debemos. Y me impresionó realmente la seriedad de la liturgia. Naturalmente sabemos que una Misa que se celebra con la intención adecuada y con la materia adecuada es una Misa válida, pero en muchas liturgias a la que había asistido en mi vida, se tenía la impresión de que las personas no tomaban realmente en serio lo que hacían. Y cuando comencé a ir a la Misa antigua, me pareció que había en ella un absoluto enfocarse en Dios y en Nuestro Señor Jesucristo. Esto fue algo que me atrajo y me motivó, porque me hizo pensar “¿si realmente creemos en lo que decimos que creemos de la Misa y la Eucaristía, por qué no deberíamos siempre tratarlas con esta profunda adoración y reverencia y devoción y cuidado y seriedad? ¿Qué motivos habría para no hacerlo?”
 

Comenzó así, para mí, un viaje de varios años, al término de los cuales simplemente me encontré yendo a la liturgia tradicional cada vez que podía, y yendo a la nueva sólo cuando tenía obligación de hacerlo, o cuando me sentía capacitado para influir positivamente en el modo en que se la celebraba, normalmente por medio de la dirección de la música sagrada.

 El Prof. Dr. Peter Kwasniewski
 
La narrativa litúrgica común de algunos profesores es que, antes del Concilio Vaticano II, los tiempos fueron malos: la liturgia era distante, incomprensible para los fieles, concebida casi como un ritual mágico: el sacerdote realizaba su acto de magia y los fieles eran observadores pasivos, como en una obra de teatro o una ópera. Básicamente, la abuela rezaba el rosario y en eso consistía toda su participación. Entonces llegó el Concilio y sus reformas, que barrieron con las repeticiones inútiles y todas las adherencias e impurezas medievales que se habían colado en la liturgia original y pura de la primitiva Iglesia. El Vaticano II insistió en que se vernaculizara la Misa para que se hiciera comprensible, y se dio vuelta los altares hacia el público para que éste pudiera comprender lo que estaba ocurriendo y participara activamente en ello. Estamos ahora, pues, viviendo en los buenos tiempos nuevos. Pero usted no adhiere a esta narrativa, ¿no es cierto?
 
No. Y, por cierto, usted ha tocado una cantidad de tópicos diversos, por lo que le pido que me permita abordar varios de ellos.
 
El primero y más básico es que jamás entenderemos el misterio de la sagrada liturgia, jamás lo comprenderemos, porque es de Dios y para Dios. San Agustín dice: “Si lo comprendes, no es de Dios”. Es obvio que queremos tener alguna noción de lo que estamos haciendo, de aquello en que estamos involucrados; pero la idea de hacerlo totalmente inteligible a la gente conduce a un cierto rebajamiento de la liturgia, en la que, de pronto, las oraciones recurren al lenguaje cotidiano y el misterio se evapora, es decir, se evapora la idea de que estamos participando en un sacrificio portentoso, que trasciende al tiempo, cósmico, más importante que cualquier otra cosa que hagamos, más misterioso que cualquier otra cosa que hagamos, algo que es verdaderamente trascendente, que debiera dejarnos mudos, llenos de estupor.
 
La idea de que uno puede envolver todo eso como un paquete y entregárselo a la gente diciendo “Ya está. Ahí lo tienen. Nosotros hemos cumplido con nuestro encargo”, es algo que contraría profundamente la naturaleza de la liturgia. Por eso es que, cuando observamos la historia de la liturgia en todas las épocas y en todas partes, vemos que siempre hay rasgos de la liturgia que enfatizan su solemnidad, su sacralidad, su particularidad, el hecho de que es algo que está separado del curso de la vida cotidiana.
 
La liturgia bizantina rebosa de esto. Y aunque la liturgia bizantina se celebra en el idioma del pueblo, tiene su iconostasio, hay en ella una cantidad de cosas que están reservadas al clero, hay muchas oraciones que se dicen en silencio, existe todo tipo de señales de reverencia y temor que nos indican que no estamos en la plaza del mercado, que esto no es un lugar para hacer negocios, que no es una sala de clases: estamos en un tiempo especial, sagrado. Y la liturgia necesita tener elementos que nos transmitan todo esto. Uno de ellos, para nosotros en Occidente, fue el latín. Sí: hubo un tiempo en que el pueblo hablaba latín, pero no hablaba el latín de la liturgia, que es un latín muy formal, elevado, pulido, elegante, elocuente, poético. Y con el correr del tiempo, el latín se transformó en una especie de distintivo de lo especial que es la liturgia: “este es el único lugar donde existen estas oraciones dichas de este modo”. Y poco a poco ello se transformó, me atrevería a decir, en una especie de sacramental, como el agua bendita o el rosario, transformándose en algo que nos acercaba a lo santo, aun cuando, en sí mismo, el latín no es más que una lengua. Pero el latín de la liturgia se transformó en un vehículo sagrado que nos conectaba con lo divino.
 
Quisiera decir también, en relación con esto, que los liturgistas de la décadas de 1950, 1960 y 1970 fueron a menudo culpables de cierto desprecio por el pueblo, en el sentido de que se referían a él como si fuera incapaz de comprender, simplemente ignorante, iletrado, poco pulido, un desastre… En cambio nosotros, que éramos inteligentes, liturgistas expertos, teníamos que entrenarlo nuevamente y mostrarle lo que significaba realmente ser cristianos. Fue una arrogancia increíble. La fe católica floreció durante siglos y siglos entre personas que “no entendían de liturgia”. ¿Florece, acaso, ahora, con todos los consejos de los expertos? A mí me parece que no. No se puede culpar solamente a la reforma litúrgica, pero ciertamente lo que entonces se predijo no ha tenido lugar sino que ocurrió todo lo contrario. Ahora, si ella es una causa o una coincidencia, habría que discutirlo en otra ocasión. 
 
El Catecismo de la Iglesia Católica cita al Cura de Ars. Hay una famosa historia del Cura de Ars, que encontró un día a un hombre en su iglesia, que se sentaba ahí, simplemente, durante largos ratos, hasta que el Cura le preguntó un día: “¿Qué hace usted?”. Y el hombre contestó: “Yo lo miro, y Él me mira”. El Catecismo cita esto como ejemplo de oración contemplativa, que es la esencia de la oración. Tal es el tipo de oración que la gente encontraba en la antigua liturgia, y eso es lo que la abuela hacía la mayor parte del tiempo, no un mero repasar inconscientemente las cuentas el rosario. 
 
Me parece que tenemos que recapturar o reconocer la profunda piedad que tenía el pueblo, alimentada por la liturgia. Hay varias otras cosas que usted mencionó: ¿quiere que me refiera a ellas una por una?
 
Lo que voy a hacer es simplemente mencionarle algunas típicas objeciones que se oye, para que usted pueda responderlas. Una de ellas es más o menos esta: El Concilio Vaticano II pidió más participación activa. Pero uno no puede participar a menos que comprenda las oraciones y lecturas y lo que está teniendo lugar. Necesitamos por ello una liturgia en vernáculo.
 
De acuerdo [eso es lo que se dice]. Puedo ser ahora más específico en relación con esto. El Concilio Vaticano II define “participación activa” fundamentalmente como la compenetración de la inteligencia y del corazón con lo que está teniendo lugar. De modo que lo primero que presupone la participación activa es que uno entienda lo que es la Misa, lo que es la liturgia, es decir, el santo sacrificio de la cruz, y que la participación de uno es en la pasión redentora del Señor y en todos los misterios de su vida. Así, si uno no entiende eso, si la liturgia no alimenta esa honda comprensión en la mente y en el corazón, no tiene mayor importancia cuántas veces uno se ponga de pie, o se siente, o se arrodille, o hable, o cante, o aplauda. No tiene importancia lo que se hace activamente en lo exterior, si en la Misa uno no tiene esa participación interior.
 
Creo que es verdad que hubo épocas y lugares en que el pueblo pudo haber estado más involucrado en la liturgia, pudo haber tenido una mayor comprensión de las oraciones, pudo haber entonado los cantos como Pío X lo pidió –y lo pidieron Pío XI, Pío XII y muchos otros papas- y como ocurría en muchos lugares; o sea, es verdad que a la participación exterior le corresponde un lugar, pero no le corresponde el lugar más importante. Lo que hemos presenciado es una transición desde un mundo católico en que la participación fue real, pero principalmente silenciosa e interior, a un mundo en que la participación es exterior y verbal, pero no muy interior, y sin mucha comprensión, o sin experimentar el espíritu de la liturgia del modo en que se refieren a ella Guardini o Ratzinger. Está claro que necesitamos una participación tanto interior como exterior, y que ambas constituyen la participación activa. Existe un auténtico peligro en la comprensión simplista de “activo”.
 
A veces se dice que quizá una mejor traducción de la expresión “participación activa” sería “participación real”, ya que la palabra latina “actuosa” significa real, no actividad en el sentido de que “hago estas cosas”.
 
Sí, creo que eso es verdad: «participar activamente» quiere decir estar completamente comprometido, con todas las fuerzas.
 
Analicemos lo siguiente: el idioma original del rito romano fue el griego, y sólo se lo tradujo al latín cuando el pueblo dejó de entender el griego. Por lo que los reformadores, lo que hicieron, es básicamente lo mismo. Hicieron comprensible la liturgia, o al menos, más accesible a la gente, por una preocupación pastoral. ¿Por qué habríamos de desear algo que la mayor parte de las personas no entiende?
 
Interesante pregunta. La Iglesia primitiva oraba en griego. Este no era necesariamente el lenguaje de todo el mundo, pero sí era una lengua muy extendida, y era la lengua de la intelligentsia, de modo que en esta lengua la liturgia pudo celebrarse de un modo formal. Y parece que la Iglesia, que siempre actúa de modo profundamente conservador, titubeó por largo tiempo antes de hacer el cambio del griego al latín. Me refiero a la Iglesia de Roma, la Iglesia de Occidente, para decirlo así. Y cuando se hizo el cambio, el tipo de latín a que se tradujo la liturgia fue, como acabo de decir, una versión noble y elevada de la lengua latina. No fue el latín de la calle, no fue el vernáculo en el sentido de lengua de todos los días.
 
Lo interesante de todo esto es que, habiéndose hecho ese cambio, un cambio fundamental, la Iglesia jamás –jamás hasta fines del siglo XX- lo cuestionó seriamente. Debemos respetar el hecho de que el ritmo del cambio en la historia litúrgica se va haciendo más lento a medida que pasan los siglos. Se añade algunas cosas, pero se preserva lo que ya existe. Y, como católicos, creemos que el Espíritu Santo guía el desarrollo de la liturgia, el desarrollo orgánico de la liturgia. Así pues, si hubiera sido realmente necesario o al menos aconsejable que la Iglesia cambiara del latín a otras lenguas, ella lo hubiera llevado a cabo, y además mucho más tempranamente. El hecho de que no lo hizo ni siquiera luego de que otras lenguas evolucionaran a partir del latín –especialmente las lenguas romances- ni tampoco cuando los misioneros trajeron la liturgia en latín al Nuevo Mundo o a las tribus de África que no tenían idea alguna del latín. El hecho de que la Iglesia adhirió firmemente a ese legado litúrgico latino significó que éste se había transformado para ella en algo más que una convención de carácter práctico: se había convertido en algo sagrado, precioso, algo extremadamente valioso que no era una pura cosa externa, no era como el color de ojos o de pelo de una persona, o como el estilo de su vestimenta.
 
He aquí una buena comparación: las vestimentas de la liturgia se desarrollaron un poco en unos cuantos siglos. Como se sabe, los ornamentos de la liturgia son adaptaciones de la antigua vestimenta romana, de la vestimenta romana común. Pero a partir de cierto momento, el desarrollo de la vestimenta litúrgica se detuvo. Entre tanto, la vestimenta secular siguió desarrollándose, y ha habido cientos de diferentes estilos de vestidos; pero la vestimenta litúrgica apenas se desarrolló. Hay varios tipos diferentes, diferentes cortes, diferentes estilos, pero todos ellos son fundamentalmente iguales: siempre está el alba, y la casulla, y el amito, y el manípulo, aunque se den en diferentes formas y colores. Así, en la historia de la liturgia hubo un mayor desarrollo al comienzo, y un menor desarrollo posteriormente. Esto, para mí, tiene mucho sentido porque, a medida que la liturgia arriba a una cada vez mayor plenitud y perfección, ya no debería necesitar cambiar mucho más.  
 
Me resulta curioso que nunca tuvimos quejas serias de nadie sobre el latín, salvo de parte de los expertos. El experto, que se auto titulaba como tal, insistía en que “Oh, no, tenemos que cambiar esto en pro del pueblo común”. Pero el pueblo común no andaba por ahí clamando o firmando peticiones o marchando con pancartas que dijeran “Necesitamos liturgia en italiano, o castellano, o francés, o alemán”. Al pueblo le gustaba el hecho de que fuera siempre lo mismo y que, donde quiera que fuera uno, se encontrara siempre con la misma liturgia.
 
Quizá un punto relevante aquí sería que la propia Constitución conciliar sobre reforma litúrgica, Sacrosanctum Concilium, dice que debiera conservarse, no abolirse, el latín.
 
Exacto. Dice que los límites del vernáculo podían extenderse, podía extenderse su uso pero, a continuación, dice que ello sólo tendría sentido en el caso de las partes de la Misa que cambian día a día. 
 
Así pues, otra forma de abordar su pregunta es la siguiente: la mayor parte de la liturgia de la Iglesia es estable, se repite. No hace falta más que oír el Kyrie o el Gloria unas pocas veces para entender qué es lo que se está diciendo. Sé por experiencia que mis hijos, y los de muchas otras familias en las comunidades en que he vivido, pueden cantar, y recitar y comprender sin dificultad las oraciones en latín de la liturgia que se repiten.
 
Lo cual nos remite a ese desprecio por la inteligencia de los católicos comunes y corrientes. La liturgia de la Misa puede imprimirse en unas pocas páginas, no es un texto largo. Y, aparte de eso, por cierto, tenemos el hecho de que, a medida que pasa el tiempo, disminuye el analfabetismo, y un aspecto del Movimiento Litúrgico, en su fase más sana, fue la introducción del pueblo a las oraciones de la liturgia mediante los misales individuales impresos. Hacia mediados del siglo XX, todo el que podía leer podía seguir la liturgia al revés y al derecho, de comienzo a fin, sin necesidad de seguirla paso a paso, aunque podía hacerlo, y a menudo lo hacía precisamente así. En realidad, de lo que se trata es de educar a la gente sobre las riquezas que ha heredado y no de cambiarlo todo presuponiendo que la gente no tiene ni va a tener nunca educación. Tal cosa me parece una actitud derrotista.
 
¿Cree usted que el éxodo de fieles que se produjo a mediados de las décadas de 1960 y de 1970 tuvo que ver con la reforma litúrgica?
 
Creo que hubo una cantidad de causas culturales, pero no cabe duda alguna de que el número, la magnitud y el rápido ritmo de los cambios jugaron un papel enorme en la desorientación y desencanto y pérdida de la propia herencia que experimentaron los católicos por obra de su propia Iglesia. Fue como si, de improviso, el clero le comenzara a imponer una nueva religión, con nuevos “valores” y nuevas “prioridades”. Algunos se adaptaron de buena gana, otros lo hicieron a regañadientes, y hubo demasiados que se marcharon por las puertas abiertas para no volver jamás. Bill Buckley, un famoso  periodista político estadounidense, decía que quería creer que los cambios que la jerarquía dejaba caer desde lo alto eran, de algún modo, buenos para el pueblo, pero añadía que ello constituía el más exigente acto de fe que jamás se le había pedido hacer, cuyos frutos nunca llegó a ver. Podría hablarse aquí de una transubstanciación al revés: teníamos el cuerpo vivo de la Tradición católica, con toda su belleza y nobleza, y ahora la Iglesia lo transformaba de nuevo en pan común y corriente. Pero lo que deseamos en nuestro corazón es el cuerpo viviente. El mundo está lleno de pan y lo da con generosidad a quienes sirven a sus intereses. La Iglesia está para darnos lo que el mundo no puede. Estoy, al cabo, simplemente haciendo variaciones sobre la sobria frase de Ratzinger: “La crisis en la Iglesia ha sido, en gran medida, causada por la crisis en la liturgia”.
 
El cardenal Sarah ha venido diciendo algo parecido sobre el controvertido punto de la orientación litúrgica. Uno de los argumentos que se esgrimen en favor de “versus populum” es que el laicado debe unirse al sacrificio de la Misa, pero el laicado tiene también un carácter real y sacerdotal, aparte del sacerdocio ministerial del sacerdote. Y por eso, el laicado tiene derecho a ver lo que ocurre sobre el altar, y ello implica que “versus populum” es la mejor alternativa.
 
Si me lo permite, creo que ese argumento es muy débil. Los fieles no tienen un “derecho” a ver lo que ocurre sobre el altar porque, en cierto sentido, no hay nada que ver. El milagro de la transubstanciación no se ve y, como dijo alguien, cuando el sacerdote cambió de postura y se dio vuelta, y cuando el pueblo comenzó a ver lo que el sacerdote había estado haciendo, de pronto el pueblo se dio cuenta de que no era gran cosa, después de todo. En realidad, la Misa se dirige a nuestra fe, no a nuestra vista. No se trata de mirar un espectáculo, como podría ser una demostración culinaria que se desarrolla ahí adelante, en que se pone un poco de aliño o de hierbas, y uno aprende cómo mezclarlas uno mismo. No, nunca uno va a poder a hacer esas cosas a menos que uno sea un sacerdote, por lo que no necesita “verlas”.
 
La cuestión de fondo aquí es que, cuando el sacerdote mira hacia el oriente, está mirando en la misma dirección que el pueblo. O, más bien, el pueblo mira en la misma dirección que el sacerdote. Y queda claro que todos están ofreciendo el sacrificio: el sacerdote, en su forma sacerdotal propia, y el pueblo en su forma bautismal, con su sacerdocio bautismal. Todos se unen para ofrecer el sacrificio hacia el Oriente, y la Escritura dice que el Oriente es un símbolo de Cristo que ha de venir, y llegará a nosotros desde el Oriente. Así, este signo escatológico es el signo de nuestro anhelo de Cielo, de que Cristo regrese. Como dice el Apocalipsis, “Maranatha”, “El Señor Jesús viene». Ese simbolismo en su conjunto hace, de acuerdo con mi experiencia, que el pueblo se sienta más involucrado en el ofrecimiento de la Misa, no menos involucrado.
 
Si el sacerdote se vuelve para ponerse de cara al pueblo, surge de pronto una dinámica en que el sacerdote y el pueblo se enfrentan mutuamente, y el sacerdote se convierte en alguien que está frente al pueblo como quien tiene que entretenerlo o animarlo o llamar su atención y tener cuidado de cómo se le ve el pelo o la cara. Surge de pronto una dicotomía, incluso un antagonismo entre ambas partes, en tanto que, cuando el sacerdote se da vuelta al revés, se hace anónimo, es un ícono de Cristo, y todo el pueblo puede, para decirlo de algún modo, ascender al cielo encaramado en su casulla. Creo que ésta es, exactamente, la experiencia del pueblo que asiste a una Misa que se celebra ad orientem. 
 

Cuando la gente va a Misa y ve que el sacerdote no está vuelto hacia ella, puede que le resulta incómodo al principio, pero le ayuda a darse cuenta de que todo esto no gira en torno a nosotros: el sacerdote no nos habla a nosotros, le habla a Dios. El sacerdote ofrece a Dios un sacrificio, del cual nos beneficiamos. Y por tanto, es muy importante para nosotros que la Misa no se dé vuelta hacia nosotros: ello es un error fundamental; es lo que llamamos antropocentrismo. 

 
¿Fue Ratzinger quien dijo que el sacerdote “no le da la espalda al pueblo”, sino que más bien actúa encabezándolo? 
 
Exactamente. Alguien, con buen humor, preguntaba un vez: “¿quiere usted que en el avión el piloto esté vuelto hacia la cabina o vuelto hacia adelante?”. Cada vez que un grupo va hacia alguna parte, todos deben mirar en la misma dirección.
 
A menudo se les dice a los partidarios de la “reforma de la reforma” y a los tradicionalistas: “Vosotros insistís en el desarrollo orgánico, y objetáis que sean unos comités los que tomen las decisiones. Pero lo que hizo Trento no fue desarrollo orgánico, sino que hizo exactamente lo mismo que los reformadores, luego del Vaticano II: obrando lo mejor posible, consiguió algunos expertos y procuró restaurar la liturgia de los Padres. Y luego impuso el rito, resultado del trabajo de los expertos”.  
 
Este argumento es terriblemente falaz. Cualquiera que haya estudiado la historia de la liturgia sabe que la reforma que tuvo lugar después del Concilio de Trento consistió en reformas menores, en comparación con las que ocurrieron a mediados de la década de 1960. Por ejemplo, el orden la de la Misa contenida en el misal de Pío V, promulgado en 1570, es fundamentalmente el mismo que se encuentra en Roma en el siglo XV, el mismo que se encuentra en el siglo XIV, y así se puede seguir retrocediendo.
 
El corazón mismo de la Misa, el Canon Romano, data del siglo VI y de antes, aunque su forma definitiva ya se nos da en el siglo VI. Así es que, de hecho, los cambios efectuados en el período tridentino, en tiempos de San Pío V, son tales que cualquiera puede darse cuenta de que son cosméticos, cambios menores. Quizá el cambio mayor fue la abolición de la mayor parte de las Secuencias. Y hay quienes hoy lo lamentan. Pero lo que aquel comité pensó fue que, de todas las partes de la Misa, ellas eran la adición más reciente, y eran también las que estaban más restringidas a ciertas regiones, o sea, eran cosas que habían surgido mucho más recientemente, y a fin de preservar mejor lo que todos habían preservado hasta aquella época, se pensó que era aconsejable una simplificación de las Secuencias. Se puede estar o no de acuerdo con esto, pero lo interesante es que ellas fueron el único blanco importante o la única víctima, si se pudiera decir así, de aquel comité, o sea, algo que se había desarrollado hacía poco, no cosas que ya estaban asentadas desde hacía siglos, y que no se le hubiera pasado por la mente suprimir.
 
Otra cosa que hay que advertir es que la edición que hizo San Pío V del misal añadió algunas cosas al orden de la Misa. Por ejemplo, las oraciones al pie del altar, que son muy queridas por todos los católicos que asisten a la Misa antigua en cualquier parte del mundo (salmo 42, el doble Confíteor, el diálogo, las oraciones mientras se sube al altar). Esos elementos comenzaron como preparación privada del sacerdote, pero Pío V ordenó que se incluyeran en el orden de la Misa. Y ello constituyó un enriquecimiento de la Misa, no fue cambiar nada, o eliminar algo: fue un añadir algo. Esa es la forma general en que la historia de la liturgia opera, por adición, no por substracción. Del mismo modo, el último Evangelio se fusionó con la liturgia, en tanto que anteriormente había sido una devoción privada del sacerdote, a modo de acción de gracias.
 
Hay que distinguir entre cambios litúrgicos que consisten en enfatizar o añadir, y cambios litúrgicos que consisten en desordenar o incluso en demoler.
 
En el tópico del énfasis, ¿no podría alguien decir: la nueva Misa introdujo muchas, muchas opciones, incluso nuevos cánones y Plegarias Eucarísticas para Misas con niños y otras cosas por ese estilo, de modo que si la liturgia se desarrolla por vía de adición, he aquí que tenemos una cantidad de nuevas opciones? ¿Acaso no es bueno eso?
 
No, no, las opciones son terribles, terribles, terribles. Conduce a lo que se ha llamado “opcionitis”. En todas las liturgias tradicionales de Oriente y Occidente se puede observar lo siguiente, cualquiera de ellas que se considere –ya sea la mozárabe, o la sirio-malabar, o la bizantina, o la ambrosiana, o la romana, o cualquier otra-: se llega a un cierto punto en el tiempo después del cual (y ello ocurre harto tempranamente, por cierto en el primer milenio e incluso en la primera mitad del primer milenio) nos encontramos con el desarrollo de formas litúrgicas fijas, de modo que los sacerdotes y obispos reciben determinado cuerpo de oraciones, y textos, y cánticos, y lecturas, y son éstos los que se usa. Nadie mete mano en ellos, sino que se los perpetúa. Fuere lo que fuere que ocurrió en los primeros siglos –y tenemos testimonios muy escasos e incompletos de aquel período- el hecho es que se dio una tendencia inherente en la Cristiandad hacia la fijación de las formas litúrgicas. Y esto no es ningún tipo de corrupción tardo-medieval. Esto se puede ver desde muy temprano: se ve en San Gregorio Magno, que murió, me parece, en 604. De modo que esto es muy temprano. Y San Gregorio Magno es quien hace que muchas plegarias finalicen de tal modo que tengan nobleza y estabilidad formal.
 
La razón de esto, me parece, es muy sencilla: cuando uno enfrenta a las realidades más sagradas y solemnes de todas, uno quiere emplear las oraciones más nobles y bellas y ortodoxas y bien expresadas que se pueda. Y si se las ha heredado, ¿por qué habría de creerse que uno es mejor que sus antecesores, que uno puede inventar una oración mejor, o que se podría hacer espontáneamente algo mejor? De hecho, cada vez que alguien tiene que hacer algo extemporáneamente, ello es embarazoso, como se ve en las fiestas de matrimonio, cuando hay que hacer un brindis. Si en tales casos se pudiera memorizar algún brindis famoso, probablemente uno terminaría haciéndolo mucho mejor que si tuviera que inventar su propio brindis. Y se trata aquí de un simple brindis, que no tiene ningún significado perdurable. En cambio, cuando se trata del tremendo sacrificio de la Misa, o de un bautismo, o confirmación, o absolución, o cualquier otro sacramento, hay una razón para que el pueblo cristiano obre con su instinto de preservación y conservación, de fijeza y estabilidad. 
 
Lo que las modernas opciones han causado en la liturgia, y especialmente en las palabras iniciales del sacerdote, a quien se le dice que hable con sus propias palabras, o “use otras palabras similares”, es haber dado lugar a un montón de banalidades en la liturgia, a una pseudo-liturgia de estándares disminuidos, de segunda clase. Y nunca se sabe con qué se va a encontrar uno, lo cual es un problema. Es como ir a un McDonalds o un Burger King: ¿elegiremos esta opción, o esa otra, o la otra? En este sentido, ello es muy desconcertante para los fieles, que simplemente quieren ir y librarse de la confusión y complejidad del mundo profano y concentrarse solamente, todo lo que puedan, en el Señor y darle al Señor esos momentos. Si uno va y las cosas están constantemente cambiando, como un piso que se mueve bajo los pies, es muy difícil establecer una relación de oración. Esto es simplemente un aspecto muy inquietante de la nueva liturgia.
 
Supuestas las diversas opciones que son litúrgicamente legítimas en el misal de Pablo VI, se puede decir Misa de una forma (ad orientem, sólo en latín, cantando las lecturas) que, para un observador ajeno, la haría indistinguible de la antigua Misa. Pero también se la puede celebrar de un modo completamente diferente, que subraya las diferencias que existen entre lo que ahora llamamos “las dos formas”.  
 
Es verdad. Martin Mosebach ha escrito: “¿Se puede celebrar la Misa nueva reverente y bellamente? Sí. Pero constituye un problema el que ello sea posible”. En otras palabras, sería necesario celebrarla reverente y bellamente. Ocurre lo mismo con la liturgia antigua: si se obedece las rúbricas, se la celebrará como se debe, adecuadamente, como corresponde. Lo que Mosebach ha querido decir es que, con la Misa nueva, el sacerdote tiene que ser un santo. Por cierto que el sacerdote debiera siempre ser santo, pero con la Misa nueva, si no lo es, la liturgia puede transformarse en un desastre, mientras que si lo es, la celebrará devota y reverentemente.
 
La Misa tradicional, por el contrario, es como un avión de carga: es una máquina construida por genios que puede ser operada por idiotas. Es decir, es en cierto modo a prueba de bombas. No se la puede hacer depender de la personalidad del celebrante.
 
Dado que nos queda poco tiempo, permita que le presente un último argumento. Es ampliamente sabido que Benedicto XVI ha dicho que lo que una generación ha considerado sagrado, no puede súbitamente comenzar a ser considerado peligroso y a ser totalmente desechado. Pero la Misa nueva restauró muchas de las cosas que los antiguos tenían por sagradas en su liturgia, tales como la oración de los fieles, o la procesión del ofertorio (la procesión con las ofrendas) o la comunión en la mano. Estas, pues, no debieran ser consideradas peligrosas ni desechadas hoy día. 
 
Eso es lo que la gente llama un sofisma. Hay dos niveles diferentes para responder ese tipo de argumento. Uno de ellos es simplemente hacer ver, como lo hizo Pío XII en su gran encíclica Mediator Dei de 1947, que el solo hecho de que algunas cosas se practicaron en la Iglesia antigua y han caído en desuso durante muchos siglos, no es razón para poder o deber reintroducirlas automáticamente en la actualidad. De hecho, la Iglesia profundiza, crece en su comprensión de la liturgia y de lo que ella realiza. Tal es el motivo para que, para comenzar, tengamos un desarrollo litúrgico. 
 
En la primitiva Iglesia, si los fieles recibían la comunión en la mano –y, dicho sea de paso, existe un debate académico sobre cuán extendida estaba la costumbre e incluso sobre cómo interpretar ciertos textos patrísticos sobre ella-, lo hacían con mucha reverencia, se cubrían las manos con un paño, y se tomaban muchas precauciones para que no se perdiera miga alguna, precauciones que hoy ya no se toman. Así es que hemos revivido un remedo de algo que se hacía de un modo diferente en la Iglesia antigua. Ahora, el motivo de que esa práctica desapareciera fue que, en cierto momento, la gente pensó: “La verdad es que esto no está funcionando bien. Cambiémoslo por algo que funcione mejor”. Y de hecho, surgió un mejor modo de distribuir la comunión y nosotros, invocando prácticas arcaicas, hemos tratado de revivir esta práctica concreta, pero ni siquiera lo hemos hecho del modo en que lo hacían los antiguos. Y mientras tanto, le hemos dado las espaldas a una práctica superior que se desarrolló sabiamente.
 
Por tanto, lamento decir que hay un montón de… cómo decirlo… engaños en la formulación de ese tipo de argumentos. La gente quiere “regresar a las prácticas primitivas” no porque esté llena de respeto por los antiguos (eso se puede ver en la forma cómo se hace vista gorda de las prácticas ascéticas de los antiguos…), sino porque el pluralismo subdesarrollado de las prácticas primitivas le sirve de matriz para su agenda modernista –como la agenda de negar la Presencia Real, o de ponerla al mismo nivel que la presencia de Cristo en el pueblo-.
 

El otro tipo de respuesta a este argumento es que, a veces, de lo que los académicos o los expertos nos dicen que se hacía en la antigua Iglesia, se reconstruye esto o aquello sobre la base de pruebas fragmentarias, y luego vienen otros académicos y prueban que los primeros estaban equivocados. En la primitiva tradición latina no había procesión del ofertorio del tipo que tenemos hoy, en que una pareja trae pan y vino por el medio del pasillo central y se lo entrega al sacerdote, quien lo lleva al altar. Existen poquísimas pruebas de que jamás haya existido en las liturgias occidentales algo parecido. Por otra parte, e irónicamente, siempre existió algún tipo de rito de ofertorio, pero eso fue precisamente lo que Bugnini y el Consilium eliminaron de la liturgia cuando la reformaron. El modo como ahora se hace en el Novus Ordo no corresponde a nada que haya sido hecho jamás históricamente en la liturgia cristiana. Es una especie de arqueologismo artificial, no es siquiera la recuperación de nada real. 

 
¿Qué hay de la oración de los fieles?
 
Es la misma cosa: corresponde a una teoría que se encuentra en autores como Josef Jungmann, en el sentido de que cuando el sacerdote dice “Oremus” al comienzo del ofertorio, ello es una especie de remanente de introducción a una oración de los fieles. Pero hay otros buenos investigadores que dicen “No, no es en absoluto su propósito”, y dicen que las oraciones que encontramos, por ejemplo, en el Viernes Santo –esas largas intercesiones- se usaban en ocasiones especiales, no eran para todos los días, ni siquiera para todos los domingos (estamos hablando del rito romano y sus derivados; el rito ambrosiano tiene maravillosas intercesiones, afines a las de la liturgia bizantina).
 
Además de tener cuidado de no ignorar que el Espíritu Santo guía a la Iglesia e inspira el desarrollo de la liturgia, también hay que ser desconfiar de las teorías de los académicos porque ellas a menudo resultan falsas. Por ejemplo, hubo investigadores que alegaron que “versus populum” fue el formato original de la liturgia. Hoy casi nadie sostiene semejante cosa. Los investigadores tienen toda suerte de teorías al respecto, pero no ésa. Es peligroso comprometerse, conectarse con una carreta que está siendo arrastrada por los investigadores, porque podrían hacer que uno se desbarrancara. Pero si uno se conecta con la Tradición, se le garantiza que sigue la línea querida para la Iglesia por el Espíritu Santo.
 
Una última cuestión. ¿Es verdad que usted ha escrito un par de libros sobre la liturgia y que contribuye al New Liturgical Movement? ¿Podría contarnos algo sobre esto?
 
Por cierto, y gracias por la pregunta. Hace tres años publiqué un libro titulado Resurgent in the Midst of Crisis. El subtítulo es Sacred Liturgy, the Traditional Latin Mass, and Renewal in the Church [Nota de la Redacción: el título ha sido traducido al castellano como Resurgimiento en medio de la crisis. Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la Iglesia]. Se trata de una serie de ensayos que tratan sobre diferentes aspectos importantes de la liturgia. Mi propósito es mostrar al público qué es lo que se juega en estas cuestiones. Hay mucho en juego. Por ejemplo, hay un capítulo sobre por qué fue tan mala idea el abandonar la celebración privada de la Misa en favor de las concelebraciones. Hay otro capítulo titulado “Latín, el lenguaje litúrgico ideal”, donde argumento que el latín no es simplemente una tradición del pasado sino algo vitalmente importante para la unidad, la auto-identidad, de la Iglesia católica en el mundo pluralista posmoderno.  Me alegra decir que este libro se ha publicado en checo, polaco y alemán, y pronto estará disponible en castellano y portugués [Nota de la Redacción: la traducción castellana ha sido preparada por nuestra Asociación y será publicada prontamente, habiéndose publicado como anticipo el capítulo 14 en esta bitácora (véase aquí y aquí)], y se lo está traduciendo al italiano, al francés y al bielorruso. Parece que ha dado en el clavo.
 
El libro más reciente apareció el verano pasado: Noble Beauty, Transcendent Holiness: Why the Modern Age Needs the Mass of Ages [Nota de la Redacción: el título podría traducirse al castellano como «Noble belleza, santidad trascendente: por qué la edad moderna necesita la Misa de siempre»; el libro puede ser adquirido aquí]. Yo describiría este libro como una apología, a alto nivel, de la recuperación de la liturgia tradicional para el mundo moderno y posmoderno. Es decir, suponiendo que la liturgia tradicional tuvo un rol central en el pasado, quiero plantear que ella es especialmente importante para el mundo actual, que responde a nuestras necesidades particulares ahora mejor que nunca. Eso suena paradojal, porque se podría pensar: “¿Cómo puede una complicada liturgia medieval responder a las necesidades del hombre del siglo XXI?”. Desarrollo extensamente mi argumentación al respecto: nuestros problemas, aquello que nos falta, que hemos perdido, que nos confunde, la liturgia tradicional los enfrenta de un modo que la nueva liturgia no lo hace. La nueva liturgia confirma o apoya en nosotros nuestros errores modernos y falsos conceptos modernos, no nos ayuda a disipar nuestro moderno malestar espiritual. “La Messe de toujours”, “la Misa de siempre”, ella sí nos provoca y nos desafía del modo que nos hace falta.    

 

SEVILLA: VIERNES 8 DICIEMBRE MISA TRADICIONAL-GREGORIANA FESTIVIDAD INMACULADA

Informamos a nuestros lectores que el próximo viernes 8 de diciembre, Festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona de España, en su honor se oficiará –D.m.- Santa Misa cantada según el rito romano tradicional o gregoriano, a las 10:30 horas, en el Oratorio Escuela de Cristo de Sevilla.

Será interpretado en sus melodías gregorianas el proprio de la festividad y el ordinario de la Misa de Angelis. Acompañará a la Schola Laudate Dominum de nuestra asociación la soprano Dña. Aloyse Devolve con el canto de algunos motetes marianos.

“Tota pulchra es, María: et mácula originalis non est in te. Allelúia”

 UNA VOCE SEVILLA

CRÓNICA Y FOTOGRAFÍAS ACTOS X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM EN SEVILLA

En torno a medio millar de personas, se dieron cita en Sevilla, el pasado 11 de noviembre, sábado, para participar en los actos conmemorativos del X Aniversario de la promulgación y entrada en vigor del  motu proprio Summorum Pontificum, mediante el cual S.S. Benedicto XVI normalizó el uso liturgia tradicional en toda la Iglesia. Estos actos, promovidos por la Asociación Una Voce Sevilla y el Grupo Joven Sursum Cordasirvieron además para celebrar  los 10 años de recuperación para la Archidiócesis de Sevilla de la celebración de la Misa tradicional. Desde entonces, se dio inicio a un periodo ininterrumpido de esta celebración de la Misa conforme al referido motu proprio del Vicario de Cristo, habiéndose consolidado y constituyendo en torno a ella una realidad eclesial en la que sigue creciendo la participación de los fieles sevillanos y que tantos frutos espirituales ha dado hasta el momento.

 

 

Los actos comenzaron a las 12 de la mañana en el salón de actos del Palacio Arzobispal. Ante una sala llena de público para la ocasión, el Rvdo. P. D. Gabriel Díaz Patri, liturgista, pronunció una conferencia titulada: «La Misa tradicional y la pacificación litúrgica propuesta por Benedicto XVI«, que trató sobre el motu proprio Summorum Pontificum, resaltando la intención del Pontífice de pacificación litúrgica de la Iglesia en torno documento. No tanto una pacificación entre grupos enfrentados por la liturgia, sino más bien una pacificación interna de la propia Iglesia con su historia y su tradición. Con gran erudición, explicó a los presentes cómo el desarrollo orgánico de la liturgia desde los primeros tiempos había sido una constante, y que la sensación de que la promulgación del nuevo Misal en 1969 invalidaba todo lo que se había hecho durante siglos hasta entonces en materia litúrgica dentro de la Iglesia era una herida que era necesario sanar. Lo que Summorum Pontificum vino a remediar al confirmar que el Misal de 1962 nunca fue abrogado. A la conclusión, en nombre de la Asociación Una Voce  Sevilla se le hizo entrega de un recuerdo al conferenciante en agradecimiento por su colaboración desinteresada con la asociación durante todos estos años. Una réplica del Giraldillo, la veleta que corona la Giralda, que representa la Fe Victoriosa, en este caso la del pueblo sevillano, y que fue realizada en fechas próximas a la de codificación del Misal de San Pio V en el siglo XVI. Hemos de resaltar que el Rvdo. P. D. Gabriel Díaz Patri, tiene un trabajo muy interesante relacionado con la temática de dicha conferencia que fue publicado en la web oficial del Vaticano, concretamente, en la sección perteneciente a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, y que pueden leer pinchando a continuación: EL MOTU PROPRIO Y LA PACIFICACION DE LA IGLESIA

 

 

Tras la conferencia, en el Salón Comedor del Casino Militar, se celebró una comida de confraternidad que contó, con numerosos asociados y simpatizantes de Una Voce Sevilla, algunos sacerdotes amigos y varios coordinadores de la Comisión Misa Tradicional Andalucía (Málaga, Jerez, Huelva y Córdoba), destacando la presencia de casi una veintena de jóvenes y niños.

 

 

 

 

A las 6 de la tarde, en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, con la asistencia de más de cuatrocientos fieles, destacando la presencia de familias numerosas y jóvenes, tuvo lugar el acto principal del X Aniversario Summorum Pontificum, la Misa solemne según el Rito Romano tradicional o Forma Extraordinaria que en acción de gracias se celebró en el altar de la Capilla Real donde se encuentra la urna que contiene el cuerpo incorrupto del Rey San Fernando, y a la que asistió al coro el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Sevilla, don Juan José Asenjo Pelegrina, junto al delegado diocesano de Liturgia y prefecto de Liturgia del Cabildo Catedral, D. Luis Rueda Gómez, a quienes agradecemos públicamente la acogida generosa dispensada y participación en tan importante evento.

 

 

 

 

 

La Santa Misa, que se desarrolló en un ambiente de adoración, piedad y recogimiento, fue oficiada por el Rvdo. P. Pablo Díez Herrera (Capellán de Una Voce Sevilla), asistido como diácono por el canónigo Rvdo. P. Raúl Olazabal (Superior en España del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote) y como subdiácono el Rvdo. P. Fernando Reyes Rico (Cura párroco Alcalá del Río). El servicio del altar fue complementado por miembros de la Escuela de Acólitos Servite Dómino y monaguillos, todos ellos pertenecientes a nuestra asociación.

 

Para la celebración litúrgica, se utilizó el proprio de la Misa Votiva de la Bienaventurada Virgen María, bajo el título de Nuestra Señora de los Reyes, Patrona Principal de la Ciudad y de la Archidiócesis Hispalense, que elaboró el Cardenal Segura el 22 de julio de 1948, y que ha sido recuperado para la ocasión por iniciativa de Una Voce Sevilla y colaboración del Cabildo Catedral. A continuación puede descargarse pinchando en: PROPIO MISA VIRGEN DE LOS REYES

 

Asimismo, se repartió entre los asistentes un cuadernillo latín-español para seguir la Santa Misa tradicional, que se encuentra a disposición en: CUADERNILLO MISA TRADICION AL LATIN-ESPAÑOL UNA VOCE SEVILLA 2017

 

 

La homilía, bendición y últimas palabras de la celebración litúrgica corrieron a cargo del Sr. Arzobispo, quien saludó fraternalmente a los asistentes, dio gracias a Dios por los dones recibidos a través del motu proprio Summorum Pontificum, y felicitó a nuestra asociación por este X aniversario, para posteriormente platicar sobre los novísimos, y en el marco de la celebración del Día de la Iglesia Diocesana, animar a la Asociación Una Voce Sevilla a participar en las fiestas de la Archidiócesis.

 

 

La Capilla Musical Gregoriana de la Catedral de Sevilla interpretó de manera excepcional el proprio y el ordinario de la Misa de Angelis. La música de órgano que de forma magistral acompañó al canto gregoriano corrió a cargo del Sr. don José Enrique Ayarra, Canónigo Organista titular de la Catedral de Sevilla desde 1961. Coordinado todo el repertorio musical por un representante de la Schola Gregoriana Laudate Dominum de Una Voce Sevilla.

 

Finalizó la Santa Misa con el canto de la Salve Regina ante la Patrona de la Ciudad y de la Archidiócesis y el Te Deum de acción de gracias. A continuación, numerosos fieles se acercaron a saludar y pedir la bendición del Sr. Arzobispo.

 

 

 

En la organización de los actos participó el grupo joven Sursum Corda de nuestra asociación, gran parte de sus integrantes se fotografiaron junto a su Pastor y repartieron a los presentes un recordatorio del evento que a continuación reproducimos.

 

 

 

DEO GRATIAS

CALENDARIO LITÚRGICO TRADICIONAL 2017-2018 IGLESIA DEL SALVADOR DE TOLEDO

CALENDARIO LITÚRGICO
DE LA FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO 2017-2018

(211 páginas).

Encuadernación en espiral con tapas duras e impresión en color. Este calendario contiene el ordo diario de la misa y del oficio divino de todo el año litúrgico, con introducciones a los tiempos litúrgicos y sus normas, a las fiestas más importantes y a algunas peculiaridades de la forma extraordinaria del Rito Romano. Además contiene esquemas introductorios sobre las nociones fundamentales del Año Litúrgico y sus normas, así como esquemas explicativos del oficio. En Apéndice se recogen las lecciones contratas de la fiesta de los santos aprobadas para el Calendario Nacional del Reino de España (1963). El presente calendario trae las citas de las lecturas diarias de la Santa Misa con una frase resumen, con los títulos de las misas correspondientes a cada celebración.

PRECIO: 12 euros + gastos de envío.

PEDIDOS:

Iglesia del Salvador de Toledo

Email: misagregorianatoledo@gmail.com

Tlfno. (00 34) 622 53 45 16

Dirección postal: Pasaje de las Hazas, 2 Bº N. 45002 TOLEDO (ESPAÑA)

 

PRIMERAS FOTOGRAFIAS MISA TRADICIONAL-GREGORIANA CATEDRAL DE SEVILLA X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM

Tenemos la gentileza de ofrecerles las primeras fotografías de la Misa solemne tradicional-gregoriana que, con ocasión de los acto conmemorativos del X aniversario del motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI en Sevilla, se celebró el pasado 11 de noviembre, en la Capilla Real de la Santa Iglesia Catedral, y a la que asistió y predicó el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla. La celebración litúrgica fue promovida por la Asociación Una Voce Sevilla, y contó con la asistencia de varios centenares de fieles.

En próximas entradas, publicaremos una crónica y más material audiovisual sobre tan importante evento.

 

FOTOGRAFIAS CONFERENCIA SALÓN ACTOS ARZOBISPADO SEVILLA X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM

A continuación, les ofrecemos algunas instantáneas de la conferencia que, con ocasión de los acto conmemorativos del X aniversario del motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI en Sevilla, pronunció el Rvdo. P. D. Gabriel Díaz Patri, liturgista, el pasado 11 de noviembre, en el Salón de Actos del Palacio Arzobispal, con el título: «La Misa tradicional y la pacificación litúrgica propuesta por Benedicto XVI«. La conferencia fue organizada por la Asociación Una Voce Sevilla.

 

INVITACIÓN X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM SEVILLA (SÁBADO 11 NOVIEMBRE)

PROGRAMA ACTOS X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM EN SEVILLA (SÁBADO 11 NOV.)

PROGRAMA ACTOS X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM EN SEVILLA

Sábado, 11 de noviembre de 2017

 

– 12:00 horas: Conferencia-coloquio: “La Misa tradicional y la paz litúrgica propuesta por Benedicto XVI”. Por el Rvdo. P. Gabriel Diaz Patri. Investigador del Centro Internacional de Estudios Litúrgicos (Francia). Lugar: Salón de Actos del Palacio Arzobispal (plaza Virgen de los Reyes s/n). Entrada libre.

 

– 14:30 horas: Comida-menú de confraternidad en el Casino Militar (Pasaje del Ateneo s/n -calle Sierpes-). Precio: 15 euros -se adjunta menú-. Menú Infantil: 8 euros. Plazas limitadas. Reserva previa antes del lunes 6 de noviembre en: asociacion@unavocesevilla.info Puede asistir todo el que lo desee.

 

– 18:00 horas: Santa Misa solemne tradicional de acción de gracias en el altar de San Fernando de la Capilla Real de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, y a la que asistirá al coro el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Sevilla, don Juan José Asenjo Pelegrina. Acceso por plaza Virgen de los Reyes.

La Misa será celebrada por el Rvdo. P. Pablo Díez Herrera (Capellán de Una Voce Sevilla), asistido como diácono por el canónigo Rvdo. P. Raúl Olazabal (Superior en España del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote) y como subdiácono el Rvdo. P. Fernando Reyes Rico (Párroco Alcalá del Río -Sevilla-). El servicio del altar será complementado por miembros de la Escuela de Acólitos Servite Dómino, perteneciente a nuestra asociación.

 

Por la Capilla Musical Gregoriana de la Catedral de Sevilla será interpretado el proprio tradicional de la festividad de la Virgen de los Reyes -elaborado por el Cardenal Segura en 1948-, que se ha recuperado para la ocasión tras más de 50 años, y el ordinario de la Misa de Angelis.

 

 

La música de órgano correrá a cargo del Sr. don José Enrique Ayarra, Canónigo Organista titular de la Catedral de Sevilla desde 1961.

 

Finalizará la Santa Misa con el canto de la Salve Regina ante la Patrona de la Ciudad y de la Archidiócesis y el Te Deum de acción de gracias.

  

En la organización de los actos participará el grupo joven Sursum Corda de nuestra asociación.

 

 

Con el ruego de tu asistencia y difusión de esta conmemoración y actos entre familiares y amigos.

 

Para más información: asociacion@unavocesevilla.info

 

 

UNA VOCE SEVILLA

 

 

CARTEL X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM SEVILLA (SÁBADO 11 NOV.)

VILLAVICIOSA (CÓRDOBA): SÁBADO 28 OCT. PEREGRINACIÓN JUNTO AL GRUPO JOVEN DE UNA VOCE SEVILLA AL MONASTERIO TRADICIONAL SAN JOSÉ

Les informamos que por iniciativa del grupo joven de Una Voce SevillaSursum Corda-, hemos organizado, junto a la asociación hermana Una Voce Córdoba, -D.m.- para el próximo sábado 28 octubre, una peregrinación al Monasterio tradicional de monjas de clausura, Oasis San José, de Villaviciosa (Córdoba), que se encuentra en el cerro de un bello paraje natural.

 

A las 12 de la mañana, en la Capilla del Monasterio, se celebrará Santa Misa tradicional cantada por el Capellán de la comunidad y acompañada en el canto gregoriano por las monjas que la forman. Previamente, a las 11:15 horas, el grupo joven Sursum Corda, junto a aquellos jóvenes o no tan jóvenes que lo deseen, subirán caminando al Monasterio rezando el Santo Rosario, desde una distancia aproximada de 3 km.

 

Asimismo, tras la Misa, en un lugar cercano, se tiene prevista una comida de confraternidad.

 

Animamos a todos los fieles de la liturgia tradicional a su asistencia.

 

Para más información: asociacion@unavocesevilla.info

 

 

 

UNA VOCE SEVILLA

 

 

BENEDICTO XVI: «LA IGLESIA ESTÁ EN PELIGRO CUANDO EL PRIMADO DE DIOS NO APARECE MÁS EN LA LITURGIA Y ASÍ EN LA VIDA»

A continuación, les ofrecemos el interesantísimo Prefacio del Papa Emérito Benedicto XVI a la edición en lengua rusa del volumen IX de las Obras Completas de Joseph Ratzinger: «Teología de la Liturgia», publicado por la Casa Editorial del Patriarcado de Moscú, y traducido al español por el blog Dominus est, en el cual el Santo Padre reflexiona sobre la necesidad actual de dar prioridad a Dios en la Liturgia ante malentendidos de la reforma litúrgica.

 

Nihil Operi Dei praeponatur Nada se anteponga al Culto Divino. Con estas palabras San Benito, en su regla (43, 3) ha establecido la prioridad absoluta del Culto Divino respecto a todas las otras tareas de la vida monástica. Esto, también en la vida monástica, no resultaba inmediatamente hecho puesto que para los monjes era tarea esencial también el trabajo en la agricultura y en la ciencia.

 

Tanto en la agricultura como en la artesanía y en el trabajo de formación podían haber tenido urgencias que parecerían más importantes que la liturgia. Frente a todo esto (San) Benito con la prioridad asignada a la liturgia, hace hincapié inequívocamente en la prioridad de Dios mismo en nuestra vida “A la hora del Oficio Divino, apenas se haga la señal, dejado todo aquello que tengas entre las manos, se acude con la máxima solicitud”. (43, 1)

 

En la consciencia de los hombres de hoy las cosas de Dios y entre ellas la liturgia no aparecen en absoluto urgentes. Hay urgencia para toda cosa posible. Las cosas de Dios parecen no ser urgentes. Ahora, se podría afirmar que la vida monástica es en todo caso una cosa diferente a la vida de los hombres del mundo, y esto es totalmente correcto. Y todavía la prioridad de Dios que hemos olvidado vale para todos. Si Dios ya no es más importante, se mueven los criterios para establecer aquello que es importante. El hombre al dejar de lado a Dios, se somete él mismo a las constricciones que le vuelven esclavo de fuerzas materiales y que son tan opuestas a su dignidad.

 

En los años sucesivos al Concilio Vaticano II fui nuevamente consciente de la prioridad de Dios y de la divina liturgia. El malentendido de la reforma litúrgica que está ampliamente difundido en la Iglesia Católica portó el poner siempre en primer plano el aspecto de la instrucción y el de la propia actividad y creatividad. El hacer a los hombres casi olvidar la presencia de Dios. En una situación como tal se hace siempre más claro que la existencia de la Iglesia viene de la justa celebración de la liturgia y que la Iglesia está en peligro cuando el primado de Dios no aparece más en la liturgia y así en la vida. La causa más profunda de la crisis que ha trastornado a la Iglesia reside en el oscurecimiento de la prioridad de Dios en la liturgia. Todo esto me llevó a dedicarme al tema de la liturgia más ampliamente que en el pasado porque sabía que la verdadera renovación de la liturgia es una condición fundamental para la renovación de la Iglesia. Sobre la base de esta convicción nacen los estudios que se han recopilado en el presente volumen 11 de mis “Obras completas”. Pero en el fondo, a pesar de todas las diferencias, la esencia de la liturgia en Oriente y Occidente es única y es la misma. Y así espero que este libro pueda ayudar también a los cristianos de Rusia a comprender de un modo nuevo y mejor el gran regalo que se nos ha dado en la Santa Liturgia.

 

Ciudad del Vaticano, en la Fiesta de San Benito,

11 de julio de 2015

Benedicto XVI

 

NACE EL GRUPO JOVEN TRADICIONAL DE UNA VOCE SEVILLA

Nos complace informales que, el pasado 3 de septiembre de 2017, festividad de San Pio X, a cuyo patronazgo se encomiendan, un grupo de jóvenes, católicos sevillanos comprometidos con la tradición litúrgica de la Iglesia, y en concreto con el apostolado de la Misa tradicional, constituyeron en el Oratorio Escuela de Cristo de nuestra ciudad, el grupo joven SURSUM CORDA de la Asociación Una Voce Sevillaasistiendo recientemente al II Encuentro Summorum Pontificum Andalucía celebrado en Córdoba, junto a otro jóvenes tradicionales procedentes de otras diócesis de Andalucía.

 

El  GRUPO JOVEN SURSUM CORDA desarrollará las siguientes actividades:

– Promoción, colaboración y participación en la Misa tradicional.

Adoración Santísimo Sacramento.

– Catequesis de perseverancia y charlas formación.

– Convivencias y excursiones.

– Retiros de espiritualidad.

– Formación como acólitos.

– Aprendizaje canto gregoriano.

– Labor social con los más necesitados.

 

SURSUM CORDA está abierto a todos aquellos jóvenes que deseen vivir su fe desde la Tradición y cuenta con una pestaña en la web de Una Voce Sevilla donde se anunciarán de forma más detallada cada una de las actividades que realicen.

 

Para acceder a la pestaña web de SURSUM CORDA pinchar aquí.

 

Si quieres pertenecer al grupo joven Sursum Corda o más información puedes escribirnos a: asociacion@unavocesevilla.info

 

 

 

 

SEVILLA: 11-NOV. MISA TRADICIONAL-GREGORIANA CATEDRAL X ANIVERSARIO SUMMORUM PONTIFICUM

Nos congratula anunciarles, que, en acción de gracias por el X Aniversario del motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI, el sábado 11 de noviembre, a las 6 de la tarde, en la Capilla Real de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, se oficiará -D.m.- Santa Misa solemne según el Rito Romano tradicional o Forma Extraordinaria, contando con la asistencia  del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla. Ante ello, manifestamos nuestro agradecimiento al Prelado y al Cabildo Catedral por la acogida a este grupo de fieles católicos de la archidiócesis hispalense.

 

 

                      

 

 Será una celebración litúrgica única, pues volverá a celebrarse en la Catedral de Sevilla tras más de cuarenta años.

 

 

Asimismo, informábamos en nuestra web –pinchar aquí-, que el pasado 16 de septiembre se cumplieron 10 años de la recuperación para la diócesis de Sevilla de la celebración de la Misa tradicional. Fecha en la que se dio inicio a un periodo ininterrumpido de esta celebración de la Misa conforme al referido motu proprio, que, con la ayuda de Nuestro Señor y su Santísima Madre, promovida por la asociación Una Voce Sevilla y el beneplácito del Sr. Arzobispo, se celebra desde entonces, cada Domingo y día de precepto, habiéndose consolidado y constituyendo en torno a ella una realidad eclesial que sigue creciendo. Es por ello, que además del acto principal conmemorativo del aniversario, la Misa tradicional de acción de gracias en la Catedral, se está organizando otros actos complementarios, una conferencia y una comida de hermandad abierta a todo aquel que desee asistir.

 

 

En próximas publicaciones daremos más detalles sobre la celebración litúrgica y demás actos anunciados. No obstante, pueden escribirnos a: asociacion@unavocesevilla.info

 

Animamos a todos a difundir y asistir a tan importante celebración.

 

UNA VOCE SEVILLA

 

NOTA: Con la carta apostólica motu proprio data “Summorum Pontificum”, promulgada el 7 de julio de 2007, y que entró en vigor el 14 de septiembre de ese mismo año, el Santo Padre Benedicto XVI promulgó una ley universal para la Iglesia con el fin de reglamentar el uso de la Liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970, haciendo con ello más accesible a la Iglesia universal la riqueza de esta liturgia también llamada tradicional o gregoriana, e ilustrando de forma autorizada las razones de su decisión en la Carta a los obispos que acompañaba la publicación del referido motu proprio.

 

Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto” (Benedicto XVI. Carta a los Obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum)

 

 

 

CRÓNICA Y FOTOGRAFIAS II ENCUENTRO SUMMORUM PONTIFICUM ANDALUCÍA (CÓRDOBA)

Transcribimos a continuación la crónica oficial del exitoso II Encuentro Summorum Pontificum Andalucía, publicada en el blog de la Comisión Misa Tradicional Andalucía:

«Varios centenares de fieles, procedentes de toda Andalucía, se congregaron en Córdoba el pasado día 23 de septiembre, sábado, para participar en el II Encuentro Summorum Pontificum Andalucía, convocado por la Comisión Misa Tradicional Andalucía, que coordina a las asociaciones y grupos de fieles que en las distintas diócesis andaluzas promueven la celebración de la liturgia romana tradicional. Al Encuentro, en el que se conmemoró el décimo aniversario de la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum, mediante el cual S.S. Benedicto XVI normalizó el uso de la citada liturgia en la Iglesia, asistieron representaciones de las diez diócesis andaluzas: Almería, Asidonia-Jerez, Cádiz y Ceuta, Córdoba, Granada, Guadix, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla.

 

El Encuentro comenzó a las 12’30 horas en el salón de actos del Palacio Episcopal, con una conferencia que fue pronunciada por Mons. Alberto José González Chaves, delegado diocesano para la vida consagrada de la diócesis de Córdoba. “La Misa tradicional: un gran legado litúrgico de Benedicto XVI” fue el título de la magistral conferencia con la que Mons. González Chaves abrió este II Encuentro. En sus palabras hizo un recorrido sobre la situación de la liturgia católica a partir de la Constitución Sacrosanctum Concilium, la obra litúrgica de Joseph Ratzinger como teólogo y como Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el magisterio de Benedicto XVI sobre la misma cuestión, para terminar refiriéndose al motu proprio Summorum Pontificum, repasando las principales características de la forma extraordinaria del rito romano y la situación actual de la misma en el mundo. La conferencia fue seguida con vivo interés por un público que casi llenaba el gran salón de actos del Obispado, y a continuación tuvo lugar un interesante coloquio en el que los presentes plantearon diversas cuestiones de actualidad relativas a la liturgia tradicional de la Iglesia. Finalizó el acto con unas palabras de agradecimiento en nombre de la Comisión organizadora, haciendo entrega a Mons. González Chaves de una placa como pequeña muestra de gratitud por su participación. Es imposible resumir en esta breve crónica la excelente conferencia de Mons. González Chaves, por lo que exhortamos a una lectura completa de la misma que se publicará en próximas entradas en esta web.

 

 

 

 

Concluido el acto de la conferencia, más de ciento cincuenta personas (entre ellas casi una veintena de niños) se reunieron en un restaurante en las inmediaciones de la Catedral, para una comida de hermandad que permitió el conocimiento, la confraternización y la comunicación entre fieles y familias devotas de la liturgia tradicional venidos de toda Andalucía.

 

 

 

A las siete de la tarde, en la impar Santa Iglesia Catedral de Córdoba, tuvo lugar la culminación de este II Encuentro con la Santa Misa prelaticia en acción de gracias por el décimo aniversario del motu proprio Summorum Pontificum. El Santo Sacrificio fue celebrado según la Forma Extraordinaria en el altar mayor de la Catedral tras más de 40 años, por el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba. Asistieron al Obispo celebrante, como capellanes, Mons. Alberto José González Chaves y Fr. Joaquín Pacheco Galán, O.F.M. Sirvieron en el altar uno de los sacristanes de la Catedral y varios de los acólitos y monaguillos habituales de la misa tradicional de Córdoba, Jerez y Sevilla. La excelente armonización de la Santa Misa corrió a cargo de la schola y organista del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote (Madrid), encabezada por el Rvdo. P. Alexis Rouquayrol. Asimismo, colaboraron en la organización de la celebración litúrgica más de una veintena de jóvenes pertenecientes al recién creado grupo joven Misa Tradicional Andalucía, que además acompañaron al Obispo en la entrada a la Catedral.

 

 

 

 

En su homilía, pronunciada desde uno de los impresionantes púlpitos de la capilla mayor de la catedral, el Sr. Obispo recordó que “El Papa Benedicto XVI, recogiendo lo establecido por el Papa san Juan Pablo II, estableció hace diez años algunas normas en el motu proprio Summorum Pontificum, en virtud de las cuales hoy celebramos esta liturgia por el Rito extraordinario (que nunca fue abrogado) en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba” y que “La Eucaristía es el sacramento de la unidad, de la unión de unos con otros en el mismo Cuerpo de Cristo. No usemos la Misa para dividirnos, para establecer comparaciones, para contraponer un Rito con otro. El uso de uno y otro Rito no establece ninguna división entre los mismos, nos recuerda Benedicto XVI. No la establezcamos nosotros”. Y añadió: “Ciertamente, la Iglesia reconoce el derecho de emplear este Rito, que no siempre es reconocido. Cualquier menosprecio sea respondido con un mayor aprecio, como nos enseña el Señor, pero sin entrar en conflicto con nadie”.

 

 

Los fieles que abarrotaban todos los espacios disponibles, en número que estimamos cercano al medio millar – creemos que es la asistencia más numerosa a una Misa tradicional en España desde la reforma litúrgica de 1970-, siguieron la celebración con una ejemplar actitud piadosa y recogida. Durante todo el tiempo que duró la ceremonia, el confesionario estuvo atendido por el Rvdo. P. Juan Evangelista Vila Gallardo, capellán del monasterio del Oasis de Jesús Sacerdote de Villaviciosa de Córdoba. Igualmente, asistieron a la misa varios religiosos Esclavos de la Eucaristía y de María Virgen.

 

 

La misa finalizó con el canto del Salve Regina a la Stma. Virgen María y, una vez despojado el Sr. Obispo de los ornamentos, el Tedeum en acción de gracias por el décimo aniversario del Summorum Pontificum. Concluida la ceremonia religiosa, todos los fieles que lo desearon se acercaron a saludar al Sr. Obispo, al hay que agradecer el gesto de cercanía que tuvo con éstos.

 

 

No podemos concluir esta crónica sin expresar nuestro más vivo agradecimiento al Sr. Obispo de Córdoba, a los sacerdotes y religiosos que actuaron como capellanes y que asistieron a los actos de este Encuentro, a los acólitos, al Excmo. Cabido Catedral, al personal de la Santa Iglesia Catedral y del Palacio Episcopal, a la schola que contribuyó a realzar la celebración, a todos los fieles que participaron de los actos demostrando que la liturgia tradicional, si bien es un derecho, es ante todo una realidad eclesial en nuestra región, cada vez más demandada, que merece ser acogida con generosidad por todos, pues nutre la vida espiritual de fieles, de toda edad y condición, y familias, muchas de ellas numerosas.

 

 

 

Encomendamos a Dios nuestro Señor, por intercesión de la Stma. Virgen María, los frutos espirituales de este Encuentro, pidiendo que sirva para la difusión y apostolado de la liturgia tradicional por todas las diócesis de Andalucía y España. Desde la misma terminación de este II Encuentro, la Comisión Misa Tradicional Andalucía comienza a preparar el III Encuentro Summorum Pontificum Andalucía, que se celebrará, Dios mediante, en el año 2018.

 

Fotografías: D. Antonio Varo, Diócesis de Córdoba y Comisión Misa Tradicional Andalucía,

 

En próximas entradas de esta web, además del texto de la conferencia, publicaremos el álbum fotográfico y video del Encuentro.

 

COMISIÓN MISA TRADICIONAL ANDALUCÍA

INVITACIÓN II ENCUENTRO SUMMORUM PONTIFICUM ANDALUCÍA

X ANIVERSARIO DE LA PRIMERA MISA TRADICIONAL EN SEVILLA

El próximo sábado 16 de septiembre se cumplirán, Dios mediante, 10 años de la celebración en Sevilla de la primera Misa tradicional tras la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz de 2007. Motu proprio con el que el Santo Padre normalizó la celebración de la Santa Misa según el Rito romano tradicional o Forma Extraordinaria, la reconoció como no abolida y cuestión de derecho para las sacerdotes y fieles.

Esta primera Misa tradicional en Sevilla se celebró en la Parroquia de San Bernardo, fue oficiada por el Rvdo. P. Fernando Reyes Rico, y contó con la acogida generosa de su Párroco, el querido D. José Alvarez Allende -q.e.p.d.-.

La Asociación de laicos Una Voce Sevilla fue pionera en España en promover la Misa conforme al motu proprio Summorum Pontificum, habiendo llegado, con la ayuda de Dios, a cumplir una década de celebración ininterrumpida en nuestra ciudad. Asimismo, para lograrlo, la Asociación ha contando desde sus inicios hasta el día de hoy con la ayuda inestimable de un grupo de personas, fieles y comprometidas, que a base de sacrificio y perseverancia han solventado cada uno de los obstáculos que se han ido presentando a lo largo de estos diez años.

A todos ellos, nuestro más profundo agradecimiento.

Desde ese día hasta hoy, la Misa “en latín”, como es conocida por muchos sevillanos, fue acogida en cuatro templos de la Ciudad: La Parroquia de San Bernardo, el Convento de la Visitación de las monjas salesas, la Iglesia del Señor San Jorge y Capilla de la Sala del Cristo del Hospital de la Santa Caridad, y por último, en los últimos cuatro años, en el Oratorio de la Escuela de Cristo. Con ello, han sido muchos los sevillanos y visitantes los que han tenido la oportunidad de asistir a su celebración y recibir sus frutos espirituales, en unos casos volviendo a revivir la Misa de su juventud o en otros, los más jóvenes, conociendo y participando por primera vez la Misa de siempre. Creciendo en los últimos tiempos la asistencia a ella de fieles sevillanos y en ocasiones de turistas de otros países que la demandan. En posteriores entradas daremos cuenta más detallada de las celebraciones en dichos templos.

Próximamente, les anunciaremos una gran noticia relacionada con la celebración del X aniversario de la entrada en vigor motu proprio Summorum Pontificum en Sevilla.

DEO GRATIAS

 

A continuación, una serie de fotografías para el recuerdo de esa primera misa y un artículo del diario ABC que puede servir de crónica de lo que aconteció y pueden leer aquí.